CAPÍTULO
XVII
SERVICIOS
PÚBLICOS
AGUA POTABLE. Haciendo un poco de historia
se sabe, que este importante servicio fue instalado en esta población por vez
primera, allá por el mes de noviembre del año 1938, producto de constantes
gestiones promovidas por el comité pro-agua potable integrado por los vecinos
Juan Ramón Bracamonte, Fidel Egberto Casasola, Jesús Núfio, Alfonso Morales y
otros. Para el efecto el comité tuvo que contribuir con una regular suma de
dinero, aparte del aporte del Estado, consistente en dos mil quetzales.
Cuéntase que en oportunidad de una visita del presidente de la república,
general Jorge Ubico, el comité en audiencia pública, le planteó el problema del
agua entubada y enterado aquel funcionario, contestó así: “Si el comité cuenta
con parte de los fondos, se harán esos trabajos, mi gobierno aportará la otra
parte”, y como en efecto había dinero disponible en caja, se hicieron los
trabajos por el sistema de gravedad, tomando el agua del riachuelo conocido como
“quebrada seca” en las proximidades del caserío “El Javillo”, en donde se
construyeron la presa y los tanques de captación y de distribución, a partir de los cuales se
instaló el acueducto hacia la población pasando por terrenos de la hacienda “El
Tintero” en una longitud aproximada de tres kilómetros, cuyos trabajos
estuvieron a cargo del señor Macario Jiménez, supervisados por el propio comité
de vecinos que tenía toda la colaboración de la Municipalidad. El número de
pajas de agua en relación a su caudal fue de cuarenta, aparte de las diez que a
título gratuito se otorgó a los dueños de la hacienda El Tintero, en
compensación a la servidumbre de paso de acueducto que ellos concedieron. El
servicio público de este líquido, sin pago alguno, se prestaba a través cinco llena cántaros instalados en varios puntos
estratégicos de la población, una pila para lavado de ropa y dos pilas
circulares en forma de fuente, una en el parque, que servía más que todo de
adorno y otra en Buenos Aires de donde los vecinos cogían el agua directamente de
los varios chorritos que caían, un tanto incómodo por la llovizna que provocaba
el aire, por lo que inventaron hacerlo por medio de tubos improvisados de varas
de chimilile, bambú o higuerillo que conectaban a
las boquillas de la fuente para llenar sus cántaros. Esos instantes, de
reunión masiva para llevar agua, regularmente por las madrugadas y en las
tardes, eran muy alegres por el bullicio y chismorreo de la gente, para algunos
vecinos desagradables por la interrupción del sueño, no faltando, de repente,
uno que otro pequeño lío y hasta pencazos de verdad, por reclamaciones de turno.
El caso es que, en forma inconsulta e irresponsable, en años
posteriores, determinados alcaldes vendieron otras pajas, lo que originó
escases para los primitivos dueños, cuyo servicio, novedoso en su tiempo, concluyó
siendo deficiente y desaparecido más o menos por el año1964; lo que obligó a la
comuna a tomar cartas en el asunto, con miras a lograr una ampliación de aquel
caudal, de suerte que el gobierno autorizó Q.15,000.oo para esos trabajos que ya no fueron utilizados
ante la perspectiva de un nuevo estudio
al respecto, de galerías filtrantes. Los fontaneros de este primer servicio
fueron Macario Jiménez, Juan Rojas y Andrés Marroquín, a quienes se recurría
para la solución de cualquier asunto al respecto, pues el mayor problema era el
azolvamiento constante del sistema de conducción por la mucha arena y lodo por
las crecientes de la quebrada seca.
En efecto este servicio fue sustituido
pocos años después, por otro, bajo el sistema de “galerías filtrantes” que se
instaló en las inmediaciones de la aldea Las Ovejas, por el año 1962,
auspiciado por el Servicio Cooperativo Interamericano de Salud Pública, bajo la
supervisión del Ing. Isidro Morales Roldán, diseñado para darle agua también a aquella
aldea, el cual desafortunadamente tuvo corta duración por la escasez de ese
vital líquido.
Para mejorar el servicio debido a su demanda,
no quedó otra alternativa que la apertura de pozos accionados con bombas
eléctricas, pero de todos modos, continúa deficiente debido a la sobre
población existente, siendo por ende necesaria su racionalización.
Antes de la introducción de este servicio,
la gente se abastecía de pozos artesianos que existían en algunas casas y, la
mayoría, lo hacía del río Motagua en alegres caravanas de mujeres, patojos y
hasta el mejor amigo del hombre, el perro, en cántaros, galones, tecomates,
etc., momentos que aprovechan más de un tenorio a unírsele a alguna “chica
vista” para cantinearla y declararle el amor de sus sueños, acertada modalidad
que daba buenos resultados, pues aunque parezca mentira, muchas parejas en ese ir y venir del río, con el tiempo o chispazo
de amor a primera vista, sin tanta chachalaca, formalizaban sus uniones de
hecho, matrimonios o simples aventuras amorosas; oportunidad propicia que se
buscaba para el caso, pues en aquellos tiempos no fácilmente dejaban salir a
las muchachas, y llegar a casa, a pedir y comprometerse directamente, era cosa
seria. Los vecinos de las aldeas hacían lo mismo, de los manantiales y riachuelos cercanos, de aguas limpias, aceptables
para el consumo, llenaban sus cántaros que cargaban sobre un yagual en la
cabeza, y en la cintura, para lo cual
cavaban pequeños pozos artesianos desechables en sus riberas y algunas personas,
por si “las moscas”, acostumbraban el tratamiento natural del agua en filtros perfectamente fabricados de
piedra pómez, que estilaban gota por gota hacia un cántaro de buen barro,
aguardado en su armario de madera, que la hacía sana, fresca y de sabor natural
agradable. Ahora, en cambio, el agua del
río es mortal por la total contaminación, al extremo de tener que comprarla
envasada.
ENERGIA ELÉCTRICA. Una planta diesel de 15
kilovatios de capacidad obsequiada bondadosamente por el ex presidente Juan
José Arévalo, fue la que vino a iniciar este servicio y por lo tanto a resolver
un ingente problema que de antaño se confrontaba. Caía la tarde del día 28 de
junio del año 1947 y de pronto como luciérnagas luminosas brilló la luz en las calles del
poblado, trayendo consigo la alegría de sus moradores que veían nacer una nueva
era de progreso. Hubo una fiesta digna con todo el pueblo reunido y todo fue
amenidad con la grata presencia del Presidente Constitucional de la República,
Dr. Juan José Arévalo y su comitiva, recordando que los impulsores de tan
magnánima obra fueron justamente: Francisco Guerra Morales, Juan de Dios
Aguilar, Fidel Egberto Casasola Venegas, Adán Isauro de León, Melecio Venegas
Gutiérrez, Javier Arriaza y otros que integraban la Municipalidad de esa época;
el primero de tales personas era diputado a la Asamblea nacional constituyente,
por el departamento de El Progreso; el segundo Director General de Obras
públicas y los demás, en su orden, síndico municipal, alcaldes de León y
Venegas en diferentes períodos y el último, secretario de la Comuna. Los
operadores de la planta fueron, primero, Armando Chew y después César Arriaza
Castillo.
Con el transcurso del tiempo se hizo sentir
entre los vecinos la necesidad de sustituir aquella planta que había llegado al
final de su vida útil, por otro servicio de mayores beneficio, la planta
hidráulica de “Comaja”, que Dios mediante, después de cuatro años de continuas
gestiones, se logró introducir, inaugurándose el 5 de julio del año 1959, y
así, se logró un paso más hacia el adelanto de El Jícaro, no sólo porque se
consiguió luz, fuerza y calefacción, sino porque este servicio ofrecía más
beneficios y resultaba más barato, el cual era administrada por la
Municipalidad de El Progreso, ahora Guastatoya, a la que la Comuna local
compraba 20 kilovatios al mes al precio
de Q.5.00 cada uno, la que dicho sea de paso se resistía a vender el servicio
no obstante dictamen favorable de la superioridad, lo cual indignó a la
Municipalidad local de la que el autor de este libro era el Secretario, lo que
me obligó a escribir un artículo en Prensa Libre que tenía por título:
“Jicareños pretenden anexarse al departamento de Zacapa”, con texto enfocando
el problema con énfasis en la terquedad de aquellos munícipes, que no tenía
otro objeto más que el de presionar para que se accediera a lo solicitado,
situación que en definitiva, creo yo, que revirtió el empecinamiento de los
integrantes de aquella Municipalidad para, al fin, vendernos el servicio, aún
cuando ya se nos había ofrecido el de “Pasabien”, en Zacapa.
El servicio de Comaja llegó a su final,
inmediatamente después, que el Instituto Nacional de Electrificación, se fue
proyectando paulatinamente a nivel nacional, dando la oportunidad a El Jícaro
de contar con un servicio de mejor calidad, que bien o mal, concesionado
actualmente a la empresa extranjera Unión Fenosa, Deorsa, caro, pero más o
menos eficiente.
CORREOS Y TELEGRAFO. Existió esta población
una oficina de Correos y telecomunicaciones, por casi un siglo, a cargo de
varios telegrafista, pero el más visible fue Julio César Arriaza Castillo,
quien por su diligencia y actividad supo conquistar el aprecio del público a
quien atendía cortésmente, teniendo ya varios años de haberse retirado de ese
importante cargo; contaba además, con un mensajero y un celador, que la mayor
parte de tiempo lo fue Dolores Aquino. La oficina de Correos y telégrafos, se
instaló en este lugar precisamente el día 16 de marzo de 1904 cuando aún no se
había hecho municipio El Jícaro, pero atendiendo su importancia, se le dotó no
sólo de este servicio sino de otros más que se dejaron mencionados en páginas
precedentes, cuyo sistema era muy eficiente, principalmente en tiempos del
gobierno del general Ubico, pero la primera oficina postal de tercer orden fue
autorizada por medio de Acuerdo Gubernativo de fecha 11 de noviembre de 1896,
elevada a segunda categoría por acuerdo de 8 de junio de 1920. Hubo servicio
telefónico de manivela o cigüeñal en las aldeas El Paso de los Jalapas, Las
Ovejas y Lo de China, con sus respectivos empleados, conseguidos por la
Municipalidad de 1960-62, autorizados por la Dirección General de Correos y
Telégrafos. En marzo de 1974 se inauguró el pequeño edificio de correos y
telégrafo, construido por la Dirección General de Obras Públicas, a un costo de
Q. 5,862.38.
Este servicio, como
el de energía eléctrica, fueron privatizados por la administración del ex presidente Álvaro Arzú, debido, según versiones del
momento, a su ineficiencia de los últimos años, porque el mismo fue muy bueno
tiempos atrás, según se comenta, aunque en todo esto hay mucha tela que cortar;
dándolo en concesión también a la empresa extranjera El Correo S.A., caro
también pero eficiente, lo cual es considerado como un desacierto de ese
régimen, por el pésimo servicio que actualmente se presta.
CENTRO DE SALUD MUNICIPAL. Adscrito a la
Municipalidad funcionó por mucho tiempo, años 1960-1962, el Centro de salud
Municipal, con la colaboración de la Dirección General de Sanidad Pública, a
través de un convenio bilateral, por medio del cual la primera de las
dependencias mencionadas se obligaba a proporcionar las medicinas, demás
materiales necesarios y a visitar por medio del médico jefe de la Unidad
Sanitaria Departamental, el centro de salud, y por su parte la Municipalidad
cubría el pago del enfermero respectivo, Faustino Ramírez Ruiz, a cuyo cargo
estuvo el centro de salud en cuestión, por varios años, con la ayuda voluntaria
del vecindario, siendo nuestra asidua colaboradora Elsa Mejía Castañeda, quien
recaudaba cierta parte del sueldo de ese magnífico enfermero.
Es justo reconocer la humanitaria labor que
por un tiempo desempeñó el doctor Juan José Castillo Orellana, hijo de este
pueblo, quien los días viernes de cada semana, venía de la capital a dar consultas gratis a los vecinos que lo requerían, en el
indicado centro de salud, toda vez que el de la Unidad Sanitaria brillaba por su ausencia, pese a ser su
obligación y, en cambio, el doctor Castillo, practicaba hasta pequeñas cirugías,
con éxito.
El anterior, fue sustituido por el Centro
de Salud actual, bajo la responsabilidad directa del Estado, con muchas mejores
proyecciones, dotado de algunos equipos, medicamentos, con edificio propio y dirigido técnicamente por un profesional de
la medicina. De estos servicios los hay también en las aldeas El Paso de los
Jalapas, El Espíritu Santo y Lodechina, atendidos por enfermeros pero
supervisados por el área de salud departamental.
DRENAJES: De aguas pluviales y servidas los
hay, construidos con ayuda del gobierno posterior a la década de los años 60,
lo malo es que los últimos desagüen en el río Motagua, por la contaminación.
CENTRO DE BIENESTAR SOCIAL. Existe este,
albergado en edificio propio, adscrito a la Secretaría de Asuntos Sociales de
la Presidencia de la República que atiende especialmente a niños de madres de
escasos recursos en forma gratuita, cuidándolos y proveyéndoles de alimentación
y otros servicios durante el día. Se sabe que este servicio vino al pueblo
gracias a las gestiones promovidas por
la Asociación Fraternidad Jicareña, entidad que en buena hora tocó las puertas
de la Secretaría de ese ramo, en ese entonces a cargo de la Primera Dama de la
Nación, señora Berta Lossi de Laugerud, aunque algunas personas se atribuyen
así mismo, en lo personal, tan importante gestión. Quién sabe.
DISPENSARIO DE LA CRUZ ROJA. En la década
de los 40 del siglo pasado, cada año, se hacía presente este servicio en todos
los pueblos situados a lo largo de la vía férrea, montado en un carro del
ferrocarril que estacionaban en el patio en las cercanías de la estación, por
una semana o más, provisto de un médico y un enfermero, a practicar exámenes y
a dar medicinas a la población, incluso iban a las aldeas más remotas a lomo de
caballo, pero especialmente, a dar purgante de castor, apazote y de ricino,
para las lombrices, brebaje que no era nada agradable para los niños de las
escuelas, pues casi forzados nos llevaban a ingerir ese grueso líquido,
situación molesta para el empleado encargado de servir la dosis, pues ante la resistencia de muchos, procedía sin
ninguna contemplación a meter la poción hasta el esófago, previo regaño del
maestro encargado y, mientras unos lloraban, otros se lamían los labios de
satisfacción, y adiós parásitos dañinos.
SERVICIO TELEFÓNICO. Hay este servicio de
línea, propiedad de Estado, pero concesionado temporalmente a una empresa
extranjera, lo mismo que de cable, prestado por la empresa local “felivisión”,
propiedad de Marco Antonio Casasola Saavedra, cuyo servicio es bastante
eficiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario