CAPITULO II
DEMARCACIÓN POLÍTICA
CREACIÓN.
El municipio de EL Jícaro, fue creado por acuerdo gubernativo de fecha
31 de agosto de 1908, cuando era aldea del municipio de San Cristóbal Acasaguastlán, situación que fue objeto de
una seria controversia entre ambos poblados que perdura en los anales de
nuestra historia, por cuanto se impuso el derecho, la razón y la justicia que a grado de adelanto
reclamaron nuestros antepasados. Vista parcial de una de las calles del pueblo.
Pertenecía en aquella época al
departamento de
EL Progreso, luego al dejar de ser departamento este último, pasó a formar parte del departamento de Zacapa y
posteriormente fue segregado
para anexarlo nuevamente al departamento de
EL Progreso, de conformidad con el decreto legislativo número 1965, pero
en su condición de aldea perteneció siempre a
Zacapa, porque el municipio jurisdiccional, Acasaguastlán, también lo
era.
MERECIDO ASCENSO. Las razones lógicas que
impulsaron a los vecinos de El Jícaro, a promover su ascenso a municipio,
fueron varias, dentro de los que destacan las siguientes: se contaba ya con
edificio propio para alojar a la nueva entidad, comandancia local, escuelas de
ambos sexos, telégrafo y correo diario de la capital, teléfono, centralización
de fábricas de aguardiente, zona experimental de agricultura, estación del
ferrocarril recién inaugurada y cuarenta caballerías de astillero del Sitio de
Jesús en su propia localidad y era la aldea más grande e importante que se
encontraba en el tránsito ferroviario entre El Rancho y Cabañas.
Y lo más interesante aún, amplio territorio, suficiente población en términos reglamentarios, como
requisito para ese fin, comunidad organizada, capacidad económica para sufragar
sus gastos y patrimonio propio, elementos significativos muy válido dentro
del trámite, aparte del otro problema no
menos crucial, como lo era el de estar de por medio entre Acasaguastlán y las
aldeas que solicitaron la nueva entidad, el caudaloso río Motagua que en los
seis meses de la estación lluviosa, imposibilitaba de manera formal la
comunicación y nulificaba por consiguiente la acción rápida de la justicia,
cuyos actos criminales en la aldea eran frecuentes, principalmente en los
llamados estancos, (cantinas de hoy), a
tal extremo que a la comunidad se le llegó a llamar no en voz queda en la
región: “El Rastro”, por las muchos muertes violentas y otros ilícitos que se cometían.
Por tales problemas, el gobierno de
entonces, se vio precisado, aun siendo El Jícaro aldea, establecer un Juzgado
de Paz con competencia para conocer asuntos penales y civiles que administrara
justicia pronta y cumplida, a tenor de la ley y por las mismas circunstancias,
poco tiempo después, la Comandancia Local para celar el orden, a cargo del
Mayor del ejército José Domingo Aragón González, originario de Uzumatlán,
a efecto de controlar en lo posible, la
difícil situación que prevalecía, porque a las autoridades de aquel municipio,
les era materialmente imposible hacer acto de presencia para la averiguación de
los delitos, mucho menos para capturar a los malhechores, y en otros casos,
para dictar las medidas de policía y
buen gobierno que ameritaban, para el logro de la tan deseada paz social. Y de
esa cuenta, el gobierno de aquel municipio, nunca pudo tener conciencia de los actos de sus
dependencias, ni responsabilidad del desarrollo y destino de la aldea, no por
falta de voluntad política ni del cumplimiento de sus deberes en sí, pues
existían las mejores buenas relaciones entre ambas comunidades, por lazos
familiares y de mutua amistad, sino por las razones naturales mencionadas y
carencia de recursos económicos, lo que era un valladar comprensible.
EL FERROCARRIL. El establecimiento del ferrocarril del norte, llamado después
interoceánico, motivó al gobierno de la época, a la creación de varios
municipios paralelos a la vía férrea, siendo así que nacieron el departamento
de El Progreso, y los municipios de El Jícaro, Los Amates y Morales, los dos
últimos en el departamento de Izabal, en vista que la actividad comercial de
los poblados que atraviesa requerían la más próxima vigilancia de las
autoridades, no solo para preservar el orden sino para encausar las diversas
corrientes del desarrollo a un fin común, cuyos elementos de peso, que garantizaban
el bienestar de la comunidad para levantar un centro de vida propio, mismos que
nuestros antepasados tuvieron en cuenta, para gestionar la instauración de una
municipalidad electa por el pueblo, capaz de promover el desarrollo social y
económico, que le permitiera conocer libremente de los asuntos locales, en lo
relativo a los ramos administrativo y judicial y, lo más importante, fortalecer
su presupuesto para poder costear sus servicios.
Tales fueron los sólidos argumentos, que la
autoridad superior aceptó sin reservas, para convertir la aldea en municipio,
no autónomo en ese tiempo, por supuesto, como supongo se hubiera deseado, pues
gobernaba una tiranía, para cuyo efecto, la Municipalidad de la recién creada
entidad, tuvo que trabajar tesoneramente para evitar una eventual posterior supresión, como ocurrió con muchos municipios del país creados por clientelismo
político en esas épocas, algunos de los cuales, el gobierno del general Ubico,
con drástico criterio, en vez de fortalecerlos, mandó a eliminar de un plumazo, años después,
por soporte económico no generado, para poder funcionar. Sin embargo, el
nuestro se mantuvo incólume, por la pericia y honradez de sus administradores,
los primeros Alcaldes: Elías Castillo y Daniel Orellana, quienes le dieron
forma y lo encausaron por senderos de
progreso y desarrollo, para ser como lo es hoy, un municipio próspero.
INAUGURACIÓN DEL FERROCARRIL. Esa obra de
envergadura, que promovió por años el desarrollo de todos estos pueblos
paralelos a la vía férrea y de todo el país, fue idea genial del presidente de
la república, en ese entonces, General Justo Rufino Barrios, como parte de la
revolución liberal de 1871, pero debido a su fallecimiento, fue concluida
durante la administración también presidencial de su sobrino el General José
María Reina Barrios, en cuatro etapas, con una duración mayor de diez años,
así: Puerto Barrios-Zacapa, inaugurada el día 22 de noviembre de 1896;
Zacapa-El Rancho y El Rancho-Guatemala, inaugurado y puesto en marcha el 19 de
enero 1908, bajo la dirección de su propietaria la empresa norteamericana,
Ferrocarriles Internacionales de Centro América y, mientras tanto, las
mercaderías que venían de puerto Barrios a la Capital, eran descargadas en
Zacapa y luego en el Rancho, al concluir aquél tramo, respectivamente,
transportada en mulas y carreta de bueyes a su destino, en tanto se conectaba
la vía con la capital de la república y
por último el ramal del sur.
EL RANCHÓN. Cuando el ferrocarril avanzó en
una de sus etapas de construcción, -de Zacapa a lo que actualmente es la
pujante aldea El Rancho-, se instaló ahí temporalmente, una oficina del Estado
denominada “Cambio de la Custodia y del Paquete”, algo así como una pequeña
aduana, correo y transporte, alojada en un enorme rancho, construido
específicamente para el efecto, de madera y palma, en las proximidades de la
estación de esa empresa, para el control de la correspondencia y pago de
impuestos de la mercadería que llegaba por ferrocarril procedente de los
puertos del norte, con destino a los
demás departamentos del país, como punto terminal provisional de convergencia de los caminos del
Golfo, las Verapáces y Jalapa, de donde eran remitidos a la capital y otros
destinos, por medio de acémilas, cuya dependencia, según se sabe, fue
administrada en un tiempo, por el condueño de la hacienda El Tintero Arturo
Ramírez (padre), teniendo su despacho en
el propio “ranchón”, como le llamaban, punto clave desde aquellos tiempos, de
donde deriva el nombre de El Rancho, aún
cuando hay duda de que la existencia del mencionado “ranchón”, para los mismos
fines, databa de la época colonial, anterior a la entrada del ferrocarril, para
la distribución de la carga de los productos del golfo, al resto de la Nación.
EL TRANSPORTE. Mucho antes, el transporte
de carga, del Golfo a la capital, se hacía por medio del rio Motagua, en canoas,
hasta el puerto fluvial de Gualán y de este lugar, en mulas a su destino. Según
rumores sostenidos por la tradición oral, en tiempos pasados, en una época del
año, recién pasado los inviernos, cuando el río Motagua aún estaba crecido, el
transporte fluvial por canoas impulsadas a puro remo, llegaba a la altura del
entonces municipio de Santa María Magdalena, hoy floreciente aldea de San
Agustín Acasaguastlán, donde se descargaba la mercadería, como en Gualán, rumbo
a la capital. El citado municipio fue suprimido por acuerdo gubernativo de
fecha l6 de noviembre de 1908, tomo 27 página 233 de la recopilación de leyes,
por su débil estructura económica, que no le permitía mantener su
administración como tal, pues con la
fundación de El Jícaro, un mes antes, ya no tenía razón de ser y, porque su
única aldea, el Paso de los Jalapas, llamado en ese tiempo,
El Paso Malena, pasó a pertenecer a El Jícaro. Parece increíble la llegada de
canoas río arriba por medio de remos a estos lugares en aquella época, pero no,
los hermanos Víctor y Narciso Flores,
las traían por esos mismos medios, yaz en tiempos modernos, remando
desde el astillero, en Izabal, para el
servicio local en el Motagua, cuando no se fabricaban estos aparatos por buenos carpinteros azueleros, en
casa, como ahora.
COSTUMBRE ARRAIGADA. Segregado El Jícaro,
de San Cristóbal Acasaguastlán, tuvo que pasar mucho tiempo, más o menos a
mediados de siglo de su creación, para que una gran mayoría de residentes, se
acostumbraran a la nueva entidad,
suspirando siempre ellos por aquel lugar, al cual cariñosamente llamaban “El
Pueblo”, su “meca querida”, a donde
seguían yendo constantemente para tramitar, no legalmente, por supuesto, sus
asuntos con las autoridades y, muy especialmente, para asistir a su legendaria e histórica
iglesia, a cumplir sus ritos religiosos, misas y procesiones bastante
concurridas de la Semana Santa, que eran muy solemnes y llenas de colorido; amén de aprovechar el
tiempo en esa localidad, para el resto
de actividades tradicionales, tales
como comprar tayuyos, pescado seco,
quesadillas y marquesotes, en la plaza, incluso, algunos disfrutar de
los juegos de azar en el atrio de su majestuosa iglesia de tipo colonial y,
otros destrabados, desobedeciendo las reglas de la grey, de guardar esos días
grandes para el culto católica, aprovechaban, en pecado, criticaban otros, para
celebrar días de campo en ambas orillas del río Motagua y darse de paso, refrescantes
chapuzones en sus limpias aguas, con el riesgo de convertirse en sirenas o en
pescados, según la creencia popular, así
como para echarse los cutos, de repente, los adictos, con bocas de pepescas anzueleadas y mojarras
cueveadas.
Los lugareños, principalmente de las
comunidades rurales del oriente del municipio, al referirse a ”Guaishtan”, lo
hacían orgullosos, llamándole en voz
alta, EL PUEBLO, naturalmente, porque esa era su clasificación administrativa
dentro del Estado, pero más que todo, creo yo, por su grandeza religiosa en ese
entonces y porque todavía no había iglesia en el nuestro, hasta que se
construyó modestamente el oratorio de la hacienda El Tintero, en la década de
los 20 del siglo anterior, a partir de cuyo acontecimiento, empezó a mermar,
poco a poco, la afluencia de la gente local, hacia aquella antigua población,
acostumbrándose en definitiva, los
fieles, con el tiempo, a asistir al recién construido templo jicareño, pues aunque
privado y sin párroco, era accesible para la colectividad y con mucha población
devota, capaz de consolidar y dar la fortaleza necesaria a la religión local,
ya con personas expertas para conducir el culto y catequesis a sus miembros,
así como lograr y mantener la hegemonía del nuevo municipio, como en
efecto aconteció. La gente cuando se les
preguntaba a ¿dónde vas fulano?. AL
PUEBLO, contestaba felices con toda razón.
UN COLABORADOR
NATO. Justo es reconocer post mortem, que el cerebro y motor, tanto de las
gestiones de creación del municipio, como de la extensión y legalización del título
del sitio las Anonas o de Jesús a favor de la municipalidad local,
fue el Coronel Arturo Ramírez Sosa, condueño de la hacienda “El Tintero”, a la
sazón diputado a la Asamblea Nacional Legislativa, por el departamento de
Zacapa, en ese tiempo, quien condujo personalmente las gestiones a través de sendos
memoriales dirigidos a su amigo y partidario, el presidente Manuel Estrada
Cabrera, documentos bien redactados con argumentos sólidos sobre el tema,
escritos a mano con rasgos bellos de
letra script, firmados por el grueso de vecinos de la aldea, entre ellos:
Elías Castillo y Daniel Orellana, cuyas copias de archivo tuve la oportunidad
de tener a la vista, guardados como reliquia histórica en la caja fuerte de la
Tesorería Municipal, ojalá perduren aún, porque sería una verdadera lástima su
desaparición.
El Jícaro está
formado de la siguiente manera:
POBLADO URBANO.
Pueblo: EL JICARO
ALDEAS:
El Paso de los Jalapas/
Las Ovejas (antes era finca)/ El Espíritu Santo/ Los Bordos de Barillas/ Lo de China/
Agua Caliente/ El Pino.
Una de las calles de El Jícaro, con arboleda en forma de arco. CASERÍOS: La Palma/ Piedra Ancha,/ Las
Chachas/Las Anonas/ Ojo de Agua/ Santa Rosalía/ El Tambor/ Las Hoyas/ San
Cristóbal/ El Zapote,/ El Jabillo y La Pila de Moscoso.
FINCAS.
El Tintero/El Zapote/El Quinto/San
Francisco/El Conacaste/ El Tambor/Azuza y muchas más.
PARAJES.
Conacaste/El
Remolino/Encuentros/El Coyol/Zorrilla.
OFICINAS PÚBLICAS. Luego de haberse
organizado el nuevo Ayuntamiento bajo la supervisión de la Jefatura Política Departamental,
empezaron a funcionar las oficinas municipales, bajo la administración del
Alcalde provisorio, Elías Castillo, incluso el Registro civil, para asentar los
actos concernientes al estado civil de las personas y tocó la suerte de primera
inscripción de nacimiento a Mercedes Trigueros Hernández, nacida en la aldea
las Chachas el día 4 de septiembre de 1908, hija de Antonio Trigueros y María
Hernández. El primer deceso asentado correspondió a Nieves Ramírez Cruz,
fallecida el 14 de septiembre de 1908 a consecuencia de fluxión, siendo hija de
Anselmo Ramírez y de Julia Cruz. El primer matrimonio se verificó el día 19 de
diciembre de 1908 y esa suerte tocó a los cónyuges Tomás Mejía Roldán y Santos
Marín. Las partidas del Registro civil correspondientes a las personas antes indicadas, llevan el
número 1 de libros números 1 respectivos.
Los Registros Civiles de la República
fueron sustituidos por el Registro Nacional de las Personas, como entidad
autónoma, para asentar los actos civiles de los habitantes, lo que constituye
una verdadera lástima en razón de que sus libros son patrimonio de los
municipios como legado histórico y no de la Nación y corren el riesgo de
desaparecer.
COMUNIDAD RECIENTE. A los anteriores poblados, se agrega la creación
del más reciente y floreciente caserío, denominado Nueva Santa Rosalía,
trasladado de su antiguo asentamiento en el altiplano del municipio, contiguo a
la del Pino, situada ahora en un pequeño valle perteneciente al sitio de Jesús
en las proximidades de las aldeas Lo de China y Los Bordos, cuyo proyecto fue
promovido por la iniciativa privada
local, dotándola de los servicios básicos y
modernas construcciones, así como la reestructuración física del también
caserío Las Anonas, con la ayuda
económica de una ONG., denominada “El Plan International”. Ambos proyectos,
fueron llevados a la práctica, bajo
la autorización y supervisión del alcalde Jesús Alberto Cardona Castillo y
del vice-alcalde José Gutiérrez Juárez, quienes fueron parte importante de la
creación de esta comunidad. En las
proximidades de ese caserío en
territorio del Sitio de Jesús, existió en tiempos pasados, tal vez de la
colonia, un convento de monjas, pudiéndose identificar, hoy día, restos
de los cimientos de la construcción que
lo albergaba, se supone, dependiente del curato de Acasaguastlán.
Barrio La Quebrada, al fondo la
montaña El Merendón
Calle principal de la población.
BARRIOS DEL PUEBLO. La Cabecera municipal
para su administración está dividida en los siguientes barrios:
ESTACIÓN. Por ubicarse en sus inmediaciones la estación del
ferrocarril, ahora en ruina;
LA QUEBRADA. Por encontrarse próximo a una
quebrada denominada de “EL Orégano”, que desagua en el rio motagua,
Frondoso árbol de tamarindo en el barrio Estación.
antiguamente ocupado exclusivamente por trabajadores de El Tintero.
BUENOS AIRES. Como su nombre lo indica, se
llama así por los agradables vientos que
en su área soplan, dada su altura, el cual le fue asignada por el recordado
ex secretario Municipal José María Vásquez, originario de Jocotán, Chiquimula,
quien para mayor satisfacción del deber cumplido, sembró la CEIBA, nuestro
portentoso octogenario Árbol Nacional, que en el mismo se ubica, precisamente
el día de su inauguración, un día del
árbol 22 de mayo de 1929, y que hoy, con sus 70 metros de altura, con ese
follaje verdoso que le es propio, constituye una verdadera expresión de
belleza, agregada su magnífica sombra, bajo la cual se cobijan y abrigan los parroquianos para descansar y meditar, dando paso a
la tertulia cotidiana y, a la vez, un bonito paraje que sirve de pequeña plaza
en tiempos de fiesta; testigo mudo de muchos acontecimientos del barrio,
ocurridos al paso de los años, incluidos los solemnes actos de su iglesia católica
y célebres competencias de basket y foot ball y del bullicio de los niños
de las escuelas, ahora, y celoso guardián también, que, a pesar de la
lluvia y el viento que golpean su ser y lo añoso de su existencia, se mantiene robusta, útil ahí, en el suelo barroso que le
da la vida, no así su compañero el guayacancito, amigo de los mirones del foot
ball, plantado en sus cercanías, que también daba sombra, mano cruel su vida
cortó para siempre.
En el verano, la reina
petandra alegra el ambiente y despierta la curiosidad de la chiquillada, con el
fenómeno natural de dispersión de sus semillas, convertido en juego de
competencia, para saber quién de los del grupo, con la gritería que les anima,
captura, sopla y eleva más alto, la
delicada pelusa blanca de
Ceiba en el barrio Buenos Aires, a la izquierda
Pila circular todavía por los años 50 del siglo pasado.
las borras de algodón que expelen sus frutos, que
como nieve es transportadas por el
viento a la distancia, llevando en los fragmentos desprendidos, la simiente que
perpetuará su especie, al caer y germinar en tierra fértil, cuyo producto, léase algodón,
igual al de su pequeño primo, el murrul,
sirve para fabricar almohadas caseras.
Casi bajo su amplio ramaje, se
construyó, no sé si adecuadamente o no, por el peligro que pudiera el mismo
representar, un pequeño bonito edificio, especie de kiosco, que sirve de
tribuna para los actos públicos. Grato de recordar es la fiesta titular de este
barrio que se celebraba del 1 al 4 de mayo
Pequeño y moderno kiosco, contiguo a la ceiba
e iglesia Católica en el barrio Buenos Aires.
de cada año, con motivo del día de
la Santa Cruz,
la cual era muy
concurrida y alegre, autorizada dicha celebración, por Acuerdo Gubernativo de
fecha 30 de mayo de 1931, pero con el tiempo dicha festividad dejó de funcionar.
COMPRA DE TERRENO. El terreno que ocupa ese
barrio, fue adquirido con fondos del Estado,
durante el gobierno del general José María Orellana Pinto, por compra efectuada a los propietarios de la
finca el Tintero, para cederlo enseguida a título gratuito a la Comuna local,
con la finalidad de asentar en igual
forma, en lotes sin costo alguno, a regular número de vecinos con familia, que
carecían de vivienda, a manera de ensanchamiento de la población, según acuerdo Gubernativo de fecha 10 de
noviembre de 1925, tomo 44 pagina 39, de la recopilación de leyes, magnífico
gesto del paisano presidente, pero también de la Municipalidad local.
En el citado barrio, existió contiguo a la
ceiba y la iglesia, al poniente, un parque infantil dotado de toda clase de
juegos mecánicos: columpios, resbaladero, paralelas, con sus respectivos
sentaderos de concreto, etc., que alegraba y fortalecía la salud física de los
niños del barrio, construido por la municipalidad de 1962, que yo presidí,
derribado por disposición arbitraria del Alcalde interino Gaudencio Morales. Fue
asiento también ese barrio de las
canchas de foot y basket-ball, trasladadas hace algunos años a al potrero “Las
burras” de la hacienda El Tintero, para dar cabida a la construcción de varias
escuelas, que ahí funcionan; lo mismo que una hermosa pila circular tipo
fuente, cuya fuerza del agua la hacía subir a más de dos metros de altura, de
donde los vecinos se proveían de ese preciado líquido para surtir sus
necesidades, usando unas cañas improvisados de bambú y chimilile que conectaban
a los chorros de salida, no solo por lo distante de estos, sino para evitar
mojarse los usuarios con la dispersión del agua provocada por el viento, cuya
obra de la primera agua potable del pueblo, engalanaba el área, en mala hora
destruida sin justificación, por funcionario edil alguno, en menosprecio del
vecindario y de los monumentos históricos, y era un sitio alegre de aglomeración
de gente a buena mañana, en donde se sabían los chismes del día y se observaban,
de repente, riñas callejeras por la disputa del agua.
En este lugar vivía una señora llamada
Gabina, bastante bromista, que decía malas palabras, por ser así su manera de
ser, pero no ofensivas, por el contrario, bastante simpáticas que gustaban y hacían reír
a la gente. La Doña era la encargada de hacer y vender el requesón del suero
que sobraba de la fabricación de lácteos de la hacienda El Tintero, en cuya
casa, a partir de las cuatro de la tarde, se congregaba regular número de
vecinos y deportistas a degustar este delicioso bocadillo, con tortillas
calientes salidas del comal, y tanto ella, como otra señora llamada Leonor, a
quien llamaban “Noy”, que moraban precisamente,
atrás, pegado a los marcos del campo, quienes constantemente protestaban por
los trallazos de las pelotas que caían sobre sus casas, en las prácticas o
partidos de foot ball, cuya última buena dama, no me podía ver ni en pintura, y
me trataba de “boca peishte”, pues cada vez que “sin querer, queriendo”, como
dice el ”Chavo del ocho”, por mala suerte
dentro juego, dirigía un “shutazo” a la portería, que no atrapaba el
portero iba a pegar directo a la casita
de doña “noy”, porque enfrente estaba el
marco, salía ella inmediatamente corriendo encolerizada con justa razón, para
decirme cosas “bonitas” y hasta tirarme agua caliente, actitud que asumía
también con otros jugadores, naturalmente.
VISTA BELLA. Llamado así, por ser el lugar que ofrece la
belleza panorámica de la
población, de donde se divisan, además, en la distancia, en el horizonte de las
montañas de Las Minas y del Merendón, lindos paisajes de colorido profundo, que
reflejan la realidad del medio ambiente, surcado de nubes finas de distintos
matices de color o fulgurantes celajes cobrizos, en los atardeceres.
VISTA BELLA ARRIBA. Barrio nuevo en vía de
formación, sin nombre conocido, que he bautizado yo como Vista Bella Arriba,
situado en las lomas del terreno de Chilo Morales, rumbo al Espíritu Santo, con
una hilera de bonitas casas.
BARRIO AGRARIO. Nombre algo curioso, que
le fue asignado por haber sido ocupado por un grupo de campesinos durante el
gobierno de Jacobo Árbenz Guzmán, que necesitaban albergue, por el año de 1952.
Este terreno era propiedad privada del Licenciado Carlos Jiménez Peralta, quien
a pesar de sentirse lesionado en sus
derechos e intereses, máxime tratándose de una herencia materna, desbordando su
cualidad de Don de gente y su deseo de compartir con la gente pobre, porque
también él creció en esa condición, no hizo ninguna reclamación legal al
respeto, por el contrario, se alegró y le agradó el nombre simpático dado a esa
comunidad.
LA ARENERA. Establecido en las últimas décadas, llamado así, porque ahí había una arenera, que surtía de este material al
vecindario para construcciones locales, fundado por iniciativa y dictamen
favorable del Síndico Municipal de ese entonces, Fidel Egberto Casasola
Saavedra, con aprobación del Concejo, ahora bastante poblado y con sus
servicios esenciales, asentado en terreno privado que dejaron abandonado por
años las hermanas Gumercindo, Silvia y Marcolfa Gutierrez.
EL ZAPOTE ARRIBA. Es un caserío que se
empezó a formar a inmediaciones de la carretera Interdepartamental, entre las
aldeas El Zapote y El Paso de los Jalapas, en el año 1961, cuyos primeros lotes
fueron cedidos por la Municipalidad de ese entonces, aún con la oposición de
los dueños de los terrenos
Quiosco parque antiguo 12 de Octubre de la Localidad.
privados colindantes, el problema ahora, son la
cantidad de túmulos construidos en buena
parte de esa carretera que obstaculizan
el tráfico normal de vehículos.
En las proximidades de la carretera entre El Paso y Las Ovejas, se
ubica la colonia “Mitch”, llamada así por albergar a mucha gentes que fueron
afectados por la tormenta de ese nombre, ocurrida en el mes de octubre de 1998,
mandada a construir por el Gobierno de la República.
Respecto de los caseríos y aldeas que se
han formado últimamente, conviene que la Municipalidad, legalice conforme a la
ley, esos poblados, emitiendo los respectivos acuerdos, que
deben ser publicados en el Diario Oficial
para que tengan plena validez, informando de ello a las instituciones del
Estado competentes, a efecto de que tales modificaciones se anoten como
oficiales en los registros estadísticos, geográficos, de mapeo y otros de
interés para los habitantes y del país.
LA CABECERA MUNICIPAL. Cuenta aun con sus
siete callecitas, igual número de avenidas y varios callejones, antes ornamentados de esbeltos cocoteros, palmeras,
almendros, truenos, jocotes, morros, amates y acacias, por doquier, en franca custodia de su tranquila madre
tierra, que extendían su extraordinario ramaje al visitante, en cordial saludo
de bienvenida y de hospitalidad, algunos regados de paso con el agua que rebalsaba
de las pilas de las casas, que salía a las calles a flor del suelo y otros
arbolitos especiales asistidos por sus propietarios.
Esos arbusto, ya dañados por la acción
inexorable del tiempo, fueron sustituidos por otros, de singular belleza,
especie de ficus, también llamado naranjillo, que pasado el terremoto que asolo
el país en el año 1976, planto el maestro José Gilberto Orellana Rosal, de
semillas traídas de Guastatoya, perfectamente adaptadas al clima, con sus alumnos
de la escuela primaria local, que igual a los anteriores, dispuestos en valla están,
formando arcos con una imagen espléndida, al entrelazarse las ramas de unos y otros, a
lo largo y ambos lados de sus bien trazadas callecitas, asfaltada la principal,
otras adoquinadas o de pura tierra las otras aún, a manera siempre de buen
recibimiento, con su bello follaje verdoso radiante y elegantes racimos
colgantes, de frutillas amarillas, cuales perlas en zarcillos de oro
incrustadas, para exhibir con su encanto a propios y extraños y prodigarles su
exquisita sombra.
Refugio además, de multitud de pajaritos de
diversas clases, y geckos, que en ellos se hospedan, en continuo concierto
gratis, alegrando con el bullicio de sus melodiosos cantos, los contornos de
las vecindades, sin que patojo alguno, honda en mano, se atreva, como antes, a
ahuyentarlos o hacerles daño, por cuyo privilegio viven allí, nutriéndose de
esas llamativas pelotitas, y como graciosa recompensa, cuando algunas gentes
descansan al abrigo de dichos arbustos, costumbre bastante frecuente en el
pueblo, de sacar sillas a la acerca, en busca de lo fresco para capear un tanto el calor, esas avecillas traviesas,
brincando de rama en rama, sin avisar que algo va, descargan de repente, una
porción de aquello que no pueden ya retener en sus pequeños intestinos, o sea,
una inofensiva cagadita, detectada la acción, al instante de sobarse alguien la
cabellera o descubrirse el sombrero u observar con gestos de aceptación o
desagrado, la vestimenta embadurnada, de la fichita blanca, dejada como
recuerdo y, ellas como si nada, continúan el ritmo de su instinto.
EL PARQUE CENTRAL. Con su elegante kiosco,
artísticamente decorado con los signos del pentagrama, primero, y su hermosa
pérgola, después, ambos, se utilizaron
en su tiempo, como tribuna pública del pueblo y, además, sitio de deleite en
las noches de concierto, engalanado con sus arriates
de vistosas flores que exhalaban la pureza de su exquisita aroma; de su esbelta
casuarina, que erguía su pelambre verdosa como pretendiendo, con el ímpetu de
sus finas ramas, alcanzar el cielo.
Igualmente, su ornamental y simbólico árbol de chico, que con sus hojas siempre
verdes, vivito y coleando todavía esta, dando frutos maduros caídos, para quien
por suerte, los recoja primero por la
mañana, en época de cosecha, así como sombra para todos, inclusive, guarida que
fue, del anciano de las regalías, el simpático “Santa Claus”, que por años para
los niños bajo su fresco follaje posó, iluminado con foquitos de colores en la
esperada noche buena, llamado por ello
,“Árbol de Navidad”. Actualmente, gracias al esfuerzo de Valeriano Pérez y su
grupo, se realizan algunos conciertos de marimba, pero sinceramente, no como en
épocas pasadas, que eran frecuentes y concurridos.
Su elegante pila circular, especie de
fuente tipo español, construida en tiempo de los Intendentes, en la
administración de Jorge Ubico, derribada inútilmente, de cuya amplia copa Barroca, en flamante
borbollón, brotaba el agua cantarina, acariciando con la brisa, gotas menudas esparcidas
y suave murmullo, los multicolores componentes del jardín, en las auras tibias,
surcado de marfileños confidentes para uso de los asistentes, eran atributos
que realzaban antaño, el ornato del parque local.
Nuestro pequeño centro de distracción, tiene
por nombre actualmente, “Parque Centenario”,
en honor de los cien años cumplidos de creación del municipio, varias veces
remodelado, lastimosamente, ahora, sin
la exuberante vegetación de antes, elemento importante en una área
recreativa, no solo por su belleza, sino por la oxigenación del medio, muy
diferente de las armazones de concreto, de arquitectura foránea, con expresión
insulsa que proyecta ahora, aunque moderna dicen algunos. Este recordado parquecito
ha tenido tres nombres: 12 de octubre, en homenaje al día de la raza; Francisco
Guerra Morales, en honor de este personaje ilustre, hijo del pueblo y,
últimamente, Centenario, denominación última que no comparto, no por el nombre
en sí, sino porque fue asignado antojadizamente, porque a alguien
particularmente se le metió la idea, sin respaldo legal, a través de un acuerdo
municipal razonado, a cambio, y porque se dio en menoscabo, sin justificación, del nombre del
paisano notable que ya ostentaba. A mi criterio, para resaltar y perpetuar el
homenaje efectuado, centenario de creación, lo ideal hubiera sido hacer
abstracción del parque, porque este no tiene aún cien años de construido, pues mucho
antes ese espacio era un simple patio de escuela, y honrar esa efemérides con algo más amplio,
solido y significativo, EL JIICARO CENTENARIO, por ejemplo, utilizando ese
nombre como lema en todos lo referente a El Jícaro, actos públicos, incluso, en
la correspondencia oficial de la Municipalidad y de sus instituciones de apoyo.
Porque si no se emitió acuerdo municipal al respecto y no se publicó en el
Diario Oficial, por ser este de carácter general, ese nombre carece de validez
legal, prevaleciendo el nombre anterior, pues es la Municipalidad la única
facultada para el efecto.
CASAS ANTIGUAS. Lo autóctono y lo moderno, estaban al unísono en sus
viviendas, dada la construcción, digamos relativamente moderna, de su nuevo
edificio municipal, y de sus antiguas casitas blancas, en fila, a ambos lados
de las calles, con cal criolla y sabia de tuno viejo convenientemente
enlechadas, con amplio corredor hacia la calle, la o las hamacas al medio,
colgadas de las vigas, para el descanso cotidiano, y altos tapiales de adobe
construidos a su alrededor, con su
albardón de teja, tapizados de filosos chayes de diversos y vistosos colores,
en la parte superior, como se acostumbraba, como medio de defensa para prevenir
el ingreso de presuntos intrusos, sembrado como estaba el patio trasero, con
los tradicionales árboles frutales, jardinería diversa, plantas medicinales y
arbustos ornamentales de olores agradables, como el “maderas de oriente”, que abundaban e inundaban el ambiente, que en
muchos casos constituían pequeñas huertas, en donde se cosechaban yerbas, legumbres
y verduras para el sustento, regados con
el agua de pozos artesianos en cada casa existentes, sin faltar los elevados
cocoteros con sus gajos de frutos colgando, a los lados, más de un limonero y
alguna que otra mata de chiltepe, todo lo cual daba prestancia a los frescos
patios interiores de las casas, convertido en un verdadero vergel que aprovechaban innumerables pajaritos, abejas y
mariposas para chupar la miel de las flores; lagartijas, garrobos y el loro parlanchín
en su jaula, hablando bobadas, los habían para compartir el espacio y pasar el
rato, alegrando con su presencia, trinos y zumbidos, el ambiente rural de las
viviendas.
Se recuerdan también, con cierta nostalgia, sus ranchitos de palma y de
bajareque, resistentes a los terremotos, ventilados y sabrosos, aperados con sus camas de varas, especialmente
de chimilile, con su cocinita, poyo, molendero y hornilla de lodo, anexos,
donde moraban nuestros labriegos, que al canto del primer gallo abandonaban la placentera
hamaca, para ir al potrero al ordeño cotidiano o a sembrar la simiente para el
mañana, como fuente de vida familiar, bañando cada surco con el sagrado sudor
de su frente, como buenas maneras de la civilización e idiosincrasia de sus
habitantes. Otra buena forma de edificar, nos hace recordar a antepasadas
generaciones de época colonial, que poniendo de relieve su temperamento, se
esforzaron para levantar un centro de vida y desarrollo colectivos en lo que
hoy es nuestro pueblo, como lo hicieron también tribus primitivas relevantes que se establecieron aquí mucho
antes y en todo el valle del Motagua,
que más tarde nos dejarían como preciado legado, orgullo para los jicareños de
hoy, inclusive, tesoros escondidos en montículos de varios asentamientos
antiguos, que son objeto ahora de investigación. Este contraste, nos da la idea
de la apacible vida y progreso constante de los moradores. Así se presentaba
antes El Jícaro, pero tuvo repentino cambio en su estructura física, a raíz del
terremoto de l976, tal vez ahora, materialmente
mejor que antes, arquitectónicamente hablando, pero a costa del dolor y
sacrificio causado por esa tragedia. LEER MAS ADELANTE LA OCURRENCIA DE ESTE
FENOMENO.
ÁRBOLES DESAPARECIDOS. Algunos árboles importantes que le daban vida
y elegancia al parque, incluyendo los de pinabete o casuarina, eucaliptos y un
centenario amate, así como la pila circular,
especie de fuente, estilo español, muy hermosa por cierto, desaparecieron para
dar paso a las remodelaciones acertadas o no, del parque actual. En esta área,
al sur, mucho antes existió la
Parque Central remodelado, hoy Centenario. Auxiliatura Municipal, cuando el Jícaro aún era
aldea y después la escuela para varones e inadecuadamente pegaditas, las mal
olientes a orines de los reos y los niños,
cárceles públicas, por muchos años, porque no había otra forma de hacer pipi. El arbolito de chico que daba por
talado, aun permanece en su lugar,
cumpliendo su función ecológica y de ornamento, pero ojo, no faltará alguien,
que pretendiendo hacer algo “bueno”, lo mande a derribar hasta con el tiro de
gracia, como ocurrió
con los anteriores, así como el de amate con raíces anormales aéreas o bejucos
naturales colgantes, de la parasitas de mata palo, en su copa, pero que le
daban vista y belleza, de donde nos prendíamos, columpiábamos, y hacíamos
piruetas, los alumnos de la escuela, árbol fronkdoso que estaba protegido por
un redondel de cemento de dos escalones, bien ornamentado, a manera de sentadero público para los paseantes, los que
antaño existieron en dicho sitio de recreo.
CAMINATAS. Antiguamente, las caminatas se hacían
a pié, a lomo de mulas o en carreta de bueyes y a cada cierta distancia habían parajes,
estancias o caseríos, en donde los
transeúntes acampaban para pernoctar y descansar, cuyo momento aprovechaban
para pastar a sus caballerías, siendo así, que muchos viajeros al pasar por
esta localidad, regularmente se guarecían en bien plantados árboles de jícaro,
convertida entonces, en punto adecuado para pasar el rato, de hecho, bien
conocido por los caminantes por la fama de su hospitalidad, del cual se deriva
precisamente el nombre del municipio o para disfrutar de la sombra de añosos y
frondosos tamarindos o de amates que los habían en abundancia, especialmente
cuando se dirigían a la Basílica y Santuario
de Esquipulas, villa acertadamente hoy nombrada la Capital Centroamericana de
la fe, en alegres romería; incluso, por aquí pasaban buscando el vado más
conveniente del río Motagua para dirigirse al norte, los muleros que comandaba el negro Macao en tiempos de la colonia, de
la empresa de transporte de carga de esa índole, propiedad del español Juan de
Palomeque, que venían de la capital hacia el golfo y viceversa, en la actividad
del transporte de mercadería, que refiere en sus relatos el historiador José
Milla, así como los viajeros de ultramar para dirigirse a la bahía de Amatique,
que preferían esta área para atravesar el río, por los buenos vados que ofrecía, y de
esa cuenta, la importancia de El Jícaro, desde tiempos remotos, antes y después
del régimen colonial.
ROMERIAS. Mucho tiempo después, antes de
que se construyera la carretera del Atlántico, las romerías al Santuario de la
Fe, muy especialmente para el 15 de
enero, de cada año, se efectuaban a pié, en su mayoría, gente pobre y a quienes
siendo acomodados, les gustaba el ejercicio, el ambiente campestre o la
aventura, y en transporte motorizado,
recientemente en boga, quien tenía posibilidades económicas o no podía hacerlo
de aquella manera, utilizando en ambos casos, la carretera interdepartamental nuestra, que comunica con
Zacapa; caravanas integradas por
peregrinos del centro, sur, y occidente
de la república, lo mismo que de las Verapaces y hasta del extranjero, pasando por aquí, no solo por ser más corta
la distancia, sino por lo directo del camino, utilizando o no, el puente de El Rancho, sobre el río Motagua,
situación que aunque alegre y de beneficio para el comercio local, pues aquí
hacían escala los viajeros para dormir y comprar algunos alimentos, era bastante
molesto para el vecindario, por el mucho polvo que se alzaba de los cientos de
camionetas que pasaban y el peligro que representaba, especialmente para los
escolares, el enorme movimiento vehicular.
DORMITORIO IMPROVISADO. En esos tiempos,
como no existían hospedajes formales establecidos, era frecuente ver las
tendaleras de peregrinos durmiendo en los corredores de las escuelas y del
mercado de la localidad, sin ningún temor de que se les violentaran sus
derechos humanos, porque había orden y tranquilidad, de donde se abastecían de
artículos de consumo diario y frutas, para luego salir contentos al día
siguiente de madrugada, entonando cánticos y rezos alusivos a su religión. También
se hacían romerías utilizando el ferrocarril, hasta Zacapa, y de allí, en camioneta
a la Santa Catedral, por supuesto, que en esos tiempos tenía mucho mayor
arraigo la religión católica y por ello las bullangueras y multitudinarias
peregrinaciones. Y de regreso, lo mismo, bien adornados los vehículos con
gusano de pino pintado de vistosos colores y los feligreses de a pie alegres
igualmente vistiendo elegantes charras llenas de recuerdos consistentes en
trenzas de tusa a manera de empaque repletas de dulcitos en su interior y
cajillas de conservas, así como unas frutas amarillas llamadas “chiches” que
colgaban como adorno de los sombreros, y demás regalitos que llevaban a su
destino, siempre cantando alabados y plegarias de buena venturanza, llevando
consigo también los cohetes que reventarían a su llegada, dando gracias a Dios
por su visita al señor de Esquipulas y de la agradable peregrinación de regreso, sin
novedad. Hoy se supone que es lo mismo, pero el recorrido se hace por la
carretera del Atlántico, pero al darse cuenta que nuestra carretera interdepartamental
está asfaltada hasta Zacapa, seguramente se recuperará ese tráfico tradicional
de antaño, con economía de diez y siete kilómetros y con menos peligro.
SERVICIO DE CANOA. Esta pequeña empresa
funcionó, hasta inmediatamente después de la inauguración del actual puente,
para el transporte de pasajeros, y poder atender el flujo de personas que
venían de las comunidades situadas del otro lado, a hacer sus compras a El
Jícaro, que antaño era centro comercial de importante, claro está, por la
presencia del ferrocarril, y de aquí, para allá dentro de ese mismo intercambio
de cosas, pero más que todo, nosotros, a tomar camioneta a la ruta del
Atlántico, con destino a la capital o lugares del nororiente. Este servicio
inicialmente fue propiedad de la finca La Cajeta, teniendo como remeros a los
señores Andrés Páiz y Meregildo Sagastume y, últimamente, propiedad de los hermanos
Víctor y Narciso Flores, lo mismo que de Miguel, hijo del primero, teniéndose
conocimiento de varios accidentes, al volcar las pequeñas barcas, que han
costado la vida de algunas personas, por cruzarlas con el río crecido y el
sobre peso, desapareciendo las canosas en la inmensidad de las aguas, pero
repuestos de nuevo, para seguir prestando el servicio. El puente de referencia,
desafortunadamente, fue destruido por las enormes crecientes del Motagua,
derivadas de la tormenta Agatha que azotó el país en los últimos días de mayo
de 2OlO y mientras tanto, la travesía se
hacía por medio de un sistema, inventado de urgencia por alguien curioso vecino,
consistente en un cable aéreo atado de lo que quedó del puente, a un fuerte
madero del otro lado del río, un cajón de transporte y una garrucha halados de
ida y regreso, pero luego vino una canoa, mandada a hacer por un buen muchacho
Zamora, hijo de Vilma Orellana y, actualmente, el cruce del río se hace por una
rampa provisional enganchada a la armazón que quedó en parada, de dicho puente,
que atinadamente mandó construir la Municipalidad.
TRANSPORTE DE CARGA: Éste se hacía en bestias y carretas de bueyes,
para dentro y fuera del municipio, local digamos, cuyo trabajo era desempeñado
por personas que criaban y cuidaban esos animales, pero también se hacía a puro lomo o espalda de seres humanos utilizando el mecapal,
a manera de tlamene, para lo cual estaban disponibles, previo pago de sus honorarios, por supuesto,
Desaparecido servicio de canoa, hasta antes
de la inauguración del puente.
unas buenas personas
de nombres Casildo Orozco y Pio,
cuyo apellido no recuerdo, y Santos Pompón,
quienes trasladaban a puro “tuto” los bultos y encomiendas que
se les confiaban por pesadas que estos fueran y
lejano el lugar de destino. Luego vino el ferrocarril y ahora, tiempos moderno,
ese sistema anticuado de carga ha desaparecido, haciéndolo por medio de
picops. Un señor llamado Gabino, a quien burlescamente le decían “el correo de
guaishtan”, que apedreaba a los patojos que lo jodían, llevaba diariamente de
la oficina local, a puro tuto, el correo nacional destinado para San Cristóbal
Ac.
.
MAQUINARIA ANTIGUA. A la altura del puente
actual, a unos cincuenta metros, al oeste, de este lado del río, existió una
estructura mecánica, ahora, presumiblemente, soterradados o arrancados de tajo,
rumbo al mar, por las fuertes crecientes del Motagua, conformada por una
especie de polipasto mecánico, conectado con otra maquinaria situado del otro
lado del río, debajo de una enorme ceiba que había allí, cabal en el callejón
que en ese tiempo conducía a la aldea La Estancia, pasando por las viejas
carretera hacia el nororiente, que servía para hacer cruzar el río, por medio
de cables colgantes, de ida y regreso, los camiones cargados de madera
procedentes de la finca La Cajeta, propiedad del ex Presidente Lázaro Chacón,
para ser descargados en el patio de la estación del ferrocarril y su
consiguiente embarque por esa vía, rumbo a la capital de la república, en una
época de mucho trabajo para los lugareños, aparato que era operado por un
experto gringo, llamado Mr. Frank, que se encariñó con el pueblo y que vivió
por mucho tiempo en unas casita de bajareque propiedad de Armando Chew,
contiguo a dicha estación, cuyo actividad hizo que los herederos de don Lázaro,
construyeran aquí una elegante casa tipo español, destruida por el terremoto de
1976, ubicada, en lo que ahora, es casa de mi propiedad y de mi hermano
Roberto. Entre el callejón de los herederos de Carlos López, el de mi hermano
Roberto y la calle principal, en donde estaba la casita de Armando Chew, en la
que vivió el gringo mencionado, este construyo contiguo una bonita casa de
madera, de dos niveles, que la empresa de los ferrocarriles, con el respaldo de
la dictadura de Ubico, mandó a derribar sin mayores trámites, alegando haberse
edificado esta en terreno de su propiedad, sin embargo la casita vieja antigua
se salvo, pero lo curioso del caso es que, en toda esa franja, anteriormente,
ya estando el ferrocarril, habían ranchitos, incluso, la primera escuelita de
la población. Allí mismo, existió por años, un frondoso árbol de tamarindo, quizás
el más viejo de todos y un enorme trueno, que mando a botar precisamente
Armando Chew para edificar la casa derribada mencionada.
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