CAPITULO IV
MINERALES, FLORA, FAUNA Y ALGUNOS COMENTARIOS
MINERALES. Entre éstos se encuentra la cal, utilizadas por centurias para la construcción
de casas, cuyo uso últimamente se ha reducido debido a la preferencia por la
hidratada; azufre, hierro, asbesto, talco, yeso, arena blanca, amarilla, de
río, grava, buen barro para hacer teja y adobes y otros minerales no conocidos
abundan en minas no explotadas, incluso, se llego a afirmar por expertos
gringos que vinieron a observar la tragedia del terremoto del 76, acerca de la existencia de uranio en las
inmediaciones de la aldea Agua Caliente. Algunas de esas minas ya han sido exploradas,
pero no han encontrado resultados positivos para su explotación, a Dios gracias,
porque los empresarios de estos negocios solo vienen a afectar nuestros
recursos naturales, a dar atole con el dedo con las llamadas “regalías”, a
contaminar el medio ambiente, prácticamente a llevarse las riquezas del subsuelo, sin mayores o cero
beneficio para el país o el municipio, algunos de cuyos yacimientos,
especialmente de cromo, se encuentran en
un terreno propiedad de los herederos
de Reyes Mazariegos, vecinos de San
Pedro Pinula, pero dentro de nuestra jurisdicción, de los cuales se han
analizado muestras positivas, mismas que precisamente me motivaron a escribir
este tema.
FLORA. Es variable, nace en su
mayor parte, en forma silvestre, raras veces se cultiva, y mucho menos se reforesta, de origen tropical
seco, muchas de naturaleza espinosas, a
la defensiva del medio que la rodea, pero algunas plantas no se escapan de las
cabras ni los bovinos, que no obstante el obstáculo de las púas, las engullen sin
aparente dificultad, como alimento de primera, con voracidad. Aquí, todavía por
los años 60 del siglo anterior, existían abundantes y diversas clases de
árboles y plantas de magnífica calidad, para sus distintos usos, de maderas
finas y resistentes, leñosos y
herbáceas, ahora, desafortunadamente para desgracia de los
habitantes, con mucha escasez, debido al
abuso incontrolado de la mano del hombre, casi todas son silvestres, pues solo
se cultivan los frutales, verduras y algunas ornamentales, pero no obstante, aún
se pueden identificar los siguientes: Aripín, roble, cedro, encino, moral, nogal, lagarto, chichipate, álamo,
matilisgüate, zapotón, conacaste, guachipilín y otros, algunas de las cuales,
maderables, son susceptibles de llevar al aserradero, para diferentes usos y
otras rústicas de las que se fabrican horcones, tablas, reglones y parales,
labrados en forma empírica para la hechura de casas humildes. Hay árboles de
morro o jícaro, de cuya pulpa, ya seca, se obtiene una sustancia negruzca
olorosa que cocida sirve como jarabe para la tos, la confitería y de su semilla
saraza molida endulzada, un magnífico refresco, pero su uso especial antiguo en
el pueblo, era de utensilio, los famosos guacales, para sacar la crema de la
leche y beber agua.
Frondoso y viejo árbol de Guayacán. fabricación de barcos, previa preparación en
aserradero local de la época, propiedad de Basilio Monzón, que dicho sea de paso dejó familia en el
pueblo, que estuvo instalado bajo el tamarindo del sitio que hoy es de
Meregildo Ramírez, siendo de lamentar que bosques enteros de esa especie que
por su propia naturaleza tarda muchos años en crecer y engrosar, diseminados a lo
largo y ancho del municipio, hayan sido convertidos en trozas y casi aniquilados, vendidos por los dueños
de terrenos a precios irrisorios, entre Q. 1.00 y Q.5.00 la unidad, por no
decir casi regalados, sin beneficio alguno para el pueblo, de cuya lamentable
situación pasó desapercibida la autoridad municipal, al no ejercer el estricto
control que legalmente le correspondía, incumpliendo con su deber.
Se recuerda con tristeza, que hace algunos años, casi toda el
área del municipio, estaba repleta de estos añosos arbolitos, cuyas flores
caídas, forman un elegante espeso manto natural, color violeta sobre el suelo
circundante, en primavera, semejante a cual delicadas alfombras de Semana Santa,
tendida al paso de la procesión del Santo Entierro y, en el bosque plantado,
este arbolito llamado el rey de los árboles, exhibe impertérrito la fortaleza
de su estirpe, en armonía con el cálido ambiente tropical que les da la vida,
mismo que en sentido figurado, se extiende a sus intrépidos moradores jicareños
de temperamento fuerte como el Guayacán, en los momentos álgidos de la vida. Actualmente
hay de esos maderos, pero en poca cantidad, de los cuales en otras latitudes se
extrae un aceite para usos industriales,
así como medicinales de suma importancia, como el “guayacol”, qué sirve, entre
otros usos, para detectar el cáncer del colon
o de algo así por el estilo. En síntesis, es un arbolito raro y útil, que en
lugar de su irresponsable exterminio, merece
cuidarlo como cosa propia, para preservar su existencia a través de los
años, para beneficio de nuestro eco sistema, de por sí bastante deteriorado y,
si preciso, implementar su siembra como en otros países, y rendirle culto como
en hora buena lo hace la Municipalidad de Huité, Zacapa, que exhibe uno de
estos centenarios ejemplares plantado en la plaza pública local, con los
cuidados necesarios y hasta un redondel de protección ornamentado que sirve de
sentadero público.
LEÑOSOS. Para la combustión: el
yaje, orotogüaje, zarza, subín, brazil, barreto, chaparro, quebracho,
madre flecha, frutillo, llamado también carupin, de fruta muy deliciosa y el madre cacao de flores hermosas comestibles, plumajío, sauce, jaguay y
palo de pito, cuya flor comestible es deliciosa, de efectos somníferos. En las
partes altas se encuentra el copal de santo, arbusto resinoso cuya sabia
coagulada o granulada se emplea en la
fabricación de barnices y para ahumar
altares, el cual en tiempos pasados era recolectado por individuos locales y de
otros puntos del país para comércialos para distintos usos, incluso, a ritos
religiosos. Algunos árboles bellos como el huele de noche, palo overo, uruguay
o mamón, tempisque y jocote jobo, existen dispersos, visibles por su frondosidad
y sombra, como los vetustos conacaste de los Venegas, ceiba de Buenos Aires y
algunos tamarindos, entre otros, que si hablaran nos dirían tantas cosas de
nuestra historia.
CACTUS. Esta es tierra especial para la existencia, en forma silvestre,
de estas raras especies, también en camino de desaparecer, eran abundantes, de varias clases y formas, dentro de los que
destacan: el tuno común o sahuaro, productor de una sabrosa fruta llamada tuna,
de pulpa roja, blanca o amarillenta, bastante codiciada por los habitantes, así
como por los pájaros que las picotean antes que el sujeto humano llegue por
ellas, lo que las hace más sabrosas, y la sabia de su tallo o penca, utilizada
antiguamente para refinar y fijar lechadas de cal para pintar casas, así como
el tuno viejo, así llamado por la pelusa blanca simulando canas en su copa, nos
da su madera conocida como órgano, usada antes para la construcción de chozas
de bajareque y para cercar potreros; lengua de vaca, cola de gato, arpón,
pitahaya, nopal, dos últimas de tunas deliciosa, casi desaparecidos, por no
existir vocación de cultivo, como antes, y uno redondo llamado “chilito” que da
una frutilla en forma de chile, y tantos más, con flores muy bellas, cuyas
frutas constituyen alimento de los pajaritos, cuyas semillas transportan en su
tracto digestivo desde lugares remotos, las cuales botan en el suelo cuando
defecan, para sembrar por dispersión, la especie. Algunas de esas cactáceas son
típico adorno en jardinería y salas de oficina, lejos de su lugar de origen, de
donde son recolectadas como especies exóticas, para su venta a buen precio en
el mercado.
Se encuentran en estado salvaje
también: el famoso chichicaste, que aunque cruel por las laceraciones que
produce al hacer contacto al menor roce con la piel humana, y por lo mismo,
hace quejarse al más valiente, tiene su lado bondadoso, pues su tallo pelado es
comestible, de sabor agradable y surte la necesidad de la sed en determinado
momento, lo mismo que los malacates y chununos, buscados por los patojos para
calmar su apetito voraz en el campo. Son prolijos igualmente, el manzanote,
cuya fruta es buen abasto para los vacunos y cabros, el subín, buen pasto para
los cabros, el murrul, cuya borra sirve para hacer almohadas y su raíz
comestible, en caso de hambruna, como ya ocurrió en el pueblo hace más de una
centuria; duruche, de cuya corteza y hojas machacadas se obtiene una sustancia
venenosa, que utilizaban irresponsablemente nuestros antepasados, como barbasco
para cazar peces; palo jiote, carcomo, caulote, tamarindo, último de cuya baya
se hacen frescos y tizanas, izote de flores y hongos adheridos comestibles;
upayes (uva de los pobres), y ceibas
(nuestro Árbol Nacional), sauce, jaguay, chilca, capulín, de frutilla
agradable, incluidos muchas otras de distintas clases que constituyen la
espesura de nuestra zona boscosa y de
maleza.
El árbol de amate, bastante abundante en tiempos
pasados, fue cobijo de caminantes que pasaban por este pueblo, para librarse
del ardiente sol, y punto de tertulias populares por su hermosa sombra y
frescura, ahora de poca existencia, pues se le atribuye por alguno
supersticiosos, poderes maléficos y de mal augurio, por lo que no son bien vistos, pero la realidad de
esto es que, dichos árboles son frecuentados por pájaros invisibles nocturnos:
lechuzas y murciélagos, que se alimentan precisamente de su fruta, una especie
de higo, que se les escapa del pico o de las garras, y cae al suelo, provocando
el consiguiente ruidoso golpe, aparte del que hacen arriba en el palo, cuando
están comiendo, que para algunos miedosos son “espantos”.
El cultivo de las flores es
escaso, se puede afirmar que sólo existen
las de las plantas que viven en las praderas de manera natural, y en los
jardines domésticos, de varias formas, aromas y colores, agregando las bellas
de amapola, ahora prohibidas, que florecían libremente en los patios de las
casas, sin que persona alguna presintiera algo siquiera de sus efectos
narcóticos nocivos. De mucha admiración son las de los cactus, exclusivos de la
región, consideradas por ello de exquisita belleza, así como las flores de las
llamadas plantas parasitas, que se dan salvajes en partes altas del municipio.
De los árboles palo de jiote y manzanote, aserrados convenientemente, se pueden
fabricar cajas livianas para el envasado y transporte de verduras y artículos
de poco peso, así como para fabricar papel, lo que pude observar en un recorrido
por la república de Colombia. Ornamentales hay muchos en calles del pueblo como
en huertos familiares, incluyendo los ficus, almendros, árbol de fuego, trueno,
acacias, palmeras y cocoteros, de los cuales, especialmente, estuvieron
ornamentadas las calles del pueblo, antes del terremoto del 76 y lucían extraordinariamente.
En los regadillos se siembra a propósito, la palma real, para la confección de sombreros de
hilama, y de manera silvestre, el tule para la fabricación de petates, el maguey para
hacer lazos y pita. Tintóreas como el brazil que también sirve para la combustión, campeche o izcanal, que reproduce
una parasita u hongo muy sabroso y sus semillas también comestibles y el llamado
palo de tinta. Se tiene conocimiento,
que antiguamente se cultivo la hierba llamada jiquilete para su exportación a granel, para
la elaboración de tinta, en forma comercial, cuyo agente recolector lo era la
hacienda El Tintero, de donde justamente proviene su nombre, y el de un potrero
llamado “jiquilete”. Medicinales como el té de limón, salviasija, rosa de Jamaica y albahaca, que se
aplican como bebidas sudoríficas, para aliviar resfriados palúdicos y la
anemia; la malva, la valeriana, el apazote, se utilizan como medicinas; el orégano,
usado como condimento, el quilete, hierba mora o macuy, verdolaga y el bledo
muy sabrosos y alimenticios, se dan en forma natural y cultivados en huertos.
En un tiempo, recuerdo, se recolectó
por comerciantes de la capital, una herbácea llamada “vuélvete loco”, parecida
al guisquilete, y la uña de gato, abundantes en los llanos, lo cual por cierto
generaron empleo para los desocupados, utilizadas posiblemente, para usos
medicinales y homeopáticos; la zábila o aloe también medicinal, es frecuente
por todas partes, de la cual, algunos inteligentes vecinos estuvieron
extrayendo su sabia, por medio de
molinos improvisados para su envío a Guatemala, se supone, para emplearla en
farmacopea. Igualmente, es común una planta en forma de macolla parecida al
maguey denominada piñuela o muta, cuyos cogollos y fruta son comestibles;
también el higuerillo o ricino y el piñón, dos plantas importantes que no se
explotan, que se cultivan solas en las praderas. Adheridas a algunos árboles,
se encuentran variedad de parasitas u orquídeas de distintos nombres dentro de
las cuales figuran los “gallitos” de bellísimas flores como las de los cactus y,
en la montaña, cuelga de los encinos, el musgo de diversos tonos, que para
Navidad se recolecta para adornar nacimientos. Algo novedoso es el pasto oveja, exclusivo del
la región, un buen forraje para al ganado, cuyos componentes orgánicos
indudablemente, además de ser un nutriente de primera, como el orégano, hace que
la carne de las reses despidan un olor y
sabor exquisitos, por lo que los vacunos de esta zona son preferidos para el
destace.
Nuestra flora se ha visto desmerecida por la propia ignorancia del
hombre, al provocar despiadadamente la tala inmoderada de sus especies, a veces
simplemente por joder, por volar machete, a tal grado de hacer desaparecer
frondosos árboles visibles de la población, que servían de de sombra o sesteo,
como los morros, amates, caulotes, tamarindos, conacastes, guayacanes, entre
estos últimos: el guayacán gacho, el de la arenera, el de la “nia” tana, el del
antiguo campo de foot ball y uno que había en el esquinero oriente de este
campo en el barrio Buenos Aires. Lo anterior, a pesar de algunas
reforestaciones que se han hecho en la población, incluida, la de los cerros
próximos al Talquezal y el sitio de Jesús, por una organización japonesa, en
época pasada, la situación sigue igual o peor.
FAUNA. En la edición anterior, refiriéndonos a recursos naturales, se
habla de abundancia, pero en la actualidad, desgraciadamente no se puede decir
los mismo, en lo relativo a la fauna en general, y en particular, de la piscícola,
casi desaparecida, debido a factores que se verán más adelante. Sin embargo en
El Jícaro y lugares cercanos, aún existen diversidad de animales de monte,
pájaros, aves y peces, por ejemplo:
En el orden de los
vertebrados y mamíferos se encuentran:
EL VENADO. Arisco
animal, que se halla en los bosques espesos y riscos, su carne es muy
apreciada, siendo muy perseguido por los cazadores.
CONEJO. Hay menos que antes, en las vegas y montes tupidos, es muy buscado
por el sabor agradable de su carne. Este roedor duerme en el día y por la noche
sale de su guarida en busca de monte, su principal alimento.
TEPEIZCUINTE. Entre los animales de monte es el más apreciado por el
rico sabor de su carne, se halla en los cerros, en escaso número.
ARDILLAS. Viven en los árboles frondosos y bosques tupidos.
ARMADILLO. Conocido con el nombre de armado, vive encuevado dentro de
la tierra, en sitios apartados y sale
únicamente a comer sus alimentos. Su carme es exquisita, se asemeja a la de
gallina y su manteca la emplean para aliviar el reumatismo.
COYOTE. Unas veces anda solo, y otras, en partida, vive en las cuevas
de las quebradas.
TACUAZIN. Es muy común en todas partes, hay de dos variedades, blanco y
negro, la carne del primero es comestible, de magnifico sabor, su manteca se
usa para aliviar ciertas enfermedades.
Existe también el tacuazin ratón, más pequeño que el anterior, éste no se come,
es un animalito astuto que persigue las aves de corral, por lo que no es bien
visto por los lugareños.
ZORRILLO. Existen en las partes planas y los cerros, su orina es
inflamable, de hedor fuerte y penetrante, se uso como medicina para la cura de
varias enfermedades, incluso, su manteca para el reumatismo.
Existen además: gatos de monte, comadrejas, onzas, mapaches, pizotes, cotuzas
y otros.
En el orden de las aves las siguientes:
AVES DE CORRAL. Gallinas, gallos,
chumpipes (pavo), gallina de guinea o coquecha, patos, etc., para el consumo
local y el pequeño comercio, con la
sorpresa, que mucho antes, una gallina se adquiría por el simple precio
de Q. O.25 y un chumpipe por solo Q. O50, y ahora, se atreven a pedir hasta Q.
50.00 y Q.300.00, por cada uno, de esos animales, respectivamente, debido a la
inflación y devaluación de nuestra moneda.
CLARINERO. Pájaro color azul negro que emigra una parte del año para
volver en primavera, época en que la hembra llamada zanate pone sus huevos, su
carne es comestible; en la época de celo y cuando levanta sus crías lo celebra
con cantos bullangueros que alegran el ambiente.
URRACA. Ave bullanguera de vistosos colores con penacho en la cabeza.
OROPÉNDOLA. Conocida también como chorcha, hace sus nidos en forma de
colgajo, existiendo la creencia de que cuando los hacen en los árboles o ramas
bajas, es presagio de fuertes vientos durante el invierno.
PIJUY. Hay dos variedades, el de montaña de bellísimos colores como el quetzal
y el común o garrapatero, de bajo vuelo, de apariencia fea pero amigo de la
ganadería, pues espulga el ganado y se come las garrapata. Una simpática
anécdota de este pajarito, nos recuerda, que una vez para un mi cumpleaños, dispusimos con Chelino Salazar, jugar una
broma a los invitados a la reunión, en una familiar cantina del pueblo,
consistente en obsequiarlos con unas boquitas de carne de pijuyes y sanates
asados, con un chirmol cargado de condimentos. Para ello, mandamos a cazar un
día antes, en los breñales del río, una buena cantidad de esos pajaritos, para
hacerlos pasar ya pelados, por palomas de castilla, por lo menos así se les
hizo creer a los majes, en cuyo grupo de invitados estaban unos maestros de la
escuela local de niños y otros amigos que llegaron de Guastatoya, algunos
melindres, llenos de babosadas para la comida, pero al notar la buena presencia
del guiso, apetecible a simple vista, de color y olor agradables que
trascendían, servido en la mesa, ni lerdos ni perezosos, con el tradicional “salucito”
del primer trago, empezaron cada quien, a
preparar sus bocadillos, con tortillas calientes dobladas, quienes a los primeros mordiscos y engullir
los trozos de carne, sintieron como algo jamás probado, ¡está calidad!, decían,
a tal punto que, al final, terminaron chupándose los dedos y hasta peleándose
por repetirse el inesperado manjar, raspando la olla, sin advertir de pronto,
que estaban degustando algo no acostumbrado en los menús culinarios
tradicionales, según la creencia popular, pero alguien de los presentes, al
notar las miradas maliciosas y risa sarcástica de Chelino, no se tragó la píldora
y descubrió nuestra picardía, de haberlos hecho consumir carne de pijuyes
garrapateros y sanates tiñosos, lo que obligo a la mayoría, haciendo de “tripas corazón”, a carcajease y a
hacer esfuerzos por querer vomitar. Y alguien chistoso dijo: ¿puchis mucha, la
próxima vez nos dan de comer bocas de sapo?”. Por supuesto que dichos animalitos, son sanos y
comestibles, para quienes estamos libres de esos prejuicios.
PALOMAS. Existen distintas clases de estas pájaros, muy apreciados por
su canto y por su carne, entre las que se conocen: Paloma de Castilla que
habita en forma doméstica; montaraces, como la torcaza, pumuya o espumuy,
tortolita, torito, paloma azul y la conocida con el nombre de güira, última
aunque no es originaria de esta región, visita en parvadas estos espacios en el
verano. Algunas de estas últimas, han sido capturadas llevando en una de sus
patas, una anillo con las siglas USA en ingles y un número de registro, que sin
duda, les son colocadas en países, lejanos para controlar su emigración. Yo
capture una en cierta oportunidad y el aro lo envié a la dirección indicada,
Pensilvania, de USA.
CHACHA. Semejante a la gallina, por su apariencia y el sabor de su carne,
es una especie de gallinácea silvestre.
PERICOS y QUENQUES, De plumaje verde y rojo, hacen sus nidos dentro de
las llamadas porras o nidos abandonados del comején, y en las cuevas de los barrancos.
Los segundos casi se parecen a los loros.
Cenzontle o chancaguera, porosocos, coronaditos, pishturíos, siete colores, gorriones o
colibríes, sharas, arroceros, torobojos, golondrinas, tijeretas, canarios de
varias clases, chiguitas, corre o tapacaminos y codornices, todavía existen
alegrando con sus trinos el entorno; la carne y huevos de ésta
última son apetecidos.
Garzas. De distintas clases. Pico de Navaja, Martín pescador, gallaretas,
tucanes y patos silvestres, viven en los bosques del Motagua y se alimentan de
peces.
Algunos de los anteriores animalitos, eran perseguidos, honda en mano,
por traviesos lugareños, para satisfacer sus necesidades de alimentación, o por
mera picardía, pero ahora con la abundancia de carne de pollo de granjas, como
bien dicen algunos vecinos, esa mala práctica ha disminuido.
RAPACES. Buitre o zopilotes, gavilán, quebranta-huesos, guzma,
clisclis, tecolote o búho, aurora o lechuza y cuervos, los hay en pequeño cantidad.
Cocodrilo del Motagua. otras especies por el estilo, últimamente
se han alejado, refugiándose aguas abajo, por lo menos hasta la altura del
municipio de Gualán, en busca de mejor hábitat, debido a la contaminación y merma
del caudal del río, los cuales antes
eran capturados o vistos asoleándose a lo largo de todo el Motagua, enfrente de nuestra población;
sabiéndose de la comilona constante que
estos consumaban de perros y
animales domésticos, que se asomaban a la orilla.
UNA AVENTURA. Sobre este tema, quiero contarles, que en ese ir y venir de la pesca, en cierta
ocasión, fuimos con varios amigos a
pescar a una laguna privada en la Nueva Concepción, Tiquisate, invitados
por el propio dueño, un señor de apellido Castañeda, con la advertencia previa
que, en la misma, habían muchos lagartos y que debíamos tener cuidado, mostrándonos con señales
evidentes, desde la orilla, que los bultitos que asomaban en la superficie del
agua, en torno de la laguna, eran cabezas de esos reptiles, que salían a
asolearse de costumbre, en el medio día, situación de la que tomamos
conocimiento los del grupo, al notar la realidad del asunto, con temor por
supuesto. Guiados por un lugareño experto en la cacería de estos animales, de
la cual precisamente vivía este individuo, pues era su trabajo, y llegado el
momento de entrar en acción, todos los presentes se retractaron de participar
en el lance, claro estaba, había un peligro de por medio, los lagartos a flor
de agua, pero como el guía dijo que no hacían nada, salvo se les ajotara,
solamente yo, me atreví a la aventura, y trasmallo al hombro, nos metimos en la
laguna, de unos 300 metros de circunferencia, con el agua al pecho, procurando
no pasar cerca de los bultos o cabezas de lagarto avistados, que por cierto
eran muchos, llegamos a la orilla, del otro lado, pusimos el trasmallo
alrededor de un camalotal o ramazones, bien extendido, como aconseja la
estrategia en ese deporte, empezamos a puyar con palos para que salieran los
peces a embolsarse en la red y sin esperarlo, de repente, el experto, gritó: ¡ahí
anda un lagarto dentro del lance!, tenga cuidado, quédese quieto, yo lo voy a
agarrar, como en efecto así fue, se acercó, se metió debajo de agua, revisó la
plomadura de la red y nuevamente dijo: ¡Ya lo tengo!, lo sacó envuelto en el
trasmallo, ayúdeme dijo, amárrele el hocico con esta tira que tengo, hágale
nudo de coche y del sobrante de la pita, átele una de las manos, para
inmovilizarlo, y habiendo cumplido sus instrucciones, sacamos el tremendo
lagarto de metro y medio de largo, que bondadosamente me lo obsequió, el cual
compartimos con mi amigo Carlos Macal, integrante del grupo, mitad del medio
para el tronco, para mí, que disfruté con mi familia, calidad de carne, mi hija
Marylena, me ayudó a destazarlo, todo una verdadera hazaña; sin embargo en otra
vez posterior, no tuvimos la misma suerte, ya que uno de nuestros compañeros,
Güicho Montenegro, fue mordido en la pierna, por uno de esos saurios, al parase
sobre él, que nos obligó a llevarlo al hospital de Tiquisate.
Las primeras llamadas así, por preferir como
refugio la cavidad del corazón seco de las pencas de los cactus columnares, en
los huecos de otros árboles y palos secos, las cuales, las de órgano,
Iguana de órgano, de cola espinosa. según
investigaciones de zoólogos extranjeros y guatemaltecos, ampliamente
difundidas, es un reptil en peligro de
extinción que solo existe en Guatemala, y un dispersor natural, como otros
animales, de la semilla que ingiere, especialmente de las tunas de los cactus,
para preservar esta especie, de cuya
fruta, entre otras, se alimenta, y habita en partes semiáridas próximas a los ríos Motagua y Grande,
en los departamentos de El Progreso, Zacapa y parte de Chiquimula y se caracteriza, a diferencia de las otras,
por tener en la cola una hilera de escamas duras intercaladas, ensanchadas y
espinosas. Es idéntica al garrobo, solo que más pequeña, y tienen la propiedad
de mudar de cola, cuando por alguna razón le es cercenada.
Existen también: polvorines, tilishtúmpes, moríshcas y bebe leche o
cutete, crestudo animalito este, que tiene la particularidad de correr en la
superficie del agua; talconetes y florecías, nombres comunes dados en la región
a ciertas lagartijas, de las que se dicen, son venenosas, pero se duda, cuyas
especies ya no son visibles en los lugares de costumbre, como antes, debido a
la caza desmedida para su exportación para mascotas o su extinción. Una gran
diferencia entre los garrobos y el resto de iguánidos, es que, el primero es
violento y ataca, mordiendo severamente
en su defensa y, las otras, son mansas y hasta se puede jugar con ellas. Últimamente
ha aparecido y abunda, una lagartija pequeña, antes desconocida, de color
blanquecino, casi transparente, que vive en los árboles y paredes de las casas, de
canto muy agradable, parecido al chasquido del llamado que
las gallinas hacen a sus polluelos, que según rumores, fue traída de otras latitudes
y esparcidos en el ámbito regional, desde aviones, por alguna institución internacional de control
de la salud, para combatir el sancudo y otros bichos, así como las enfermedades
que estos produce, pues este animalito los hace sus presas para alimentarse de
ellos y los diezma, es inofensivo para el hombre, y que algunos le llaman Gecko
y otros salamanquesa, muy parecido a la florecía y al talconete de antes.
En las rocas de los cerros, se halla, en escasa a cantidad, un reptil de muy lenta reproducción, con
apariencia de iguana o garrobo, con boca
como de sapo, de la familia de los lagartos, robusto, de cola corta, de regulas
tamaño, muy venenoso que los lugareños llaman “escorpión”, nombre que en
principio se le asignó porque se creyó que
el veneno lo inyectaba por la cola, igual al arácnido, también de ese
nombre, pero que no es más que el científicamente llamado Heloderma o Monstruo de Güila, del que hay de dos
clases:
Monstruo
de Güila también conocido
científicamente como Heloderma suspectum
Variedad de Lagarto con cuencas, también conocido
científicamente como Heloderma horridum
Uno tiene la cabeza grande redondeada, el cuerpo rechoncho, cola corta
y colores brillantes con dibujos amarillos, alcanzando 37-45 cm., y el otro, parecido al anterior, pero más oscuro, mas grande, cola larga, y puntos
de colores en lugar de manchas, dócil,
es venenoso y fácilmente se confunden con el garrobo, más el coludo, por
lo qué debe tenerse cuidado al capturarlos, mucho menos comerlos, pues algunas
gentes se han envenenado con la ingesta de sus huevos, creyendo que son de su
émulo no dañino y apetitoso, el garrobo o jiote, y cuando se le hiere profiera
gemidos como el llanto de un niño, por lo que también le dicen “niño dormido”.
De acuerdo a investigaciones recientes, de su saliva se obtiene una sustancia
que controla la diabetes tipo 2. Nuestro
municipio, al igual que otros de la región, está reconocido a nivel mundial
como hábitat de esta extraña criatura. Según cuenta mi hermano Tono, en cierta
ocasión pudo observar, que uno de esos paisano que comercian con animales para
mascotas, de la aldea Espíritu Santo, curiosamente, jugueteaba tranquilamente
en sus manos con uno de esos saurios, al
que daba de comer masa de maíz, por la boca, sin temor alguno, pero de repente al
fastidiarlo, se sabe, se enoja y ataca,
mordiendo, retorciendo su cuerpo sobre su presa, para machacar bien, hasta
cortar el miembro mordido, pudiendo causar la muerte, no por inoculación del
veneno, sino por tremenda infección. Yo asemejo a este animal, en pequeño, al
dragón de Comodo. Tengo duda de haberme comido uno de esos coludos, cuyas
manchas observe diferente a los demás, cuando lo tuve a la vista y que por
cierto me mordió fuertemente un dedo cuando lo agarre, en mi casa en Cuilapa,
derribado del caballete. Siendo esta una especie en peligro de extinción, se ha
declarado a: El Jícaro, Cabañas, Zacapa y Gualán, su hábitat natural, como área
protegida. También hay tortugas de tierra, comestibles para el que sabe de la
riqueza de las proteínas o del que tiene hambre. Algunas lagartijas tienen la
particularidad de mudar la cola, siendo así que cuando otro animal las persigue,
voluntaria o forcivoluntariamente, al menor atracón, como estrategia, dejan tirada tras de sí, parte de la misma, como
rico bocado, para distraer al enemigo y poder huir para defenderse.
SERPIENTES. Se conocen venenosas y no venenosas, entre las primeras
está la víbora cascabel, coral, tamagás, timbo o mano de piedra y el cantil y
entre las segundas, la mazacuata, -familia de las boas-, muy útil a la agricultura, la zumbadora que
utiliza su cuerpo en forma de látigo para defenderse, el bejuquillo y
morishquera que se alimenta de
lagartijas, también la víbora casera que come ratones y el tamagás de agua,
cuyo veneno no tiene antídoto. Yo perseguido por esos reptiles, dicen que es
buena surte, pues casi en todos mis recorridos por el campo y la playa del río,
aquí en el pueblo y fuera del, me he topaba con esos animales, enroscadas o en
movimiento en las cuevas y ramazones de los ríos, acosados en cierta ocasión
por un enorme tamagás de agua con mi hermano Tono cuándo pescábamos en el
Motagua y por lo mismo tuve la oportunidad de cazar varias de ellas: una
mazacuata que medía tres metros, en compañía de Mario Marín, en la vega de los
Cocos, de la que aprovechamos su carne y su piel y una enorme víbora en la
carretera, a la altura de Ananopa, que tenía catorce cascabeles, que los quería
para guardar como reliquia, y ¿qué van a creer?, en la noche, se los llevó un
gato, de lo que fueron testigos Héctor Vargas y Gonzalo Rodas. Otra vez, estaba
yo sentado en una piedra ya cayendo la tarde, cuando una enorme culebra
negruzca se dirigió hacia mí, buscándome, solo a entregarse para que la matara.
INSECTOS. Los mismos que hay en la región, dañinos la mayoría, como la
cucaracha, la mosca, el zancudo, la chinche picuda, última, cuya picadura
venenosa, causa la enfermedad de Chágas, caracterizada por el agrandamiento del
corazón, de la que muchos vecinos nuestros la han padecido, sin saberlo y a la
postre les ha provocado la muerte. Existe diversidad de arácnidos como la tarántula, casampulga, la viuda negra, la
migala o araña de caballo y un alacrán recién descubierto por el biólogo Rony
Trujillo, el Diplocentrus Motagua, que se diferencia de los demás, por ser más
pequeño y venenoso y se le encuentra a lo largo de la cuenca del Motagua, del
cual se estudia su veneno para la cura del cáncer. Y útiles como las abejas de
todas clases, cuyas picaduras, lo mismo que de las hormigas, que en definitiva,
más que dañinas, son beneficiosas para la salud, según la creencia popular, y
la ciencia últimamente, con la picadura a propósito recetada, de la abeja, en
la parte afectada, para curar la artritis, que yo mismo he experimentado, al
ser atacado por infinidad de esos bichos, cuando por ejemplo, en mi niñez,
derribaba cuanto panal de abejas avistaba para libar su miel, así como en el
castrado de colmenas silvestres para lo mismo y aprovechar la cera, cuyas
avispas me dejaban “pumpa” la cara, no se diga de las hormigas y alacranes, y
de las picaduras de estos últimos, solo me comía un pedazo de dulce panela para
contrarrestar sus nocivos efectos y de la lengua dormida y asunto arreglado.
BATRACIOS. Sapos y ranas, eran muy comunes en los ríos, en los desagües
y en general, en los lugares húmedos; animalitos inofensivos que desempeñan un
magnifico papel en materia de sanidad, devorando insectos dañinos, abundantes
en las orillas de los ríos, en donde era fácil
encontrar largos collares de sus huevecillos, que los patojos traviesos
que se bañaban recogían para enrollárselos en el pescuezo, así como nubes de
sapillos o renacuajos moviéndose agrupados dentro del agua, adornando el
entorno, a la espera de su metamorfosis, para luego saltar las crías, en busca
de la vida, cuyas especies por el estilo están ahora en vía de extinción. El
croar de las ranas, en espectacular concierto en los atardeceres y noches de
plenilunio, eran cosa común en el pueblo antes, que alegraba a los vecinos
amantes de la naturaleza, que solían salir a
la calle, a sentarse en las banquetas de sus casas, para mitigar un
tanto el calor de temporada, chachalaquear y disfrutar del ambiente natural
nocturnal.
longitud, principalmente
en el Motagua,
Bobo o Cuyamel, abundante, antes, en el Motagua.
enumerándose los siguientes: robalo, sábalo, cuyamel o bobo,
roncador, tepemechín, machaca o
macabil, lishon, mojarras,
guapotes, tilapia, ésta relativamente nueva en el Motagua, guabina, negro,
dorado, filin, quisque, guarito o bute, pepesca, anguila y madre pescado, todos
muy apreciados por su exquisita carne, pero
de primera, el tepemechín, pariente este del bobo. También hay jutes, camarones
de varias clases: langostinos, chacalines, cacaricos y carriceros, así como cangrejos
muy apetecidos. Lamentablemente, esa
riqueza solo queda en el pasado y los deseos, ahora, de comernos más de un buen
ejemplar, de los descritos, frito o en caldo. Sin embargo, aún queda algunas esperanzas
de especies diezmadas, por supuesto, situación bastante triste, pues hay mucha
gente ahora, que no tuvo la dicha de conocer siquiera la variedad de peces que
vivían antes en nuestro río, mucho menos saborearlos, suponiendo que estos se
hayan retirado aguas muy abajo próximas a la costa, en donde viven todavía. ¿O
es que no hay buenos pescadores que los atrapen, cómo antes?. No. Es evidente
la extinción paulatina de esas especies, como una que yo pescaba antes parecido
al lenguado, solo que en pequeño y una especie de robalo en miniatura llamado “ulumina”.
LA POZA MUERTA. A la altura de la aldea Los Chagüites, en un ramal del
río Motagua, alimentado por un manantial, existió “la poza muerta”, formada por
una porción de agua dejada por el río en sus crecientes de invierno, así
llamada por el estancamiento del agua, sin salida, llena de ninfas y lana,
criadero de abundantes peces, especialmente de una mojarras llamadas “palometa”
y “perechecha”, de sabor exquisito, que no he vuelto a ver, en donde también
vivían cocodrilos, avistado uno enorme de éstos, por el grupo de pescadores,
que frecuentábamos ese lugar para pescar, como de tres metros de largo, que de
viejo, tenía el cuerpo cubierto de musgo o de algo similar, y lo curioso del
caso, era que, el saurio admitía nuestra presencia, sin alterarse por suerte,
moviéndose tranquilo de un lado para otro, casi rozándose constantemente con
nosotros, dentro de la poza, en plena faena, sin causar daño, manso e inofensivo,
en cuya charca con banco de variados peces, se cogía en hora buena, pescado por
quintales, si así se deseaba.
LA USHA. Sobre lo mismo, en una
“usha” con nacimiento de agua también, que corría paralela al río, a la altura
de la vega de los cocos, hubo por años, un nutrido vivero natural de peces,
especialmente de: filines, guapotes, pepesca y butes, cubierta totalmente de
lana, en la cual para poder pescar con comodidad, era necesario limpiarla
previamente, sacando toda la maleza, por lo menos el trecho a utilizar, y así,
ya viendo el animalero, en lo limpio, libres, que no hallaban en donde esconderse, eran fácil presa de los atarrayeros.
Pero en este y otros lugares, se pescaba también, por medio de un curiosa
trampa que consistía en reducir el ancho de la usha en la parte de abajo por
medio de dos pequeños terraplenes paralelos, a punto de juntarse en su parte
inferior, a manera de embudo, colocando ahí un improvisado canal de metal de
medio metro de largo, quince centímetros de ancho, por veinte se alto, sobre
una cama de piedras, cuyas bordas se fabricaba con ramas, palos, piedra y arena,
para encausar el agua por dicho canal, por donde junto a ella debía pasar la bandada
de pececillos, que aguas abajo venían ahuyentados a propósito, por uno o varios
pescadores, chapoteando y haciendo ruido con ramas y palos, a caer directo en
un canasto grande, tapado con ramillas de chilca, por encima, para que no
pudieran saltar, situado dicho canasto, debajo del extremo final del canal en forma de
desagüe. Con ese sistema, inventado a saber por quien, se cogía buena cantidad
de peces y moluscos en un ratito.
SECA DE BRAZOS. Otra forma de pesca en anteriores tiempos, era la de secar “brazos” o pequeñas ramificaciones de los
ríos, especialmente del Motagua, para lo cual, se ponía una barrera de palos,
piedra y arena, río arriba, a efecto de desviar el paso momentáneamente del
agua, de dicho ramal, que se encausaba al río principal, casi secándolo, quedando los
peces como consecuencia, al descubierto, brincando en los charcos que quedaban,
tapando también aguas abajo, para evitar se los llevase la corriente, de tal
manera que resultara fácil ser atrapados; que conste, que era una maniobra
rápida, pues inmediatamente se liberaba el agua hacia su curso normal, para
proteger a los pececillos pequeños que no interesaban. Otra forma era la de
puyar y desarmar ramazones dentro del agua, con atarrayas tendidas a su
alrededor, especialmente cuando el río estaba turbio y al botar el tendido y
recoger la atarraya, ésta casi siempre, venía llena de buenos peces. Era una
bendición.
INFORMACION DE UN VISITANTE. Aún
cuando no tiene relación directa, con el
presente capítulo, la trascripción que sigue, pero tal vez en parte, sí, por
referirse a los recursos naturales de nuestros ríos y por haber sido el terruño
en aquel tiempo, dependiente de San Cristóbal Acasaguastlán, y dar referencias
positivas de la región; por la admiración que he sentido siempre por la madre naturaleza, incluyendo los ríos y
nuestra fauna, así como mi afición por la pesca, mi deporte favorito, e
ilustrar mejor lo escrito, es mi deseo incluir los siguientes párrafos que
escribió en su libro titulado “Nueva Relación
de Viajes por la Nueva España” el cura
Irlandés Tomás Gage, sobre sus vivencias, a su paso por estos lugares, allá por
los años 1640, que textualmente dicen: “quince leguas más allá (viniendo del
Golfo para Guatemala) hay un pueblo de
indios llamado Acasaguastlán que está situado a la orilla de un río que pasa por
uno de los más abundantes en pescado. Aunque hay muchas clases de éstos, sobre
todo hay uno llamado bobo que es redondo, muy grueso y largo como el brazo, no
teniendo más que una espina en el medio; es extremado blanco, gordo y excelente
para ser cocido, frito, asado y compuesto de cualquier manera. También se
encuentra en los riachuelos y pequeños ríos hacia Guatemala, el mejor pescado
del mundo, que los españoles dicen ser una especie de trucha llamado tepemechín
cuya manteca parece más bien de becerro
que de pescado”. “El corregidor de este pueblo de Acasaguastlán es un español
cuyo poder no se extiende más allá del Golfo. Este Gobernador ha hecho cuanto
ha podido para concluir con los negros cimarrones de la montaña, pero no ha
podido conseguirlo”. “En los alrededores de Acasaguastlán se encuentran varias
haciendas donde se crían gran número de bueyes y mulas, recogiendo al mismo
tiempo mucho cacao, achiote, y otras varias drogas de que se sirven los boticarios como la zarzaparrilla y
cañafístula, encontrándose en los jardines del pueblo gran diversidad de frutas
como no se hallan en otros sitios habitados por los indios”. “Sobre todo lo más
apreciable de Acasaguastlán en la ciudad de Guatemala, son sus excelentes melones,
algunos tan grandes como la cabeza de un hombre…Los habitantes cargan las mulas
de ellos y los mandan a vender a varios sitios”. Se refiere el transeúnte Gage
a las sandías y melones criollos, super olorosos y deliciosos, que se
cosechaban antes y que casi ya no se ven por estos lugares.
COMENTARIO. Me imagino que el viajero Gage
se refiere, bien, al pueblo que hoy es San Cristóbal Acasaguastlán, que estaba a la vera del camino, en aquel tiempo
llamado del Golfo, hoy buena parte de la
carretera al Atlántico, o al de San Agustín Acasaguastlán, que también está situado
a la orilla del río Lato, en donde residía el Corregidor. Don Mateo Morales
Urrutia, autor del libro que contiene la división política y administrativa de
la república de Guatemala, con datos históricos y de legislación, tomo I, dice
que “San Agustín de la Real Corona era la capital del partido de Acasaguastlán
y residencia de los corregidores y Cabeza de Curato”.
Sin embargo, el historiador Fuentes y
Guzmán, en su libro Recordación Florida dice “San Cristóbal Acasaguastlán es el
asiento inmemorial y cabecera antigua de sus corregidores desde el año 1551, en
que tuvieron mejor y más acertado establecimiento estos partidos, así en los
términos de sus confines para obviar la competencia que podía nacer de los
jueces…Es también cabecera de uno de los dos curatos que obtiene el clero en
este corregimiento, y el uno se compone con otros de este pueblo de San
Cristóbal Acasaguastlán”.
IDEA. Mi opinión al respecto, es que, San
Cristóbal Acasaguastlán, fue el primitivo asiento o cabecera del corregimiento,
tal lo demuestra claramente la presencia de su majestuosa iglesia colonial, estilo
barroco, en ruinas, -remozada varias veces en los últimos tiempos-, pero
después, determinado corregidor por conveniencia, con autorización de la Corona,
por supuesto, lo traslado muchos años después, a San Agustín Acasaguastlán,
posterior al viaje por estas tierras, del cura Fuentes y Guzmán, me imagino que
para evitar tener que viajar el
corregidor diariamente a lomo de mula de su residencia, a la sede capital, San
Cristóbal, cinco kilómetros de distancia a lo sumo, llevándose prácticamente el
despacho a su propia casa, a su estancia
o hacienda situadas en esa localidad, pues éstos eran los dueños y amos de lo
más granado de las tierras de la región, dejando en el olvido la riqueza
histórica de aquél primitivo poblado, porque de otra manera, no hubiera
recibido este último, el título de San Agustín de la Real Corona, conferido por
los reyes de España.
Lo anterior evidencia en consecuencia, que el
Corregimiento tuvo su cabecera en los dos lugares que constituían el área de
Acasaguastlán, primero en San Cristóbal y luego en San Agustín, pero aquel
siguió manteniendo la jerarquía católica en el territorio inicialmente asignado
a su jurisdicción, por algún tiempo después, aunque el corregidor residiera en
el segundo pueblo. Ideas tales, que me permito externar, por lo apasionante del
tema, porque ¿quién no quisiera hoy saber la realidad acerca de esos hechos?, y
porqué de alguna manera están
relacionados con la historia de estos pueblos hermanos, que es también la de El
Jícaro, por los lazos físicos y humanos que por naturaleza nos han unido íntimamente, porque de ellos provenimos como comunidad dependiente, en
grado ascendente, desde el paraje, finca, caserío, aldea, hasta alcanzar, en
hora buena, con el tiempo, el título de municipio independiente y autónomo,
gracias al esfuerzo de sus habitantes y el desarrollo logrado, pertenecientes
antaño al vasto e importante Corregimiento de Acasaguastlán; institución
regional, vale la pena recordar, desde donde se gobernaba el enorme territorio
nororiental del país, se vigilaba y protegía la soberanía de la colonia en ese
entonces, ante las constantes
incursiones de los piratas de ultramar, que asaltaban el transporte marítimo y
no solo eso, incursionaban en tierra firme, a robarse nuestras riquezas, y era
de esa autoridad, precisamente, de donde emanaban las ordenes y se apoyaba a
los funcionarios del Castillo de San Felipe, que era en esa época, por así
decirlo, la “Base Naval del Atlántico”, como lo fue después el corregimiento de Chiquimula de la
Sierra, cuando ese lugar, con el tiempo, cobró importancia política, pero
inicialmente lo fue Acasaguastlán, como punto estratégico geográfico para controlar
el océano atlántico.
OTRA OPINIÓN. Sobre el nombre de Acasaguastlán, así como suena, tengo
las dudas e impresiones siguientes:
1. Que tal designación no es la original,
sino que el verdadero nombre, se deformó por errores humanos con el tiempo, como
suele ocurrir comúnmente en estos casos, tal el apelativo real de nuestra República,
que posiblemente de un bonito y significativo nombre aborigen, “Coactemalán” o
“Guatemalan”, por ejemplo, cuya etimología se desconoce, derivó en el de Guatemala,
que dicho sea de paso, sus dos últimas sílabas (mala) le afean y le dan un
aspecto negativo por cierto, lo cual precisamente, por no tenerse el cuidado de
pronunciar correctamente los nombres, ya sea
por ligereza, por pereza y falta de cultura o por capricho de
autoridades, pero en resumen: por irresponsabilidad e imposición de la
costumbre, de los hispanohablantes. En el departamento de San Marcos, valga
otro ejemplo, por decreto, ladinizaron los nombres y apellidos de los indígenas,
se supone, por no serle cómodo a los españoles y a los criollos pronunciar las
palabras aborígenes, un tanto difíciles por cierto;
2. Que el nombre primitivo del lugar,
eventualmente fue “Guastlán” o “guaxtlán” convertido así de nombre simple, en
compuesto, por tres elementos notorios, a saber: por la preposición “A”, el
sustantivo “casa” y el nombre propio “guastlán” o “guaxtlán”, las dos primeros
vocablos “A y “casa” de origen español y la última “guastlán” o “guaxtlán”, de la etnia
criolla, que existió antiguamente en esta
región;
3. Que tal deformación con el tiempo, haya tenido
lugar así, por ejemplo: a alguien le preguntaban a dónde vas Juan y la respuesta era “A” preposición indicando dirección;
“casa”, sustantivo indicando lugar y “guastlán” o “Guaxtlán”, el nombre propio del lugar, o dicho de otra
forma: vamos a-Casa-Guastlán, y de esa manera se integró, el nombre actual de
Acasaguastlán, al unificar las tres partes de la oración mencionadas;
4. También porque Acasaguastlán, antes de
ser corregimiento, pudo haber sido una de esas “Casas” que los españoles
establecían en algunos lugares, en este caso, en el poblado o asentamiento
Guastlán o Guaxtlán, para prestar
servicios públicos o particulares, de menor categoría por supuesto, que
los corregimientos, con funciones comerciales, de aduanas y algunas otras
atribuciones menores, propias de gobiernos locales y, desde entonces, se le
llamó “Casa-Guastlán” sin la “A”;
5. O que después de haber sido trasladado
el corregimiento a Chiquimula de la Sierra, como en efecto lo fue, esa plaza se
quedó simplemente como “Casa” ubicada en Guastlán, ya sin las funciones de
corregimiento y se le nombraba: ”Casa
Guastlán” o “Casa Guaxtlán”, y al surgir la pregunta a dónde vas, Juan, se le
agregaba la A, preposición que indica lugar y se formó: A-Casa-Guastlán o
Guaxtlán” .
6. En razón así mismo, de que “Casa”,
en tiempos de la colonia, era una especie
de institución que prestaba algún servicio, (religioso, administrativo etc.),
pero en definitivo, algo representativo, tal el caso de la “Casa Guastatoya” que
antes existió, de la que hay evidencia por el famoso “Vaso de Guastatoya”, en exhibición
en un museo extranjero; la “Casa Santo Domingo”, de Antigua Guatemala,
convertida hoy en museo-hotel, “Casa de la Moneda” y “Casa Consistorial o Ayuntamiento”. Por lo que se advierte, que “Casa” tuvo su significado en la época
colonial y antes de ello, en la propia España, tal, la Casa de la Contratación
de Sevilla y que tal Institución es previo
al de corregimiento y de menor categoría;
7. Por lo anterior, deduzco que, primeramente
el lugar se llamó “Guastán”, “Guastlán” o “guaxtlán”, simplemente, nombre asignado
por los aborígenes; que con la llegada de los españoles se estableció allí una
Casa de servicio público, y luego unidos los dos nombres y antepuesta la
preposición “A”, por el fenómeno dado,
se le llamó “Acasaguastlán”, su nombre
actual, reconstruido;
8. Que Incluso, el de “Guastlán”, puede no
ser el verdadero y haber variado, con el de “vastran”, “Guaxtlán” o “Guaytan”, último por las ruinas de este
nombre, situadas allí cerquita o a la inversa, asumiendo que en esta zona existieron
los señoríos o etnias: “Vastranes”,
“Guaxtlanes” o “Guaytanes”, según historiadores; y,
9. En ese mismo orden de ideas y tomando en
cuenta los antecedentes históricos de nombres, bien pudo haberse llamado, ya en
tiempos de la colonia: “Acasavastrán”, “Acasaguaytan” o “Acasaguaxtlán”, pero
con el tiempo se cambió al de “Acasaguastlán”, por el mismo error y descuido,
pero en todo caso, la alteración tuvo efecto después de la conquista. Algo de
lo anterior lo confirman los mapas sobre América Central levantado por el
inglés John Bily en 1837, contratado por el gobierno de Nicaragua para la
posible construcción de un canal entre el pacífico y el atlántico, y el mapa oficial de Guatemala de 1826, en los
cuales, las áreas o territorios que hoy conocemos como San Agustín y San Cristóbal
Acasaguastlán, solo aparecen como “Casaguastlán”, sin la “A” antepuesta. No
obstante, la idea anterior o comentario, queda automáticamente sin efecto, en
el caso de que el nombre primitivo original del lugar haya sido:
“Acatzauastlan”, con “t y z”, con sonidos de voces primitivas originales, como
sostienen algunos historiadores, pues a simple vista, su escritura, denota
raíces de lengua aborigen, más no, Acasaguastlán, que lo es españolizado,
deformado ya. ¿No le parece lógico este rollo, estimado lector?. Pero si acaso,
mi pensamiento no coincide con el suyo, por lo menos, ya entretuve mi mente
tratando de comprender este controvertido pero
significativo nombre. Sin embargo, el Oidor de la Real Audiencia de Guatemala,
Licenciado Palacios, en su informe al monarca español de turno, de fecha 8 de
marzo de 1576, anotó que en el valle de “Hacacevastlán”, voz nahual, se hablaba
la lengua “Tlacacebastleca”, en cuyo caso, es posible que el nombre solo se
haya deformado con el paso de los años, pues fácilmente el nombre antiguo así
escrito, se asemeja al de
“Acasaguastlán”, de hoy, pero sin la “H” al principio, pero de todas
maneras el nombre está deformado.
CONTAMINACIÓN. Siguiendo con las
referencias de grandeza y admiración que hace Tomás Gage en su relato bien
definido, de su paso por esta región, de la abundancia de peces y del agro, la
realidad del río Motagua y sus especies, hoy día, sea otra, casi de extinción,
debido para mala suerte, a la funesta contaminación de sus aguas, por las
substancias químicas que empresas de toda índole que operan en la ciudad
capital y lugares adyacentes, hacen llegar a su cauce, por intermedio de ríos
menores que son sus afluentes, especialmente el de las vacas, que va cargado de
materias toxica a lo largo de su cuenca, convirtiéndolo en una potencial cloaca
de la urbe.
A lo anterior, se une el problema del embalse, de una hidroeléctrica,
a la altura de Chináutla, movida por las aguas del rio las vacas, que constantemente
abre sus compuertas hacía el Motagua, descargando gran cantidad de desechos
sólidos acumulados, convirtiéndole prácticamente en fango, contaminando
inmediatamente sus agua, provocando con ello el envenenamiento y muerte de
muchas especies, algunas ya extinguidas o a punto de serlo. Además los sistemas
de irrigación de terrenos a lo largo de su recorrido, tanto por gravedad,
como de bombas eléctricas, que han
proliferado en los últimos tiempos, utilizando en forma desmedida las aguas del
río, lo que ha mermado su caudal y los malos inviernos, que han contribuido a
mantener latente el problema, causa de la desaparición de cocodrilos y los
juguetones perros de agua, especie de nutria, que abundaban hace algún tiempo y
que el autor de este libro, junto con compañeros de pesca, recuerdo a Exequiel
Barillas, cogió más de uno de esos vivarachos ejemplares, allí cerquita, en el
remanso de los “lirios”, seguido de la corriente de los “bobos”.
INCONFORMIDAD. Pregúntese el estimado
lector: ¿Será justo que para provecho de unos cuantos ricos, dueños de
empresas, las mayorías extranjeros, culpables directos e irresponsables de la
contaminación de los ríos,- padezcamos nosotros, millones de guatemaltecos
pobres, que necesitamos de esas fuentes
límpidas y cristalinas que nos provean de abundantes peces para surtir nuestras
necesidades?, ¡Caramba!, No. Ya es hora que los organismos competentes del
Estado, pongan coto a esa ilegal e inhumana forma de actuar, creando efectivas
políticas de salubridad, ordenando a los propietarios de fábricas, la inmediata
construcción de sus plantas de tratamiento y de tal manera, al no haber
contaminación, nuestro río vuelva a ser majestuoso, con sus aguas puras y
transparentes y recuperar la crianza de peces, sus antiguos balnearios y
lugares turísticos, tal vez ya no la poza del zarco ni del remolino, por ser
parte del pasado, pero cualesquiera otras en sus amplias riberas.
LUGARES DE PESCA. Buenos puntos de pesca a
lo largo y ancho del río, eran las corrientes de los “cobanes”, llamada así por
haberse ahogado allí, varios indígenas originarios de Cobán, Alta Verapaz.
arrastrados por la corriente, cuando pretendían pasar al otro lado, con sus
cacastes a memeches, creyendo que había vado, en fila, agarrados de la mano,
como costumbre de protección y solidaridad, que venían a hacer negocios como de
costumbre por esta región; la de los “bobos”, “la del rastro”, enfrente del
pueblo” y la de “guisajo”, abajo, así como las pozas de El “remolino” y el “zarco”,
seguidas de varios remansos, regularmente hondos, en donde merodeaban manchas
de quisque, guabinas, machacas y lishones.
TRISTEZA. Se añoran esos tiempos de abundancia, jolgorio y correrías
por nuestro rio, que nos brindaba la oportunidad de comer pescado fresco, cuando se nos antojaba, y seco
forrado, para los días de la Semana Santa, cuyas pescas colectivas se
preparaban con anticipación, a fin de que llegada el momento, tener abasto
Tapexco en medio río, Tono Casasola, recogiendo pescados.
para
cumplir esa rica antigua costumbre. Y, ¿ahora qué?....es una verdadera lástima,
pues este sano deporte practicado por el vecindario,
utilizando para su realización: anzuelos, atarrayas, tapesco, canasto y hasta
cueveado, ha ido desapareciendo, pues antes, diariamente, se observaba a lo
largo del rio o en la poza del “zarco” a buena cantidad de personas cogiendo
peces en cualquiera de las formas acostumbradas, para sus apetecidas comidas y
el pequeño comercio local.
CHINCHORROS. Se hacían chinchorros que consistían en
tender varia atarrayas, quince más o menos, una entre dos pescadores, todos de
acuerdo, uno titular y el otro ayudante, extremo de la misma cada uno, formando
fila de frente, hasta cubrir el ancho del
rio y arrastrar aguas abajo las redes, a efecto de que los peces, que
regularmente huyen río arriba, se embolsan y luego de la botada, que significa
soltar las puntas y luego recogidas las atarrayas, casi segura buena cantidad de peces cogidos, de
distintas clases y tamaños.
En uno de esos lances, a mi hermano Beto,
que era mi compañero de al lado, cuando vaciaba la atarraya que sacamos repleta
de quisques, a la llegada de un tapesco
alimentado por una fuerte corriente que impedía a uno mantenerse parado, por
esa dificultad, una de las tremendas espinas aserradas de uno de esos peces, se
le incrustó profundo en una de las manos, pero no habiendo otra manera para
solucionar el problema de momento, se le destrabó de un solo jalón, ante el
dolor y sangrado que le provocó, aplicándole enseguida una buena capa de ceniza
de cigarro sobre la herida, como curación casera, aconsejada por todos los del
grupo pescador, lo cual no fue óbice para continuar el chinchorro.
Lo alegre de esas pescas colectivas, eran
los almuerzos a medio día, en la ribera del río, bajo la sombra de frondosos
jaguayes y sauzales, convertido el momento, en un alegre día decampo, pues
aunque cada quien llevaba su bastimento, era costumbre que cada uno de los
pescadores, pusiera un puñado de pescados, para hacer el sustancioso caldo para
todos, espesado con su propia gordura, especial de guabina, huevas y menudos,
condimentado con una rama de apazote, del que se da silvestre en la playa,
tomates y chiles pimientos que se pasaban jalando de los tomatales de las vegas,
en olla gigante que se llevaba, el cual era preparado por los traperos, sin
faltar alguien que para completar y calmar la gazuza, tiraba uno o varios
pescados con todo y tripas sobre las brazas para comerlos asados y si había un
aperitivo de por medio, mucho mejor
La
jalada como se dice en la jerga de la pesca, la iniciábamos a veces, a
la altura de El Paso de los Jalapas, río abajo, hasta guisajo, bajo el ardiente
sol tropical, pero con muy buenos resultados, pues casi siempre traíamos las
shucutas repletas de los mejores peces, que compartíamos en partes iguales a la
orilla del río, luego de darla la suya al trapero, lo suficiente para disfrutar.
Algunos, como Chequel Barillas y Alfredo Vargas se cobraban la parte de su
atarraya, cosa que no gustaba a muchos.
Habían buenos atarrayeros solo de chamarra,
de los Bordos, Espíritu Santo y de esta localidad, pero los famosos
chinchorreros eran los Malena y Bordeños que sacaban el pescado de lo más
profundo de las pozas y fuertes corrientes, pescadores que regularmente
fabricaban sus redes para participar en esos eventos inolvidables, pero los más
famosos, de años atrás, lo fueron Chindo Gutierrez e Higinio Moscoso. En los
ajetreos de la pesca, no hay situación más difícil para un pescador, que se
trabe el anzuelo o la atarraya en una piedra o ramazón en la profundidad de las aguas, pues es preciso hacer la de buzo para ir a destrabarla con
mucho cuidado, para evitar daños en las redes o dejarlas
sumergidas para siempre, si no se sabe nadar o se está familiarizado con esa actividad, como ha
pasado a muchos.
ANÉCDOTA. De ese quehacer se comenta algo
simpático, y es que, los desagües de la población en su desembocadura en el río
Motagua, formaban antes, no sé si ahora, un albañal o especie de laguna llamado
El Chorrito, en donde proliferaba una abundante crianza de peces bien robustos,
de varias clases, unos enormes guapotes y filines, claro, bien dados por su
alimentación, rica en proteínas, lo que animó a una familia pobre, de
pescadores de Espíritu Santo como trabajo de subsistencia diaria, a la idea,
pero de escondiditas, para ir a cogerlos fácilmente y, luego, ofrecerlos en venta sigilosa en la población, de casa en casa, con una
pisca de picardía por supuesto, a bajo costo la libra, cuya oferta
aparentemente halagüeña, por el precio, la ”calidad” y apariencia fresca y llamativa de los peces
que todavía movían las agallas rojas como acabados de atrapar, con el eslogan a
manera de propaganda, de: “pescado fresco, vitaminado, omega 3”, que gritaban a
todo pulmón, dicha oferta era siempre pan caliente, pues luego se agotaba la
existencia y aún más, la gente les hacía encargos especiales a los vendedores
para enviar a parientes fuera del municipio, sin percatarse los vecinos de su
procedencia: peces caqueros, criados y pescados en la cloaca del pueblo, hasta
que alguien de los que conocen de esos asuntos, se dio cuenta, se atrevió a dar
la voz de alarma y se armó el vergoloteo, siendo por ello, que muchos de los
incautos como la gran diabla, refunfuñando por la baboseada de que venían
siendo objeto, con muecas de asco decían “guacatelas”, escupiendo en el suelo,
dejaron por ello de comprarlos, no sin antes proferir tamaña maltratada a los
inteligentes vendedores, pero algunos inescrupulosos, no obstante, sabiendo de
lo inocuo de los peces así alimentados, con heces fecales, los siguieron
consumiendo y hasta motivados para ir a pescarlos personalmente.
LOS CHAPUZONES. Agradable de recordar, eran los puntuales chapuzones en
las pozas de “ El zarco” y la “cadena”, así llamadas, en el río Motagua, porque
la del “remolino” quedaba bastante lejos. Todas de regular profundidad, la
primera de más de cinco metros, en la cual, por la transparencia del agua, se podía
observar a simple vista, los cardúmenes
de peces de varias clases, moviendo agallas, cola y aletas en busca de alimento,
confundidas entre los bañistas en franca camaradería. Las mansas lishas y
lishones limpiadores, curiosamente mordisqueando nuestra piel, intentando
quitar a manera de limpieza gratuita, las células muertas, a cambio para ellos,
de esos deliciosos bocadillos que arrancaban de nuestros cuerpos, lo mismo que
a las lavanderas del río, hasta el fastidio. En la del zarco, merodeó por
muchos años, como cómodo escogido hábitat, un enorme sábalo que jugueteaba
coleteando a la vista y distracción de
todos los presentes, hasta que Chico el heladero, creo de apellido
Ramírez, un hábil pescador local, con buena vara, especial anzuelo y llamativo
bocado o cebo, lo atrapó; y en los
talpetates de en medio de la poza y de al lado, en la orilla, los pescadores de
anzuelo con sus varitas de chimilile, haciendo de las suyas cogiendo tremendas
“cacanas”, así llamadas las pepescas grandes, con bocado de masa de tortilla
caliente, surupes descuartizados o con larvas de panal de abejas o solo cordel
en mano, con peso de plomo adherido, para sacar filines y guabinas del fondo, y
más allá, en la cabecera de la corriente, unos cuantos pícaros pescando con cebo
de bodoques de caca seca, para agarrar machacas y venderlas en el pueblo al
mejor postor, según decían sarcásticamente,
y en ciertos lugares, no tan lejos de ese sitio, los cocodrilos identificados
con los bañistas, asoleándose sin recelo
en la playa, en el medio día, los que al ser molestados por gente traviesa,
solo daban la vuelta para introducirse de nuevo en el río.
En estos balnearios naturales, nos reuníamos la muchachada después del
medio día, para disfrutar de sus
frescas aguas y nadar hasta más
no poder, en el verano caluroso, así como apostar quien de los participantes
permanecía más tiempo bajo de aguas, sin respirar, en las que no faltaban la buenas amigas nadadoras del sexo
débil, chingando metidas hasta las
narices entre los hombres, con todo respeto por supuesto, porque hay de aquel que
se atreviera a tocarlas, que de pronto recibía su merecido; momentos agradables
e imborrables, que aprovechábamos también para practicar cualquier clase de
emotivos juegos acuáticos: los famosos clavados, usando como trampolín lo más
alto de los barrancos y la copas de los árboles, sauces y capulines que allí
existían, paradillas, la shuca, encontrar el huevo, que consistía en tirar una
piedra blanca en lo más profundo de la poza, para que alguien la buscara con
los ojos abiertos y la sacara, etc., incluido el palo encebado a medio río en
tiempo de feria; de suerte que algunos
traviesos, como actividad extra, aprovechábamos para sacar tremendos filines y
mojarras, cangrejos y camarones de debajo
de las piedras o talpetates, para saciar nuestro apetito voraz, de regreso a
casa, tostados por el sol.
DÍAS DE CAMPO. Muy alegres eran también, los
días de campo familiares que se realizaban en sus riberas, bajo la tupida selva
de frondosos sauzales y bellas arboledas de chilca y sombríos jaguayes, para degustar el
caldo del pescado que se cogía o de
gallina criolla que se llevaba, sin faltar las sabrosas hamacas, los aperitivos
y de repente, la guitarra de Carlos Carcache y sus canciones, acompañando, en
medio del jolgorio que animaba el momento campestre y las alegres noches de
tapesco en grupo que se hacían para disfrutar el pescado que en los mismos se
atrapaba, complementado con las pescas nocturnas con las atarrayas, para
ajustar el caldo.
Se recuerdan también las apuestas de algunos
atrevidos, de cruzar el río cuando más crecido estaba en invierno, simplemente
por el deseo de competir, siendo campeones para ello, Luis Chacón, César Rodas,
René Noguera, Alfredo Ortega y otros. Una costumbre admirada por el peligro que
representaba, era la de halar con fuertes garabatos hacia la orilla, los
maderos para usos domésticos, que traían las
crecidas aguas del río en invierno, a lo largo y a su paso por la
población, pero especialmente en el recodo que se formaba en la poza del
“zarco”, dándose casos de algunos inexpertos, que en vez de halar, eran halados
por los pesados trozos, hacia la turbulencia de las aguas, pero como sabían
nadar, como que si nada hubiera pasado, salían
aguas abajo, sanos y salvos, con más ganas
de continuar la tarea de sacar leña, que conste que casi toda la gente
de la vera del Motagua sabe nadar y están identificados con los peligros del
río, desde muy niños. Pasados los aluviones invernales, el río queda casi siempre, tapizado de enormes árboles
muertos, trabados entre las rocas, en el centro y en ambas orillas, cuyas
ramazones sirven de refugio de peces y culebras, pero a la vez, son
aprovechados por los vecinos, para utilizarlos como leña.
ESCASES DE ESPECIES. De todas maneras, es preciso reconocer, que la precaria existencia de
nuestra fauna, se debe a la cultura de exterminio que hoy día corroe a la
humanidad, de matar por matar o la caza
despiadada con destino al comercio
ilícito, pues sabido es, que muchas especies de pájaros e iguánidos son
capturados y llevados al extranjeros para venderlos como mascotas, sin
cultivarlas y aplicar vedas para fomentar su crianza, a excepción de unos pocos
ciudadanos que han puesto su interés por la preservación de la especie y del
medio ambiente, teniendo también parte de culpa la contaminación por las fumigaciones
sin control de insecticidas en los cultivos agrícolas que envenenan los
alimentos de esos animales. Idéntica situación ha ocurrido con nuestra flora,
pues la mano del hombre con su ignorancia
la ha depredado.
He gozado mucho todos los datos. Me hicieron recordar todo lo bello que tiene Guatemala. Me he recordado de mis padres y lo fuera de serie que eran. Mi padre aventuraba con comidas poco usales como tepezcuintle, tortuga, iguana, tacuazín - que pot cierto es delicioso. Comimos huevos de parlama, de iguana, ostra frescas, palmito el cual mi padre asaba. Muchas de estas comidas las compraba en el mercado de La Placita. Viajamos a muchos lugares en Guatemala, en El Salvador y México.
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