CAPITULO
IX
FIESTAS
TITULARES
DE LA CABECERA MUNICIPAL. Ésta se viene
celebrando oficialmente, en la cabecera municipal, desde el año 1923, cuando se
comprendió la importancia que revestían los eventos sociales, económicos y
culturales, la diversión y regocijo del conglomerado, así como de las ventajas
de las transacciones comerciales, el acercamiento social de unos y otros
pueblos circunvecinos, a fin de calmar el aburrimiento y compensar en algo las
penas del diario vivir, aún cuando de hecho, esta celebridad deviene desde los inicios
de El Jícaro, como caserío o aldea, bajo la influencia del curato de
Acasaguastlán. Su origen es de carácter
religioso, la Pascua, en honor del patrono Niño Dios. Fue solicitada su
autorización, por la Municipalidad que presidía el dinámico Venancio Morales
Marín, la que se concedió conforme acuerdo gubernativo de fecha 20 de diciembre
del año citado, del paisano presidente José María Orellana, y comprendía los
días 23, 24,25 y 26 de diciembre de cada año, pero posteriormente, la Municipalidad
del año 1956, de la que era alcalde Abraham Rodas Ruiz, tomando en cuenta
ciertos aspectos de interés para el pueblo, dispuso solicitar al ejecutivo la
celebración de dicha festividad, dentro de los días comprendidos del 20 al 26
de diciembre, la que fue autorizada por acuerdo gubernativo de fecha 6 de junio
de 1956, pero esta disposición no dio los buenos resultados esperados, pues la costumbre
se impuso, volviéndose a celebrar del 23 al 26, como estaba reglamentada
anteriormente, a la que asisten regular número de parroquianos y visitantes de los pueblos
circunvecinos de todas las clase sociales, comerciantes, aficionados a
ritualidades religiosa y a todos los gustos, lo mismo que todos los
conterráneos residentes fuera del lar nativo para compartir la alegría que revisten
los actos festivos, con rasgos muy peculiares y distintivos que enaltecen el
terruño, que se enumeran a continuación.
El campo de la feria, improvisado como de
costumbre en la calle principal, en la víspera, ya luce iluminado convenientemente
adornado con hojas de palma real, vejigas y flecos multicolores por doquier. Ahí
se instalan ordenadamente en ambos lados, champas y pequeños restaurantes, en donde
se encuentra toda clase de viandas y bebidas propias del evento, incluyendo los
tradicionales tamales, garnachas, conservas y los famosos ponches, mezclado con
un chorrito de ron, respecto de lo cual no faltará alguien chistoso que al
comprar uno de estos últimos, le salga decir: “mejor démelo sin ponche”, en
alusión al aderezo ofrecido como complemento; combinado todo, con el olor al
pino esparcido, de las frituras y frutas que se sienten en el ambiente. Por la
madrugada, fácil es encontrar, en una de esas enramadas, más de un marrano siendo
destazado, para paladear los calientitos chicharrones salidos al instante del
perol o un buen trozo de carne fresca asada al gusto, con chilmolito de tomates
y chiltepes, con tortillas calientes saliditas del comal, acompañado, para los
adictos, de los respectivos capírulazos, si se desea, degustando otras sabrosas
boquitas, las orejas del coche soasadas, si se apetece, en el propio lugar de los hechos, en el meritito
matadero, como es tradicional. Al medio día, es frecuente el caldo de gallina
criolla o de chumpipe, para quitar los resabios de la parranda de la noche
anterior y si alguien prefiere un suculento estofado o picadillo de chivo, allí cerquita lo encontrara.
Varios años la feria se celebró en el campo de Buenos Aires, pero no dio buenos
resultados, pues las gentes de abajo no subían a compartir.
CONCENTRACIÓN. El movimiento de la fiesta
llena las calles y plaza de parroquianos y visitantes, así como las canchas de fut y básquetbol, a
donde acuden los fanáticos de estas ramas del deporte, a divertirse a lo grande
y a ver al equipo de su predilección, sin faltar las divertidas quinielas que
son comunes entre algunos aficionados en la materia. Las demás distracciones
son: loterías, palo ensebado, argollas, tiro al blanco, carreras de cintas y de
encostalados, corridas de toros, jaripeos, juegos mecánicos e infantiles y
otros juegos análogos, fuegos artificiales, zarabandas, etc., incluidos los
conjuntos musicales de moda, ahora; en cierta época el famoso palo ensebado
acuático en la poza del zarco y carrera de cintas, al compás de la música
ejecutada por la banda de San Agustín Acasaguastlán, que se hacía presente al
acto. Los triunfadores en los diversos juegos de competencia eran galardonados
con sendos regalos por la señorita Flor de la Feria o su Majestad la Reina,
según el caso, diversiones que aún se realizan.
ORGANIZACIÓN. Las actividades festivas, se
rigen por medio de un comité denominado “Pro-fiesta titular”, debidamente
autorizado para la colecta pública, compuesto por gente honrada y dinámicos que
las autoridades locales organizan con cinco y más meses de anticipación. El
acto más sobresaliente de la feria, últimamente lo constituye la coronación de
su majestad, la Reina, a quien con su bella corte de lindas damiselas aplauden
cientos de súbditos, dando más colorido a la festividad pueblerina. Los bailes
sociales que regularmente son dos, de inauguración y clausura, los amenizan
marimbas de la ciudad capital, a los que no hace mucho tiempo, por costumbre,
se exigía presentarse con traje formal, no como ahora que es libre el vestuario,
no fachudo, por supuesto.
MELODIA “NAVIDAD JICAREÑA”. Para uno de los
bailes sociales de la feria de 1958, el Comité de Festejos presidido por el
Alcalde Abrahán Rodas Ruíz, quien esto escribe, como Secretario, con el
acompañamiento de distinguidos paisanos en la capital, como subcomité, entre
quienes recuerdo a Guillermo Pineda, Chente Orellana, Adán de León, Guto
Orellana y otros dinámicos paisanos que escapan a mi memoria, contrató, por
sugerencia de estos últimos, a la famosa marimba “Alma de Guatemala” que nos
privilegió como especial obsequio para el pueblo, una alegre melodía a ritmo de
6x8, bautizada en esos precisos momentos, entre la algarabía reinante, por
aclamación, con el nombre de “Navidad Jicareña”, en homenaje a la feria que se
celebraba, inspiración que fue del compositor e integrante del elenco Ranferí
Estrada, la que lamentablemente no fue posible grabar para su perpetuación,
quedando con el tiempo, su música, perdida en el olvido; sin embargo, el
maestro Valeriano Pérez, la tiene grabada en su pensamiento y sería conveniente
traerla a cuenta, dentro de su repertorio de música actual para conocimiento y
deleite de la paisanada; época aquella. pletórica de sanas intenciones, en la
que muchos jóvenes se involucraron activamente en la vida social del pueblo,
para darle lustre y situarlo a la altura
de las circunstancias culturales del momento, claro está, como los hay muchos
ahora y los habrá por generaciones venideras, gracias al espíritu emprendedor,
por abolengo, de sus moradores. La reina de la feria ese año fue Elisa Paz
Carranza y señorita deporte Marilú Casasola y sus caballeros para el baile de
gala César Cordón Flores y quien esto escribe, respectivamente. Otras marimbas
de la capital que veían a alegrar las fiestas eran la “Ideal”, ”Belquis”, “Gallito”,
“Maderas que Cantan”, “Reina Tineca”, de San Agustín y la ”Ondina”, de
Sanarate, marimba esta última de estructura de metal caracterizada por sus
ritmos bastante movidos, calientes decía la gente, que daban sabor y pimienta a
la movida, cuyas zarabandas se instalaban en un salón de la casona de Rogelio Casasola,
con llenos casi completos durante los días de la feria, complementada con instrumentos
de viento y xilófono.
EXPOSICIONES. Eran otras de las actividades
importantes de la feria, en las cuales se exhibían los principales productos
del municipio, tanto agrícolas como artesanales, que se instalaban en la planta
baja del antiguo edificio municipal, escuelas o en casas particulares grandes
de la localidad y, a veces, estas se extendían a la ganadería, en la vía
pública, para promover la compra y venta de esos vacunos, lo cual le daba más
presencia al evento, concediéndose premios a los mejores expositores.
ARCOS. También llamaba la atención de
propios y extraños, los arcos coloridos que se construían con tal motivo, en
varios puntos de la calle principal, a efecto de dar la bienvenida a los
visitantes, convenientemente adornados con flecos, frutas y productos agrícolas
propios del municipio.
EL ACTO ESPECIAL. La noche del 24, buen
número del pueblo se da cita en la iglesia parroquial, entre el olor a
incienso, pino y manzanilla, para presenciar jubilosamente, el advenimiento del
Niño Dios, patrón de la fiesta, que yace en el centro del nacimiento
especialmente ornamentado, celebrándolo con el estallido cohetillos, bombas
pirotécnicas, convertido todo en un show interminable de luces de colores, en
el que no faltan las estrellitas encendidas y agraciados farolitos a manos de
la patojada, que grita jubilosamente a los cuatro vientos; le siguen rezos,
cantos, bullicio de pitos y por último, llevase a cabo imponente procesión
anunciando el grandioso acontecimiento, acompasado con la agradable música del
“tucuticutu”, “tucuticutu” producido por
la percusión de caparazones de tortugas disecadas y el frenético meneo de las
matracas, ejecutadas por diestros voluntarios.
Y luego en el campo de la feria, el famoso
“torito de fuego”, cargado por un intrépido vecino, de los que no faltan y se
ofrecen para esos evento, correteando en zigzag, buscando cornear a los
transeúntes que deambulan por la fiesta, con su descarga de cohetes y
canchinflines que lo complementan, que hacen correr despavoridos con sus
estrépitos a los más valientes, que intentan refugiarse en las champas de al
lado, convertido el momento en un divertido alboroto de gentes. Una costumbre
arraigada de muchos años lo es, que una mayoría de gente, media hora antes,
abandona la fiesta para dirigirse a su casa a esperar las 24 horas de ese día
para celebrar en casa, en familia, ese acontecimiento con el tradicional tamal
y chocolate de “Noche Buena” y el acostumbrado abrazo de paz y tranquilidad, lo
mismo para año nuevo para desearse todos la mejor de la suerte en el año que
empieza. Las iglesias protestantes lo celebran conforme a sus ritos religiosos,
pero en otro día, por la discrepancia que existe respecto al día de nacimiento
de Jesús.
LA NUEVA ONDA. A la fiestas actuales, hay
que agregarles la presencia de música denominada psicodélica, de conjuntos, la
disco o de la nueva onda u ola, como popularmente le llaman algunos, con
bocinas y demás aparatos de alto volumen, que ya traen impreso el compás o
armonía de la pieza musical, estridente, enfocada la pista de baile, con alucinantes luces multicolores,
que por su monotonía y molestos destellos, ofusca y desespera a la gente de
ánimo normal, la cual va sustituyendo lamentablemente, a la marimba pura, la
orquesta y otra clase de música tradicional. ¿Para qué?: para bailar sueltos o
despegado, mascando chicle las mujeres, a toda velocidad, haciendo muecas y
ademanes ambos, a lo mudo, sin romanticismo alguno, con riesgo, de repente, de
perder a la pareja en tan tremendo relajo y oscuridad, mientras que otros lo
hacen casi estáticos, el uno frente al otro, moviendo solo las manos y piernas, en el mismo puesto,
sin cambiar de lugar y en conclusión, sin ningún sentido. Bailar de lejos no es
bailar, es como bailar solo, como locos, pero es su gusto y su gana, a la moda
y no viejadas, dicen los inmiscuidos del purrun. Sin embargo, las nuevas
tendencias del baile, la música y la moda en general, que llegan por
transculturización, son dinámicas, cíclicas, se imponen, penetran, se repiten y
por lo tanto deben aceptarse y respetarse.
ANÉCDOTA. En una de las tantas ferias
pasadas, no recuerdo el año, ocurrió algo inesperado, un accidente
involuntario, en el momento en que las Reinas de la feria y sus damas de honor,
así como la del deporte, eran transportadas a los campos deportivos en Buenos
Aires, a cumplir su cometido, en un carretón bien adornado halado por un
tractor agrícola manejado por su propietario César Riley, en la subida a dicho
barrio, ya para alcanzar el plan, en plena marcha, se zafó del perno que lo
sujetaba al tractor, yéndose descontrolado, de regreso, hacia abajo, con las
reinas y su séquito a bordo, el cual, a media bajada, al hacer tope con la
pared de un barranco, volcó ante la mirada atónita y gritería del público que
les acompañaba, incluyéndome, de suerte que no hubo mayor desgracia que
lamentar, salvo la enterrada de cuerpos de las bellezas, quienes ilesas pero
asustadas, se levantaban, entre sollozos, sacudiendo el polvo recogido, de sus
lindas caras y delicados trajes de hadas, recordando entre ellas a Alicia Orellana
y Lidia España, situación que por fortuna no entorpeció el ritmo festivo.
FIESTAS RURALES. La mayoría de aldeas
celebran también su fiesta tradicional, en
El Paso de los jalapas tiene efecto con motivo del día de la Santa Cruz,
el 3 de mayo; Espíritu Santo el día de Todos los Santos durante los días 31 de
octubre l y 2 de noviembre, autorizada por acuerdo gubernativo de fecha 8 de
marzo de 1947; Las Ovejas para el Sábado de Gloria; los Bordos de Barillas,
celebra la Virgen María el 3l de mayo; Lodechina Virgen del Rosario l8 a 2l de
octubre; Santa Rosalía el 3 de septiembre en honor de la Virgen de ese nombre y
Las Anonas la Virgen de Guadalupe el l2 de diciembre y así sucesivamente,
siendo muy alegres y concurridas. Tanto la fiesta de la cabecera, como de las
aldeas, son amenizadas por conjuntos musicales locales y de afuera, así como
por las bandas de música civil de San
Agustín Acasaguastlán y El Progreso, algunas veces, cuando están disponibles.
Una anécdota respecto a las bandas, cuenta que cuando los músicos estaban en
plena acción interpretando su músicas, patojos traviesos llegaban a posarse
enfrente de ellos chupando limón o comiendo mangos tiernos para provocarles
salivación, “hacerles agua la boca” y obstaculizar su trabajo, hasta que la
autoridad llegaba, a su solicitud, a retirarlos del escenario.
TEXTOS SOBRE LA FIESTA. Precisamente, con
ocasión de una de esas fiestas, quien escribe este libro, se permitió, si se
quiere como un incentivo y homenaje a la misma, pero a la vez, como propaganda,
publicar, de mis chispazos, en su oportunidad, el siguiente texto:
“Cual un hilo de plata que en su recorrido
por el oriente de nuestro país enlazara constelaciones de estrellas, así el
rumoroso Motagua baña con sus adormecidas aguas a multitud de risueñas poblaciones
bajo el sol tropical.
Difícil tarea sería en realidad, la que
aguardaría a un jurado encargado de dictaminar cuál de estas poblaciones es la
más bella, la más comercial o la de más amable clima, ya que cada una de ellas
posee sus propias virtudes.
Pero, existe una –no la más grande ni la
más pequeña-, que en su modestia de sencilla cabecera municipal, atesora
belleza de paisaje; nobles virtudes de valor y espíritu progresista en sus
hijos; lozanía física y abnegación en sus mujeres.
Presumimos que al leer estas palabras,
algunos de nuestros amables lectores dejarán juguetear por sus labios una
sonrisa de incredulidad… Sin embargo, estamos convencidos de que quienes hayan
tenido la dichosa oportunidad de visitar o vivir en el pintoresco como
histórico municipio de El Jícaro, departamento de El Progreso, nos darán la
razón.
Y al darnos la razón, también estarán de
acuerdo con nosotros al afirmar que su fiesta titular a celebrarse del 23 al 26
de diciembre en curso, es una de las más alegres e imponentes de la República.
En efecto: durante ese lapso armónico de
fiesta, acuden al hospitalario poblado multitud de comerciantes en pos de
ventajosas transacciones comerciales y especialmente de ganado y de los famosos
sombreros de hilama que hábiles manos obreras tejen dedicados por ancestro a
esta rama de nuestra industria. En un ambiente pletórico de música de marimbas,
bandas y el estruendo de bombas y cohetillos se desarrolla la festividad, la
muchachada alegre demuestra su afición deportiva haciéndose presente en las
canchas de fut y basquetbol al presenciar los partidos entre equipos locales y
visitantes que constituyen actos sobresalientes de la fiesta.
Durante las noches, bellas mujeres que nos
visitan y las nativas del lugar hacen ostentación de sus nunca bien cantados
atributos físicos, asistiendo a los salones de baile, y en ese ambiente embriagador,
al ritmo dulzón de la marímba, entremezclado al arrullo del Motagua, se inician
amistades y se comparte todo en un ambiente embriagador.
En las soleadas mañanas luminosas resulta de
un atractivo sin par, máxime para el hombre hastiado de lo mecánico y el
automatismo de la vida moderna, ponerse en íntimo contacto con la naturaleza, y
bañarse en las aguas límpidas y frescas del majestuoso y legendario río, otrora
navegado por bucaneros de épocas de leyenda y de románticas hazañas. Los actos
religiosos son parte esencial de la fiesta; también las chinamas y juegos
mecánicos. Con tan grato motivo, la Municipalidad y comité de festejos, tienen
el honor de invitar muy atentamente a turistas, comerciantes y público en
general, para que contribuyendo al progreso de Guatemala, se sirvan concurrir a
dichas festividades que como ya se dijo, tendrán lugar durante los días 23 al
26 de diciembre en curso, tomando en cuenta que las fiestas constituyen factor
fundamental para el engrandecimiento de los pueblos. El Jícaro, diciembre de
1963”.
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