CAPITULO VII
ETIMOLOGÍA Y
MIS PEQUEÑOS COMENTARIOS
Es muy difícil poder definir con exactitud, la
toponimia de las palabras que designan los nombres de los poblados del
municipio, por la escasez de datos al respecto, pero invocando a la lógica e
informaciones de antiguos vecinos, venidas de generación en generaciones,
encontramos las siguientes acepciones:
EL PASO DE LOS JALAPAS. Lógicamente, significa
lugar de paso, pero al respecto hay varias hipótesis: 1- que toma su nombre de
la circunstancia, de que en tiempos pasados, habitantes del limítrofe departamento
de Jalapa, utilizando un camino de herradura, casi en línea recta, que se
oficializó como vecinal con el tiempo, al dirigirse a otros puntos de la
república, por motivos de su interés, pasaban por esta parte del territorio
nacional, a pie o montados en bestias, a recoger o depositar sus encomiendas en
una institución Estatal, que en época pasada estuvo establecidas en el Rancho, denominada
“El cambio de la Custodia o Paquete”, especie de aduana y correo, que daba servicio
a los departamentos de la región, como punto de convergencia estratégico, hacia
el resto del interior del país; 2- que por la proximidad y viabilidad del
terreno, dichos habitantes bajaban por ese camino para abordar el ferrocarril, y 3- que fue camino
de milicianos, en una o varias acciones armadas
desconocidas; tránsito que a la fecha ha desaparecido, por existir otras
mejores vías de comunicación. Años después, los Jalapas se comunicaban con el
resto del país por un lugar, más arriba, denominado Estación Jalapa, pero por
camino carretero y en transporte de autobús. En un tiempo la estación de
bandera del ferrocarril allí establecida,
una galerita de madera, se llamó Paso-Malena, para cubrir e identificar a las
dos aldeas cercanas, una enfrente de la otra, río Motagua de por medio, cuyos
habitantes se guarecían en la misma a la espera del tren, pues no era más que
una pequeña galera sin servicio de oficina alguno. Si bien, esta aldea en
aquella época, era jurisdicción de Santa María Magdalena, la cabecera municipal
estaba situada al otro lado del río, en donde hoy es la aldea de Malena, cuyo
municipio fue suprimido, y su única aldea, El Paso, fue incorporada a El Jícaro
cuando este se convirtió en municipio. Esta aldea es la más grande del
municipio con 35OO habitantes. En ese lugar el tren del ferrocarril arrollo y
mató a varias personas entre ellas a Emilio Terraza y Rolando Barrientos.
LAS OVEJAS. Se cree que el nombre lo haya
tomado el lugar, por razón de que en una hacienda allí establecida, había
crianza de estos animales, la que con el tiempo desapareció. No sé por qué
razón los vecinos de esa aldea encabezados por Tomás Roldán León, durante mi
administración como Alcalde, solicitaron el trámite para que la citada aldea
fuera elevada a la categoría de tal, cuando en el acuerdo gubernativo de creación del municipio
ya se incluía a la misma y, ni yo, ni el Ministerio de Gobernación, reparamos
en esa duplicidad, pues fue autorizada nuevamente, según acuerdo
gubernativo de fecha 30 de noviembre de
1960. El Arzobispo Pedro Cortez y Larraz visitó en el año 1769 la parroquia de
Acasaguastlán y en su informe no mencionó a El Jícaro como poblado, sino solo a
la hacienda Las Ovejas, que se supone era importa. En este lugar fueron
asesinados Enrique Carranza e Israel Oliva y mucho antes Adán Vargas en una
trepada cerca del riachuelo.
EL ESPÍRITU SANTO. Esta toma el nombre del
cementerio local, y éste de la tercera persona de la Trinidad, tiene el tercer
lugar en densidad de población en el municipio con 2879 habitantes.
BORDOS DEBARILLAS. Se cree que el lugar
haya tomado el nombre, de su caprichosa topografía, que presenta múltiples
depresiones, propiedades que pertenecieron a un señor de apellido Barillas.
Otra teoría puede ser que a dicha aldea se le denominó en un principio como “El
Borde”, aplicándolo o nombrándolo de San Cristóbal Acasaguastlán, en donde residía la autoridad en aquel
tiempo, como el extremo u otro lado del río, y con el tiempo el nombre se
deformó, por qué borde significa precisamente orilla.
LO DE CHINA. Nombre bastante raro, se
ignora su verdadero origen, suponiéndose que lo adjudicaron los españoles
residentes por estos lugares en la época de la colonia, como otros muchos nombres cuya etimología se desconoce.
Una hipótesis puede ser que en aquellos tiempos, cuando repartían terrenos, a
manera de identificación, le anteponían al mismo, el artículo determinante
neutro “Lo” y la preposición “de”, seguido del apellido del favorecido,
ejemplo: Lo de Mejía, Lo de Bran, Lo de Valdez, Lo de Coy, etc. Y que allí le
hayan otorgado a una persona de apellido o sobrenombre “China”, para completar,
”Lodechina”.
AGUA CALIENTE. Toma su nombre de una fuente
termal azufrada, situada a un lado del
riachuelo que pasa por la aldea, lugar de mucha ganadería en tiempos pasados.
EL PINO. Se origina su nombre con motivo de
que hace mucho tiempo, en el límite jurisdiccional sureste con el municipio de
San Pedro Pínula del departamento de Jalapa, existía únicamente un árbol añoso de
su clase que ha desaparecido, si bien la aldea se estableció en aquellas
inmediaciones.
LA PALMA. Los cultivos de palma que en el
municipio se utilizan para la fabricación de sombreros, dieron nombre a este
poblado rural desde hace muchos años.
PIEDRA ANCHA. En el rio denominado
“Anshagua” que baña el límite suroeste de la jurisdicción de El Jícaro, existe
en su cauce una piedra grande y ancha, y los vecinos al agruparse para formar
el caserío le dieron a éste el nombre que se ha expuesto.
LAS ANONAS. Se atribuye su nombre a
plantaciones de esa clase de árboles que existieron antes donde ahora el
poblado se ubica.
EL OJO DE AGUA. Se llama así, por un
nacimiento de agua ahí existente, que surte las necesidades de este preciado
líquido a la comunidad, y que sirve
además, para regar los cultivos de dicho caserío y los de las aldeas Los Bordos y Espíritu Santo, por
medio de gravedad y turnos que disponen un juez de agua. Debido a la
deforestación y descuido de los vecinos, este manantial está al borde de
desaparecer.
SANTA ROSALÍA. Por tratarse de un nombre de carácter religioso se supone que se
le asignó el mismo, en honor a la virgen que lo lleva, por la feligresía
católica, al formarse este caserío.
EL ZAPOTE. Sin duda, su nombre deviene de
las plantaciones de ese árbol existentes en ese lugar, asiento del clan de don
Eusebio Castillo, dueño de una hacienda
agropecuaria famosa, por la buena calidad de sus productos lácteos. En sus inmediaciones se ubica el cerro llamado
Ananopa, muy importante por la diversidad de fauna y flora raras que posee,
lugar también muy visible en la época prehispánica, asiento de algún pueblo
primitivo, a decir de los vestigios en ruinas, que todavía se observan.
Aunque está fuera de tema, aprovecho para insertar aquí, una anécdota
de un nieto de don Chebo, así llamado el dueño de la finca, de nombre Beto
Ayala, Betón, como se le conocía popularmente, quien sin ser profesional de la
medicina, pero con una primaria bien ganada, y mentalidad desarrollada, se
dedicó por mucho tiempo a esta actividad en forma empírica, utilizando como
herramienta principal la audacia,
inteligencia y un vademécum o inventario de medicamentos de farmacias que
consiguió, a través del cual recetaba, atrayendo pacientes de todas partes del
país y de Centro América, dado lo acertado de su trabajo, decían, pues por la
fama adquirida, no habían sábados y domingos que no hubiese fila de carros de
pacientes de todas partes, de adentro y hasta de fuera del país, esperando
turno en la “clínica”, para poder ser atendidos por el “galeno”, quien a la vez,
tenía habilitado un negocio de comidas en los alrededores, para los visitantes.
EL TAMBOR. No se conoce su correcta
etimología, pero se supone que se debe al instrumento autóctono de ese nombre,
o porque su figura topográfica se parece
a dicho instrumento, lugar de abundante ganadería en su época. Antaño, próximo
a este lugar, al otro lado del río, pero en jurisdicción nuestra, en un paraje
denominado El Naranjo, en las inmediaciones de la Puente, límite municipal de
El Jícaro y Cabañas, se celebraba en los últimos días del mes de enero de cada
año, una alegre fiesta promovida por los romeristas que iban y venían del
Santuario de Esquipulas, incluso, algunas veces con participación del comité
pro mejoramiento de esta población, en donde se vendía comida, golosina,
frutas, se mataban gallinas, cerdos, chivos y se bailaba al compás de música de
guitarras, acordeón y marimba, a la cual acudían mucha gente vecina, que
aprovechaban para bañarse en las frescas aguas
de los ríos El Tambor
y Motagua, cercanos.
LAS JOYAS. Atendiendo a las depresiones del
terreno en que el caserío se ubica, y al modismo guatemalteco que señala como “joya”una
hondonada pequeña, se considera que esa sea la razón por la que se le dio ese nombre al lugar, o tal vez por lo
bonito e importante del terreno, semejándolo a un objeto precioso.
EL JICARO. Se tiene conciencia plena, de que
su nombre deriva del árbol de su nombre, abundante en este lugar en tiempos
pasados –víctima, como otros, de la tala inmoderada de nuestros bosque-, cuya
excrecencia llamado jícara o morro, era muy codiciada por los indígenas de la
región, para la fabricación de recipientes o guacales para usos domésticos y,
particularmente, a la presencia en su geografía, de un frondoso árbol de
su clase, que ondeaba sus ramas al
viento, en expresión de confraternidad y de bienvenida, que servía de sombra a
los caminantes que visitaban o atravesaban la comunidad, así como de sesteo de
sus recuas; y también el punto de referencia identificado por los viajeros,
para el descanso o del mejor vado, por sus playas extendidas y aguas poco
profundas, para cruzar el río Motagua, hacia el norte, a la altura en aquel
entonces, del respetable corregimiento de Acasaguastlán, cuyo dominio se extendía
hasta el mar, en los largos recorridos que se efectuaban desde el inicio de la
época hispánica, entre la Capitanía General del Reino de Guatemala y el Golfo
Dulce, en la Bahía de Amatique, principalmente para el transporte de
mercaderías entre ambos lugares, pues era este el camino oficial de herradura
en la época, al océano Atlántico y viceversa. A partir de allí, el paraje fue visible como
centro de albergue y de paso que dio
origen con el Tiempo, a la formación de El Jícaro, como asentamiento humano:
paraje, caserío, aldea y municipio, en orden progresivo, con sus posadas gratis
en amplios corredores de las viviendas y cobijo para librarse del sol en
copudos árboles, para los transeúntes.
Árbol de Jícaro, cargado de frutos.
medios, con motivo de la celebración del centenario del municipio,
refieren que, el nombre de nuestro
pueblo no proviene del árbol de Jícaro, sino de una tribu primitiva llamada
“Xícaros” que existió aquí en la época pre hispánica, incluso
dan el año 1874 con fecha de creación. Versión que no comparto, por falsa,
tendenciosa y antojadiza, carente de todo fundamento
lógico e histórico, en razón de que esa tribu extinguida, efectivamente, tuvo su asiento, pero en un pueblo remoto, de lo
que hoy es el municipio de El Jícaro, Nueva Segovia, República de Nicaragua, que
nada tenía que ver con Guatemala, por un lado, y por el otro, qué lo mismo se dice de este último pueblo
minero antiquísimo de Nicaragua, en un estudio del profesor Ruvirico Espinoza, difundido
en una página de Internet, quien afirma también, que el nombre de El Jícaro de ellos, tampoco viene
de la fruta de ese árbol, sino de los “Xicaros”, que allí existieron antes de la conquista; exposición
esta cierta para ellos, pero inaudita a todas luces, respecto de nosotros,
porque esa tribu nada tenía que hacer en esta lejana tierra, convirtiéndose
entonces dicho nombre, en un tema polémico, sobre el cual se está especulando aquí, por alguien irresponsable que tomó esos datos de
internet, para sorprender y engañar por
asociación de nombres, a incautos, con la complicidad de jóvenes locales y
quién sabe si de la Municipalidad también, pretendiendo desvirtuar la
verdadera etimología de nuestro municipio, harto conocida, de generación en
generación, de muy antiguos tiempos, que vergüenza. Y, además, porque existen
infinidad de poblados en toda América,
con el nombre de El Jícaro, área en donde precisamente vive silvestre y libre
este arbolito, situación que hace confirmar, por ende, que sus nombres derivan
del árbol de su nombre y jamás de los “Xicaros” de que se habla erróneamente,
excepto el de Nicaragua, como ya se
explicó, de lo que sí existe documentación histórica fehaciente, que lo
confirma, las Crónicas de Indias, por ejemplo. “Xicaros” allá y “Xicaros” aquí,
no contiene, pues en nuestra región, existieron los “Vastránes”, “Guaxtlanes” y
“Alaguilac”, según la historia patria. De tal manera que la nueva etimología
que se pretende dar a nuestro terruño, es inventada y por ende irreal, por
alguien pícaro que quiso “conquistar laureles” o por paga económica, quien
sabe, con la venia de muchachos locales, a quienes quizás no les gusta o se
avergüenzan del lindo nombre de un vegetal noble de nuestra pueblo, que lo
identifica perfectamente, por ser parte de nuestra flora.
Para corroborar
lo dicho, aclarar y desvanecer ese infundio, que desafortunadamente ya es
público allende las fronteras patrias, en perjuicio de nuestra historia, transcribo a continuación el siguiente párrafo
de narraciones de aquél país, que
aparece también en internet, de mucho tiempo atrás, que dice: ““De acuerdo con
el profesor Ruvirico Espinoza, el nombre de El Jícaro, no proviene del árbol
que da ese fruto, sino de la tribu de Xicaros que habitaba este lugar a la
llegada de los españoles. Los Xicaros era una tribu pequeña, de ellos se
conocen algunos caciques como Moyuca que aparece mencionado en crónicas de
indias, con el paso del tiempo al acabar con los indígenas se nos llamó el
lugar de los Xicaros y después solo Xicaros y al instituirse como distrito nos
llamaron Jícaro””, así opina el profesor Espinoza, de ese pueblo allá en Nueva
Segovia, Nicaragua.
Queda claro entonces, que el relato de internet, sobre el nombre de El Jícaro
nuestro, mencionado, es inverosímil y un
caso típico de plagio a la información que sobre el particular escribió el
profesor Espinoza, hace muchos años, y
que los autores de los videos de marras, trasladaron casi literalmente, al caso
de nuestro Jícaro, queriéndonos confundir con los “Xicaros” y el rey Moyuca de
Nicaragua. Además, en el diccionario de voces guatemaltecas se dice que el
nombre de El Jícaro, tiene su origen en la voz azteca Xicallí, nahual aquí, que
quiere decir Jícaro, cuyos descendientes, según la historia patria, incursionaron
y sentaron sus reales por esta región y en otras del territorio nacional, estableciendo
asentamientos que mixtificados por la
transculturización, en decadencia, subsisten aún en algunos lugares del país.
Por el atrevimiento ofensivo e irresponsable que de tu
nombre se ha hecho, arbolito y pueblo míos, público allende los linderos patrios,
con la negación de tu legítimo linaje, atribuyéndote por el contrario, una etimología postiza, alejada de la
realidad, pretendiendo con ello, cambiar la historia de nuestra patrimonio
cultural, yo salgo en tu defensa para cantarte simbólicamente, en prosa, a mi
manera, surrealista si se quiere, pero sentida, una siempreviva, no con la
técnica que demanda el arte de la poesía, salvedad que antepongo, por si el caso, contrarrestar
de inmediato por aclaración, las gratuitas murmuraciones de los “eruditos” que no faltan, al decir o simplemente pensar, que lo escrito son meros disparates. Con toda
modestia, en verso libre o suelto, mi pensamiento, ahí va:
LOA A EL JÍCARO.
Por
silvestre, como el hombre errante primitivo, eres libre y fecundo a la vez,
expresión de fe y de esperanza, igual a tu par el Guayacán, férreos, valientes,
que resisten las erosiones del suelo, en pleno verano ardiente, diferente a
otros de tu reino, que sucumben a las adversidades del clima, pero igualmente,
nobles y útiles, por los beneficios que brindan a la humanidad, según las
propiedades de cada cual.
Por
tus bondades, para nuestros aborígenes, sagrado fuiste, quienes pleitesía en remoto
tiempo te rendían, te cantaron en el Popol Vuh, así códices mayas lo dicen, que
por tu existencia e inspiración divina,
nació la liberación del pueblo, y por ello, en el patio de los ranchos pajizos,
majestuoso como ícono te exhibían.
Pero es que aún, no como antes, sigues siendo
venerado en la modernidad, en el pensamiento y el corazón, de muchos que
reconocemos tu valía, y que por tu excelencia, premiado en otros países fuiste,
aunque unos pocos ignorantes, aquí, pasen desapercibidos, de lo importante que en la vida has sido, por lo que prestos
estarían a darte machete, de repente,
todavía.
Eres
familia bignoniácea, orgullosamente nativo de América, desde México hasta El
Brazil, incluyendo, las Antillas, en donde muchos pueblitos llevan tu nombre,
en agradecimiento de los muchos beneficio que has dado, al paso de los años, a quienes lo han
necesitado.
Tus
diversos primitivos nombres, según la región que te cobija: Xicallí, totumo,
guaje cirial, táparo, higüero, güira,
jícaro, morro, tu nombre científico: Crecentía Cujete o Alata, resuenan con
sabor a música de tambor, flauta, tun y chirimía, con ritmo de son y samba,
olor de lluvia y de hojarasca seca,
despojos de tu cuerpo, que abonan la tierra, en la geografía de vuestros
pueblos amerindios hermanos, con recuerdos de amor y, a veces, de melancolía,
por lo que te sucede en el entorno.
Molestos
están los espíritus ancestrales, allá en el otro mundo, que en vida,
precursores de tu nombre como lugar de asentamiento humano primitivo fueron,
que te promovieron, te vieron nacer y crecer, para que hoy algunos paisanos
ingratos, con mentiras, tu estirpe pretenden borrar, y oye, sugieren que no te
ahueves, que la idea absurda y pueril de una minoría, contra el grueso del
pueblo de pensamiento sensato, jamás va a trascender, y que eso lo dicen ellos,
por joder, y es más, porque no tienen que hacer.
Por
tan ingrata actitud, revoloteando en la eternidad, con voz incoherente y
trémula, en su jerga coloquial, clamando en el cielo, las ánimas jicareñas están, por tú nombre original, que ellos en tu
imagen inspirados, asignaron en principio a su clan, para que sigas siendo
sagrado, grande y te dejen en santa paz, en tu consentida tierra natal.
Eres
figura decorativa, paisaje de ensueño primaveral, que te alzas expresivo, con
tu tronco robusto, entorchado, leñoso, de ramas alargadas retorcidas, con tus
púas de defensa adheridas, como brazos extendidos, con tu frondosa copa repleta
de hojas, mustias en el verano tropical, que se expanden con gracia sutil en el
ambiente, en son de bienvenida al desconocido y como expresando: ¡aquí estoy
presente, para brindar mi sombra al caminante, incluyendo a los chicos paisanos
que me rechazan!, como guardián que cuida del entorno.
En
el invierno, te llenas de brillo, con tus pequeñas hojas de misterio, en forma
de cruz, que tiemblan con el viento y, durante todo el año, te adornan las
jícaras, producto de tus entrañas, pelotas verdes, parduscas ya secas, redondas
u ovaladas, como esbeltas mamas de mujer galante, prendidas como zarcillos de
oro que brillan, o esferas plateadas de navidad, simbolizando el encanto de
tu ornamental figura, con acento.
De
tu frutos maduros, al suelo caídos, te congracias con los vacunos, dándoles de
comer, que engullen con voracidad para su hambre calmar y, como compensación,
por instinto, con su excremento abonan la tierra, para sembrar por dispersión,
a lo natural, las semillas que
preservarán tu especie, por doquier.
Tu
fina y dura madera, apreciada en la ebanistería, también para hacer cabos de
machete, azadón y trompos, que me hacen recordar, del tiempo de mi niñez, de
Tan, Nelo y Pdro Sipe, buenos fabricantes de esos artilugios, a puro machete,
como uno se los pedía, no taratateros, sino zumbadores y bailadores, “dormidos”
en el mismo lugar al buen ensartón, seditas de la punta, como se decía, para
echarlos en la mano, y hacer piruetas con el cáñamo y, si posible, acabar a
calazos al o los trompos de la competencia, al sacarlos del ring; son recuerdos
imborrables también, para el hombre que te canta agradecido, arbolito, creación
de Dios.
Afortunado
por natura, a poblar este suelo bendito viniste, aunque empobrecido y
despreciado por la codicia del forastero explotador, después fuiste, como lo
fueron los descendientes de los mayas precolombinos, que igual a ellos, expulsado de las tierras buenas fuiste,
hacia zonas marginales, para cultivos
más rentables producir, pero el tiempo ha cambiado, y actualmente, surges de
nuevo, como ser viviente importante, a ocupar las tierras de ayer, creador y de
buena respuesta económica para los
pueblos de hoy, para plantarte por doquiera y sacar siempre raja de tu ser, el
extranjero mercader.
Me
entristece, eso sí, el interés que está
despertando tu valía ahora, por tus propiedades descubiertas y el
provecho que de tus productos sacará, el rico avariento, que en laboratorio te
ha mandado a investigar, para de tus semillas y pulpa sacar: aceite vegetal
de uso humano, etanol para combustible, alcohol industrial, bebidas espirituosas,
carbón vegetal y harina para consumo
humano y concentrado animal, y de tal manera tus propiedades aprovechar.
Los
mismos, de repente, su ámbito de acción extenderán, para continuar tu
explotación a granel, con el licor tipo
brandy, coñac y vino, que ya fabrican del fruto de tus entrañas, allá en San
Patricio, lejano pueblo, territorio que
fue, de la tribu de Nicarao, y que antes, como bebida natural vigorizante, con conocimiento
de causa, ingerían los antepasados. ¿Ya lo veras?.
Eres
árbol longevo de mil cualidades, de ornamental follaje e interesante para
paisajes inspirar, que llenas tu ramas
por adherencia en tu vejez, de curiosas orquídeas salvajes, de maravillosos
colores, que exhibes a tus admiradores como corolario de tu presencia.
Tus
frutos esféricos o alargados en forma de calabaza, de cáscara dura, desde
tiempos remotos has dado, para la confección de guacales domésticos, ricos para
agua tomar, y otras artesanías e instrumentos musicales disfrutar, como maracas
o chinchines, que trascienden las fronteras patrias, a manos de turistas, que a
su país de origen, como gustadas
reliquias, cagando van.
Tus
frutos y hojas, bondadoso has brindado, en la medicina casera o popular, para
curar tantos males que aquejan a la humanidad, verbigracia: diarreas, dolor de
estómago, resfriados, bronquitis, tos, asma, uretritis e hipertensión; remedios
por naturistas, a sus pacientes recetados, que alivio a sus dolencias han encontrado con
infusiones y cataplasmas aplicadas.
No
obstante, repito, después de haber sido por la codicia de los usurpadores
hispanos, relegado y depredado, hoy surges de nuevo virtuoso y callado, para
demostrar cuanta importancia tienes, en el quehacer del mundo actual, valga decir, en el mercado,
para continuar honrando a los pueblos hermanos, que legítimamente llevan tu
nombre, en América, cuna de tu hábitat
natural.
Eres
especial en el bosque regional, distinto a los demás, por tu sistema
reproductivo, y de tal manera tus flores color púrpura, nacen adheridas a tu
tronco, donde menos se espera, como pezones enhiestos al viento, en embrión,
que al abrir sus pétalos al sol, prestas estarán para alimentar al enjambre, de
miel, que ansioso lo imploran en el vergel, y tus frutos igual, prendidos de tu ser, a la espera de madurar,
para algo útil poder ofrecer.
Y
algo más edificante aun, que con tus productos y derivados, a mucha gente pobre
mantenéis, que de antaño elaboran harinas para sus tortas comer, deliciosos
refrescos, y atoles aderezados con leche beber, famosos en Nicaragua y
Honduras, donde te rinden merecido culto todavía, incluso, a partir de tiempos
modernos, porque según la creencia popular, milagroso eres, por que tus hojas
en forma de cruz, evocan la vida y muerte de Cristo, que por Judas Iscariote
vendido fue por pisto.
De
tu pulpa seca, de trascendente olor agradable, se obtiene jarabe tónico para la
tos y exquisitos caramelos de morro
llamados, en lenguaje popular, también
medicinales. En síntesis, eres poesía en tu conjunto, que te da grandeza y
puntos para sobrevivir, aunque algunos te desprecien y de hecho, tu relación
con el nombre del pueblo, pretenden cambiar.
Para finalizar quiero decirte, que por
aclamación, en nombre de la paisanada que te quiere, a partir de hoy, aunque de hecho ya lo eras,
por los atributos que posees, y como un merecido reconocimiento a tu excelencia,
se te designa: SÍMBOLO DEL MUNICIPIO y más coloquial y cariñosamente, en
diminutivo: ARBOLITO DEL PUEBLO, como lo son la Marimba, la Ceiba, la Monja
Blanca y demás Símbolos Patrios, a nivel nacional y como consecuencia: se
CONFIRMA TU ESCUDO, inserto, para mejor configurarlo después, y la promesa de
propagar tu siembra estimulada por doquier y plantarte específicamente en lugar
público céntrico de la población, para perpetuar tu ser y tu imagen como respetable
REPRESENTACIÓN MUNICIPAL, y por tanto, de hoy en adelante se PROHÍBE TU TALA,
para que sigas viviendo, enriqueciendo con tu presencia el medio ambiente, brindando oxigeno al ser
humano, del que espero, que, con la consciencia despertada en el gran
acontecimiento de hoy, digo de tu exaltación como mascota del terruño, se te
respetará y cuidará más, como ejemplo para próximas generaciones, hasta el día
en que natura disponga de tu existencia, de pié, como fiel guardián del pueblo,
haciendo honor a la tierra que te vio nacer, dejando como legado la
purificación del viento que prodigas a la humanidad, por los años y, tus
despojos, cargados de nutrientes fortalecerán el suelo y darán vida a futuros vástagos que preservarán tu especie;
de cuyo agasajo, fíjate, los espíritus de nuestros antepasados, pioneros del
apelativo del territorio y conglomerado, que de buena escogencia, lleva tú
nombre, allá en el cielo, regocijados están. jajajaja.
Por ello tu nombre vivirá por siempre, representado en nuestro municipio,
como expresión de solidaridad, de unidad, de progreso y desarrollo, grabado en
nuestros corazones y de de muchas tantas
comunidades de América que llevan tu excelso nombre inmortal. Loa a ti, árbol, digno patrimonio del pueblo, en
nuestra floresta enclavado: fuerte, bello y generoso, como tu pariente el Guayacán, de los pocos de tu clase, que en los
llanos, contaditos van quedando todavía, pues la tupida arboleda de maravilla,
que antaño, de ambos, en el campo florecía, en espíritu deambulan ahora, allá
en la “gloria”, porque la mano del
hombre cruel, los arbolitos jóvenes, sin compasión, ha arrasado, convirtiendo
las partes de tu todo, en cenizas, que a la tierra con hálito de vida, a tu
costa, va abonando, por la tala inmoderada de ambas especies cometida.
Y tú Jícaro, árbol del homenaje, en modesta
alocución, para agradecer este tributo y no hacer mutis y te tilden de tímido, solo pide y di en voz
sonora a la concurrencia: “¡no me
desprecien muchachos!, no me jodan, soy un ser viviente vegetal, que no hago
daño a nadie, antes bien, los productos de mis entrañas a ustedes doy,
contrario al homo sapiens de hoy, animal malvado y desigual, que en su maléfico
afán de querer mi reino, en corto tiempo exterminar y, como consecuencia, la
tierra en desierto convertir, sin percatarse que con ello, como recompensa
negativa, el “monstruo” depredador, su propia tumba, para su enterramiento
masivo, lentamente, cavando está. Porque
el desastre vendrá”. Y hay de aquel, que a partir de ahora en adelante,
pretenda hacerte daño, porque simbólicamente castigado será, con la pena más
cruel que ser humano alguno pudiese soportar, como lo es el látigo del desprecio y el ostracismo.
El anterior panegírico, por ahora, no es
más que un acto figurado, que puede convertirse en hermosa realidad, en el
mañana que espero llegará, a través de un acuerdo gubernativo o interno de la
Municipalidad local, para oficializar y perpetuar la historia del árbol de
Jícaro y sus circunstancias, así como de su coterráneo el guayacán, como de
hecho ya se empezó a hacer con la siembra de un arbolito de su clase, por el
entusiasta paisano Eduardo Zamora Orellana, respaldado con una placa por la
cual se le rinde merecido culto y se le identifica, lastima grande que en
terreno ajeno de la estación del ferrocarril, pero también en fila, en las
cercas del chagüite honrando al pueblo están.
No sean así chicos imberbes o chicas
inmaduras responsables del video que en este capítulo se comenta, reflexionen y
no se llamen a engaño, eliminen esa información falsa de Internet, que sólo los
pone en ridículo. Gaudencio Morales Barillas, también hizo campaña para cambiar
el nombre de El Jícaro, por el de Orellana, en honor del ex presidente de ese
apellido, oriundo de este pueblo, en cuyo caso si hubiese sido posible, por
sensible la idea, pero la misma por ignoradas
razones no cuajó, prefiriendo los vecinos quedarse como estamos, con apelativo
vegetariano.
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