lunes, 19 de marzo de 2012

Capitulo IV Minerales, flora, fauna y algunos comentarios


CAPITULO IV
MINERALES, FLORA, FAUNA Y ALGUNOS COMENTARIOS 

MINERALES. Entre éstos se encuentra la cal,  utilizadas por centurias para la construcción de casas, cuyo uso últimamente se ha reducido debido a la preferencia por la hidratada; azufre, hierro, asbesto, talco, yeso, arena blanca, amarilla, de río, grava, buen barro para hacer teja y adobes y otros minerales no conocidos abundan en minas no explotadas, incluso, se llego a afirmar por expertos gringos que vinieron a observar la tragedia del terremoto del 76,  acerca de la existencia de uranio en las inmediaciones de la aldea Agua Caliente. Algunas de esas minas ya han sido exploradas, pero no han encontrado resultados positivos para su explotación, a Dios gracias, porque los empresarios de estos negocios solo vienen a afectar nuestros recursos naturales, a dar atole con el dedo con las llamadas “regalías”, a contaminar el medio ambiente, prácticamente a llevarse las  riquezas del subsuelo, sin mayores o cero beneficio para el  país  o el municipio, algunos de cuyos yacimientos, especialmente de cromo, se encuentran  en un  terreno propiedad de los herederos de  Reyes Mazariegos, vecinos de San Pedro Pinula, pero dentro de nuestra jurisdicción, de los cuales se han analizado muestras positivas, mismas que precisamente me motivaron a escribir este tema.
FLORA.  Es variable, nace en su mayor parte, en forma silvestre, raras veces se cultiva, y  mucho menos se reforesta, de origen tropical seco, muchas  de naturaleza espinosas, a la defensiva del medio que la rodea, pero algunas plantas no se escapan de las cabras ni los bovinos, que no obstante  el obstáculo de las púas, las engullen sin aparente dificultad, como alimento de primera, con voracidad. Aquí, todavía por los años 60 del siglo anterior, existían abundantes y diversas clases de árboles y plantas de magnífica calidad, para sus distintos usos, de maderas finas y resistentes, leñosos y  herbáceas, ahora, desafortunadamente para desgracia de los habitantes,  con mucha escasez, debido al abuso incontrolado de la mano del hombre, casi todas son silvestres, pues solo se cultivan los frutales, verduras y algunas ornamentales, pero no obstante, aún se pueden identificar los siguientes: Aripín, roble, cedro, encino,  moral, nogal, lagarto, chichipate, álamo, matilisgüate, zapotón, conacaste, guachipilín y otros, algunas de las cuales, maderables, son susceptibles de llevar al aserradero, para diferentes usos y otras rústicas de las que se fabrican horcones, tablas, reglones y parales, labrados en forma empírica para la hechura de casas humildes. Hay árboles de morro o jícaro, de cuya pulpa, ya seca, se obtiene una sustancia negruzca olorosa que cocida sirve como jarabe para la tos, la confitería y de su semilla saraza molida endulzada, un magnífico refresco, pero su uso especial antiguo en el pueblo, era de utensilio, los famosos guacales, para sacar la crema de la leche y beber agua.
GUAYACÁN. Merece especial mención este extraordinario arbolitos, del que existen dos clases, cuya madera fina y súper resistente, en una oportunidad en la década de los años 50 del siglo anterior, fue talada y explotada inmoderadamente para su exportación al extranjero, al parecer, para la 


Frondoso y viejo árbol de Guayacán.                             fabricación de barcos, previa preparación en aserradero local de la época, propiedad de Basilio Monzón, que         dicho sea de paso dejó familia en el pueblo, que estuvo instalado bajo el tamarindo                                del sitio que hoy es de Meregildo Ramírez, siendo de lamentar que bosques enteros de esa especie que por su propia naturaleza tarda muchos años en crecer y engrosar, diseminados a lo largo y ancho del municipio, hayan  sido  convertidos en trozas  y casi aniquilados, vendidos por los dueños de terrenos a precios irrisorios, entre Q. 1.00 y Q.5.00 la unidad, por no decir casi regalados, sin beneficio alguno para el pueblo, de cuya lamentable situación pasó desapercibida la autoridad municipal, al no ejercer el estricto control que legalmente le correspondía, incumpliendo con su deber.
 Se recuerda con  tristeza, que hace algunos años, casi toda el área del municipio, estaba repleta de estos añosos arbolitos, cuyas flores caídas, forman un elegante espeso manto natural, color violeta sobre el suelo circundante, en primavera, semejante a cual delicadas alfombras de Semana Santa, tendida al paso de la procesión del Santo Entierro y, en el bosque plantado, este arbolito llamado el rey de los árboles, exhibe impertérrito la fortaleza de su estirpe, en armonía con el cálido ambiente tropical que les da la vida, mismo que en sentido figurado, se extiende a sus intrépidos moradores jicareños de temperamento fuerte como el Guayacán, en los momentos álgidos de la vida. Actualmente hay de esos maderos, pero en poca cantidad, de los cuales en otras latitudes se extrae un aceite para  usos industriales, así como medicinales de suma importancia, como el “guayacol”, qué sirve, entre otros usos, para detectar el  cáncer del colon o de algo así por el estilo. En síntesis, es un arbolito raro y útil, que en lugar de su irresponsable exterminio, merece  cuidarlo como cosa propia, para preservar su existencia a través de los años, para beneficio de nuestro eco sistema, de por sí bastante deteriorado y, si preciso, implementar su siembra como en otros países, y rendirle culto como en hora buena lo hace la Municipalidad de Huité, Zacapa, que exhibe uno de estos centenarios ejemplares plantado en la plaza pública local, con los cuidados necesarios y hasta un redondel  de protección ornamentado que sirve de sentadero público.
LEÑOSOS. Para la combustión: el  yaje, orotogüaje, zarza, subín, brazil, barreto, chaparro, quebracho, madre flecha, frutillo, llamado también carupin, de fruta muy deliciosa  y el madre cacao de flores  hermosas comestibles, plumajío, sauce, jaguay y palo de pito, cuya flor comestible es deliciosa, de efectos somníferos. En las partes altas se encuentra el copal de santo, arbusto resinoso cuya sabia coagulada o granulada  se emplea en la fabricación  de barnices y para ahumar altares, el cual en tiempos pasados era recolectado por individuos locales y de otros puntos del país para comércialos para distintos usos, incluso, a ritos religiosos. Algunos árboles bellos como el huele de noche, palo overo, uruguay o mamón, tempisque y jocote jobo, existen dispersos, visibles por su frondosidad y sombra, como los vetustos conacaste de los Venegas, ceiba de Buenos Aires y algunos tamarindos, entre otros, que si hablaran nos dirían tantas cosas de nuestra historia.
CACTUS. Esta es tierra especial para la existencia, en forma silvestre, de estas raras especies, también en camino de desaparecer,  eran abundantes,  de varias clases y formas, dentro de los que destacan: el tuno común o sahuaro, productor de una sabrosa fruta llamada tuna, de pulpa roja, blanca o amarillenta, bastante codiciada por los habitantes, así como por los pájaros que las picotean antes que el sujeto humano llegue por ellas, lo que las hace más sabrosas, y la sabia de su tallo o penca, utilizada antiguamente para refinar y fijar lechadas de cal para pintar casas, así como el tuno viejo, así llamado por la pelusa blanca simulando canas en su copa, nos da su madera conocida como órgano, usada antes para la construcción de chozas de bajareque y para cercar potreros; lengua de vaca, cola de gato, arpón, pitahaya, nopal, dos últimas de tunas deliciosa, casi desaparecidos, por no existir vocación de cultivo, como antes, y uno redondo llamado “chilito” que da una frutilla en forma de chile, y tantos más, con flores muy bellas, cuyas frutas constituyen alimento de los pajaritos, cuyas semillas transportan en su tracto digestivo desde lugares remotos, las cuales botan en el suelo cuando defecan, para sembrar por dispersión, la especie. Algunas de esas cactáceas son típico adorno en jardinería y salas de oficina, lejos de su lugar de origen, de donde son recolectadas como especies exóticas, para su venta a buen precio en el mercado.
 Se encuentran en estado salvaje también: el famoso chichicaste, que aunque cruel por las laceraciones que produce al hacer contacto al menor roce con la piel humana, y por lo mismo, hace quejarse al más valiente, tiene su lado bondadoso, pues su tallo pelado es comestible, de sabor agradable y surte la necesidad de la sed en determinado momento, lo mismo que los malacates y chununos, buscados por los patojos para calmar su apetito voraz en el campo. Son prolijos igualmente, el manzanote, cuya fruta es buen abasto para los vacunos y cabros, el subín, buen pasto para los cabros, el murrul, cuya borra sirve para hacer almohadas y su raíz comestible, en caso de hambruna, como ya ocurrió en el pueblo hace más de una centuria; duruche, de cuya corteza y hojas machacadas se obtiene una sustancia venenosa, que utilizaban irresponsablemente nuestros antepasados, como barbasco para cazar peces; palo jiote, carcomo, caulote, tamarindo, último de cuya baya se hacen frescos y tizanas, izote de flores y hongos adheridos comestibles; upayes  (uva de los pobres), y ceibas (nuestro Árbol Nacional), sauce, jaguay, chilca, capulín, de frutilla agradable, incluidos muchas otras de distintas clases que constituyen la espesura de nuestra  zona boscosa y de maleza.
  El árbol de amate, bastante abundante en tiempos pasados, fue cobijo de caminantes que pasaban por este pueblo, para librarse del ardiente sol, y punto de tertulias populares por su hermosa sombra y frescura, ahora de poca existencia, pues se le atribuye por alguno supersticiosos,  poderes  maléficos y de mal augurio, por lo  que no son bien vistos, pero la realidad de esto es que, dichos árboles son frecuentados por pájaros invisibles nocturnos: lechuzas y murciélagos, que se alimentan precisamente de su fruta, una especie de higo, que se les escapa del pico o de las garras, y cae al suelo, provocando el consiguiente ruidoso golpe, aparte del que hacen arriba en el palo, cuando están comiendo, que para algunos miedosos son “espantos”. 
 El cultivo de las flores es escaso, se puede afirmar que sólo existen  las de las plantas que viven en las praderas de manera natural, y en los jardines domésticos, de varias formas, aromas y colores, agregando las bellas de amapola, ahora prohibidas, que florecían libremente en los patios de las casas, sin que persona alguna presintiera algo siquiera de sus efectos narcóticos nocivos. De mucha admiración son las de los cactus, exclusivos de la región, consideradas por ello de exquisita belleza, así como las flores de las llamadas plantas parasitas, que se dan salvajes en partes altas del municipio. De los árboles palo de jiote y manzanote, aserrados convenientemente, se pueden fabricar cajas livianas para el envasado y transporte de verduras y artículos de poco peso, así como para fabricar papel, lo que pude observar en un recorrido por la república de Colombia. Ornamentales hay muchos en calles del pueblo como en huertos familiares, incluyendo los ficus, almendros, árbol de fuego, trueno, acacias, palmeras y cocoteros, de los cuales, especialmente, estuvieron ornamentadas las calles del pueblo, antes del terremoto del 76 y lucían extraordinariamente.
En los regadillos se siembra a propósito, la  palma real, para la confección de sombreros de hilama, y de manera silvestre, el tule  para la fabricación de petates, el maguey para hacer lazos y pita. Tintóreas como el brazil que también sirve para  la combustión, campeche o izcanal, que reproduce una parasita u hongo muy sabroso y sus semillas también comestibles y el llamado palo de  tinta. Se tiene conocimiento, que antiguamente se cultivo la hierba llamada  jiquilete para su exportación a granel, para la elaboración de tinta, en forma comercial, cuyo agente recolector lo era la hacienda El Tintero, de donde justamente proviene su nombre, y el de un potrero llamado “jiquilete”. Medicinales como el té de limón,  salviasija, rosa de Jamaica y albahaca, que se aplican como bebidas sudoríficas, para aliviar resfriados palúdicos y la anemia; la malva, la valeriana, el apazote, se utilizan como medicinas; el orégano, usado como condimento, el quilete, hierba mora o macuy, verdolaga y el bledo muy sabrosos y alimenticios, se dan en forma natural y cultivados en huertos.
 En un tiempo, recuerdo, se recolectó por comerciantes de la capital, una herbácea llamada “vuélvete loco”, parecida al guisquilete, y la uña de gato, abundantes en los llanos, lo cual por cierto generaron empleo para los desocupados, utilizadas posiblemente, para usos medicinales y homeopáticos; la zábila o aloe también medicinal, es frecuente por todas partes, de la cual, algunos inteligentes vecinos estuvieron extrayendo su sabia,  por medio de molinos improvisados para su envío a Guatemala, se supone, para emplearla en farmacopea. Igualmente, es común una planta en forma de macolla parecida al maguey denominada piñuela o muta, cuyos cogollos y fruta son comestibles; también el higuerillo o ricino y el piñón, dos plantas importantes que no se explotan, que se cultivan solas en las praderas. Adheridas a algunos árboles, se encuentran variedad de parasitas u orquídeas de distintos nombres dentro de las cuales figuran los “gallitos” de bellísimas flores como las de los cactus y, en la montaña, cuelga de los encinos, el musgo de diversos tonos, que para Navidad se recolecta para adornar nacimientos.  Algo novedoso es el pasto oveja, exclusivo del la región, un buen forraje para al ganado, cuyos componentes orgánicos indudablemente, además de ser un nutriente de primera, como el orégano, hace que la carne de las reses despidan un  olor y sabor exquisitos, por lo que los vacunos de esta zona son preferidos para el destace.
Nuestra flora se ha visto desmerecida por la propia ignorancia del hombre, al provocar despiadadamente la tala inmoderada de sus especies, a veces simplemente por joder, por volar machete, a tal grado de hacer desaparecer frondosos árboles visibles de la población, que servían de de sombra o sesteo, como los morros, amates, caulotes, tamarindos, conacastes, guayacanes, entre estos últimos: el guayacán gacho, el de la arenera, el de la “nia” tana, el del antiguo campo de foot ball y uno que había en el esquinero oriente de este campo en el barrio Buenos Aires. Lo anterior, a pesar de algunas reforestaciones que se han hecho en la población, incluida, la de los cerros próximos al Talquezal y el sitio de Jesús, por una organización japonesa, en época pasada, la situación sigue igual o peor.

FAUNA. En la edición anterior, refiriéndonos a recursos naturales, se habla de abundancia, pero en la actualidad, desgraciadamente no se puede decir los mismo, en lo relativo a la fauna en general, y en particular, de la piscícola, casi desaparecida, debido a factores que se verán más adelante. Sin embargo en El Jícaro y lugares cercanos, aún existen diversidad de animales de monte, pájaros, aves y peces, por ejemplo:
En el orden de los vertebrados y mamíferos se encuentran:
EL VENADO. Arisco animal, que se halla en los bosques espesos y riscos, su carne es muy apreciada, siendo muy perseguido por los cazadores.
CONEJO. Hay menos que antes, en las vegas y montes tupidos, es muy buscado por el sabor agradable de su carne. Este roedor duerme en el día y por la noche sale de su guarida en busca de monte, su principal alimento.
TEPEIZCUINTE. Entre los animales de monte es el más apreciado por el rico sabor de su carne, se halla en los cerros, en escaso número.
ARDILLAS. Viven en los árboles frondosos y bosques tupidos.
ARMADILLO. Conocido con el nombre de armado, vive encuevado dentro de la tierra, en sitios  apartados y sale únicamente a comer sus alimentos. Su carme es exquisita, se asemeja a la de gallina y su manteca la emplean para aliviar el reumatismo.
COYOTE. Unas veces anda solo, y otras, en partida, vive en las cuevas de las quebradas.
TACUAZIN. Es muy común en todas partes, hay de dos variedades, blanco y negro, la carne del primero es comestible, de magnifico sabor, su manteca se usa para aliviar  ciertas enfermedades. Existe también el tacuazin ratón, más pequeño que el anterior, éste no se come, es un animalito astuto que persigue las aves de corral, por lo que no es bien visto por los lugareños.
ZORRILLO. Existen en las partes planas y los cerros, su orina es inflamable, de hedor fuerte y penetrante, se uso como medicina para la cura de varias enfermedades, incluso, su manteca para el reumatismo.
Existen además: gatos de monte, comadrejas, onzas, mapaches, pizotes, cotuzas y otros.  
En el orden de las aves las siguientes:
AVES DE CORRAL.  Gallinas, gallos, chumpipes (pavo), gallina de guinea o coquecha, patos, etc., para el consumo local y el pequeño comercio, con la  sorpresa, que mucho antes, una gallina se adquiría por el simple precio de Q. O.25 y un chumpipe por solo Q. O50, y ahora, se atreven a pedir hasta Q. 50.00 y Q.300.00, por cada uno, de esos animales, respectivamente, debido a la inflación y devaluación de nuestra moneda.
CLARINERO. Pájaro color azul negro que emigra una parte del año para volver en primavera, época en que la hembra llamada zanate pone sus huevos, su carne es comestible; en la época de celo y cuando levanta sus crías lo celebra con cantos bullangueros que alegran el ambiente.
URRACA. Ave bullanguera de vistosos colores con penacho en la cabeza.
OROPÉNDOLA. Conocida también como chorcha, hace sus nidos en forma de colgajo, existiendo la creencia de que cuando los hacen en los árboles o ramas bajas, es presagio de fuertes vientos durante el invierno.
PIJUY. Hay dos variedades, el de montaña de bellísimos colores como el quetzal y el común o garrapatero, de bajo vuelo, de apariencia fea pero amigo de la ganadería, pues espulga el ganado y se come las garrapata. Una simpática anécdota de este pajarito, nos recuerda, que una vez para un mi cumpleaños,  dispusimos con Chelino Salazar, jugar una broma a los invitados a la reunión, en una familiar cantina del pueblo, consistente en obsequiarlos con unas boquitas de carne de pijuyes y sanates asados, con un chirmol cargado de condimentos. Para ello, mandamos a cazar un día antes, en los breñales del río, una buena cantidad de esos pajaritos, para hacerlos pasar ya pelados, por palomas de castilla, por lo menos así se les hizo creer a los majes, en cuyo grupo de invitados estaban unos maestros de la escuela local de niños y otros amigos que llegaron de Guastatoya, algunos melindres, llenos de babosadas para la comida, pero al notar la buena presencia del guiso, apetecible a simple vista, de color y olor agradables que trascendían, servido en la mesa, ni lerdos ni perezosos, con el tradicional “salucito” del primer trago, empezaron  cada quien, a preparar sus bocadillos, con tortillas calientes dobladas,  quienes a los primeros mordiscos y engullir los trozos de carne, sintieron como algo jamás probado, ¡está calidad!, decían, a tal punto que, al final, terminaron chupándose los dedos y hasta peleándose por repetirse el inesperado manjar, raspando la olla, sin advertir de pronto, que estaban degustando algo no acostumbrado en los menús culinarios tradicionales, según la creencia popular, pero alguien de los presentes, al notar las miradas maliciosas y risa sarcástica de Chelino, no se tragó la píldora y descubrió nuestra picardía, de haberlos hecho consumir carne de pijuyes garrapateros y sanates tiñosos, lo que obligo a la mayoría,  haciendo de “tripas corazón”, a carcajease y a hacer esfuerzos por querer vomitar. Y alguien chistoso dijo: ¿puchis mucha, la próxima vez nos dan de comer bocas de sapo?”. Por supuesto  que dichos animalitos, son sanos y comestibles, para quienes estamos libres de esos prejuicios.
PALOMAS. Existen distintas clases de estas pájaros, muy apreciados por su canto y por su carne, entre las que se conocen: Paloma de Castilla que habita en forma doméstica; montaraces, como la torcaza, pumuya o espumuy, tortolita, torito, paloma azul y la conocida con el nombre de güira, última aunque no es originaria de esta región, visita en parvadas estos espacios en el verano. Algunas de estas últimas, han sido capturadas llevando en una de sus patas, una anillo con las siglas USA en ingles y un número de registro, que sin duda, les son colocadas en países, lejanos para controlar su emigración. Yo capture una en cierta oportunidad y el aro lo envié a la dirección indicada, Pensilvania, de USA.
CHACHA. Semejante a la gallina, por su apariencia y el sabor de su carne, es una especie de gallinácea silvestre.
PERICOS y QUENQUES, De plumaje verde y rojo, hacen sus nidos dentro de las llamadas porras o nidos abandonados del comején, y en las cuevas de los barrancos. Los segundos casi se parecen a los loros.
Cenzontle o chancaguera, porosocos, coronaditos, pishturíos, siete colores,                                               gorriones o colibríes, sharas, arroceros, torobojos, golondrinas, tijeretas, canarios de varias clases, chiguitas, corre o tapacaminos y codornices, todavía existen alegrando con sus trinos el entorno;  la carne y huevos de ésta última son apetecidos.
Garzas. De distintas clases. Pico de Navaja, Martín pescador, gallaretas, tucanes y patos silvestres, viven en los bosques del Motagua y se alimentan de peces.
Algunos de los anteriores animalitos, eran perseguidos, honda en mano, por traviesos lugareños, para satisfacer sus necesidades de alimentación, o por mera picardía, pero ahora con la abundancia de carne de pollo de granjas, como bien dicen algunos vecinos, esa mala práctica ha disminuido.
RAPACES. Buitre o zopilotes, gavilán, quebranta-huesos, guzma, clisclis, tecolote o búho, aurora o lechuza y cuervos, los hay en pequeño cantidad.
REPTILES. En la edición anterior se dice, “que en el río Motagua vive cierta clase de cocodrilo que alcanza hasta tres metros de largo, de los que se han enviado ejemplares al parque zoológico La Aurora”, información cien por ciento verídica, qué ratifico, pero aclarando, que estos reptiles y 
Cocodrilo del Motagua.                                          otras especies por el estilo, últimamente se han alejado, refugiándose aguas abajo, por lo menos hasta la altura del municipio de Gualán, en busca de mejor hábitat, debido a la contaminación y merma del caudal del  río, los cuales antes eran capturados o vistos asoleándose a lo largo de todo el  Motagua, enfrente de nuestra población; sabiéndose  de la comilona constante que estos  consumaban de perros y animales domésticos, que se asomaban a la orilla.
UNA AVENTURA. Sobre este tema, quiero contarles, que  en ese ir y venir de la pesca, en cierta ocasión, fuimos con varios amigos a  pescar a una laguna privada en la Nueva Concepción, Tiquisate, invitados por el propio dueño, un señor de apellido Castañeda, con la advertencia previa que, en la misma, habían muchos lagartos y que debíamos  tener cuidado, mostrándonos con señales evidentes, desde la orilla, que los bultitos que asomaban en la superficie del agua, en torno de la laguna, eran cabezas de esos reptiles, que salían a asolearse de costumbre, en el medio día, situación de la que tomamos conocimiento los del grupo, al notar la realidad del asunto, con temor por supuesto. Guiados por un lugareño experto en la cacería de estos animales, de la cual precisamente vivía este individuo, pues era su trabajo, y llegado el momento de entrar en acción, todos los presentes se retractaron de participar en el lance, claro estaba, había un peligro de por medio, los lagartos a flor de agua, pero como el guía dijo que no hacían nada, salvo se les ajotara, solamente yo, me atreví a la aventura, y trasmallo al hombro, nos metimos en la laguna, de unos 300 metros de circunferencia, con el agua al pecho, procurando no pasar cerca de los bultos o cabezas de lagarto avistados, que por cierto eran muchos, llegamos a la orilla, del otro lado, pusimos el trasmallo alrededor de un camalotal o ramazones, bien extendido, como aconseja la estrategia en ese deporte, empezamos a puyar con palos para que salieran los peces a embolsarse en la red y sin esperarlo, de repente, el experto, gritó: ¡ahí anda un lagarto dentro del lance!, tenga cuidado, quédese quieto, yo lo voy a agarrar, como en efecto así fue, se acercó, se metió debajo de agua, revisó la plomadura de la red y nuevamente dijo: ¡Ya lo tengo!, lo sacó envuelto en el trasmallo, ayúdeme dijo, amárrele el hocico con esta tira que tengo, hágale nudo de coche y del sobrante de la pita, átele una de las manos, para inmovilizarlo, y habiendo cumplido sus instrucciones, sacamos el tremendo lagarto de metro y medio de largo, que bondadosamente me lo obsequió, el cual compartimos con mi amigo Carlos Macal, integrante del grupo, mitad del medio para el tronco, para mí, que disfruté con mi familia, calidad de carne, mi hija Marylena, me ayudó a destazarlo, todo una verdadera hazaña; sin embargo en otra vez posterior, no tuvimos la misma suerte, ya que uno de nuestros compañeros, Güicho Montenegro, fue mordido en la pierna, por uno de esos saurios, al parase sobre él, que nos obligó a llevarlo al hospital de Tiquisate.
  IGUANAS. De varias clases: sheras o de órgano, así llamadas, abundaban y aún las hay escasas, en las cercas de los terrenos y los tunales;  garrobos o jiotes o  gueishpos, como algunos les dicen comúnmente, que habitan en las cuevas de los barrancos y entre las rocas, y verdes o de agua y doradillas en los bosques de los ríos,  apreciadas por su carne y sus huevos deliciosos, fáciles de cazar para el sustento familiar.
 Las primeras llamadas así, por preferir como refugio la cavidad del corazón seco de las pencas de los cactus columnares, en los huecos de otros árboles y palos secos, las cuales, las de órgano,  
Iguana de órgano, de cola espinosa.                    según investigaciones de zoólogos extranjeros y guatemaltecos,  ampliamente difundidas, es un  reptil en peligro de extinción que solo existe en Guatemala, y un dispersor natural, como otros animales, de la semilla que ingiere, especialmente de las tunas de los cactus, para preservar esta especie, de  cuya fruta, entre otras, se alimenta, y habita  en partes semiáridas próximas a los ríos Motagua y Grande, en los departamentos de El Progreso, Zacapa y parte de Chiquimula y se caracteriza, a diferencia de las otras, por tener en la cola una hilera de escamas duras intercaladas, ensanchadas y espinosas. Es idéntica al garrobo, solo que más pequeña, y tienen la propiedad de mudar de cola, cuando por alguna razón le es cercenada.
Existen también: polvorines, tilishtúmpes, moríshcas y bebe leche o cutete, crestudo animalito este, que tiene la particularidad de correr en la superficie del agua; talconetes y florecías, nombres comunes dados en la región a ciertas lagartijas, de las que se dicen, son venenosas, pero se duda, cuyas especies ya no son visibles en los lugares de costumbre, como antes, debido a la caza desmedida para su exportación para mascotas o su extinción. Una gran diferencia entre los garrobos y el resto de iguánidos, es que, el primero es violento y ataca,  mordiendo severamente en su defensa y, las otras, son mansas y hasta se puede jugar con ellas. Últimamente ha aparecido y abunda, una lagartija pequeña, antes desconocida, de color  blanquecino, casi transparente, que vive en los árboles y paredes de las casas, de canto muy agradable, parecido  al chasquido del llamado que las gallinas hacen a sus polluelos, que según rumores, fue traída de otras latitudes y esparcidos en el ámbito regional, desde aviones, por  alguna institución internacional de control de la salud, para combatir el sancudo y otros bichos, así como las enfermedades que estos produce, pues este animalito los hace sus presas para alimentarse de ellos y los diezma, es inofensivo para el hombre, y que algunos le llaman Gecko y otros salamanquesa, muy parecido a la florecía y al talconete de antes.
En las rocas de los cerros, se halla,  en escasa a cantidad,  un reptil de muy lenta reproducción, con apariencia  de iguana o garrobo, con boca como de sapo, de la familia de los lagartos, robusto, de cola corta, de regulas tamaño, muy venenoso que los lugareños llaman “escorpión”, nombre que en principio se le asignó porque se creyó que  el veneno lo inyectaba por la cola, igual al arácnido, también de ese nombre, pero que no es más que el científicamente llamado Heloderma  o Monstruo de Güila, del que hay de dos clases:
 Monstruo de Güila también conocido    
científicamente como Heloderma suspectum             
                                                                        
Variedad de Lagarto con cuencas, también conocido 
científicamente como Heloderma horridum

Uno tiene la cabeza grande redondeada, el cuerpo rechoncho, cola corta y colores brillantes con dibujos amarillos, alcanzando 37-45 cm., y el otro,  parecido al anterior, pero  más oscuro, mas grande, cola larga, y puntos de colores en lugar de manchas, dócil,  es venenoso y fácilmente se confunden con el garrobo, más el coludo, por lo qué debe tenerse cuidado al capturarlos, mucho menos comerlos, pues algunas gentes se han envenenado con la ingesta de sus huevos, creyendo que son de su émulo no dañino y apetitoso, el garrobo o jiote, y cuando se le hiere profiera gemidos como el llanto de un niño, por lo que también le dicen “niño dormido”. De acuerdo a investigaciones recientes, de su saliva se obtiene una sustancia que controla la diabetes tipo 2.  Nuestro municipio, al igual que otros de la región, está reconocido a nivel mundial como hábitat de esta extraña criatura. Según cuenta mi hermano Tono, en cierta ocasión pudo observar, que uno de esos paisano que comercian con animales para mascotas, de la aldea Espíritu Santo, curiosamente, jugueteaba tranquilamente en sus manos con uno de esos saurios,  al que daba de comer  masa de maíz, por  la boca, sin temor alguno, pero de repente al fastidiarlo, se  sabe, se enoja y ataca, mordiendo, retorciendo su cuerpo sobre su presa, para machacar bien, hasta cortar el miembro mordido, pudiendo causar la muerte, no por inoculación del veneno, sino por tremenda infección. Yo asemejo a este animal, en pequeño, al dragón de Comodo. Tengo duda de haberme comido uno de esos coludos, cuyas manchas observe diferente a los demás, cuando lo tuve a la vista y que por cierto me mordió fuertemente un dedo cuando lo agarre, en mi casa en Cuilapa, derribado del caballete. Siendo esta una especie en peligro de extinción, se ha declarado a: El Jícaro, Cabañas, Zacapa y Gualán, su hábitat natural, como área protegida. También hay tortugas de tierra, comestibles para el que sabe de la riqueza de las proteínas o del que tiene hambre. Algunas lagartijas tienen la particularidad de mudar la cola, siendo así que cuando otro animal las persigue, voluntaria o forcivoluntariamente, al menor atracón, como estrategia, dejan  tirada tras de sí, parte de la misma, como rico bocado, para distraer al enemigo y poder huir para defenderse.
SERPIENTES. Se conocen venenosas y no venenosas, entre las primeras está la víbora cascabel,  coral,  tamagás, timbo o mano de piedra y el cantil y entre las segundas, la mazacuata, -familia de las boas-,  muy útil a la agricultura, la zumbadora que utiliza su cuerpo en forma de látigo para defenderse, el bejuquillo y morishquera  que se alimenta de lagartijas, también la víbora casera que come ratones y el tamagás de agua, cuyo veneno no tiene antídoto. Yo perseguido por esos reptiles, dicen que es buena surte, pues casi en todos mis recorridos por el campo y la playa del río, aquí en el pueblo y fuera del, me he topaba con esos animales, enroscadas o en movimiento en las cuevas y ramazones de los ríos, acosados en cierta ocasión por un enorme tamagás de agua con mi hermano Tono cuándo pescábamos en el Motagua y por lo mismo tuve la oportunidad de cazar varias de ellas: una mazacuata que medía tres metros, en compañía de Mario Marín, en la vega de los Cocos, de la que aprovechamos su carne y su piel y una enorme víbora en la carretera, a la altura de Ananopa, que tenía catorce cascabeles, que los quería para guardar como reliquia, y ¿qué van a creer?, en la noche, se los llevó un gato, de lo que fueron testigos Héctor Vargas y Gonzalo Rodas. Otra vez, estaba yo sentado en una piedra ya cayendo la tarde, cuando una enorme culebra negruzca se dirigió hacia mí, buscándome, solo a entregarse para que la matara.
INSECTOS. Los mismos que hay en la región, dañinos la mayoría, como la cucaracha, la mosca, el zancudo, la chinche picuda, última, cuya picadura venenosa, causa la enfermedad de Chágas, caracterizada por el agrandamiento del corazón, de la que muchos vecinos nuestros la han padecido, sin saberlo y a la postre les ha provocado la muerte. Existe diversidad de arácnidos como la  tarántula, casampulga, la viuda negra, la migala o araña de caballo y un alacrán recién descubierto por el biólogo Rony Trujillo, el Diplocentrus Motagua, que se diferencia de los demás, por ser más pequeño y venenoso y se le encuentra a lo largo de la cuenca del Motagua, del cual se estudia su veneno para la cura del cáncer. Y útiles como las abejas de todas clases, cuyas picaduras, lo mismo que de las hormigas, que en definitiva, más que dañinas, son beneficiosas para la salud, según la creencia popular, y la ciencia últimamente, con la picadura a propósito recetada, de la abeja, en la parte afectada, para curar la artritis, que yo mismo he experimentado, al ser atacado por infinidad de esos bichos, cuando por ejemplo, en mi niñez, derribaba cuanto panal de abejas avistaba para libar su miel, así como en el castrado de colmenas silvestres para lo mismo y aprovechar la cera, cuyas avispas me dejaban “pumpa” la cara, no se diga de las hormigas y alacranes, y de las picaduras de estos últimos, solo me comía un pedazo de dulce panela para contrarrestar sus nocivos efectos y de la lengua dormida y asunto arreglado.
BATRACIOS. Sapos y ranas, eran muy comunes en los ríos, en los desagües y en general, en los lugares húmedos; animalitos inofensivos que desempeñan un magnifico papel en materia de sanidad, devorando insectos dañinos, abundantes en las orillas de los ríos, en donde era fácil  encontrar largos collares de sus huevecillos, que los patojos traviesos que se bañaban recogían para enrollárselos en el pescuezo, así como nubes de sapillos o renacuajos moviéndose agrupados dentro del agua, adornando el entorno, a la espera de su metamorfosis, para luego saltar las crías, en busca de la vida, cuyas especies por el estilo están ahora en vía de extinción. El croar de las ranas, en espectacular concierto en los atardeceres y noches de plenilunio, eran cosa común en el pueblo antes, que alegraba a los vecinos amantes de la naturaleza, que solían salir a  la calle, a sentarse en las banquetas de sus casas, para mitigar un tanto el calor de temporada, chachalaquear y disfrutar del ambiente natural nocturnal.

PECES. Eran muchísimas las especies que poblaban los ríos, hasta de un metro de  
longitud, principalmente en el Motagua, 
Bobo o Cuyamel, abundante, antes, en el Motagua. 


enumerándose los siguientes: robalo, sábalo, cuyamel o bobo, roncador,    tepemechín, machaca o macabil, lishon, mojarras,
guapotes,   tilapia, ésta relativamente nueva en el Motagua, guabina, negro, dorado, filin, quisque, guarito o bute, pepesca, anguila y madre pescado, todos muy  apreciados por su exquisita carne, pero de primera, el tepemechín, pariente este del bobo. También hay jutes, camarones de varias clases: langostinos, chacalines, cacaricos y carriceros, así como cangrejos muy apetecidos. Lamentablemente,  esa riqueza solo queda en el pasado y los deseos, ahora, de comernos más de un buen ejemplar, de los descritos, frito o en caldo. Sin embargo, aún queda algunas esperanzas de especies diezmadas, por supuesto, situación bastante triste, pues hay mucha gente ahora, que no tuvo la dicha de conocer siquiera la variedad de peces que vivían antes en nuestro río, mucho menos saborearlos, suponiendo que estos se hayan retirado aguas muy abajo próximas a la costa, en donde viven todavía. ¿O es que no hay buenos pescadores que los atrapen, cómo antes?. No. Es evidente la extinción paulatina de esas especies, como una que yo pescaba antes parecido al lenguado, solo que en pequeño y una especie de robalo en miniatura llamado “ulumina”.
LA POZA MUERTA. A la altura de la aldea Los Chagüites, en un ramal del río Motagua, alimentado por un manantial, existió “la poza muerta”, formada por una porción de agua dejada por el río en sus crecientes de invierno, así llamada por el estancamiento del agua, sin salida, llena de ninfas y lana, criadero de abundantes peces, especialmente de una mojarras llamadas “palometa” y “perechecha”, de sabor exquisito, que no he vuelto a ver, en donde también vivían cocodrilos, avistado uno enorme de éstos, por el grupo de pescadores, que frecuentábamos ese lugar para pescar, como de tres metros de largo, que de viejo, tenía el cuerpo cubierto de musgo o de algo similar, y lo curioso del caso, era que, el saurio admitía nuestra presencia, sin alterarse por suerte, moviéndose tranquilo de un lado para otro, casi rozándose constantemente con nosotros, dentro de la poza, en plena faena, sin causar daño, manso e inofensivo, en cuya charca con banco de variados peces, se cogía en hora buena, pescado por quintales, si así se deseaba.
LA USHA. Sobre lo mismo,  en una “usha” con nacimiento de agua también, que corría paralela al río, a la altura de la vega de los cocos, hubo por años, un nutrido vivero natural de peces, especialmente de: filines, guapotes, pepesca y butes, cubierta totalmente de lana, en la cual para poder pescar con comodidad, era necesario limpiarla previamente, sacando toda la maleza, por lo menos el trecho a utilizar, y así, ya viendo el animalero, en lo limpio,  libres, que no hallaban en donde  esconderse, eran fácil presa de los atarrayeros. Pero en este y otros lugares, se pescaba también, por medio de un curiosa trampa que consistía en reducir el ancho de la usha en la parte de abajo por medio de dos pequeños terraplenes paralelos, a punto de juntarse en su parte inferior, a manera de embudo, colocando ahí un improvisado canal de metal de medio metro de largo, quince centímetros de ancho, por veinte se alto, sobre una cama de piedras, cuyas bordas se fabricaba con ramas, palos, piedra y arena, para encausar el agua por dicho canal, por donde junto a ella debía pasar la bandada de pececillos, que aguas abajo venían ahuyentados a propósito, por uno o varios pescadores, chapoteando y haciendo ruido con ramas y palos, a caer directo en un canasto grande, tapado con ramillas de chilca, por encima, para que no pudieran saltar, situado dicho canasto,  debajo del extremo final del canal en forma de desagüe. Con ese sistema, inventado a saber por quien, se cogía buena cantidad de peces y moluscos en un ratito.
SECA DE BRAZOS. Otra forma de pesca en anteriores tiempos,  era la de secar  “brazos” o pequeñas ramificaciones de los ríos, especialmente del Motagua, para lo cual, se ponía una barrera de palos, piedra y arena, río arriba, a efecto de desviar el paso momentáneamente del agua, de dicho ramal, que se encausaba al  río principal, casi secándolo, quedando los peces como consecuencia, al descubierto, brincando en los charcos que quedaban, tapando también aguas abajo, para evitar se los llevase la corriente, de tal manera que resultara fácil ser atrapados; que conste, que era una maniobra rápida, pues inmediatamente se liberaba el agua hacia su curso normal, para proteger a los pececillos pequeños que no interesaban. Otra forma era la de puyar y desarmar ramazones dentro del agua, con atarrayas tendidas a su alrededor, especialmente cuando el río estaba turbio y al botar el tendido y recoger la atarraya, ésta casi siempre, venía llena de buenos peces. Era una bendición.
INFORMACION DE UN VISITANTE.  Aún cuando no tiene relación directa, con  el presente capítulo, la trascripción que sigue, pero tal vez en parte, sí, por referirse a los recursos naturales de nuestros ríos y por haber sido el terruño en aquel tiempo, dependiente de San Cristóbal Acasaguastlán, y dar referencias positivas de la región; por la admiración que he sentido siempre por  la madre naturaleza, incluyendo los ríos y nuestra fauna, así como mi afición por la pesca, mi deporte favorito, e ilustrar mejor lo escrito, es mi deseo incluir los siguientes párrafos que escribió en su libro titulado “Nueva  Relación de Viajes por la Nueva  España” el cura Irlandés Tomás Gage, sobre sus vivencias, a su paso por estos lugares, allá por los años 1640, que textualmente dicen: “quince leguas más allá (viniendo del Golfo  para Guatemala) hay un pueblo de indios llamado Acasaguastlán que está situado a la orilla de un río que pasa por uno de los más abundantes en pescado. Aunque hay muchas clases de éstos, sobre todo hay uno llamado bobo que es redondo, muy grueso y largo como el brazo, no teniendo más que una espina en el medio; es extremado blanco, gordo y excelente para ser cocido, frito, asado y compuesto de cualquier manera. También se encuentra en los riachuelos y pequeños ríos hacia Guatemala, el mejor pescado del mundo, que los españoles dicen ser una especie de trucha llamado tepemechín cuya manteca parece más bien de  becerro que de pescado”. “El corregidor de este pueblo de Acasaguastlán es un español cuyo poder no se extiende más allá del Golfo. Este Gobernador ha hecho cuanto ha podido para concluir con los negros cimarrones de la montaña, pero no ha podido conseguirlo”. “En los alrededores de Acasaguastlán se encuentran varias haciendas donde se crían gran número de bueyes y mulas, recogiendo al mismo tiempo mucho cacao, achiote, y otras varias drogas de que se sirven  los boticarios como la zarzaparrilla y cañafístula, encontrándose en los jardines del pueblo gran diversidad de frutas como no se hallan en otros sitios habitados por los indios”. “Sobre todo lo más apreciable de Acasaguastlán en la ciudad de Guatemala, son sus excelentes melones, algunos tan grandes como la cabeza de un hombre…Los habitantes cargan las mulas de ellos y los mandan a vender a varios sitios”. Se refiere el transeúnte Gage a las sandías y melones criollos, super olorosos y deliciosos, que se cosechaban antes y que casi ya no se ven por estos lugares.  
COMENTARIO. Me imagino que el viajero Gage se refiere, bien, al pueblo que hoy es San Cristóbal Acasaguastlán, que  estaba a la vera del camino, en aquel tiempo llamado  del Golfo, hoy buena parte de la carretera al Atlántico, o al de San Agustín Acasaguastlán, que también está situado a la orilla del río Lato, en donde residía el Corregidor. Don Mateo Morales Urrutia, autor del libro que contiene la división política y administrativa de la república de Guatemala, con datos históricos y de legislación, tomo I, dice que “San Agustín de la Real Corona era la capital del partido de Acasaguastlán y residencia de los corregidores y Cabeza de Curato”.
Sin embargo, el historiador Fuentes y Guzmán, en su libro Recordación Florida dice “San Cristóbal Acasaguastlán es el asiento inmemorial y cabecera antigua de sus corregidores desde el año 1551, en que tuvieron mejor y más acertado establecimiento estos partidos, así en los términos de sus confines para obviar la competencia que podía nacer de los jueces…Es también cabecera de uno de los dos curatos que obtiene el clero en este corregimiento, y el uno se compone con otros de este pueblo de San Cristóbal Acasaguastlán”.
IDEA. Mi opinión al respecto, es que, San Cristóbal Acasaguastlán, fue el primitivo asiento o cabecera del corregimiento, tal lo demuestra claramente la presencia de su majestuosa iglesia colonial, estilo barroco, en ruinas, -remozada varias veces en los últimos tiempos-, pero después, determinado corregidor por conveniencia, con autorización de la Corona, por supuesto, lo traslado muchos años después, a San Agustín Acasaguastlán, posterior al viaje por estas tierras, del cura Fuentes y Guzmán, me imagino que para evitar tener que  viajar el corregidor diariamente a lomo de mula de su residencia, a la sede capital, San Cristóbal, cinco kilómetros de distancia a lo sumo, llevándose prácticamente el despacho a su propia casa, a su  estancia o hacienda situadas en esa localidad, pues éstos eran los dueños y amos de lo más granado de las tierras de la región, dejando en el olvido la riqueza histórica de aquél primitivo poblado, porque de otra manera, no hubiera recibido este último, el título de San Agustín de la Real Corona, conferido por los reyes de España.
Lo anterior evidencia en consecuencia, que el Corregimiento tuvo su cabecera en los dos lugares que constituían el área de Acasaguastlán, primero en San Cristóbal y luego en San Agustín, pero aquel siguió manteniendo la jerarquía católica en el territorio inicialmente asignado a su jurisdicción, por algún tiempo después, aunque el corregidor residiera en el segundo pueblo. Ideas tales, que me permito externar, por lo apasionante del tema, porque ¿quién no quisiera hoy saber la realidad acerca de esos hechos?, y porqué  de alguna manera están relacionados con la historia de estos pueblos hermanos, que es también la de El Jícaro, por los lazos físicos y humanos que por naturaleza  nos han unido íntimamente, porque de ellos  provenimos como comunidad dependiente, en grado ascendente, desde el paraje, finca, caserío, aldea, hasta alcanzar, en hora buena, con el tiempo, el título de municipio independiente y autónomo, gracias al esfuerzo de sus habitantes y el desarrollo logrado, pertenecientes antaño al vasto e importante Corregimiento de Acasaguastlán; institución regional, vale la pena recordar, desde donde se gobernaba el enorme territorio nororiental del país, se vigilaba y protegía la soberanía de la colonia en ese entonces, ante  las constantes incursiones de los piratas de ultramar, que asaltaban el transporte marítimo y no solo eso, incursionaban en tierra firme, a robarse nuestras riquezas, y era de esa autoridad, precisamente, de donde emanaban las ordenes y se apoyaba a los funcionarios del Castillo de San Felipe, que era en esa época, por así decirlo, la “Base Naval del Atlántico”, como lo fue  después el corregimiento de Chiquimula de la Sierra, cuando ese lugar, con el tiempo, cobró importancia política, pero inicialmente lo fue Acasaguastlán, como punto estratégico geográfico para controlar el océano atlántico.
OTRA OPINIÓN. Sobre el  nombre de Acasaguastlán, así como suena, tengo las dudas e impresiones siguientes:
1. Que tal designación no es la original, sino que el verdadero nombre, se deformó por errores humanos con el tiempo, como suele ocurrir comúnmente en estos casos, tal el apelativo real de nuestra República, que posiblemente de un bonito y significativo nombre aborigen, “Coactemalán” o “Guatemalan”, por ejemplo, cuya etimología se desconoce, derivó en el de Guatemala, que dicho sea de paso, sus dos últimas sílabas (mala) le afean y le dan un aspecto negativo por cierto, lo cual precisamente, por no tenerse el cuidado de pronunciar correctamente los nombres, ya sea  por ligereza, por pereza y falta de cultura o por capricho de autoridades, pero en resumen: por irresponsabilidad e imposición de la costumbre, de los hispanohablantes. En el departamento de San Marcos, valga otro ejemplo, por decreto, ladinizaron los nombres y apellidos de los indígenas, se supone, por no serle cómodo a los españoles y a los criollos pronunciar las palabras aborígenes, un tanto difíciles por cierto;
2. Que el nombre primitivo del lugar, eventualmente fue “Guastlán” o “guaxtlán” convertido así de nombre simple, en compuesto, por tres elementos notorios, a saber: por la preposición “A”, el sustantivo “casa” y el nombre propio “guastlán” o “guaxtlán”, las dos primeros vocablos “A y “casa” de origen español y la  última “guastlán” o “guaxtlán”, de la etnia criolla, que existió  antiguamente en esta región;
3. Que  tal deformación con el tiempo, haya tenido lugar así, por ejemplo: a alguien le preguntaban a dónde vas Juan y la respuesta  era “A” preposición indicando dirección; “casa”, sustantivo indicando lugar y “guastlán” o “Guaxtlán”,  el nombre propio del lugar, o dicho de otra forma: vamos a-Casa-Guastlán, y de esa manera se integró, el nombre actual de Acasaguastlán, al unificar las tres partes de la oración mencionadas;
4. También porque Acasaguastlán, antes de ser corregimiento, pudo haber sido una de esas “Casas” que los españoles establecían en algunos lugares, en este caso, en el poblado o asentamiento Guastlán o Guaxtlán, para prestar  servicios públicos o particulares, de menor categoría por supuesto, que los corregimientos, con funciones comerciales, de aduanas y algunas otras atribuciones menores, propias de gobiernos locales y, desde entonces, se le llamó “Casa-Guastlán” sin la “A”;
5. O que después de haber sido trasladado el corregimiento a Chiquimula de la Sierra, como en efecto lo fue, esa plaza se quedó simplemente como “Casa” ubicada en Guastlán, ya sin las funciones de corregimiento y se le nombraba:  ”Casa Guastlán” o “Casa Guaxtlán”, y al surgir la pregunta a dónde vas, Juan, se le agregaba la A, preposición que indica lugar y se formó: A-Casa-Guastlán o Guaxtlán” .
6. En razón así mismo, de que “Casa”, en  tiempos de la colonia, era una especie de institución que prestaba algún servicio, (religioso, administrativo etc.), pero en definitivo, algo representativo, tal el caso de la “Casa Guastatoya” que antes existió, de la que hay evidencia por el famoso “Vaso de Guastatoya”, en exhibición en un museo extranjero; la “Casa Santo Domingo”, de Antigua Guatemala, convertida hoy en museo-hotel, “Casa de la Moneda” y  “Casa Consistorial o Ayuntamiento”.  Por lo que se advierte,  que “Casa” tuvo su significado en la época colonial y antes de ello, en la propia España, tal, la Casa de la Contratación de Sevilla y que tal Institución es previo  al de corregimiento y de menor categoría;
7. Por lo anterior, deduzco que, primeramente el lugar se llamó “Guastán”, “Guastlán” o “guaxtlán”, simplemente, nombre asignado por los aborígenes; que con la llegada de los españoles se estableció allí una Casa de servicio público, y luego unidos los dos nombres y antepuesta la preposición “A”, por el  fenómeno dado, se le llamó  “Acasaguastlán”, su nombre actual, reconstruido;
8. Que Incluso, el de “Guastlán”, puede no ser el verdadero y haber variado, con el de “vastran”, “Guaxtlán” o  “Guaytan”, último por las ruinas de este nombre, situadas allí cerquita o a la inversa, asumiendo que en esta zona existieron los  señoríos o etnias: “Vastranes”, “Guaxtlanes” o “Guaytanes”, según historiadores; y,
9. En ese mismo orden de ideas y tomando en cuenta los antecedentes históricos de nombres, bien pudo haberse llamado, ya en tiempos de la colonia: “Acasavastrán”, “Acasaguaytan” o “Acasaguaxtlán”, pero con el tiempo se cambió al de “Acasaguastlán”, por el mismo error y descuido, pero en todo caso, la alteración tuvo efecto después de la conquista. Algo de lo anterior lo confirman los mapas sobre América Central levantado por el inglés John Bily en 1837, contratado por el gobierno de Nicaragua para la posible construcción de un canal entre el pacífico y el atlántico, y el  mapa oficial de Guatemala de 1826, en los cuales, las áreas o territorios que hoy conocemos como San Agustín y San Cristóbal Acasaguastlán, solo aparecen como “Casaguastlán”, sin la “A” antepuesta. No obstante, la idea anterior o comentario, queda automáticamente sin efecto, en el caso de que el nombre primitivo original del lugar haya sido: “Acatzauastlan”, con “t y z”, con sonidos de voces primitivas originales, como sostienen algunos historiadores, pues a simple vista, su escritura, denota raíces de lengua aborigen, más no, Acasaguastlán, que lo es españolizado, deformado ya. ¿No le parece lógico este rollo, estimado lector?. Pero si acaso, mi pensamiento no coincide con el suyo, por lo menos, ya entretuve mi mente tratando de comprender este controvertido pero  significativo nombre. Sin embargo, el Oidor de la Real Audiencia de Guatemala, Licenciado Palacios, en su informe al monarca español de turno, de fecha 8 de marzo de 1576, anotó que en el valle de “Hacacevastlán”, voz nahual, se hablaba la lengua “Tlacacebastleca”, en cuyo caso, es posible que el nombre solo se haya deformado con el paso de los años, pues fácilmente el nombre antiguo así escrito, se asemeja al de  “Acasaguastlán”, de hoy, pero sin la “H” al principio, pero de todas maneras el nombre está deformado.
CONTAMINACIÓN. Siguiendo con las referencias de grandeza y admiración que hace Tomás Gage en su relato bien definido, de su paso por esta región, de la abundancia de peces y del agro, la realidad del río Motagua y sus especies, hoy día, sea otra, casi de extinción, debido para mala suerte, a la funesta contaminación de sus aguas, por las substancias químicas que empresas de toda índole que operan en la ciudad capital y lugares adyacentes, hacen llegar a su cauce, por intermedio de ríos menores que son sus afluentes, especialmente el de las vacas, que va cargado de materias toxica a lo largo de su cuenca, convirtiéndolo en una potencial cloaca de la urbe.
A lo anterior, se une el  problema del embalse, de una hidroeléctrica, a la altura de Chináutla, movida por las aguas del rio las vacas, que constantemente abre sus compuertas hacía el Motagua, descargando gran cantidad de desechos sólidos acumulados, convirtiéndole prácticamente en fango, contaminando inmediatamente sus agua, provocando con ello el envenenamiento y muerte de muchas especies, algunas ya extinguidas o a punto de serlo. Además los sistemas de irrigación de terrenos a lo largo de su recorrido, tanto por gravedad, como  de bombas eléctricas, que han proliferado en los últimos tiempos, utilizando en forma desmedida las aguas del río, lo que ha mermado su caudal y los malos inviernos, que han contribuido a mantener latente el problema, causa de la desaparición de cocodrilos y los juguetones perros de agua, especie de nutria, que abundaban hace algún tiempo y que el autor de este libro, junto con  compañeros de pesca, recuerdo a Exequiel Barillas, cogió más de uno de esos vivarachos ejemplares, allí cerquita, en el remanso de los “lirios”, seguido de la corriente de los “bobos”.
INCONFORMIDAD. Pregúntese el estimado lector: ¿Será justo que para provecho de unos cuantos ricos, dueños de empresas, las mayorías extranjeros, culpables directos e irresponsables de la contaminación de los ríos,- padezcamos nosotros, millones de guatemaltecos pobres, que necesitamos  de esas fuentes límpidas y cristalinas que nos provean de abundantes peces para surtir nuestras necesidades?, ¡Caramba!, No. Ya es hora que los organismos competentes del Estado, pongan coto a esa ilegal e inhumana forma de actuar, creando efectivas políticas de salubridad, ordenando a los propietarios de fábricas, la inmediata construcción de sus plantas de tratamiento y de tal manera, al no haber contaminación, nuestro río vuelva a ser majestuoso, con sus aguas puras y transparentes y recuperar la crianza de peces, sus antiguos balnearios y lugares turísticos, tal vez ya no la poza del zarco ni del remolino, por ser parte del pasado, pero cualesquiera otras en sus amplias riberas.
LUGARES DE PESCA. Buenos puntos de pesca a lo largo y ancho del río, eran las corrientes de los “cobanes”, llamada así por haberse ahogado allí, varios indígenas originarios de Cobán, Alta Verapaz. arrastrados por la corriente, cuando pretendían pasar al otro lado, con sus cacastes a memeches, creyendo que había vado, en fila, agarrados de la mano, como costumbre de protección y solidaridad, que venían a hacer negocios como de costumbre por esta región; la de los “bobos”, “la del rastro”, enfrente del pueblo” y la de “guisajo”, abajo, así como las pozas de El “remolino” y el “zarco”, seguidas de varios remansos, regularmente hondos, en donde merodeaban manchas de quisque, guabinas, machacas y lishones.
TRISTEZA. Se añoran esos tiempos de abundancia, jolgorio y correrías por nuestro rio, que nos brindaba la oportunidad de comer pescado  fresco, cuando se nos antojaba, y seco forrado, para los días de la Semana Santa, cuyas pescas colectivas se preparaban con anticipación, a fin de que llegada el momento, tener abasto 
Tapexco en medio  río, Tono Casasola, recogiendo pescados.
para cumplir esa rica  antigua costumbre.  Y, ¿ahora qué?....es una verdadera lástima, pues este sano deporte practicado  por el vecindario, utilizando para su realización: anzuelos, atarrayas, tapesco, canasto y hasta cueveado, ha ido desapareciendo, pues antes, diariamente, se observaba a lo largo del rio o en la poza del “zarco” a buena cantidad de personas cogiendo peces en cualquiera de las formas acostumbradas, para sus apetecidas comidas y el pequeño comercio local.
CHINCHORROS. Se hacían  chinchorros que consistían en tender varia atarrayas, quince más o menos, una entre dos pescadores, todos de acuerdo, uno titular y el otro ayudante, extremo de la misma cada uno, formando fila de frente, hasta cubrir el ancho del  rio y arrastrar aguas abajo las redes, a efecto de que los peces, que regularmente huyen río arriba, se embolsan y luego de la botada, que significa soltar las puntas y luego recogidas las atarrayas,  casi segura buena cantidad de peces cogidos, de distintas clases y tamaños.
En uno de esos lances, a mi hermano Beto, que era mi compañero de al lado, cuando vaciaba la atarraya que sacamos repleta de quisques,  a la llegada de un tapesco alimentado por una fuerte corriente que impedía a uno mantenerse parado, por esa dificultad, una de las tremendas espinas aserradas de uno de esos peces, se le incrustó profundo en una de las manos, pero no habiendo otra manera para solucionar el problema de momento, se le destrabó de un solo jalón, ante el dolor y sangrado que le provocó, aplicándole enseguida una buena capa de ceniza de cigarro sobre la herida, como curación casera, aconsejada por todos los del grupo pescador, lo cual no fue óbice para continuar el chinchorro.
Lo alegre de esas pescas colectivas, eran los almuerzos a medio día, en la ribera del río, bajo la sombra de frondosos jaguayes y sauzales, convertido el momento, en un alegre día decampo, pues aunque cada quien llevaba su bastimento, era costumbre que cada uno de los pescadores, pusiera un puñado de pescados, para hacer el sustancioso caldo para todos, espesado con su propia gordura, especial de guabina, huevas y menudos, condimentado con una rama de apazote, del que se da silvestre en la playa, tomates y chiles pimientos que se pasaban jalando de los tomatales de las vegas, en olla gigante que se llevaba, el cual era preparado por los traperos, sin faltar alguien que para completar y calmar la gazuza, tiraba uno o varios pescados con todo y tripas sobre las brazas para comerlos asados y si había un aperitivo de por medio, mucho mejor
La  jalada como se dice en la jerga de la pesca, la iniciábamos a veces, a la altura de El Paso de los Jalapas, río abajo, hasta guisajo, bajo el ardiente sol tropical, pero con muy buenos resultados, pues casi siempre traíamos las shucutas repletas de los mejores peces, que compartíamos en partes iguales a la orilla del río, luego de darla la suya al trapero, lo suficiente para disfrutar. Algunos, como Chequel Barillas y Alfredo Vargas se cobraban la parte de su atarraya, cosa que no gustaba a muchos.
Habían buenos atarrayeros solo de chamarra, de los Bordos, Espíritu Santo y de esta localidad, pero los famosos chinchorreros eran los Malena y Bordeños que sacaban el pescado de lo más profundo de las pozas y fuertes corrientes, pescadores que regularmente fabricaban sus redes para participar en esos eventos inolvidables, pero los más famosos, de años atrás, lo fueron Chindo Gutierrez e Higinio Moscoso. En los ajetreos de la pesca, no hay situación más difícil para un pescador, que se trabe el anzuelo o la atarraya en una piedra o ramazón en la profundidad  de las aguas, pues es preciso   hacer la de buzo para ir a destrabarla con mucho  cuidado,  para evitar daños en las redes o dejarlas sumergidas para siempre, si no se sabe nadar o se  está familiarizado con esa actividad, como ha pasado a muchos.
ANÉCDOTA. De ese quehacer se comenta algo simpático, y es que, los desagües de la población en su desembocadura en el río Motagua, formaban antes, no sé si ahora, un albañal o especie de laguna llamado El Chorrito, en donde proliferaba una abundante crianza de peces bien robustos, de varias clases, unos enormes guapotes y filines, claro, bien dados por su alimentación, rica en proteínas, lo que animó a una familia pobre, de pescadores de Espíritu Santo como trabajo de subsistencia diaria, a la idea, pero de escondiditas, para ir a cogerlos fácilmente y, luego,  ofrecerlos en venta sigilosa  en la población, de casa en casa, con una pisca de picardía por supuesto, a bajo costo la libra, cuya oferta aparentemente halagüeña, por el precio, la ”calidad” y  apariencia fresca y llamativa de los peces que todavía movían las agallas rojas como acabados de atrapar, con el eslogan a manera de propaganda, de: “pescado fresco, vitaminado, omega 3”, que gritaban a todo pulmón, dicha oferta era siempre pan caliente, pues luego se agotaba la existencia y aún más, la gente les hacía encargos especiales a los vendedores para enviar a parientes fuera del municipio, sin percatarse los vecinos de su procedencia: peces caqueros, criados y pescados en la cloaca del pueblo, hasta que alguien de los que conocen de esos asuntos, se dio cuenta, se atrevió a dar la voz de alarma y se armó el vergoloteo, siendo por ello, que muchos de los incautos como la gran diabla, refunfuñando por la baboseada de que venían siendo objeto, con muecas de asco decían “guacatelas”, escupiendo en el suelo, dejaron por ello de comprarlos, no sin antes proferir tamaña maltratada a los inteligentes vendedores, pero algunos inescrupulosos, no obstante, sabiendo de lo inocuo de los peces así alimentados, con heces fecales, los siguieron consumiendo y hasta motivados para ir a pescarlos  personalmente.   
LOS CHAPUZONES. Agradable de recordar, eran los puntuales chapuzones en las pozas de “ El zarco” y la “cadena”, así llamadas, en el río Motagua, porque la del “remolino” quedaba bastante lejos. Todas de regular profundidad, la primera de más de cinco metros, en la cual, por la transparencia del agua, se podía observar a simple  vista, los cardúmenes de peces de varias clases, moviendo agallas, cola y aletas en busca de alimento, confundidas entre los bañistas en franca camaradería. Las mansas lishas y lishones limpiadores, curiosamente mordisqueando nuestra piel, intentando quitar a manera de limpieza gratuita, las células muertas, a cambio para ellos, de esos deliciosos bocadillos que arrancaban de nuestros cuerpos, lo mismo que a las lavanderas del río, hasta el fastidio. En la del zarco, merodeó por muchos años, como cómodo escogido hábitat, un enorme sábalo que jugueteaba coleteando a la vista y distracción de  todos los presentes, hasta que Chico el heladero, creo de apellido Ramírez, un hábil pescador local, con buena vara, especial anzuelo y llamativo bocado o cebo, lo atrapó; y  en los talpetates de en medio de la poza y de al lado, en la orilla, los pescadores de anzuelo con sus varitas de chimilile, haciendo de las suyas cogiendo tremendas “cacanas”, así llamadas las pepescas grandes, con bocado de masa de tortilla caliente, surupes descuartizados o con larvas de panal de abejas o solo cordel en mano, con peso de plomo adherido, para sacar filines y guabinas del fondo, y más allá, en la cabecera de la corriente, unos cuantos pícaros pescando con cebo de bodoques de caca seca, para agarrar machacas y venderlas en el pueblo al mejor postor,  según decían sarcásticamente, y en ciertos lugares, no tan lejos de ese sitio, los cocodrilos identificados con los bañistas, asoleándose  sin recelo en la playa, en el medio día, los que al ser molestados por gente traviesa, solo daban la vuelta para introducirse de nuevo en el río.
En estos balnearios naturales, nos reuníamos la muchachada después del medio día, para disfrutar de sus  frescas  aguas y nadar hasta más no poder, en el verano caluroso, así como apostar quien de los participantes permanecía más tiempo bajo de aguas, sin respirar, en las que no  faltaban la buenas amigas nadadoras del sexo débil,  chingando metidas hasta las narices entre los hombres, con todo respeto por supuesto, porque hay de aquel que se atreviera a tocarlas, que de pronto recibía su merecido; momentos agradables e imborrables, que aprovechábamos también para practicar cualquier clase de emotivos juegos acuáticos: los famosos clavados, usando como trampolín lo más alto de los barrancos y la copas de los árboles, sauces y capulines que allí existían, paradillas, la shuca, encontrar el huevo, que consistía en tirar una piedra blanca en lo más profundo de la poza, para que alguien la buscara con los ojos abiertos y la sacara, etc., incluido el palo encebado a medio río en tiempo de feria; de  suerte que algunos traviesos, como actividad extra, aprovechábamos para sacar tremendos filines y mojarras, cangrejos  y camarones de debajo de las piedras o talpetates, para saciar nuestro apetito voraz, de regreso a casa, tostados por el sol.
DÍAS DE CAMPO. Muy alegres eran también, los días de campo familiares que se realizaban en sus riberas, bajo la tupida selva de frondosos sauzales y bellas arboledas de  chilca y sombríos jaguayes, para degustar el caldo del pescado que se  cogía o de gallina criolla que se llevaba, sin faltar las sabrosas hamacas, los aperitivos y de repente, la guitarra de Carlos Carcache y sus canciones, acompañando, en medio del jolgorio que animaba el momento campestre y las alegres noches de tapesco en grupo que se hacían para disfrutar el pescado que en los mismos se atrapaba, complementado con las pescas nocturnas con las atarrayas, para ajustar el caldo.
Se recuerdan también las apuestas de algunos atrevidos, de cruzar el río cuando más crecido estaba en invierno, simplemente por el deseo de competir, siendo campeones para ello, Luis Chacón, César Rodas, René Noguera, Alfredo Ortega y otros. Una  costumbre admirada por el peligro que representaba, era la de halar con fuertes garabatos hacia la orilla, los maderos para usos domésticos, que traían las  crecidas aguas del río en invierno, a lo largo y a su paso por la población, pero especialmente en el recodo que se formaba en la poza del “zarco”, dándose casos de algunos inexpertos, que en vez de halar, eran halados por los pesados trozos, hacia la turbulencia de las aguas, pero como sabían nadar, como  que si nada hubiera pasado, salían aguas abajo, sanos y salvos, con más ganas  de continuar la tarea de sacar leña, que conste que casi toda la gente de la vera del Motagua sabe nadar y están identificados con los peligros del río, desde muy niños. Pasados los aluviones invernales, el río queda  casi siempre, tapizado de enormes árboles muertos, trabados entre las rocas, en el centro y en ambas orillas, cuyas ramazones sirven de refugio de peces y culebras, pero a la vez, son aprovechados por los vecinos, para utilizarlos como leña.        
ESCASES DE ESPECIES. De todas maneras, es preciso  reconocer, que la precaria existencia de nuestra fauna, se debe a la cultura de exterminio que hoy día corroe a la humanidad, de  matar por matar o la caza despiadada con destino  al comercio ilícito, pues sabido es, que muchas especies de pájaros e iguánidos son capturados y llevados al extranjeros para venderlos como mascotas, sin cultivarlas y aplicar vedas para fomentar su crianza, a excepción de unos pocos ciudadanos que han puesto su interés por la preservación de la especie y del medio ambiente, teniendo también parte de culpa la contaminación por las fumigaciones sin control de insecticidas en los cultivos agrícolas que envenenan los alimentos de esos animales. Idéntica situación ha ocurrido con nuestra flora, pues la mano del hombre con su ignorancia  la ha depredado. 

1 comentario:

  1. He gozado mucho todos los datos. Me hicieron recordar todo lo bello que tiene Guatemala. Me he recordado de mis padres y lo fuera de serie que eran. Mi padre aventuraba con comidas poco usales como tepezcuintle, tortuga, iguana, tacuazín - que pot cierto es delicioso. Comimos huevos de parlama, de iguana, ostra frescas, palmito el cual mi padre asaba. Muchas de estas comidas las compraba en el mercado de La Placita. Viajamos a muchos lugares en Guatemala, en El Salvador y México.
    C

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