martes, 20 de marzo de 2012

Capitulo I Situación geográfica, demarcación física y extensión territorial


CAPITULO I
SITUACIÓN GEOGRÁFICA, DEMARCACIÓN FÍSICA Y EXTENSIÓN TERRITORIAL

SITUACIÓN GEOGRÁFICA. El Jícaro forma parte del departamento de El Progreso, República de Guatemala, situado en el nororiente del país, Latitud 14.91, Longitud 89.9, UFI: -1134405, UNI: -1674334, UTM: AB 85,    JOG: ND 16-05, entre las sierras Madre, conocida aquí, como del Merendón y las Minas, de esta última, río Motagua de por medio, en 
Especie de cactus   comúnmente llamado Tuno. 
cierta parte, como línea divisoria de municipios vecinos, en una zona geológica que puede considerarse como única en Centro América, por su propia naturaleza y ecosistema imperantes, a decir de su flora y fauna, léase variedad de cactus, árboles de guayacán, roble, zarza, yaje, orotohuaje, subín, carupín y el famoso pasto oveja, etc., y de extrañas especies de reptiles, verbigracia:
 serpientes,  iguana garroba, el singular monstruo de güila o heloderma, llamado comúnmente escorpión, etc., característicos estos de regiones áridas, en donde predomina la sabana, que no  fácilmente se encuentran en cualquier lugar del país. Tal situación, debido,  según se desprende del 
 Vista panorámica de la sierra de Las Mina     
tomada de Puente que cruza el río Motagua.

estudio realizado por el experto Dr. Holdridge, a la   
considerable elevación de la citada montaña de las
Minas ubicada a escasos  25 kilómetros de distancia,  enfrente,  al norte,  de  esta  población y de la región en general, obstáculo natural que hace descargar la humedad y el agua de lluvia del lado opuesto,  razón por la cual, el preciado líquido llega al área, por las montañas bajas del sur de los               departamentos de Jalapa y Chiquimula, cuyo fenómeno natural le altera          y mantiene su fisonomía, tal como es, de monte espinoso subtropical seco en la meseta, y más o menos húmedo fresco, en la alta, en donde viven cierta clase de pinos, variedad de  encinos  y otros propios del clima, cuya aridez es consecuencia también, de la considerable distancia que separa el terreno de los océanos, y por lo mismo, escases de humedad en el ambiente. Esta zona de vida, tal como se presenta, es compensada sin embargo, en buena parte, con sus fértiles tierras regables, gracias a la presencia del río Motagua en sus inmediaciones, y a la existencia de abundante agua a poca profundidad del subsuelo, privilegios que afortunadamente le inyectan vida y desarrollo a la región. Las cordilleras citadas, ofrecen a la vez, una excelente vista panorámica hacia el sur, con sus puntos bien definidos: “Montañas de San Pedro Pinula, Jalapa y Guastatoya”, ”El Morrón”, terreno “Las Minas”, ”Pila de Moscoso y Guayabo”, “Tobón”, “El Talquezal”, “Loma Redonda” y “Las Anonas o Sitio de Jesús”, todos enclavados en la cordillera del Merendón, con su color verde-pardusco; últimos elevamientos de donde, entre el resplandor propio del área, allá en donde pareciera  juntarse el cielo y la tierra, y el sol, incendiar la pradera, en la claridad del medio día, se divisan en la lejanía  los extensos llanos de la fragua que exhalan el tibio clima tropical que le es característico. Y, al norte, la impresionante  de las Minas, con un bello azulado-verdoso de varios tonos, según la distancia de observación, ataviada de  nubes multiformes blanquecinas,  posando casi siempre en el horizonte, y más allá…, al poniente, entre las dos montañas, que forman el gran cañón del Motagua o garganta del nororiente, como le llamo yo, en los cuatro puntos cardinales, dibujados en sus variadas configuraciones caprichosas y a veces confusas, pero bellas, se aprecian en el firmamento, solitarios o en grupo, los celajes o trozos de cielo policromos, rojizos, violetas, con bordes dorados encendidos, generados por la luz radiante del sol, por la mañana, y con pinceladas ambarinas, cuales nubes misteriosas con siluetas de arrebol, alumbradas por el suave brillo del astro rey, en el ocaso, como obsequio de agradables y esplendorosos instantes vespertinos.
 Y como maravilloso regalo invernal  de natura, con expresión sublime de ensueño, en el crepúsculo de la tarde, como un jardín florido de rosas, figuras de mariposas incrustadas libando el néctar de las flores, de espectro de gotas de lluvia y rayos de sol, entremezcladas, se exhiben imponentes de repente  en las alturas, más de un  arcoíris coqueteando  a sus admiradores, con su ropaje matizado de sus siete lindos colores, pero a la vez, abriendo los portones del cielo, en franca invitación para entrar en el mundo de lo desconocido, deleitando con su natural belleza, a los comarcanos, de quienes más de algún simpático  dicharachero, en su hábito de superstición cotidiana, en lenguaje coloquial, suele decir: ¡Oh, presencia de arcoíris en el espacio, señal de paro de lluvia!; cuyos espectaculares fenómeno, cautiva indiscutiblemente, a seres humanos que aman la naturaleza y que tienen la oportunidad de echar un vistazo al infinito, en esos precisos momentos.
  Su pintoresca y progresista cabecera municipal, de igual nombre, se asienta a poca distancia de las márgenes del río Motagua, propiamente en lo que es su inmenso valle, con sus calles correctamente trazadas, plantadas de una  bien  dispuesta arboleda, verde, casi siempre verde, como el vistoso plumaje de nuestro Símbolo Patrio, El Quetzal, como presagio de esperanza.
 Ocupa el municipio, una regular extensión de terreno, formando llanuras y partes quebradas. La línea del desaparecido ferrocarril Interoceánico o FEGUA, como se le llama actualmente, concesionada en mala hora y para retroceso del país por 50 años a Ferrovías de Guatemala, lo atraviesa en toda su longitud, de norte a sur y viceversa, siendo la mayor parte del área topográfica montañosa  y afectada. Sus carreteras de acceso, en sus tres principales ingresos, se encuentran convenientemente asfaltadas hasta su convergencia con carreteras principales del  país, que conectan con los departamentos de  Zacapa,  Chiquimula, Jalapa, última aún de terracería, y con el resto del país por la ruta del Atlántico. El municipio está cruzado de  caminos vecinales internos que comunican con sus aldeas y caseríos, así como con  los municipios vecinos de San Diego, San Pedro Pínula y Guastatoya, y vericuetos llamados regionalmente “extravíos” que usan algunos lugareños, para acortar distancias y llegar pronto a su destino, sorteando barrancos y maleza, casi abriéndose campo, guarisama en mano.
Dada su topografía, se sospecha que la parte baja de la población, en algún tiempo de la historia, antes de la construcción del ferrocarril, a partir del paraje conocido como “Patio de Gallos”, hasta el malpaís de Chilo Morales, formando allí un recodo, fue eventual lecho del río Motagua, a juzgar por los vestigios de piedras y arena de su clase que yacen en el subsuelo, lo mismo que sus barrancos aledaños, al sur, con cicatrices de oleajes e incrustaciones fósiles de pequeños jutes, caracoles y piedrecillas descubiertos en su relieve, que no son propias del terreno, más bien, fragmentos de origen de acarreo fluvial. La borda  paralela y el terraplén de la vía férrea del desaparecido ferrocarril, constantemente supervisadados por la empresa, ha sido por años, una potente defensa indirecta de la población, impidiendo que el río con los copiosos inviernos vuelva de nuevo, a su cauce caprichoso ocasional antiguo, del que se supone, pero ahora, en las condiciones de descuido y olvido en que se encuentran dicha vía por la desaparición de esa empresa, se corre el riesgo de que socave esas barreras  y se produzcan inundaciones no deseadas.
FORMA. La estructura física del área territorial, se compone de tres franjas paralelas,  escalonadas entre sí, a lo largo y ancho del municipio: la parte baja de vegas conformada por el valle del Motagua, al norte; la altiplanicie o porción central, y la pequeña montaña y sus estribaciones, al sur, que es parte de la sierra de la sierra Madre o del Merendón, y según el mapa levantado últimamente por la Dirección General de Cartografía, que debe considerarse como oficial para todos los asuntos que se relacionen con el territorio jurisdiccional, tiene la forma de un oblongo irregular, con su parte más ancha por el oeste y más angosta por el este.
DEMARCACIÓN FÍSICA. Límites anteriores. Cuando se creó el municipio, si bien se mencionan en el acuerdo respectivo, los nombres de las comunidades que debían integrarlo, no se fijó los límites que permitieran demarcar físicamente el área territorial, prevaleciendo de hecho, los que en forma convencional se venían 

Barrio Vista Bella, al fondo montaña del Merendón.  
reconociendo desde tiempos remotos, cuando el  
antiguo municipio de San CristóbalAcasaguastlán, ejercía dominio sobre la otrora  aldea, identificados por medio de mojones informales, de la manera siguiente: al norte, del mojón denominado La Puente, en la aldea de ese nombre, del municipio de Cabañas, en el departamento de Zacapa, al mojón denominado El Portezuelo, situado en la margen izquierda del río Motagua en el municipio de San Agustín Acasaguastlán del departamento de El Progreso, río motagua de por medio, colinda este municipio con los de San Cristóbal y  San Agustín Acasaguastlán, también colindó en un una época por este rumbo con Santa María Magdalena, cuando este era municipio independiente; al sur, del mojón María Felipa, hasta el mojón La Laguneta, colinda este municipio con el de San Pedro Pínula, en el departamento de Jalapa, sirviendo de línea limítrofe varias montañas sinuosas; al este, del mojón denominado La Puente, al denominado María Felipa, colinda el municipio con el de Cabañas en el departamento de Zacapa; y al oeste, del mojón denominado El Portezuelo en línea recta, hacia el mojón El Bejucal, de norte a sur, de este mojón hasta el denominado El Aripín, de este a oeste, también en línea recta; en este mojón  termina la colindancia del municipio de El Jícaro, con el de San Agustín Acasaguastlán; y del mojón denominado El Aripín hasta el denominado Laguneta, colinda el municipio siempre por el este, con el municipio de El Progreso, cabecera del departamento, teniendo como limites montañas y barranco escabrosos sin nombres conocidos, formando una curva y de este ultimo al de María Felipa, por el lado sur con los municipios de Jalapa y San Pedro Pinula.  
En esa situación permaneció el nuevo vástago,  por muchos años, en un completo vacío e incertidumbre, derivado de la pifia del acuerdo de su creación,  la que como era de esperarse, tuvo  sus repercusiones negativas, por los serios problemas que se presentaron en el decurso del tiempo, con más de uno de los pueblos circunvecinos por cuestión de límites, cuando por ejemplo, habitantes de unos de ellos, creyendo  que estaban en su derecho, dentro de su territorio, invadían terrenos del otro, para efectuar labores, bien en parcelas  patrimonio  de la comuna local o de particulares, pertenecientes al nuestro, provocando las consiguientes molestias, las cuales en la mayoría de los veces, eran resueltas conciliatoriamente, con la intervención de ambas Municipalidades, alegándose en muchos casos, que los promontorios de piedra, troncos de árboles, zanjones u otras señales convencionales o empíricas,  que servían de límite, eran alterados a favor de determinado municipio, para agrandar su jurisdicción y restar la del otro, y esa era precisamente la causa de los pleitos, llegando algunos individuos, incluso, a la violencia, como medio de resolver sus diferencias.
Según rumores que no se han podido confirmar, parte del límite Oeste con San Agustín Acasaguastlán, fue alterado antojadizamente por cuestiones de tinte político, por el Ingeniero Luis Chacón, cuando remidió los terrenos “Malpaís” y “Robles”, a solicitud de sus propietarios de la aldea El Rancho, y de Aquilina Rodríguez, a efecto de lograr el deslinde y avivamiento de mojones, operaciones que fueron aprobadas por acuerdo gubernativo de fecha 19 de marzo de 1946, tomo 65, página 3 de la recopilación de leyes, cuyos resultados, según se sabe, se oponen a las practicadas con anterioridad por el Ingeniero Héctor Montenegro Vesco, también con aprobación gubernamental y que una de las partes considera la original, por lo que hubo inconformidad de alguno de los dueños.
El problema estriba en que todas esas medidas fueron aprobadas por el Organismo Ejecutivo en su oportunidad, como es reglamentario, y si hubo la alteración del límite en cuestión, no se hicieron en tiempo las impugnaciones correspondientes por las Municipalidades de esas épocas, aún cuando una cosa es el deslinde de terrenos particulares y otra muy distinta el de límites municipales.  Sin embargo, el mapa antiguo de El Jícaro, inserto, podría arrojar luz al respecto, así como una certificación de acta levantada por la Municipalidad de San Agustín Acasaguastlán con fecha 19 de febrero de del año 1933, no confiable, firmada solo por el Secretario de la Municipalidad de San Agustín, sin el visto bueno del Alcalde, que se refiere a esa supuesta alteración, que mantenía bajo custodia el Tesorero Municipal Melecio Venegas, en la caja fuerte de la Tesorería Municipal, en un paquete de documentos importantes que incluía copia del expediente de los trámite de la creación del municipio y el título del sitio de Jesús, que puede ser consultado, si acaso los mantuvieron bajo esa reserva, algunas sucesivas municipalidades presididas por Alcaldes y empleados irresponsables.
La alteración que se menciona principia en el mojón La casa en la hacienda La Esperanza, de los herederos de Aquilina Rodríguez, adentrándose en esta jurisdicción en línea oblicua de noreste a suroeste, hasta la altura del mojón El Bejucal, formando un ángulo agudo que resta al municipio una considerable faja de terreno sobre la cumbre  del cerro denominado “El Malpaís”.
Respecto de esa alteración, el Alcalde Municipal Abrahán Rodas Ruíz, atendiendo peticiones de propietarios de terrenos particulares limítrofes, vecinos de El Rancho, en oficio 480 de fecha 8 de octubre de 1957, dirigido al Director de Cartografía, reiterado varias veces, hizo la protesta del caso, adjuntando la certificación que se indica en el párrafo tras anterior, con motivo de la elaboración del mapa básico de la República de Guatemala, gestiones que también se formularon en los precisos momentos en que se realizaban los trámites de demarcación del municipio, sin que las mismas se hayan entrado a considerar siquiera, posiblemente porque las operaciones mencionadas, de deslinde de terrenos particulares, que originaron esos rumores, nada tenían que ver con cuestiones de límites municipales. Sin embargo, queda la duda y valdría la pena desentrañar lo relativo a esa situación, en la vía que corresponde.
La hacienda y casa “La Esperanza” de los herederos de Aquilina Rodríguez, entre la  línea férrea y la carretera interdepartamental, ha sido el antiguo límite de El Jícaro y San Agustín Acasaguastlán, por el oeste, aun cuando el casco de la vivienda se ubica dentro de la jurisdicción de este último, cuyos moradores, de tiempos remotos, siempre han gestionado sus asuntos con las autoridades “tinecas” y no del nuestro,  siendo además confín de la citada carretera municipal, según el mapa antiguo del municipio, inserto, elaborado el 17 de agosto de 1942,  por la Intendencia Municipal de esa época, que aparece publicado en este trabajo, firmado por el Secretario con el visto bueno del Intendente.
En el  año de 1880 se practicó la medida del ejido municipal denominado Las Anonas o Sitio de Jesús, por el Ingeniero Juan Nepomuceno Vasconcelos, que primeramente se adjudico al municipio de San Cristóbal Acasaguastlán por acuerdo gubernativo de fecha 28 de octubre de 1880, pero luego de la creación del municipio 
Mapa antiguo del municipio   
de El Jícaro por acuerdo del gobierno fechado 
el 31 de agosto de 1908, paso a pertenecerle, aun cuando la legalización se hizo a solicitud de la Municipalidad local unos años después, para cuyo efecto se emitió el acuerdo gubernativo   de fecha uno de  septiembre de 1,933, mandándose a inscribir en el Registro de la Propiedad Inmueble, bajo número 6446, folio 119 del libro 8 de Zacapa. Otro documento que respalda la propiedad del mencionado terreno a favor de la municipalidad de El Jícaro es el acuerdo de 1 de junio de 1933, tomo 52 páginas  464 de la recopilación de leyes.
LÍMITES ACTUALES. Cuando El Jícaro se convirtió en municipio independiente, como se indica antes, por una omisión involuntaria y para mala suerte nuestra, no se fijaron con                                                                                                                                                                                                  precisión los límites ni área territorial y, aunque de hecho, era de suponer que los primitivos linderos serían los mismos que el ente matriz (San Cristóbal Ac.) mantenía desde tiempos atrás, con sus limítrofes: San Pedro Pinula, Jalapa y Guastatoya, por el sur; Cabañas y Uzumatlán, por el oriente, San Agustín Acasaguastlán y Santa María Magdalena, por el poniente y el río Motagua lo sería por el norte, esto no era suficiente, existía un vacío legal porque se ignoraba el área de conformación y que era indispensable resolver, promoviendo  las gestiones de ampliación del acuerdo de creación, que le otorgara vida jurídica total al municipio, con sus límites y extensión territorial bien definidos, a efecto de ponerle fin a los problemas existentes,  incluidas las murmuraciones callejeras de que el área de asentamiento nuestro, pese al tiempo transcurrido, desde su creación, todavía pertenecía al municipio de Acasaguastlán, “porque así estaba registrado”, decían algunos mal pensados e ignorantes, situación que aprovechaban algunos ingenuos vecinos para ir a “legalizar” a posteriori, los documentos de sus terrenos, con las autoridades  de aquella hermana población, sin percatarse que esos trámites serían nulos de pleno derecho, porque El Jícaro ya tenía jurisdicción propia municipal, situación que se daba con mayor frecuencia por los habitantes de las aldeas del oriente de la población. Que conste, que de esta clase de asuntos pasan inadvertidos lastimosamente, la mayoría de vecinos del municipio, bien por ignorancia, por falta de consciencia cívica, de voluntad o de amor al terruño.
Dentro de ese estado de cosas, con el objeto de complementar el acuerdo de creación del municipio, con la fijación real de  límites y comprobación del área territorial, así como para aclarar las dudas existentes sobre la supuesta alteración que se menciona, dicho de otra manera, sanear de una vez por todas el problema, fue que la Honorable Corporación Municipal, administración 1960/62, de la que me precio haber presidido como Alcalde, guiados sus integrantes por sus más grandes sentimientos de patriotismo y responsabilidad en el ejercicio de la función pública por el pueblo encomendada, y a mayor abundamiento, considerando que era el momento oportuno de hacer historia, con un proyecto de tanta envergadura, en pro del patrimonio del municipio, gestionó ante el gobierno de la república presidido por el General Miguel Ydigoras Fuentes, LA DEMARCACIÓN FÍSICA DE SU ÁREA TEERRITORIAL, la cual fue autorizada y realizada  sin dilación, en tiempo record, por la Dirección General de Cartografía a cargo del Ingeniero Manuel Ángel Castillo Barajas, previos los estudios técnicos y trabajos de campo necesarios,  así como la revisión y comparación de los antecedentes históricos del caso, elaboro con base en los mismos, el mapa aéreo fotogramétrico expeditivo que fija con precisión los límites jurisdiccionales que determinan el área asignada al municipio, con fundamento en todo lo cual, y llenados los demás requisitos legales, el Organismo Ejecutivo, emitió el correspondiente acuerdo, ampliando el anterior de fecha 31 de agosto de 1908, que dice:
“PALACIO NACIONAL: Guatemala, 28 de Junio de 1962.
Visto para resolver el expediente relacionado con los limites jurisdiccionales del Municipio de El Jícaro, Departamento de El Progreso, creado por Acuerdo Gubernativo de fecha 31 de Agosto de 1908; y,
CONSIDERANDO:
Que el acuerdo fechado el 31 de Agosto de 1908, si bien menciona los poblados que en esa época debían integrar el nuevo municipio que se formaba, no fijó los límites jurisdiccionales que permitieran demarcar físicamente el área asignada a municipio de El Jícaro:
CONSIDERANDO:
Que la Dirección General de Cartografía ha realizado el estudio y trabajos de campo necesarios y que, con en los mismos, elaborado el mapa aéreo fotogramétrtico expeditivo que fija con precisión los límites jurisdiccionales que determinan el área asignada al municipio de El Jícaro;
CONSIDERANDO:
Que no obstante que el Acuerdo Gubernativo del 31 de Agosto de 1908, no fijó los límites municipales correspondientes, la municipalidad de El Jícaro ha ejercido desde esa fecha su jurisdicción en el territorio que fija la presente disposición;
CONSIDERANDO:
Que las protestas y peticiones hechas por algunos vecinos de las aldeas Los Bordos de Barrillas, El Espíritu Santo, Lodechina, Las Anonas, Santa Rosalía, Agua Caliente, El Tambor y El Pino, no tienen ningún fundamento legal, y han quedado desvirtuadas por la Municipalidad de El Jícaro, en su sesión pública ordinaria que consta en el acta numero 21 de fecha 9 de Septiembre de 1961, así como lo dictaminado por el Ingeniero don Manuel Ángel Castillo Barajas, Jefe de Demarcaciones Internas de la Dirección General de Cartografía, en su dictamen de fecha 8 de Febrero del año en curso; que con respecto al terreno denominado “Sitio de Jesús” o “Las Anonas” que los vecinos de las aldeas indicadas anteriormente, manifiestan que pertenece a San Cristóbal Acasaguastlán, tampoco hay ningún problema, ya que de este terreno, existe titulo librado a favor de la Municipalidad de El Jícaro, inscrito en el Registro de la Propiedad Inmueble al número 6446, folio 119, del libro 8 de Zacapa.
POR TANTO:
El Presidente Constitucional de la República.
ACUERDA:
1º. Ampliar el Acuerdo Gubernativo de fecha 31 de Agosto de 1908, que creó el municipio de El Jícaro, Departamento  de El Progreso, asignándole una área jurisdiccional aproximada de doce mil quinientas (12,500 Hts.), equivalentes a doscientas setenta y siete caballerías (277 caballerías), comprendidas dentro de los límites municipales demarcados por la Dirección General de Cartografía, que  figuran  en el mapa aéreo fotogramétrico expeditivo elaborado por dicha institución para el efecto y cuya descripción es la siguiente:
I)   Con el municipio de San Cristóbal Acasaguastlán, Departamento de El Progreso, la actual línea media del Río Grande o Motagua, desde su intersección con la línea recta definida por los mojones: <<Línea Férrea>> y <<El Remolino>>, hasta su intersección con la línea recta definida por los mojones << La Puente>>, <<Vega de Mercedes Marroquín>> y <<Cerro de Uyús<<, siendo esta intersección mojón común entre los municipios de El Jícaro y San Cristóbal Acasaguastlán Departamento de  El Progreso;  Uzumatlán y Cabañas, Departamento de Zacapa.
II)  Con el municipio de Cabañas, por medio de líneas rectas definidas por los siguientes mojones: a)  De la ultima intersección mencionada, al mojón <<Vega de Mercedes Marroquín>> ; b) <Vega de Mercedes Marroquín>---< La Puente>; c) <La Puente>----<Murciélago>; d)  <Murciélago>---<La Laguneta>; e)< La Laguneta>---<El Morral>; f)<El Morral>---<El Jobo>; g) <El Jobo>---<María Felipa>; siendo el mojón <María Felipa> trifinio entre los municipios de El Jícaro, Departamento de El Progreso; Cabañas, Departamento de Zacapa; y San Pedro Pínula, Departamento de Jalapa.
III) Con el municipio de San Pedro Pínula, por medio de las líneas rectas definidas por los siguientes mojones: a) <María Felipa>; ---<Primer Encino>; b) <Primer Encino>---<Segundo Encino>; c)<Segundo Encino>---< Tercer Encino>; d) <Tercer Encino>--------<Pino Mocho o Pino Gacho>; e) z Pino Mocho o Pino Gacho>---<Pila de Moscoso>; f)<Pila de Moscoso>---<Pino Ralo>; siendo el mojón <Pino Ralo> trifinio entre los municipios de El Jícaro, San Pedro Pínula y Jalapa.
IV)          Con el municipio de Jalapa, Departamento de Jalapa, por medio de líneas rectas definidas por los siguientes mojones: a)  <Pino Ralo>---<Cuervo>; b) <Cuervo>--<Roble o Sillón>: siendo el mojón <Roble o Sillón> trifinio entre los municipios de El Jícaro, Jalapa y el Progreso.
V)  Con el municipio de El Progreso. Departamento de El Progreso, por medio de: a) una línea recta definida por el mojón <Roble o Sillón> y el mojón < El Amate o Piedra Rallada> localizado este último en la rivera del rio Ayanshagua, (Anshagua)  b) La línea media del rio Ayanshagua, (Anshagua) desde el mojón <Amate o Piedra Rallada> hasta el mojón <Zunzapote; c) Por líneas rectas definidas por los siguientes mojones: “Zunzapote”--<Caobano>, y <Caobano>---<Calzontes<; siendo el mojón <Calzontes> trifinio entre los municipios de El Jícaro, San Agustín Acasaguastlán y El Progreso.
VI)          Con el municipio de San Agustín Acasaguastlán, por medio de líneas rectas definidas por los siguientes mojones: a) <Calzontes>---<Agua Shúca>; b)<Agua Shúca>---<Bejucal>(s.a.);c) <Bejucal> (s.a.)<Casa>; d) <Casa>---<Línea Férrea>, y del mojón línea férrea, por medio de una línea recta con dirección al mojón < El Remolino> anteriormente mencionado, hasta su intersección con la línea media del curso actual del Río Grande o Motagua, siendo esta intersección mojón trifinio entre los municipios de El Jícaro, San Agustín y San Cristóbal Acasaguastlán.
2º. El área pretendida por el municipio de El Jícaro que en el mapa aereofotogramétrico expeditivo elaborado por la Dirección General de Cartografía, aparece rotulado < Área de San Agustín Acasaguastlán pretendida por El Jícaro>, y cuyos límites son las líneas rectas definidas por los siguientes mojones: a) < Casa>---<Bejucal> (s.a.); b) <Bejucal> (s.a.) <Agua Shuca> ; c) <Agua Shuca>---<Calzontes>; d) <Calzontes>---<Callejón o Aripín>; e) <Callejón o Aripín> ---<Bejucal> (j); f) <Bejucal> (j)---<Casa>, queda confirmada como área dentro de la jurisdicción municipal de San Agustín Acasaguastlán.

3º. La Dirección General de Cartografía queda encargada de proceder oportunamente al respectivo amojonamiento.
4º. El Presente Acuerdo entrará en vigor el día siguiente de su publicación en El Diario Oficial. COMUNIQUESE,  YDIGORAS FUENTES, El Ministro de Gobernación, GILDARDO MONZON PEULBE>>.”



Mapa aéreo del municipio de El Jícaro.                                                                                                                               
Cabe por tanto,  a los habitantes de El Jícaro, el privilegio de ser uno de los pocos municipios de la República, que tienen arreglado conforme a derecho, la demarcación física de su área jurisdiccional,  límites y mojones perfectamente identificados, éstos últimos construidos con basas de concreto, con los signos e identificaciones asignados por la autoridad en la materia,  para su fácil localización en cualquier momento, por enterrados que pudiesen estar en el subsuelo y, consecuentemente, la línea divisoria entre uno y otros de los municipios colindantes, lamentando no obstante, que las pretensiones y alegatos de la Municipalidad nuestra, respecto de  la supuesta alteración de una parte del límite oeste con San Agustín Acasaguastlán, no hayan encontraron el eco deseado, según se lee del acuerdo transcrito. Es esta pues, la mayor gestión que Municipalidad alguna haya podido realizar en el municipio, a través del tiempo, equiparada solamente con la magnitud de la obra de  creación del municipio. 
 Empero, es lamentable y triste a la vez, que la Municipalidad y Fraternidad Jicareña, hayan dejado pasar por alto de comentar, acerca de la demarcación física del municipio, o siquiera aludir del logro con ello alcanzado, cuando celebraron en el 2008 el centenario de su fundación, limitándose a hacer referencia al acuerdo de su creación, y no al de ampliación que lo complementó, de ese avance significativo en materia de territorio, tal vez por desconocimiento de los dirigentes del evento, un lapsus calami, falta de coordinación o de voluntad política de una o ambas entidades, o porque su propósito era simplemente el de celebrar por celebrar, sin objetividad, menospreciando con ello, esa importante faceta de la vida del pueblo, aprovechando la coyuntura de esa masiva concentración, para enterar con satisfacción al vecindario ahí reunido, de la última innovación y  estado geográfico actual de nuestra jurisdicción, que dicho sea de paso, representa una obra de trascendencia, no solo para los jicareños, sino por extensión, para los habitantes de los municipios colindantes, según informaciones de vecinos de esas comunidades en aquel momento y, aún, en la actualidad, cuando se comenta al respecto, porque a decir verdad, no puede existir municipio jurídicamente hablando, faltando esos elemento esenciales, léase territorio con límites precisos amojonados legalmente, resultante de mediciones técnicas.
 Lo anterior también, en referencia lógica, de que si bien, en aquella época nuestros antepasados, nos obsequiaron la independencia de nuestra patria chica, quizás por premura  o porque a sus precursores solo les interesaba el aspecto puramente político del momento, pasaron inadvertidos de la fijación de límites y la masa física perimetral que debía conformarlos, con su respectivo mapa, de tal manera que esa concesión o autonomía, fue a medias, paticoja como se dice, que era preciso enmendar con el paso de los años, por alguien visionario, a efecto de conformar un territorio con todos sus requisitos legales, en el presente caso, justamente, el Concejo Municipal  a que presidí, para nuestra tranquilidad, a fin de no tener ya que soportar más problemas de su índole, en el futuro, como venía ocurriendo.
 Pienso y me congratulo de hacerlo constar sin embargo, que la ascensión  a categoría superior de la aldea, fue una acto maravillo de civismo de nuestros congéneres antepasados, digna de admiración y de reconocimiento que no pretendo desdeñar, solo señalar de refilón, la omisión que en principio se cometió, situación que en hora buena, quedó arreglada en definitiva, como se explica, toda vez que el acuerdo de demarcación vino a complementar, dar forma y perfeccionar el de creación, que aún cuando este se gestó con buena y sana intención, adolecía de algo de suyo importante dentro del contexto jurídico, cuál era el deslinde y avivamiento territorial.
 Es posible, que por no constituir la demarcación, una obra abultada,  más bien abstracta, discreta, pero no por ello interesante, que por intangible e imperceptible a simple vista, y no rebasar los límites de la superficie del suelo, como acontece con otras materiales, que se alzan a los ojos de todos, un edificio por ejemplo, pasa inadvertida y callada para muchos, aún cuando pudiera darse el caso también, de falta de conocimiento, ignorancia o egoísmo de las personas, de no querer comprender y reconocer los hechos tal cual son. Cosas de humanos, ¿verdad?. Pero ahí está la descrita, consecuentemente plasmada en documentos legítimos: un Acuerdo Gubernativo y mapa oficializados por el Estado, que la respaldan legalmente, con sus basas de concreto que identifican claramente los linderos y mojones respectivos,  lo cual algún día la historia se encargará de darle su importancia y colocarla en el lugar que realmente le corresponde y, por eso mismo, los  jicareños conscientes, indudablemente, se servirán reconocer, como lo han venido haciendo agradecidas, sucesivas generaciones desde un principio,  con  la disposición de la creación del municipio, cuyo centenario se celebró.
Sin perjuicio de que el mapa oficial del municipio, es el elaborado y autorizado por la Dirección General de Cartografía, con motivo de la demarcación de que se trata, he creído conveniente para una mayor comprensión visual, referencia e identificación de datos útiles, así como la ubicación de poblados, parajes, ríos y vías de comunicación, incluir también en este texto, fotografía de un mapa provisional, pero oficial en su momento, elaborado por la municipalidad de 1942, con ocasión del levantamiento del inventario físico de caminos de tercer orden, vecinales y de herradura del municipio, conforme el acuerdo gubernativo del 5 de junio de ese mismo año, con sus respectivos signos convencionales, el cual, con muy poca diferencia, se parece con el de Cartografía, a pesar de haber sido elaborado fuera de escala, en forma empírica, pero útil e interesante, cuyo inventario se publica también en este libro, dada su importancia por los intereses patrimoniales del territorio, que representa y como parte de la historia.
Es importante mencionar, que dentro del trámite de demarcación, fue preciso librar tenaz lucha en las dependencias gubernamentales correspondientes, que por momentos se debilitaba, ante la ilegítima intromisión y absurda oposición, a la vez, del Alcalde de turno, de San Cristóbal Acasaguastlán, por su notoria  falta de personalidad y personería en el asunto, por ser este  de la exclusividad interna y autónoma de nuestro municipio, así como de un reducido grupo, a lo sumo de diez personas, intrigantes, venales, de sobra conocidos y hasta cierto punto traidores, de varias aldeas del oriente del municipio, quienes tergiversando el verdadero sentido de nuestra gestión, aducían que el terreno Las Anonas o Sitio de Jesús, era propiedad de aquella Municipalidad y lo que el Alcalde de El Jícaro pretendía, era vender el bien inmueble citado, por lo que rechazaban de plano la intervención gubernamental en la demarcación solicitada, cuyas protestas y peticiones por notoriamente frívolas e impertinentes, fueron declaradas sin lugar, por ajenas al propósito que se perseguía, de suerte que dentro de las pruebas presentadas, figuró la de  que el citado terreno está inscrito con todas las de ley, a favor de la Municipalidad de El Jícaro, en el Registro de la Propiedad Inmueble, como se indica anteriormente. Por supuesto que los vecinos opositores fueron manipulados y engañados por ávidas terceras personas de adentro y fuera del municipio, en el marco de los intereses políticos partidarios, que se disputaban en  el momento, como a mansos e ingenuos corderitos, pero fracasaron  en su vanos intentos de desestabilización, no obstante las repetitivas, oportunas y contundentes aclaraciones nuestras, al respecto.
 Parte de lo  dicho anteriormente, se confirma con el acta número 322 de fecha 20 del mes de julio de 1961, suscrita en la Gobernación Departamental, con la presencia del Gobernador, Coronel Manuel Adalberto Rivera Mérida, los Alcaldes de El Jícaro, San Cristóbal y San Agustín Acasaguastlán, Carlos Egberto Casasola Saavedra, Héctor M. Ruíz Victoria y Efraín Sánchez P., respectivamente, con la asistencia del Secretario Fernando Octavio Catalán Orellana, en cuya audiencia el segundo de los nombrados se opuso rotundamente al trámite de demarcación, respaldado por sendos memoriales firmados por vecinos de las aldeas mencionadas. Es de hacer notar, que en ningún momento se trató de un problema entre el noble pueblo de San Cristóbal Acasaguastlán, nuestra antepasada patria chica y el nuestro, sino de más de alguien líder político disociador ajeno al departamento, que pretendía  llevar agua a su molino  para sumar adeptos en su posición de pre candidato a diputado y por el prurito de fastidiar.
Es curioso, sin embargo, que los vecinos de las referidas aldeas, quienes en buen número son usuarios del sitio Las Anonas o de Jesús, o sus descendientes, a estas alturas, demostrando sus agallas, no hayan alzado su voz de protesta, haciendo valer sus derechos conculcados, desde el preciso instante, en que cierta Municipalidad y otros involucrados, en forma ilegal y hasta cierto punto de traición, vendieron simuladamente,  --porque aparentemente, no hubo dinero de por medio, por lo menos ingresado en la caja de la Tesorería Municipal--, fracciones de dicho terreno a personas particulares, desmembradas del título original, que ha quedado por tal motivo, prácticamente cercenado, para fines que no eran precisamente los de adquirir propiedad y dominio en sentido estricto, sino para utilizar esos documentos como aval para conseguir préstamos hipotecarios en algunos bancos del sistema, haciéndolos pasar para demostrar  “legítima pertenencia del inmueble”, pues los supuestos compradores nunca asumieron la posesión de los terrenos, pero mientras tanto, subsiste un serio problema costoso de dilucidar, en razón de que algunos de los supuestos compradores, son fallecidos y, por ende, resulta imposible a estas alturas revertir la anómala operación, a su legítima propietaria, la Municipalidad, y lograr su recuperación, pudiéndose, eso sí, promover algunas diligencias contra quienes aún viven o sus descendientes, máxime que los contratos están plagados de vicios ocultos que los hacen nulos de pleno derecho, sobre cuyos contratos de “compra-venta”, existe responsabilidad penal también, para el o los notario que los autorizaron, a sabiendas que no son factibles los negocios de bienes patrimonio del Estado, así nada más de facilito, sin los trámites específicos previos que demandan estos casos, conforme a leyes de la materia.
 Ante tan penosa circunstancia, como ciudadano nato de esta tierra, sabedor de ese inaudito problema, como público lo es, insto por un lado, a los supuestos compradores, a que depongan su posición de falsos propietarios y devuelvan lo acotado a su  legítima dueña, porque tarde o temprano el municipio reaccionará, y como consecuencia, se verán inmersos en problemas judiciales no deseados, cuyas personas, considero,  no actuaron con  ánimo de lucro o de dolo para delinquir por propia iniciativa, para su directa inculpación, por el contrario, pudo haber sido por mal asesoramiento o embaucados con la participación de terceros con aviesos intereses, porque en conciencia, es más responsable quien con conocimiento de causa, vende lo que no es suyo, es decir, lo  que tiene  en depósito por administración temporal, en este caso, la Municipalidad de la época, qué, quienes  adquirieron esos bienes en tal forma. Y por aparte, a la Municipalidad local llamo la atención, para que cumpla con la función de su mandato, promoviendo  inmediatamente, en defensa de los derechos e intereses del pueblo que representa, ahora detentados, la  nulidad de esas transacciones ilegales, toda vez que los bienes del Estado, son inalienables por simple acuerdo interno municipal, disposición unilateral  o simple alcaldada de funcionario de turno de repente, salvo trámite específico por utilidad y necesidad públicas, debidamente comprobadas, con el aval del pueblo en un cabildo abierto, lo que hace pensar que ese estado de cosas, se dio, además, como una forma irresponsable de congraciamiento con determinados sujetos, para la captación de votos o para hacer préstamos para costear elecciones municipales, de determinados candidatos.   
EXTENSIÓN TERRITORIAL. La extensión  superficial del municipio, anteriormente era de 228 caballerías, 47 manzanas y 8 cuerdas, según datos registrados en la Dirección General de Estadística, pero, tras la última medición efectuada por la Dirección  General de Cartografía, con motivo de la demarcación que se refiere, la extensión real del territorio, es ahora de: 12,500 hectáreas, equivalentes a 277 caballerías, por lo que los datos primeramente mencionados han dejado de tener vigencia, prevaleciendo estos últimos, en vista que Cartografía, ahora Instituto Geográfico Nacional, es la dependencia oficial especifica del Estado, en asunto de mediciones y mapeo. Con tales operaciones se estableció así mismo, en términos generales, un aumento de 49 caballerías, con relación al dato anterior, así como colindancia por el rumbo nororiente, con el municipio de Uzumatlán, Zacapa, ignorada antes, observándose de consiguiente, buena recuperación de área territorial con esta última medida, gracias a la avanzado de la ingeniería moderna.
ALERTA. Por mera coincidencia, buscando asuntos de mi interés en Internet, encontré una investigación del Ingeniero Agrónomo Nery Augusto Paz Barrientos, relacionada con El Jícaro, en donde indica que el límite de nuestro municipio con el de Jalapa, varió en los puntos siguientes: “de la cima del cerro Almolonga, que constituye el límite departamental, en una poligonal hacia el este a la cima del cerro Montepeque, de allí al paraje El Terreno hasta el paraje Portezuelo del Incienso, al lado sur del cerro El Incienso y de este punto, a la poligonal que en dirección sureste va a la cima del cerro Alto, que ha pertenecido a Jalapa”, situación en la que estuvo involucrado el Instituto Nacional de Transformación Agraria (INTA) y el Congreso de la República, que emitió el decreto número 23-74 de fecha 25 de abril de 1974, publicado en el diario oficial del 6 de mayo de dicho año. Por lo anterior, sería conveniente que la Municipalidad local investigara acerca de las operaciones efectuadas por el Instituto Nacional de Transformación Agraria (INTA) o el Instituto Geográfico Nacional en esa época, sobre los límites mencionados, que pudieran favorecer o no a nuestro municipio, aunque a mí, en lo personal, no me suenan esas colindancias, por lo que pudiera tratarse de mediciones no territoriales intermunicipales o de expropiaciones.

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