domingo, 18 de marzo de 2012

Capitulo IX Fiestas Titulares


CAPITULO IX
FIESTAS TITULARES

DE LA CABECERA MUNICIPAL. Ésta se viene celebrando oficialmente, en la cabecera municipal, desde el año 1923, cuando se comprendió la importancia que revestían los eventos sociales, económicos y culturales, la diversión y regocijo del conglomerado, así como de las ventajas de las transacciones comerciales, el acercamiento social de unos y otros pueblos circunvecinos, a fin de calmar el aburrimiento y compensar en algo las penas del diario vivir, aún cuando de hecho, esta celebridad deviene desde los inicios de El Jícaro, como caserío o aldea, bajo la influencia del curato de Acasaguastlán.  Su origen es de carácter religioso, la Pascua, en honor del patrono Niño Dios. Fue solicitada su autorización, por la Municipalidad que presidía el dinámico Venancio Morales Marín, la que se concedió conforme acuerdo gubernativo de fecha 20 de diciembre del año citado, del paisano presidente José María Orellana, y comprendía los días 23, 24,25 y 26 de diciembre de cada año, pero posteriormente, la Municipalidad del año 1956, de la que era alcalde Abraham Rodas Ruiz, tomando en cuenta ciertos aspectos de interés para el pueblo, dispuso solicitar al ejecutivo la celebración de dicha festividad, dentro de los días comprendidos del 20 al 26 de diciembre, la que fue autorizada por acuerdo gubernativo de fecha 6 de junio de 1956, pero esta disposición no dio los buenos resultados esperados, pues la costumbre se impuso, volviéndose a celebrar del 23 al 26, como estaba reglamentada anteriormente, a la que asisten regular número  de parroquianos y visitantes de los pueblos circunvecinos de todas las clase sociales, comerciantes, aficionados a ritualidades religiosa y a todos los gustos, lo mismo que todos los conterráneos residentes fuera del lar nativo para compartir la alegría que revisten los actos festivos, con rasgos muy peculiares y distintivos que enaltecen el terruño, que se enumeran  a continuación. 
El campo de la feria, improvisado como de costumbre en la calle principal, en la víspera, ya luce iluminado convenientemente adornado con hojas de palma real, vejigas y flecos multicolores por doquier. Ahí se instalan ordenadamente en ambos lados, champas y pequeños restaurantes, en donde se encuentra toda clase de viandas y bebidas propias del evento, incluyendo los tradicionales tamales, garnachas, conservas y los famosos ponches, mezclado con un chorrito de ron, respecto de lo cual no faltará alguien chistoso que al comprar uno de estos últimos, le salga decir: “mejor démelo sin ponche”, en alusión al aderezo ofrecido como complemento; combinado todo, con el olor al pino esparcido, de las frituras y frutas que se sienten en el ambiente. Por la madrugada, fácil es encontrar, en una de esas enramadas, más de un marrano siendo destazado, para paladear los calientitos chicharrones salidos al instante del perol o un buen trozo de carne fresca asada al gusto, con chilmolito de tomates y chiltepes, con tortillas calientes saliditas del comal, acompañado, para los adictos, de los respectivos capírulazos, si se desea, degustando otras sabrosas boquitas, las orejas del coche soasadas, si se apetece,  en el propio lugar de los hechos, en el meritito matadero, como es tradicional. Al medio día, es frecuente el caldo de gallina criolla o de chumpipe, para quitar los resabios de la parranda de la noche anterior y si alguien prefiere un suculento estofado  o picadillo de chivo, allí cerquita lo encontrara. Varios años la feria se celebró en el campo de Buenos Aires, pero no dio buenos resultados, pues las gentes de abajo no subían a compartir.
CONCENTRACIÓN. El movimiento de la fiesta llena las calles y plaza de parroquianos y visitantes,  así como las canchas de fut y básquetbol, a donde acuden los fanáticos de estas ramas del deporte, a divertirse a lo grande y a ver al equipo de su predilección, sin faltar las divertidas quinielas que son comunes entre algunos aficionados en la materia. Las demás distracciones son: loterías, palo ensebado, argollas, tiro al blanco, carreras de cintas y de encostalados, corridas de toros, jaripeos, juegos mecánicos e infantiles y otros juegos análogos, fuegos artificiales, zarabandas, etc., incluidos los conjuntos musicales de moda, ahora; en cierta época el famoso palo ensebado acuático en la poza del zarco y carrera de cintas, al compás de la música ejecutada por la banda de San Agustín Acasaguastlán, que se hacía presente al acto. Los triunfadores en los diversos juegos de competencia eran galardonados con sendos regalos por la señorita Flor de la Feria o su Majestad la Reina, según el caso, diversiones que aún se realizan.
ORGANIZACIÓN. Las actividades festivas, se rigen por medio de un comité denominado “Pro-fiesta titular”, debidamente autorizado para la colecta pública, compuesto por gente honrada y dinámicos que las autoridades locales organizan con cinco y más meses de anticipación. El acto más sobresaliente de la feria, últimamente lo constituye la coronación de su majestad, la Reina, a quien con su bella corte de lindas damiselas aplauden cientos de súbditos, dando más colorido a la festividad pueblerina. Los bailes sociales que regularmente son dos, de inauguración y clausura, los amenizan marimbas de la ciudad capital, a los que no hace mucho tiempo, por costumbre, se exigía presentarse con traje formal, no como ahora que es libre el vestuario, no fachudo, por supuesto.
MELODIA “NAVIDAD JICAREÑA”. Para uno de los bailes sociales de la feria de 1958, el Comité de Festejos presidido por el Alcalde Abrahán Rodas Ruíz, quien esto escribe, como Secretario, con el acompañamiento de distinguidos paisanos en la capital, como subcomité, entre quienes recuerdo a Guillermo Pineda, Chente Orellana, Adán de León, Guto Orellana y otros dinámicos paisanos que escapan a mi memoria, contrató, por sugerencia de estos últimos, a la famosa marimba “Alma de Guatemala” que nos privilegió como especial obsequio para el pueblo, una alegre melodía a ritmo de 6x8, bautizada en esos precisos momentos, entre la algarabía reinante, por aclamación, con el nombre de “Navidad Jicareña”, en homenaje a la feria que se celebraba, inspiración que fue del compositor e integrante del elenco Ranferí Estrada, la que lamentablemente no fue posible grabar para su perpetuación, quedando con el tiempo, su música, perdida en el olvido; sin embargo, el maestro Valeriano Pérez, la tiene grabada en su pensamiento y sería conveniente traerla a cuenta, dentro de su repertorio de música actual para conocimiento y deleite de la paisanada; época aquella. pletórica de sanas intenciones, en la que muchos jóvenes se involucraron activamente en la vida social del pueblo, para darle lustre y  situarlo a la altura de las circunstancias culturales del momento, claro está, como los hay muchos ahora y los habrá por generaciones venideras, gracias al espíritu emprendedor, por abolengo, de sus moradores. La reina de la feria ese año fue Elisa Paz Carranza y señorita deporte Marilú Casasola y sus caballeros para el baile de gala César Cordón Flores y quien esto escribe, respectivamente. Otras marimbas de la capital que veían a alegrar las fiestas eran la “Ideal”, ”Belquis”, “Gallito”, “Maderas que Cantan”, “Reina Tineca”, de San Agustín y la ”Ondina”, de Sanarate, marimba esta última de estructura de metal caracterizada por sus ritmos bastante movidos, calientes decía la gente, que daban sabor y pimienta a la movida, cuyas zarabandas se instalaban en un salón de la casona de Rogelio Casasola, con llenos casi completos durante los días de la feria, complementada con instrumentos de viento y xilófono.
EXPOSICIONES. Eran otras de las actividades importantes de la feria, en las cuales se exhibían los principales productos del municipio, tanto agrícolas como artesanales, que se instalaban en la planta baja del antiguo edificio municipal, escuelas o en casas particulares grandes de la localidad y, a veces, estas se extendían a la ganadería, en la vía pública, para promover la compra y venta de esos vacunos, lo cual le daba más presencia al evento, concediéndose premios a los mejores expositores.
ARCOS. También llamaba la atención de propios y extraños, los arcos coloridos que se construían con tal motivo, en varios puntos de la calle principal, a efecto de dar la bienvenida a los visitantes, convenientemente adornados con flecos, frutas y productos agrícolas propios del municipio.
EL ACTO ESPECIAL. La noche del 24, buen número del pueblo se da cita en la iglesia parroquial, entre el olor a incienso, pino y manzanilla, para presenciar jubilosamente, el advenimiento del Niño Dios, patrón de la fiesta, que yace en el centro del nacimiento especialmente ornamentado, celebrándolo con el estallido cohetillos, bombas pirotécnicas, convertido todo en un show interminable de luces de colores, en el que no faltan las estrellitas encendidas y agraciados farolitos a manos de la patojada, que grita jubilosamente a los cuatro vientos; le siguen rezos, cantos, bullicio de pitos y por último, llevase a cabo imponente procesión anunciando el grandioso acontecimiento, acompasado con la agradable música del “tucuticutu”, “tucuticutu”  producido por la percusión de caparazones de tortugas disecadas y el frenético meneo de las matracas, ejecutadas por diestros voluntarios.
Y luego en el campo de la feria, el famoso “torito de fuego”, cargado por un intrépido vecino, de los que no faltan y se ofrecen para esos evento, correteando en zigzag, buscando cornear a los transeúntes que deambulan por la fiesta, con su descarga de cohetes y canchinflines que lo complementan, que hacen correr despavoridos con sus estrépitos a los más valientes, que intentan refugiarse en las champas de al lado, convertido el momento en un divertido alboroto de gentes. Una costumbre arraigada de muchos años lo es, que una mayoría de gente, media hora antes, abandona la fiesta para dirigirse a su casa a esperar las 24 horas de ese día para celebrar en casa, en familia, ese acontecimiento con el tradicional tamal y chocolate de “Noche Buena” y el acostumbrado abrazo de paz y tranquilidad, lo mismo para año nuevo para desearse todos la mejor de la suerte en el año que empieza. Las iglesias protestantes lo celebran conforme a sus ritos religiosos, pero en otro día, por la discrepancia que existe respecto al día de nacimiento de Jesús.
LA NUEVA ONDA. A la fiestas actuales, hay que agregarles la presencia de música denominada psicodélica, de conjuntos, la disco o de la nueva onda u ola, como popularmente le llaman algunos, con bocinas y demás aparatos de alto volumen, que ya traen impreso el compás o armonía de la pieza musical, estridente, enfocada la pista de  baile, con alucinantes luces multicolores, que por su monotonía y molestos destellos, ofusca y desespera a la gente de ánimo normal, la cual va sustituyendo lamentablemente, a la marimba pura, la orquesta y otra clase de música tradicional. ¿Para qué?: para bailar sueltos o despegado, mascando chicle las mujeres, a toda velocidad, haciendo muecas y ademanes ambos, a lo mudo, sin romanticismo alguno, con riesgo, de repente, de perder a la pareja en tan tremendo relajo y oscuridad, mientras que otros lo hacen casi estáticos, el uno frente al otro, moviendo  solo las manos y piernas, en el mismo puesto, sin cambiar de lugar y en conclusión, sin ningún sentido. Bailar de lejos no es bailar, es como bailar solo, como locos, pero es su gusto y su gana, a la moda y no viejadas, dicen los inmiscuidos del purrun. Sin embargo, las nuevas tendencias del baile, la música y la moda en general, que llegan por transculturización, son dinámicas, cíclicas, se imponen, penetran, se repiten y por lo tanto deben aceptarse y respetarse.
ANÉCDOTA. En una de las tantas ferias pasadas, no recuerdo el año, ocurrió algo inesperado, un accidente involuntario, en el momento en que las Reinas de la feria y sus damas de honor, así como la del deporte, eran transportadas a los campos deportivos en Buenos Aires, a cumplir su cometido, en un carretón bien adornado halado por un tractor agrícola manejado por su propietario César Riley, en la subida a dicho barrio, ya para alcanzar el plan, en plena marcha, se zafó del perno que lo sujetaba al tractor, yéndose descontrolado, de regreso, hacia abajo, con las reinas y su séquito a bordo, el cual, a media bajada, al hacer tope con la pared de un barranco, volcó ante la mirada atónita y gritería del público que les acompañaba, incluyéndome, de suerte que no hubo mayor desgracia que lamentar, salvo la enterrada de cuerpos de las bellezas, quienes ilesas pero asustadas, se levantaban, entre sollozos, sacudiendo el polvo recogido, de sus lindas caras y delicados trajes de hadas, recordando entre ellas a Alicia Orellana y Lidia España, situación que por fortuna no entorpeció el ritmo festivo.
FIESTAS RURALES. La mayoría de aldeas celebran también su fiesta tradicional, en  El Paso de los jalapas tiene efecto con motivo del día de la Santa Cruz, el 3 de mayo; Espíritu Santo el día de Todos los Santos durante los días 31 de octubre l y 2 de noviembre, autorizada por acuerdo gubernativo de fecha 8 de marzo de 1947; Las Ovejas para el Sábado de Gloria; los Bordos de Barillas, celebra la Virgen María el 3l de mayo; Lodechina Virgen del Rosario l8 a 2l de octubre; Santa Rosalía el 3 de septiembre en honor de la Virgen de ese nombre y Las Anonas la Virgen de Guadalupe el l2 de diciembre y así sucesivamente, siendo muy alegres y concurridas. Tanto la fiesta de la cabecera, como de las aldeas, son amenizadas por conjuntos musicales locales y de afuera, así como por las  bandas de música civil de San Agustín Acasaguastlán y El Progreso, algunas veces, cuando están disponibles. Una anécdota respecto a las bandas, cuenta que cuando los músicos estaban en plena acción interpretando su músicas, patojos traviesos llegaban a posarse enfrente de ellos chupando limón o comiendo mangos tiernos para provocarles salivación, “hacerles agua la boca” y obstaculizar su trabajo, hasta que la autoridad llegaba, a su solicitud, a retirarlos del escenario.
TEXTOS SOBRE LA FIESTA. Precisamente, con ocasión de una de esas fiestas, quien escribe este libro, se permitió, si se quiere como un incentivo y homenaje a la misma, pero a la vez, como propaganda, publicar, de mis chispazos, en su oportunidad, el siguiente texto:
“Cual un hilo de plata que en su recorrido por el oriente de nuestro país enlazara constelaciones de estrellas, así el rumoroso Motagua baña con sus adormecidas aguas a multitud de risueñas poblaciones bajo el sol tropical.
Difícil tarea sería en realidad, la que aguardaría a un jurado encargado de dictaminar cuál de estas poblaciones es la más bella, la más comercial o la de más amable clima, ya que cada una de ellas posee sus propias virtudes.
Pero, existe una –no la más grande ni la más pequeña-, que en su modestia de sencilla cabecera municipal, atesora belleza de paisaje; nobles virtudes de valor y espíritu progresista en sus hijos; lozanía física y abnegación en sus mujeres.
Presumimos que al leer estas palabras, algunos de nuestros amables lectores dejarán juguetear por sus labios una sonrisa de incredulidad… Sin embargo, estamos convencidos de que quienes hayan tenido la dichosa oportunidad de visitar o vivir en el pintoresco como histórico municipio de El Jícaro, departamento de El Progreso, nos darán la razón.
Y al darnos la razón, también estarán de acuerdo con nosotros al afirmar que su fiesta titular a celebrarse del 23 al 26 de diciembre en curso, es una de las más alegres e imponentes de la República.
En efecto: durante ese lapso armónico de fiesta, acuden al hospitalario poblado multitud de comerciantes en pos de ventajosas transacciones comerciales y especialmente de ganado y de los famosos sombreros de hilama que hábiles manos obreras tejen dedicados por ancestro a esta rama de nuestra industria. En un ambiente pletórico de música de marimbas, bandas y el estruendo de bombas y cohetillos se desarrolla la festividad, la muchachada alegre demuestra su afición deportiva haciéndose presente en las canchas de fut y basquetbol al presenciar los partidos entre equipos locales y visitantes que constituyen actos sobresalientes de la fiesta.
Durante las noches, bellas mujeres que nos visitan y las nativas del lugar hacen ostentación de sus nunca bien cantados atributos físicos, asistiendo a los salones de baile, y en ese ambiente embriagador, al ritmo dulzón de la marímba, entremezclado al arrullo del Motagua, se inician amistades y se comparte todo en un ambiente embriagador.
En las soleadas mañanas luminosas resulta de un atractivo sin par, máxime para el hombre hastiado de lo mecánico y el automatismo de la vida moderna, ponerse en íntimo contacto con la naturaleza, y bañarse en las aguas límpidas y frescas del majestuoso y legendario río, otrora navegado por bucaneros de épocas de leyenda y de románticas hazañas. Los actos religiosos son parte esencial de la fiesta; también las chinamas y juegos mecánicos. Con tan grato motivo, la Municipalidad y comité de festejos, tienen el honor de invitar muy atentamente a turistas, comerciantes y público en general, para que contribuyendo al progreso de Guatemala, se sirvan concurrir a dichas festividades que como ya se dijo, tendrán lugar durante los días 23 al 26 de diciembre en curso, tomando en cuenta que las fiestas constituyen factor fundamental para el engrandecimiento de los pueblos. El Jícaro, diciembre de 1963”.

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