martes, 20 de marzo de 2012

Portada Superior

Portada Superior

El Jícaro en tus manos


EL JÍCARO CENTENARIO EN TUS MANOS

DESCRIPCIÓN HISTORICO GEOGRÁFICA Y OTROS TEMAS SOCIO CUOLTURALES


DEL MUNICIPIO DE EL JÍCARO
Departamento de El progreso
Guatemala—Centro América
2012

 ADQUIERELO, ABRE SUS PÁGINAS Y LÉELO

 Carlos Egberto Casasola Saavedra
Autor del presente Libro.
Correo: carcasaav@hotmail.com



NOTA: En  la presente obra fuero empleadas            
algunas palabras consideradas como modismos de             
la región oriental del país. –N. del A.     

EDITORES. Hermanos Casasola Saavedra 
Derechos reservados. 
Prohibida su reproducción parcial o total. 

Dedicatoria


DEDICATORIA:
A mis queridos padres:
Fidel Egberto Casasola Venegas y
Felicinda Saavedra Terraza de Casasola;
A mi hijo Randolfo Augusto Casasola Díaz;
A mis hermanos: Oscar René, Ranulfo, Randolfo y
Rolando Casasola Saavedra y sobrinos fallecidos.
In memoriam, venerados recuerdos  y flores sobre sus tumbas
A mi familia en general:
Hijos,  nietos, hermanos, sobrinos,  primos, y tíos,
Con todo cariño y reconocimiento.
A mi querido pueblo de El Jícaro,  con todo respeto,
cariño y el deseo de serle útil siempre, extensiva a mis amigos en general.
Carlos Egberto Casasola Saavedra.

Índice


ÍNDICE
                                                                                                                                 Página
Acuerdo de Creación del municipio…………………………………………………………………….    OO5
Motivaciones y Presentación……………………………………………………………………………...    OO6
  
CAPÍTULO   I        Situación topográfica, Demarcación Física y Extensión Territorial  OO9
                                                                     
“                    II       Demarcación Política………………………………………………………………….. O20
                                 
“                    III       Altura, Clima, Orografía e Hidrografía………………………………………… 033
“                    IV       Minerales, Flora, Fauna y algunos comentarios…………………………  036
“                    V        Población y Etnografía……………………………………………………………….  055
“                    VI       Gobierno Municipal………………………………………………………………….   060
“                    VII      Etimología y mis pequeños comentarios………………………………….    077
“                    VIII     Costumbres, recuerdos anécdotas y tradiciones………………………… 085
“                    IX       Fiesta Titular………………………………………………………………………………  123  
“                     X       Religión……………………………………………………………………………………     128
“                    XI       Educación, Artes y Cultura Física…………………………………………….      133
“                    XII      Desarrollo y Productividad……………………………………………………        150
                      XIII     Valores Literarios …………………………………………………………………..      164
“                    XIV     Vías de Comunicación……………………………………………………………       167
 “                   XV      Hechos Históricos…………………………………………………………………..      174
“                    XVI     Hombres Importantes, Lideres, Activistas y Dirigentes (perso-        
                                 najes de Ayer)………………………………………………………………………..       177
“                    XVII    Servicios Públicos…………………………………………………………………….     188
“                    XVIII   Fenómenos Naturales, Plagas, Epidemias y otros sucesos………      191
“                    XIX     Otros Sucesos……………………………………………………………………………    196
                                 Mi Curriculum vitae………………………………………………………………….    201
                                 Punto y Final…………………………………………………………………………….    203      

Acuerdo de creación del municipio de EL Jícaro, Departamento de El Progrese


Acuerdo de creación del municipio de
El  Jícaro, Departamento de El Progreso. N del A.

Motivaciones y presentación


MOTIVACIONES
Y
PRESENTACIÓN

Hace unas décadas, el Ministerio de Educación Pública, previo dictamen favorable de su Consejo Técnico, autorizó la publicación y auspició a su vez, por medio de su editorial “José de Pineda Ibarra”, en el año 1961, la impresión de mi pequeño libro, MONOGRAFIA DEL MUNICIPIO DE EL JICARO; título tal vez un tanto inapropiado, porque su contenido se extendía más allá de un solo tema,  pero al fin y al cabo un libro y un objetivo cultural logrado, situación de la que pasó inadvertido el ente gubernamental que la revisó, quedando en consecuencia registrada oficialmente, con la clasificación: ME 917.28153 C335, 6, “colección de monografías”.
En su presentación al estimado público lector,  se señalaba claramente, que salía a luz pública la pequeña obra, sin presunciones de ninguna índole, no  como obra literaria en el sentido estricto de la palabra, por el contrario, como un pequeño ensayo motivado por una inspiración, quizás un sueño, convertida luego en vivo deseo acariciado por años, de dar a conocer lo nuestro, valga decir, escribir algo sobre el municipio, en los diversos aspectos que lo conforman, desde su fundación hasta nuestros días, resaltando en lo posible: lo geográfico, histórico y cultural. Y al percatarme asimismo, de la existencia de estudios de igual naturaleza en otros municipios de la república y, por ende, era preciso realizar el nuestro, como imitación de buen ejemplo,  con  la inquietud que mueve a la juventud soñadora, de hacer algo positivo, cuando se siente muy dentro el orgullo por la patria chica, en donde se  tuvo el privilegio de haber nacido y desarrollado felizmente la niñez y adolescencia, al lado de los seres queridos y paisanos en general, cuyas vivencias, que penetran lo más hondo de mi ser, forman parte del haber de mi existencia, que me han animado a seguir adelante, sopesando alguno que otro obstáculo de la vida cotidiana.
Y ¿por qué no decirlo?, lo escrito también, como una satisfacción personal, al haber logrado las tan ansiadas aspiraciones humanas que individuos algunos, desean alcanzar en su paso por la vida, cuales son: la natural misión de procrear hijos y formarlos; plantar árboles y jamás derribarlos; escribir un libro  o algo por el estilo, y practicar el bien común, como un ejemplo para la colectividad, como casi lo confirma una célebre y controvertida frase acuñada por alguien autor desconocido, probablemente de origen chino o Islámico, que  menciona  precisamente esos conceptos, como anhelo o provecho de vida, ampliamente conocidos en el campo de los proverbios.
Y además, para evitar y asegurar a la vez, que hechos acontecidos, al no relatarse y escribirse a su debido tiempo, desaparezcan sin dejar huellas del entorno cultural,  en razón  de que la acción implacable del tiempo lo extermina todo, si no se actúa, con los consiguientes lamentos después, porque: ¿cómo no quisiéramos nosotros hoy, retroceder en el tiempo, para conocer a ciencia cierta nuestra interesante historia?, con mayor interés, lo que  esta vasta región fue en la época pre hispánica?, que ahora, escudriñamos a medias, dando palos de ciego como dice el dicho,  sin mayores elementos de juicio, que los mínimos encontrados. Clareo está, que en esa época, no existían los medios adecuados para dejar constancia de los hechos, excepto las costosas referencias rupestres, en esculturas, jeroglíficos o lienzos de papiro, de las cuales aquí no hay evidencias, solo  montículos en cantidad, y la tradición oral guardada en los archivos del tiempo, transmitida de generación en generación, que constituye buena fuente de información, pero con el riesgo de tergiversarse o alterarse los hechos reales, con el paso de los años, o en el momento mismo de su explicación a medias, o sin ninguna o poca consistencia.
Del librito mencionado, fui objeto de algunas críticas, en su mayor parte positivas, sanas y de reconocimiento, y otras negativas, reducidas estas últimas a simples murmuraciones, que por ser feas formas de conducta humana, carentes de importancia, caen por si solas en el vacío, considerándolas, antes bien, producto de la ignorancia y, para mí en lo particular, gajes del oficio. En el pueblo ha habido otros escritores, que por humildes, tal vez de aldea, han sido igualmente criticados por los de siempre, sin percatarse de que el hecho de escribir un libro y hacerlo público, significa un esfuerzo positivo digno de encomio y hasta de imitación, aun con las imperfecciones que pueda observar, propias del quehacer humano y, por lo mismo, factibles de merecer una dispensa o simplemente pasar desapercibidos con un chitón boca, principalmente, si quienes censuran no son capaces de hacer lo mismo, situación que traigo a cuenta para que aprendamos a ser correctos.
Debo de agradecer como obligado cumplido, las muestras de aliento y felicitaciones recibidas oportunamente de muchas honorables y recordadas personas de adentro y fuera del solar patrio, entre quienes destacan por sus amables conceptos, las del Licenciado Carlos Jiménez Peralta, periodistas Álvaro Enrique Palma Sandoval y Carlos Toledo Viélman, profesor Alejandro Flores Carranza, poeta Gregorio Alvarado, Alberto Ramírez, Samuel Beltetón de León y Domingo Castro, entre otros, a las quienes se sumó el escritor cubano Arturo Casado San Germán, cuyo texto lo recibió de nuestra embajada en aquel país, quien aparte de felicitarme, me solicitaba datos y el mapa sobre el recorrido de su paisano, el bardo José Martí, a finales del siglo XIX, viniendo de Puerto Barrios, en donde desembarcó, procedente de Cuba, a la Capital de la República, pasando por nuestro pueblo, y de su estadía en Guatemala, gestión de la que no pude complacerlo, por temor a represalias, debido a la tensa situación política prevaleciente  en ese tiempo, entre el gobiernos de aquella nación y la nuestra.
A petición de numerosas personas, así como por la importancia y buena acogida que el anterior tuvo, léase la monografía, principalmente entre la juventud estudiosa de las escuelas del municipio, en sus distintos niveles, a quienes dicho sea de paso, sirve aún, de texto de consulta en lo que al conocimiento del municipio en sus variados aspectos, se refiere, con edición agotada,-- lanzo ahora a conocimiento público, para servir mejor, mi segundo libro titulado: EL JÍCARO EN TUS MANOS, el nombre por cierto  más sugerente e idóneo encontrado, que vino a mi mente precisamente, por las referencias y énfasis que se hacen del terruño, con temas del anterior librito incluidos, naturalmente, es decir, de la Monografía, pero corregidos, actualizados y con mayor información sobre otros asuntos. Se incluyen algunas anécdotas, cuentos, vivencias, aventuras y algunas “babosadas” a propósito, algunas de cuyas  frases van salpicadas con aliño de poesía, en prosa, incrustadas en todo el curso del libro, configuradas con los chispazos que da la testa de repente, al evocar cosas de nuestro pueblo, todo en una mezcla del ayer y del hoy, con sabor a provincia y medio ambiente, ¡que rico eh!, o sea, algo ameno por su contenido íntimo local, lo cual se traduce prácticamente en una síntesis del municipio, en sus diversos aspectos, con algo también, de lo aprendido en la universidad de la vida, y algunos episodios en el contexto de mi realización como individuo, texto que pongo a disposición de los estimados lectores, a la espera de que lo lean, saquen sus propias conclusiones y por supuesto guste su contenido.
Tal compendio de cosas, me ha sido posible y resultado un tanto cómodo, (alábate patojo, que no hay quien te alabe), por el conocimiento que modestamente tengo del municipio, como jicareño de pura cepa, adquirido al haber recorrido en repetidas ocasiones los puntos de sus confines, conjuntamente con vecinos antañones, conocedores del área, autoridades locales e instituciones especializadas en la materia, oportunidad que tuve cuando por muchos añas fui secretario del Ayuntamiento y después Alcalde, y el grande deseo que me ha inspirado siempre, desde mi infancia, de querer descubrir las entrañas de lo que es nuestro, y cantarle de cierta manera a mi pueblo, de su grandeza. El pequeño estudio sin embargo, ha sido complementado y enriquecido en buena medida, con la oportuna y valiosa cooperación de personas bondadosas y conocedoras del medio, al relatarme hechos de antaño que he echado a mi matate, y la ayuda de gente joven, ahora, con motivo de esta nueva edición, quienes son parte también de este objetivo, cuya fuente oral, lastimosamente, desaparece con el transcurso del tiempo, y de ahí, la urgente necesidad de plasmarla en forma escrita  para su preservación y conocimiento oportunos; Referencias adhoc, que agradezco profundamente, lo mismo, a mis hijos expertos en computación: Jonathan Alejandro y Carlos Randolfo Casasola Estrada, que digitaron y prepararon gustosamente este texto.
Es pues, este trabajo, una segunda meta cumplida, alcanzada con paciencia, venciendo algunos contratiempos, que he realizado como una humilde contribución a la cultura del municipio y de sus futuras generaciones, como una pequeña herramienta de consulta para conocer, aunque sea en mínima parte, los aspectos  histórico geográficos que lo rodean, y se tome conciencia de lo que es y representa el pueblo en su conjunto, para nosotros sus hijos. Por tanto, son mis mejores deseos de que este nuevo librito tenga buena acogida, como ocurrió enhorabuena, con mi anterior, del que tengo conocimiento, circuló en buena cantidad y llegó a  las manos inclusive de personas de algunos países de habla hispana del exterior, gracias al Ministerio de Educación, que los hizo llegar a través de nuestras Embajadas, según reportes y comentarios agradables que son de mi conocimiento, por lo que el mismo forma parte modestamente del conjunto de libros de varias bibliotecas particulares y nacionales, incluso, del catálogo o índice  de autores de obras, del poder legislativo o Parlamento Norteamericano, hasta donde fue a parar mi librito, supongo, por el carácter oficial del texto, hecho llegar por el mismo canal, tal consta en página de Internet, observada dicha información, al instante de marcar mis nombres y apellidos completos para ingresar en el sistema.
Sin  la menor pretensión de que se confiera crédito a lo escrito por mí,  manifiesto mi inconformidad con otras monografías posteriores a la mía, por contener informaciones que no son propias ni originales de sus autores, sino tomadas de la que yo escribí hace años, sin citar ellos, la fuente de  de información consultada, como es lo correcto, por lo que fácilmente estarían incurriendo, tal vez no por dolo, sino por ignorancia u omisión, en el ilícito de plagio o contra el derecho de autor, por una parte, y por la otra, que expertos en escribir  sobre temas municipales, sin conocer el medio, sinceramente no los hay, mucho menos por personas ajenas al municipio contratadas para el efecto. Tal el caso de la que hizo Marlene Mardalety Rivera Miranda, la cual, aún reconociendo lo completo del estudio, no puede considerarse como una actualización de la mía, como ella lo indica, por no haber contado con la autorización oficial del  editor, el Ministerio de Educación Pública y la mía, como autor, como es legal, con el agregado de haber sido contaminado el texto de ella, con información extra, bastante maltratada y exagerada, que no vienen al caso, por ahora,  en detalle comentar, que no es propia de una monografía seria, de su clase, alterada supongo, por terceras personas irresponsables, sin su permiso, por lo menos la versión libre que aparece en Internet, que no fue protegida, como es aconsejable. En igual forma,  en otra página de ese sistema, aparecen unos relatos monográficos sobre El Jícaro, redactados por Julio Francisco Ramírez López, quien copia literalmente con puntos y comas, pasajes de la que yo escribí hace años, arrogándose la investigación, sin  hacer la salvedad del caso; por lo que exhorto a esos jóvenes inquietos, que cuando escriban algo derivado de consulta o réplica de otros libros, lo hagan así constar expresamente al final, con las observaciones pertinentes, por ética y buena fe, para su propia satisfacción y no engañarse a sí mismo.
El prólogo lo refrendo con mi rúbrica, movido por un profundo sentimiento de cariño que mi inspira mi pueblecito bello, en vez de cualquiera ilustre tercera persona, que bien pudo haber sido invitado a hacerlo, valga la modestia, y porque se trata de una pequeña obra del pueblo, que en mi criterio, no necesita de alabanzas ni de recomendaciones para su adquisición y lectura, por lo que espero se publicite y penetre por sí sola, principalmente por el sello y colorido de provincia que lleva implícito y, además, porque la misma no  tiene un carácter meramente lucrativo, reconociendo de antemano, que críticas al texto van a existir, por lo menos en el pensamiento y en la murmuración y, que unos pocos, lo harán a priori, sin siquiera haber leído su contenido.  
Creo oportuno por  último, pedir las disculpa del caso, por la omisión de repente, de algún tema de importancia, que a juicio de terceras personas, pudiese haber merecido su inclusión o haya escapado a mi memoria o quedado en el tintero, como dice el refrán, así como de posibles fallas en el uso de algunas reglas gramaticales y algunos otros gazapos involuntarios, las que pido también, por si acaso,  modestia aparte, se hubiese filtrado algo del ego, y por  la emoción también, al escribir tan kilométrico introducción, ojalá no aburrida por eso su lectura, pero es parte de mi desahogo sentimental al exteriorizar cosas lindas del pueblo, donde dejé enterrado el ombligo y enterraran mis huesos también, lamentando que muchas personas contemporáneas o de generaciones anteriores y posteriores próximas a la mía, conocedores muchas de nuestra historia, que son ahora parte del más allá, incluidos mis seres queridos fallecidos, no hayan tenido la oportunidad de conocer esta pequeña obra, por la tardanza en hacerla realidad.
EL AUTOR

Capitulo I Situación geográfica, demarcación física y extensión territorial


CAPITULO I
SITUACIÓN GEOGRÁFICA, DEMARCACIÓN FÍSICA Y EXTENSIÓN TERRITORIAL

SITUACIÓN GEOGRÁFICA. El Jícaro forma parte del departamento de El Progreso, República de Guatemala, situado en el nororiente del país, Latitud 14.91, Longitud 89.9, UFI: -1134405, UNI: -1674334, UTM: AB 85,    JOG: ND 16-05, entre las sierras Madre, conocida aquí, como del Merendón y las Minas, de esta última, río Motagua de por medio, en 
Especie de cactus   comúnmente llamado Tuno. 
cierta parte, como línea divisoria de municipios vecinos, en una zona geológica que puede considerarse como única en Centro América, por su propia naturaleza y ecosistema imperantes, a decir de su flora y fauna, léase variedad de cactus, árboles de guayacán, roble, zarza, yaje, orotohuaje, subín, carupín y el famoso pasto oveja, etc., y de extrañas especies de reptiles, verbigracia:
 serpientes,  iguana garroba, el singular monstruo de güila o heloderma, llamado comúnmente escorpión, etc., característicos estos de regiones áridas, en donde predomina la sabana, que no  fácilmente se encuentran en cualquier lugar del país. Tal situación, debido,  según se desprende del 
 Vista panorámica de la sierra de Las Mina     
tomada de Puente que cruza el río Motagua.

estudio realizado por el experto Dr. Holdridge, a la   
considerable elevación de la citada montaña de las
Minas ubicada a escasos  25 kilómetros de distancia,  enfrente,  al norte,  de  esta  población y de la región en general, obstáculo natural que hace descargar la humedad y el agua de lluvia del lado opuesto,  razón por la cual, el preciado líquido llega al área, por las montañas bajas del sur de los               departamentos de Jalapa y Chiquimula, cuyo fenómeno natural le altera          y mantiene su fisonomía, tal como es, de monte espinoso subtropical seco en la meseta, y más o menos húmedo fresco, en la alta, en donde viven cierta clase de pinos, variedad de  encinos  y otros propios del clima, cuya aridez es consecuencia también, de la considerable distancia que separa el terreno de los océanos, y por lo mismo, escases de humedad en el ambiente. Esta zona de vida, tal como se presenta, es compensada sin embargo, en buena parte, con sus fértiles tierras regables, gracias a la presencia del río Motagua en sus inmediaciones, y a la existencia de abundante agua a poca profundidad del subsuelo, privilegios que afortunadamente le inyectan vida y desarrollo a la región. Las cordilleras citadas, ofrecen a la vez, una excelente vista panorámica hacia el sur, con sus puntos bien definidos: “Montañas de San Pedro Pinula, Jalapa y Guastatoya”, ”El Morrón”, terreno “Las Minas”, ”Pila de Moscoso y Guayabo”, “Tobón”, “El Talquezal”, “Loma Redonda” y “Las Anonas o Sitio de Jesús”, todos enclavados en la cordillera del Merendón, con su color verde-pardusco; últimos elevamientos de donde, entre el resplandor propio del área, allá en donde pareciera  juntarse el cielo y la tierra, y el sol, incendiar la pradera, en la claridad del medio día, se divisan en la lejanía  los extensos llanos de la fragua que exhalan el tibio clima tropical que le es característico. Y, al norte, la impresionante  de las Minas, con un bello azulado-verdoso de varios tonos, según la distancia de observación, ataviada de  nubes multiformes blanquecinas,  posando casi siempre en el horizonte, y más allá…, al poniente, entre las dos montañas, que forman el gran cañón del Motagua o garganta del nororiente, como le llamo yo, en los cuatro puntos cardinales, dibujados en sus variadas configuraciones caprichosas y a veces confusas, pero bellas, se aprecian en el firmamento, solitarios o en grupo, los celajes o trozos de cielo policromos, rojizos, violetas, con bordes dorados encendidos, generados por la luz radiante del sol, por la mañana, y con pinceladas ambarinas, cuales nubes misteriosas con siluetas de arrebol, alumbradas por el suave brillo del astro rey, en el ocaso, como obsequio de agradables y esplendorosos instantes vespertinos.
 Y como maravilloso regalo invernal  de natura, con expresión sublime de ensueño, en el crepúsculo de la tarde, como un jardín florido de rosas, figuras de mariposas incrustadas libando el néctar de las flores, de espectro de gotas de lluvia y rayos de sol, entremezcladas, se exhiben imponentes de repente  en las alturas, más de un  arcoíris coqueteando  a sus admiradores, con su ropaje matizado de sus siete lindos colores, pero a la vez, abriendo los portones del cielo, en franca invitación para entrar en el mundo de lo desconocido, deleitando con su natural belleza, a los comarcanos, de quienes más de algún simpático  dicharachero, en su hábito de superstición cotidiana, en lenguaje coloquial, suele decir: ¡Oh, presencia de arcoíris en el espacio, señal de paro de lluvia!; cuyos espectaculares fenómeno, cautiva indiscutiblemente, a seres humanos que aman la naturaleza y que tienen la oportunidad de echar un vistazo al infinito, en esos precisos momentos.
  Su pintoresca y progresista cabecera municipal, de igual nombre, se asienta a poca distancia de las márgenes del río Motagua, propiamente en lo que es su inmenso valle, con sus calles correctamente trazadas, plantadas de una  bien  dispuesta arboleda, verde, casi siempre verde, como el vistoso plumaje de nuestro Símbolo Patrio, El Quetzal, como presagio de esperanza.
 Ocupa el municipio, una regular extensión de terreno, formando llanuras y partes quebradas. La línea del desaparecido ferrocarril Interoceánico o FEGUA, como se le llama actualmente, concesionada en mala hora y para retroceso del país por 50 años a Ferrovías de Guatemala, lo atraviesa en toda su longitud, de norte a sur y viceversa, siendo la mayor parte del área topográfica montañosa  y afectada. Sus carreteras de acceso, en sus tres principales ingresos, se encuentran convenientemente asfaltadas hasta su convergencia con carreteras principales del  país, que conectan con los departamentos de  Zacapa,  Chiquimula, Jalapa, última aún de terracería, y con el resto del país por la ruta del Atlántico. El municipio está cruzado de  caminos vecinales internos que comunican con sus aldeas y caseríos, así como con  los municipios vecinos de San Diego, San Pedro Pínula y Guastatoya, y vericuetos llamados regionalmente “extravíos” que usan algunos lugareños, para acortar distancias y llegar pronto a su destino, sorteando barrancos y maleza, casi abriéndose campo, guarisama en mano.
Dada su topografía, se sospecha que la parte baja de la población, en algún tiempo de la historia, antes de la construcción del ferrocarril, a partir del paraje conocido como “Patio de Gallos”, hasta el malpaís de Chilo Morales, formando allí un recodo, fue eventual lecho del río Motagua, a juzgar por los vestigios de piedras y arena de su clase que yacen en el subsuelo, lo mismo que sus barrancos aledaños, al sur, con cicatrices de oleajes e incrustaciones fósiles de pequeños jutes, caracoles y piedrecillas descubiertos en su relieve, que no son propias del terreno, más bien, fragmentos de origen de acarreo fluvial. La borda  paralela y el terraplén de la vía férrea del desaparecido ferrocarril, constantemente supervisadados por la empresa, ha sido por años, una potente defensa indirecta de la población, impidiendo que el río con los copiosos inviernos vuelva de nuevo, a su cauce caprichoso ocasional antiguo, del que se supone, pero ahora, en las condiciones de descuido y olvido en que se encuentran dicha vía por la desaparición de esa empresa, se corre el riesgo de que socave esas barreras  y se produzcan inundaciones no deseadas.
FORMA. La estructura física del área territorial, se compone de tres franjas paralelas,  escalonadas entre sí, a lo largo y ancho del municipio: la parte baja de vegas conformada por el valle del Motagua, al norte; la altiplanicie o porción central, y la pequeña montaña y sus estribaciones, al sur, que es parte de la sierra de la sierra Madre o del Merendón, y según el mapa levantado últimamente por la Dirección General de Cartografía, que debe considerarse como oficial para todos los asuntos que se relacionen con el territorio jurisdiccional, tiene la forma de un oblongo irregular, con su parte más ancha por el oeste y más angosta por el este.
DEMARCACIÓN FÍSICA. Límites anteriores. Cuando se creó el municipio, si bien se mencionan en el acuerdo respectivo, los nombres de las comunidades que debían integrarlo, no se fijó los límites que permitieran demarcar físicamente el área territorial, prevaleciendo de hecho, los que en forma convencional se venían 

Barrio Vista Bella, al fondo montaña del Merendón.  
reconociendo desde tiempos remotos, cuando el  
antiguo municipio de San CristóbalAcasaguastlán, ejercía dominio sobre la otrora  aldea, identificados por medio de mojones informales, de la manera siguiente: al norte, del mojón denominado La Puente, en la aldea de ese nombre, del municipio de Cabañas, en el departamento de Zacapa, al mojón denominado El Portezuelo, situado en la margen izquierda del río Motagua en el municipio de San Agustín Acasaguastlán del departamento de El Progreso, río motagua de por medio, colinda este municipio con los de San Cristóbal y  San Agustín Acasaguastlán, también colindó en un una época por este rumbo con Santa María Magdalena, cuando este era municipio independiente; al sur, del mojón María Felipa, hasta el mojón La Laguneta, colinda este municipio con el de San Pedro Pínula, en el departamento de Jalapa, sirviendo de línea limítrofe varias montañas sinuosas; al este, del mojón denominado La Puente, al denominado María Felipa, colinda el municipio con el de Cabañas en el departamento de Zacapa; y al oeste, del mojón denominado El Portezuelo en línea recta, hacia el mojón El Bejucal, de norte a sur, de este mojón hasta el denominado El Aripín, de este a oeste, también en línea recta; en este mojón  termina la colindancia del municipio de El Jícaro, con el de San Agustín Acasaguastlán; y del mojón denominado El Aripín hasta el denominado Laguneta, colinda el municipio siempre por el este, con el municipio de El Progreso, cabecera del departamento, teniendo como limites montañas y barranco escabrosos sin nombres conocidos, formando una curva y de este ultimo al de María Felipa, por el lado sur con los municipios de Jalapa y San Pedro Pinula.  
En esa situación permaneció el nuevo vástago,  por muchos años, en un completo vacío e incertidumbre, derivado de la pifia del acuerdo de su creación,  la que como era de esperarse, tuvo  sus repercusiones negativas, por los serios problemas que se presentaron en el decurso del tiempo, con más de uno de los pueblos circunvecinos por cuestión de límites, cuando por ejemplo, habitantes de unos de ellos, creyendo  que estaban en su derecho, dentro de su territorio, invadían terrenos del otro, para efectuar labores, bien en parcelas  patrimonio  de la comuna local o de particulares, pertenecientes al nuestro, provocando las consiguientes molestias, las cuales en la mayoría de los veces, eran resueltas conciliatoriamente, con la intervención de ambas Municipalidades, alegándose en muchos casos, que los promontorios de piedra, troncos de árboles, zanjones u otras señales convencionales o empíricas,  que servían de límite, eran alterados a favor de determinado municipio, para agrandar su jurisdicción y restar la del otro, y esa era precisamente la causa de los pleitos, llegando algunos individuos, incluso, a la violencia, como medio de resolver sus diferencias.
Según rumores que no se han podido confirmar, parte del límite Oeste con San Agustín Acasaguastlán, fue alterado antojadizamente por cuestiones de tinte político, por el Ingeniero Luis Chacón, cuando remidió los terrenos “Malpaís” y “Robles”, a solicitud de sus propietarios de la aldea El Rancho, y de Aquilina Rodríguez, a efecto de lograr el deslinde y avivamiento de mojones, operaciones que fueron aprobadas por acuerdo gubernativo de fecha 19 de marzo de 1946, tomo 65, página 3 de la recopilación de leyes, cuyos resultados, según se sabe, se oponen a las practicadas con anterioridad por el Ingeniero Héctor Montenegro Vesco, también con aprobación gubernamental y que una de las partes considera la original, por lo que hubo inconformidad de alguno de los dueños.
El problema estriba en que todas esas medidas fueron aprobadas por el Organismo Ejecutivo en su oportunidad, como es reglamentario, y si hubo la alteración del límite en cuestión, no se hicieron en tiempo las impugnaciones correspondientes por las Municipalidades de esas épocas, aún cuando una cosa es el deslinde de terrenos particulares y otra muy distinta el de límites municipales.  Sin embargo, el mapa antiguo de El Jícaro, inserto, podría arrojar luz al respecto, así como una certificación de acta levantada por la Municipalidad de San Agustín Acasaguastlán con fecha 19 de febrero de del año 1933, no confiable, firmada solo por el Secretario de la Municipalidad de San Agustín, sin el visto bueno del Alcalde, que se refiere a esa supuesta alteración, que mantenía bajo custodia el Tesorero Municipal Melecio Venegas, en la caja fuerte de la Tesorería Municipal, en un paquete de documentos importantes que incluía copia del expediente de los trámite de la creación del municipio y el título del sitio de Jesús, que puede ser consultado, si acaso los mantuvieron bajo esa reserva, algunas sucesivas municipalidades presididas por Alcaldes y empleados irresponsables.
La alteración que se menciona principia en el mojón La casa en la hacienda La Esperanza, de los herederos de Aquilina Rodríguez, adentrándose en esta jurisdicción en línea oblicua de noreste a suroeste, hasta la altura del mojón El Bejucal, formando un ángulo agudo que resta al municipio una considerable faja de terreno sobre la cumbre  del cerro denominado “El Malpaís”.
Respecto de esa alteración, el Alcalde Municipal Abrahán Rodas Ruíz, atendiendo peticiones de propietarios de terrenos particulares limítrofes, vecinos de El Rancho, en oficio 480 de fecha 8 de octubre de 1957, dirigido al Director de Cartografía, reiterado varias veces, hizo la protesta del caso, adjuntando la certificación que se indica en el párrafo tras anterior, con motivo de la elaboración del mapa básico de la República de Guatemala, gestiones que también se formularon en los precisos momentos en que se realizaban los trámites de demarcación del municipio, sin que las mismas se hayan entrado a considerar siquiera, posiblemente porque las operaciones mencionadas, de deslinde de terrenos particulares, que originaron esos rumores, nada tenían que ver con cuestiones de límites municipales. Sin embargo, queda la duda y valdría la pena desentrañar lo relativo a esa situación, en la vía que corresponde.
La hacienda y casa “La Esperanza” de los herederos de Aquilina Rodríguez, entre la  línea férrea y la carretera interdepartamental, ha sido el antiguo límite de El Jícaro y San Agustín Acasaguastlán, por el oeste, aun cuando el casco de la vivienda se ubica dentro de la jurisdicción de este último, cuyos moradores, de tiempos remotos, siempre han gestionado sus asuntos con las autoridades “tinecas” y no del nuestro,  siendo además confín de la citada carretera municipal, según el mapa antiguo del municipio, inserto, elaborado el 17 de agosto de 1942,  por la Intendencia Municipal de esa época, que aparece publicado en este trabajo, firmado por el Secretario con el visto bueno del Intendente.
En el  año de 1880 se practicó la medida del ejido municipal denominado Las Anonas o Sitio de Jesús, por el Ingeniero Juan Nepomuceno Vasconcelos, que primeramente se adjudico al municipio de San Cristóbal Acasaguastlán por acuerdo gubernativo de fecha 28 de octubre de 1880, pero luego de la creación del municipio 
Mapa antiguo del municipio   
de El Jícaro por acuerdo del gobierno fechado 
el 31 de agosto de 1908, paso a pertenecerle, aun cuando la legalización se hizo a solicitud de la Municipalidad local unos años después, para cuyo efecto se emitió el acuerdo gubernativo   de fecha uno de  septiembre de 1,933, mandándose a inscribir en el Registro de la Propiedad Inmueble, bajo número 6446, folio 119 del libro 8 de Zacapa. Otro documento que respalda la propiedad del mencionado terreno a favor de la municipalidad de El Jícaro es el acuerdo de 1 de junio de 1933, tomo 52 páginas  464 de la recopilación de leyes.
LÍMITES ACTUALES. Cuando El Jícaro se convirtió en municipio independiente, como se indica antes, por una omisión involuntaria y para mala suerte nuestra, no se fijaron con                                                                                                                                                                                                  precisión los límites ni área territorial y, aunque de hecho, era de suponer que los primitivos linderos serían los mismos que el ente matriz (San Cristóbal Ac.) mantenía desde tiempos atrás, con sus limítrofes: San Pedro Pinula, Jalapa y Guastatoya, por el sur; Cabañas y Uzumatlán, por el oriente, San Agustín Acasaguastlán y Santa María Magdalena, por el poniente y el río Motagua lo sería por el norte, esto no era suficiente, existía un vacío legal porque se ignoraba el área de conformación y que era indispensable resolver, promoviendo  las gestiones de ampliación del acuerdo de creación, que le otorgara vida jurídica total al municipio, con sus límites y extensión territorial bien definidos, a efecto de ponerle fin a los problemas existentes,  incluidas las murmuraciones callejeras de que el área de asentamiento nuestro, pese al tiempo transcurrido, desde su creación, todavía pertenecía al municipio de Acasaguastlán, “porque así estaba registrado”, decían algunos mal pensados e ignorantes, situación que aprovechaban algunos ingenuos vecinos para ir a “legalizar” a posteriori, los documentos de sus terrenos, con las autoridades  de aquella hermana población, sin percatarse que esos trámites serían nulos de pleno derecho, porque El Jícaro ya tenía jurisdicción propia municipal, situación que se daba con mayor frecuencia por los habitantes de las aldeas del oriente de la población. Que conste, que de esta clase de asuntos pasan inadvertidos lastimosamente, la mayoría de vecinos del municipio, bien por ignorancia, por falta de consciencia cívica, de voluntad o de amor al terruño.
Dentro de ese estado de cosas, con el objeto de complementar el acuerdo de creación del municipio, con la fijación real de  límites y comprobación del área territorial, así como para aclarar las dudas existentes sobre la supuesta alteración que se menciona, dicho de otra manera, sanear de una vez por todas el problema, fue que la Honorable Corporación Municipal, administración 1960/62, de la que me precio haber presidido como Alcalde, guiados sus integrantes por sus más grandes sentimientos de patriotismo y responsabilidad en el ejercicio de la función pública por el pueblo encomendada, y a mayor abundamiento, considerando que era el momento oportuno de hacer historia, con un proyecto de tanta envergadura, en pro del patrimonio del municipio, gestionó ante el gobierno de la república presidido por el General Miguel Ydigoras Fuentes, LA DEMARCACIÓN FÍSICA DE SU ÁREA TEERRITORIAL, la cual fue autorizada y realizada  sin dilación, en tiempo record, por la Dirección General de Cartografía a cargo del Ingeniero Manuel Ángel Castillo Barajas, previos los estudios técnicos y trabajos de campo necesarios,  así como la revisión y comparación de los antecedentes históricos del caso, elaboro con base en los mismos, el mapa aéreo fotogramétrico expeditivo que fija con precisión los límites jurisdiccionales que determinan el área asignada al municipio, con fundamento en todo lo cual, y llenados los demás requisitos legales, el Organismo Ejecutivo, emitió el correspondiente acuerdo, ampliando el anterior de fecha 31 de agosto de 1908, que dice:
“PALACIO NACIONAL: Guatemala, 28 de Junio de 1962.
Visto para resolver el expediente relacionado con los limites jurisdiccionales del Municipio de El Jícaro, Departamento de El Progreso, creado por Acuerdo Gubernativo de fecha 31 de Agosto de 1908; y,
CONSIDERANDO:
Que el acuerdo fechado el 31 de Agosto de 1908, si bien menciona los poblados que en esa época debían integrar el nuevo municipio que se formaba, no fijó los límites jurisdiccionales que permitieran demarcar físicamente el área asignada a municipio de El Jícaro:
CONSIDERANDO:
Que la Dirección General de Cartografía ha realizado el estudio y trabajos de campo necesarios y que, con en los mismos, elaborado el mapa aéreo fotogramétrtico expeditivo que fija con precisión los límites jurisdiccionales que determinan el área asignada al municipio de El Jícaro;
CONSIDERANDO:
Que no obstante que el Acuerdo Gubernativo del 31 de Agosto de 1908, no fijó los límites municipales correspondientes, la municipalidad de El Jícaro ha ejercido desde esa fecha su jurisdicción en el territorio que fija la presente disposición;
CONSIDERANDO:
Que las protestas y peticiones hechas por algunos vecinos de las aldeas Los Bordos de Barrillas, El Espíritu Santo, Lodechina, Las Anonas, Santa Rosalía, Agua Caliente, El Tambor y El Pino, no tienen ningún fundamento legal, y han quedado desvirtuadas por la Municipalidad de El Jícaro, en su sesión pública ordinaria que consta en el acta numero 21 de fecha 9 de Septiembre de 1961, así como lo dictaminado por el Ingeniero don Manuel Ángel Castillo Barajas, Jefe de Demarcaciones Internas de la Dirección General de Cartografía, en su dictamen de fecha 8 de Febrero del año en curso; que con respecto al terreno denominado “Sitio de Jesús” o “Las Anonas” que los vecinos de las aldeas indicadas anteriormente, manifiestan que pertenece a San Cristóbal Acasaguastlán, tampoco hay ningún problema, ya que de este terreno, existe titulo librado a favor de la Municipalidad de El Jícaro, inscrito en el Registro de la Propiedad Inmueble al número 6446, folio 119, del libro 8 de Zacapa.
POR TANTO:
El Presidente Constitucional de la República.
ACUERDA:
1º. Ampliar el Acuerdo Gubernativo de fecha 31 de Agosto de 1908, que creó el municipio de El Jícaro, Departamento  de El Progreso, asignándole una área jurisdiccional aproximada de doce mil quinientas (12,500 Hts.), equivalentes a doscientas setenta y siete caballerías (277 caballerías), comprendidas dentro de los límites municipales demarcados por la Dirección General de Cartografía, que  figuran  en el mapa aéreo fotogramétrico expeditivo elaborado por dicha institución para el efecto y cuya descripción es la siguiente:
I)   Con el municipio de San Cristóbal Acasaguastlán, Departamento de El Progreso, la actual línea media del Río Grande o Motagua, desde su intersección con la línea recta definida por los mojones: <<Línea Férrea>> y <<El Remolino>>, hasta su intersección con la línea recta definida por los mojones << La Puente>>, <<Vega de Mercedes Marroquín>> y <<Cerro de Uyús<<, siendo esta intersección mojón común entre los municipios de El Jícaro y San Cristóbal Acasaguastlán Departamento de  El Progreso;  Uzumatlán y Cabañas, Departamento de Zacapa.
II)  Con el municipio de Cabañas, por medio de líneas rectas definidas por los siguientes mojones: a)  De la ultima intersección mencionada, al mojón <<Vega de Mercedes Marroquín>> ; b) <Vega de Mercedes Marroquín>---< La Puente>; c) <La Puente>----<Murciélago>; d)  <Murciélago>---<La Laguneta>; e)< La Laguneta>---<El Morral>; f)<El Morral>---<El Jobo>; g) <El Jobo>---<María Felipa>; siendo el mojón <María Felipa> trifinio entre los municipios de El Jícaro, Departamento de El Progreso; Cabañas, Departamento de Zacapa; y San Pedro Pínula, Departamento de Jalapa.
III) Con el municipio de San Pedro Pínula, por medio de las líneas rectas definidas por los siguientes mojones: a) <María Felipa>; ---<Primer Encino>; b) <Primer Encino>---<Segundo Encino>; c)<Segundo Encino>---< Tercer Encino>; d) <Tercer Encino>--------<Pino Mocho o Pino Gacho>; e) z Pino Mocho o Pino Gacho>---<Pila de Moscoso>; f)<Pila de Moscoso>---<Pino Ralo>; siendo el mojón <Pino Ralo> trifinio entre los municipios de El Jícaro, San Pedro Pínula y Jalapa.
IV)          Con el municipio de Jalapa, Departamento de Jalapa, por medio de líneas rectas definidas por los siguientes mojones: a)  <Pino Ralo>---<Cuervo>; b) <Cuervo>--<Roble o Sillón>: siendo el mojón <Roble o Sillón> trifinio entre los municipios de El Jícaro, Jalapa y el Progreso.
V)  Con el municipio de El Progreso. Departamento de El Progreso, por medio de: a) una línea recta definida por el mojón <Roble o Sillón> y el mojón < El Amate o Piedra Rallada> localizado este último en la rivera del rio Ayanshagua, (Anshagua)  b) La línea media del rio Ayanshagua, (Anshagua) desde el mojón <Amate o Piedra Rallada> hasta el mojón <Zunzapote; c) Por líneas rectas definidas por los siguientes mojones: “Zunzapote”--<Caobano>, y <Caobano>---<Calzontes<; siendo el mojón <Calzontes> trifinio entre los municipios de El Jícaro, San Agustín Acasaguastlán y El Progreso.
VI)          Con el municipio de San Agustín Acasaguastlán, por medio de líneas rectas definidas por los siguientes mojones: a) <Calzontes>---<Agua Shúca>; b)<Agua Shúca>---<Bejucal>(s.a.);c) <Bejucal> (s.a.)<Casa>; d) <Casa>---<Línea Férrea>, y del mojón línea férrea, por medio de una línea recta con dirección al mojón < El Remolino> anteriormente mencionado, hasta su intersección con la línea media del curso actual del Río Grande o Motagua, siendo esta intersección mojón trifinio entre los municipios de El Jícaro, San Agustín y San Cristóbal Acasaguastlán.
2º. El área pretendida por el municipio de El Jícaro que en el mapa aereofotogramétrico expeditivo elaborado por la Dirección General de Cartografía, aparece rotulado < Área de San Agustín Acasaguastlán pretendida por El Jícaro>, y cuyos límites son las líneas rectas definidas por los siguientes mojones: a) < Casa>---<Bejucal> (s.a.); b) <Bejucal> (s.a.) <Agua Shuca> ; c) <Agua Shuca>---<Calzontes>; d) <Calzontes>---<Callejón o Aripín>; e) <Callejón o Aripín> ---<Bejucal> (j); f) <Bejucal> (j)---<Casa>, queda confirmada como área dentro de la jurisdicción municipal de San Agustín Acasaguastlán.

3º. La Dirección General de Cartografía queda encargada de proceder oportunamente al respectivo amojonamiento.
4º. El Presente Acuerdo entrará en vigor el día siguiente de su publicación en El Diario Oficial. COMUNIQUESE,  YDIGORAS FUENTES, El Ministro de Gobernación, GILDARDO MONZON PEULBE>>.”



Mapa aéreo del municipio de El Jícaro.                                                                                                                               
Cabe por tanto,  a los habitantes de El Jícaro, el privilegio de ser uno de los pocos municipios de la República, que tienen arreglado conforme a derecho, la demarcación física de su área jurisdiccional,  límites y mojones perfectamente identificados, éstos últimos construidos con basas de concreto, con los signos e identificaciones asignados por la autoridad en la materia,  para su fácil localización en cualquier momento, por enterrados que pudiesen estar en el subsuelo y, consecuentemente, la línea divisoria entre uno y otros de los municipios colindantes, lamentando no obstante, que las pretensiones y alegatos de la Municipalidad nuestra, respecto de  la supuesta alteración de una parte del límite oeste con San Agustín Acasaguastlán, no hayan encontraron el eco deseado, según se lee del acuerdo transcrito. Es esta pues, la mayor gestión que Municipalidad alguna haya podido realizar en el municipio, a través del tiempo, equiparada solamente con la magnitud de la obra de  creación del municipio. 
 Empero, es lamentable y triste a la vez, que la Municipalidad y Fraternidad Jicareña, hayan dejado pasar por alto de comentar, acerca de la demarcación física del municipio, o siquiera aludir del logro con ello alcanzado, cuando celebraron en el 2008 el centenario de su fundación, limitándose a hacer referencia al acuerdo de su creación, y no al de ampliación que lo complementó, de ese avance significativo en materia de territorio, tal vez por desconocimiento de los dirigentes del evento, un lapsus calami, falta de coordinación o de voluntad política de una o ambas entidades, o porque su propósito era simplemente el de celebrar por celebrar, sin objetividad, menospreciando con ello, esa importante faceta de la vida del pueblo, aprovechando la coyuntura de esa masiva concentración, para enterar con satisfacción al vecindario ahí reunido, de la última innovación y  estado geográfico actual de nuestra jurisdicción, que dicho sea de paso, representa una obra de trascendencia, no solo para los jicareños, sino por extensión, para los habitantes de los municipios colindantes, según informaciones de vecinos de esas comunidades en aquel momento y, aún, en la actualidad, cuando se comenta al respecto, porque a decir verdad, no puede existir municipio jurídicamente hablando, faltando esos elemento esenciales, léase territorio con límites precisos amojonados legalmente, resultante de mediciones técnicas.
 Lo anterior también, en referencia lógica, de que si bien, en aquella época nuestros antepasados, nos obsequiaron la independencia de nuestra patria chica, quizás por premura  o porque a sus precursores solo les interesaba el aspecto puramente político del momento, pasaron inadvertidos de la fijación de límites y la masa física perimetral que debía conformarlos, con su respectivo mapa, de tal manera que esa concesión o autonomía, fue a medias, paticoja como se dice, que era preciso enmendar con el paso de los años, por alguien visionario, a efecto de conformar un territorio con todos sus requisitos legales, en el presente caso, justamente, el Concejo Municipal  a que presidí, para nuestra tranquilidad, a fin de no tener ya que soportar más problemas de su índole, en el futuro, como venía ocurriendo.
 Pienso y me congratulo de hacerlo constar sin embargo, que la ascensión  a categoría superior de la aldea, fue una acto maravillo de civismo de nuestros congéneres antepasados, digna de admiración y de reconocimiento que no pretendo desdeñar, solo señalar de refilón, la omisión que en principio se cometió, situación que en hora buena, quedó arreglada en definitiva, como se explica, toda vez que el acuerdo de demarcación vino a complementar, dar forma y perfeccionar el de creación, que aún cuando este se gestó con buena y sana intención, adolecía de algo de suyo importante dentro del contexto jurídico, cuál era el deslinde y avivamiento territorial.
 Es posible, que por no constituir la demarcación, una obra abultada,  más bien abstracta, discreta, pero no por ello interesante, que por intangible e imperceptible a simple vista, y no rebasar los límites de la superficie del suelo, como acontece con otras materiales, que se alzan a los ojos de todos, un edificio por ejemplo, pasa inadvertida y callada para muchos, aún cuando pudiera darse el caso también, de falta de conocimiento, ignorancia o egoísmo de las personas, de no querer comprender y reconocer los hechos tal cual son. Cosas de humanos, ¿verdad?. Pero ahí está la descrita, consecuentemente plasmada en documentos legítimos: un Acuerdo Gubernativo y mapa oficializados por el Estado, que la respaldan legalmente, con sus basas de concreto que identifican claramente los linderos y mojones respectivos,  lo cual algún día la historia se encargará de darle su importancia y colocarla en el lugar que realmente le corresponde y, por eso mismo, los  jicareños conscientes, indudablemente, se servirán reconocer, como lo han venido haciendo agradecidas, sucesivas generaciones desde un principio,  con  la disposición de la creación del municipio, cuyo centenario se celebró.
Sin perjuicio de que el mapa oficial del municipio, es el elaborado y autorizado por la Dirección General de Cartografía, con motivo de la demarcación de que se trata, he creído conveniente para una mayor comprensión visual, referencia e identificación de datos útiles, así como la ubicación de poblados, parajes, ríos y vías de comunicación, incluir también en este texto, fotografía de un mapa provisional, pero oficial en su momento, elaborado por la municipalidad de 1942, con ocasión del levantamiento del inventario físico de caminos de tercer orden, vecinales y de herradura del municipio, conforme el acuerdo gubernativo del 5 de junio de ese mismo año, con sus respectivos signos convencionales, el cual, con muy poca diferencia, se parece con el de Cartografía, a pesar de haber sido elaborado fuera de escala, en forma empírica, pero útil e interesante, cuyo inventario se publica también en este libro, dada su importancia por los intereses patrimoniales del territorio, que representa y como parte de la historia.
Es importante mencionar, que dentro del trámite de demarcación, fue preciso librar tenaz lucha en las dependencias gubernamentales correspondientes, que por momentos se debilitaba, ante la ilegítima intromisión y absurda oposición, a la vez, del Alcalde de turno, de San Cristóbal Acasaguastlán, por su notoria  falta de personalidad y personería en el asunto, por ser este  de la exclusividad interna y autónoma de nuestro municipio, así como de un reducido grupo, a lo sumo de diez personas, intrigantes, venales, de sobra conocidos y hasta cierto punto traidores, de varias aldeas del oriente del municipio, quienes tergiversando el verdadero sentido de nuestra gestión, aducían que el terreno Las Anonas o Sitio de Jesús, era propiedad de aquella Municipalidad y lo que el Alcalde de El Jícaro pretendía, era vender el bien inmueble citado, por lo que rechazaban de plano la intervención gubernamental en la demarcación solicitada, cuyas protestas y peticiones por notoriamente frívolas e impertinentes, fueron declaradas sin lugar, por ajenas al propósito que se perseguía, de suerte que dentro de las pruebas presentadas, figuró la de  que el citado terreno está inscrito con todas las de ley, a favor de la Municipalidad de El Jícaro, en el Registro de la Propiedad Inmueble, como se indica anteriormente. Por supuesto que los vecinos opositores fueron manipulados y engañados por ávidas terceras personas de adentro y fuera del municipio, en el marco de los intereses políticos partidarios, que se disputaban en  el momento, como a mansos e ingenuos corderitos, pero fracasaron  en su vanos intentos de desestabilización, no obstante las repetitivas, oportunas y contundentes aclaraciones nuestras, al respecto.
 Parte de lo  dicho anteriormente, se confirma con el acta número 322 de fecha 20 del mes de julio de 1961, suscrita en la Gobernación Departamental, con la presencia del Gobernador, Coronel Manuel Adalberto Rivera Mérida, los Alcaldes de El Jícaro, San Cristóbal y San Agustín Acasaguastlán, Carlos Egberto Casasola Saavedra, Héctor M. Ruíz Victoria y Efraín Sánchez P., respectivamente, con la asistencia del Secretario Fernando Octavio Catalán Orellana, en cuya audiencia el segundo de los nombrados se opuso rotundamente al trámite de demarcación, respaldado por sendos memoriales firmados por vecinos de las aldeas mencionadas. Es de hacer notar, que en ningún momento se trató de un problema entre el noble pueblo de San Cristóbal Acasaguastlán, nuestra antepasada patria chica y el nuestro, sino de más de alguien líder político disociador ajeno al departamento, que pretendía  llevar agua a su molino  para sumar adeptos en su posición de pre candidato a diputado y por el prurito de fastidiar.
Es curioso, sin embargo, que los vecinos de las referidas aldeas, quienes en buen número son usuarios del sitio Las Anonas o de Jesús, o sus descendientes, a estas alturas, demostrando sus agallas, no hayan alzado su voz de protesta, haciendo valer sus derechos conculcados, desde el preciso instante, en que cierta Municipalidad y otros involucrados, en forma ilegal y hasta cierto punto de traición, vendieron simuladamente,  --porque aparentemente, no hubo dinero de por medio, por lo menos ingresado en la caja de la Tesorería Municipal--, fracciones de dicho terreno a personas particulares, desmembradas del título original, que ha quedado por tal motivo, prácticamente cercenado, para fines que no eran precisamente los de adquirir propiedad y dominio en sentido estricto, sino para utilizar esos documentos como aval para conseguir préstamos hipotecarios en algunos bancos del sistema, haciéndolos pasar para demostrar  “legítima pertenencia del inmueble”, pues los supuestos compradores nunca asumieron la posesión de los terrenos, pero mientras tanto, subsiste un serio problema costoso de dilucidar, en razón de que algunos de los supuestos compradores, son fallecidos y, por ende, resulta imposible a estas alturas revertir la anómala operación, a su legítima propietaria, la Municipalidad, y lograr su recuperación, pudiéndose, eso sí, promover algunas diligencias contra quienes aún viven o sus descendientes, máxime que los contratos están plagados de vicios ocultos que los hacen nulos de pleno derecho, sobre cuyos contratos de “compra-venta”, existe responsabilidad penal también, para el o los notario que los autorizaron, a sabiendas que no son factibles los negocios de bienes patrimonio del Estado, así nada más de facilito, sin los trámites específicos previos que demandan estos casos, conforme a leyes de la materia.
 Ante tan penosa circunstancia, como ciudadano nato de esta tierra, sabedor de ese inaudito problema, como público lo es, insto por un lado, a los supuestos compradores, a que depongan su posición de falsos propietarios y devuelvan lo acotado a su  legítima dueña, porque tarde o temprano el municipio reaccionará, y como consecuencia, se verán inmersos en problemas judiciales no deseados, cuyas personas, considero,  no actuaron con  ánimo de lucro o de dolo para delinquir por propia iniciativa, para su directa inculpación, por el contrario, pudo haber sido por mal asesoramiento o embaucados con la participación de terceros con aviesos intereses, porque en conciencia, es más responsable quien con conocimiento de causa, vende lo que no es suyo, es decir, lo  que tiene  en depósito por administración temporal, en este caso, la Municipalidad de la época, qué, quienes  adquirieron esos bienes en tal forma. Y por aparte, a la Municipalidad local llamo la atención, para que cumpla con la función de su mandato, promoviendo  inmediatamente, en defensa de los derechos e intereses del pueblo que representa, ahora detentados, la  nulidad de esas transacciones ilegales, toda vez que los bienes del Estado, son inalienables por simple acuerdo interno municipal, disposición unilateral  o simple alcaldada de funcionario de turno de repente, salvo trámite específico por utilidad y necesidad públicas, debidamente comprobadas, con el aval del pueblo en un cabildo abierto, lo que hace pensar que ese estado de cosas, se dio, además, como una forma irresponsable de congraciamiento con determinados sujetos, para la captación de votos o para hacer préstamos para costear elecciones municipales, de determinados candidatos.   
EXTENSIÓN TERRITORIAL. La extensión  superficial del municipio, anteriormente era de 228 caballerías, 47 manzanas y 8 cuerdas, según datos registrados en la Dirección General de Estadística, pero, tras la última medición efectuada por la Dirección  General de Cartografía, con motivo de la demarcación que se refiere, la extensión real del territorio, es ahora de: 12,500 hectáreas, equivalentes a 277 caballerías, por lo que los datos primeramente mencionados han dejado de tener vigencia, prevaleciendo estos últimos, en vista que Cartografía, ahora Instituto Geográfico Nacional, es la dependencia oficial especifica del Estado, en asunto de mediciones y mapeo. Con tales operaciones se estableció así mismo, en términos generales, un aumento de 49 caballerías, con relación al dato anterior, así como colindancia por el rumbo nororiente, con el municipio de Uzumatlán, Zacapa, ignorada antes, observándose de consiguiente, buena recuperación de área territorial con esta última medida, gracias a la avanzado de la ingeniería moderna.
ALERTA. Por mera coincidencia, buscando asuntos de mi interés en Internet, encontré una investigación del Ingeniero Agrónomo Nery Augusto Paz Barrientos, relacionada con El Jícaro, en donde indica que el límite de nuestro municipio con el de Jalapa, varió en los puntos siguientes: “de la cima del cerro Almolonga, que constituye el límite departamental, en una poligonal hacia el este a la cima del cerro Montepeque, de allí al paraje El Terreno hasta el paraje Portezuelo del Incienso, al lado sur del cerro El Incienso y de este punto, a la poligonal que en dirección sureste va a la cima del cerro Alto, que ha pertenecido a Jalapa”, situación en la que estuvo involucrado el Instituto Nacional de Transformación Agraria (INTA) y el Congreso de la República, que emitió el decreto número 23-74 de fecha 25 de abril de 1974, publicado en el diario oficial del 6 de mayo de dicho año. Por lo anterior, sería conveniente que la Municipalidad local investigara acerca de las operaciones efectuadas por el Instituto Nacional de Transformación Agraria (INTA) o el Instituto Geográfico Nacional en esa época, sobre los límites mencionados, que pudieran favorecer o no a nuestro municipio, aunque a mí, en lo personal, no me suenan esas colindancias, por lo que pudiera tratarse de mediciones no territoriales intermunicipales o de expropiaciones.

lunes, 19 de marzo de 2012

Capitulo II Demarcación Política


CAPITULO II
DEMARCACIÓN POLÍTICA


CREACIÓN.  El municipio de EL Jícaro, fue creado por acuerdo gubernativo de fecha 31 de agosto de 1908, cuando era aldea del municipio de San Cristóbal  Acasaguastlán, situación que fue objeto de una seria controversia entre ambos poblados que perdura en los anales de nuestra historia, por cuanto se impuso el derecho, la razón  y la justicia que a grado de adelanto reclamaron nuestros antepasados. Vista parcial de una de las calles del pueblo. 
Pertenecía en aquella época al   
departamento de EL Progreso, luego al dejar de ser departamento este último, pasó a formar                     parte del departamento de Zacapa y posteriormente fue segregado para anexarlo nuevamente al departamento de  EL Progreso, de conformidad con el decreto legislativo número 1965, pero en su condición de aldea perteneció siempre a  Zacapa, porque el municipio jurisdiccional, Acasaguastlán, también lo era.
MERECIDO ASCENSO. Las razones lógicas que impulsaron a los vecinos de El Jícaro, a promover su ascenso a municipio, fueron varias, dentro de los que destacan las siguientes: se contaba ya con edificio propio para alojar a la nueva entidad, comandancia local, escuelas de ambos sexos, telégrafo y correo diario de la capital, teléfono, centralización de fábricas de aguardiente, zona experimental de agricultura, estación del ferrocarril recién inaugurada y cuarenta caballerías de astillero del Sitio de Jesús en su propia localidad y era la aldea más grande e importante que se encontraba en el tránsito ferroviario  entre El Rancho y Cabañas. Y lo más interesante aún, amplio territorio, suficiente  población en términos reglamentarios, como requisito para ese fin, comunidad organizada, capacidad económica para sufragar sus gastos y patrimonio propio, elementos significativos muy válido dentro del  trámite, aparte del otro problema no menos crucial, como lo era el de estar de por medio entre Acasaguastlán y las aldeas que solicitaron la nueva entidad, el caudaloso río Motagua que en los seis meses de la estación lluviosa, imposibilitaba de manera formal la comunicación y nulificaba por consiguiente la acción rápida de la justicia, cuyos actos criminales en la aldea eran frecuentes, principalmente en los llamados estancos,  (cantinas de hoy), a tal extremo que a la comunidad se le llegó a llamar no en voz queda en la región: “El Rastro”, por las muchos muertes  violentas y otros ilícitos que se cometían.
Por tales problemas, el gobierno de entonces, se vio precisado, aun siendo El Jícaro aldea, establecer un Juzgado de Paz con competencia para conocer asuntos penales y civiles que administrara justicia pronta y cumplida, a tenor de la ley y por las mismas circunstancias, poco tiempo después, la Comandancia Local para celar el orden, a cargo del Mayor del ejército José Domingo Aragón González, originario de Uzumatlán, a  efecto de controlar en lo posible, la difícil situación que prevalecía, porque a las autoridades de aquel municipio, les era materialmente imposible hacer acto de presencia para la averiguación de los delitos, mucho menos para capturar a los malhechores, y en otros casos, para dictar las medidas de policía  y buen gobierno que ameritaban, para el logro de la tan deseada paz social. Y de esa cuenta, el gobierno de aquel municipio, nunca  pudo tener conciencia de los actos de sus dependencias, ni responsabilidad del desarrollo y destino de la aldea, no por falta de voluntad política ni del cumplimiento de sus deberes en sí, pues existían las mejores buenas relaciones entre ambas comunidades, por lazos familiares y de mutua amistad, sino por las razones naturales mencionadas y carencia de recursos económicos, lo que era un valladar comprensible.
EL FERROCARRIL. El establecimiento  del ferrocarril del norte, llamado después interoceánico, motivó al gobierno de la época, a la creación de varios municipios paralelos a la vía férrea, siendo así que nacieron el departamento de El Progreso, y los municipios de El Jícaro, Los Amates y Morales, los dos últimos en el departamento de Izabal, en vista que la actividad comercial de los poblados que atraviesa requerían la más próxima vigilancia de las autoridades, no solo para preservar el orden sino para encausar las diversas corrientes del desarrollo a un fin común, cuyos elementos de peso, que garantizaban el bienestar de la comunidad para levantar un centro de vida propio, mismos que nuestros antepasados tuvieron en cuenta, para gestionar la instauración de una municipalidad electa por el pueblo, capaz de promover el desarrollo social y económico, que le permitiera conocer libremente de los asuntos locales, en lo relativo a los ramos administrativo y judicial y, lo más importante, fortalecer su presupuesto para poder costear sus servicios.
Tales fueron los sólidos argumentos, que la autoridad superior aceptó sin reservas, para convertir la aldea en municipio, no autónomo en ese tiempo, por supuesto, como supongo se hubiera deseado, pues gobernaba una tiranía, para cuyo efecto, la Municipalidad de la recién creada entidad, tuvo que trabajar tesoneramente para evitar una eventual  posterior supresión, como ocurrió con  muchos municipios del país creados por clientelismo político en esas épocas, algunos de los cuales, el gobierno del general Ubico, con drástico criterio, en vez de fortalecerlos,  mandó a eliminar de un plumazo, años después, por soporte económico no generado, para poder funcionar. Sin embargo, el nuestro se mantuvo incólume, por la pericia y honradez de sus administradores, los primeros Alcaldes: Elías Castillo y Daniel Orellana, quienes le dieron forma  y lo encausaron por senderos de progreso y desarrollo, para ser como lo es hoy, un municipio próspero.
INAUGURACIÓN DEL FERROCARRIL. Esa obra de envergadura, que promovió por años el desarrollo de todos estos pueblos paralelos a la vía férrea y de todo el país, fue idea genial del presidente de la república, en ese entonces, General Justo Rufino Barrios, como parte de la revolución liberal de 1871, pero debido a su fallecimiento, fue concluida durante la administración también presidencial de su sobrino el General José María Reina Barrios, en cuatro etapas, con una duración mayor de diez años, así: Puerto Barrios-Zacapa, inaugurada el día 22 de noviembre de 1896; Zacapa-El Rancho y El Rancho-Guatemala, inaugurado y puesto en marcha el 19 de enero 1908, bajo la dirección de su propietaria la empresa norteamericana, Ferrocarriles Internacionales de Centro América y, mientras tanto, las mercaderías que venían de puerto Barrios a la Capital, eran descargadas en Zacapa y luego en el Rancho, al concluir aquél tramo, respectivamente, transportada en mulas y carreta de bueyes a su destino, en tanto se conectaba la vía con la capital de la república  y por último el ramal  del sur.
EL RANCHÓN. Cuando el ferrocarril avanzó en una de sus etapas de construcción, -de Zacapa a lo que actualmente es la pujante aldea El Rancho-, se instaló ahí temporalmente, una oficina del Estado denominada “Cambio de la Custodia y del Paquete”, algo así como una pequeña aduana, correo y transporte, alojada en un enorme rancho, construido específicamente para el efecto, de madera y palma, en las proximidades de la estación de esa empresa, para el control de la correspondencia y pago de impuestos de la mercadería que llegaba por ferrocarril procedente de los puertos del norte,  con destino a los demás departamentos del país, como punto terminal  provisional de convergencia de los caminos del Golfo, las Verapáces y Jalapa, de donde eran remitidos a la capital y otros destinos, por medio de acémilas, cuya dependencia, según se sabe, fue administrada en un tiempo, por el condueño de la hacienda El Tintero Arturo Ramírez (padre), teniendo su despacho  en el propio “ranchón”, como le llamaban, punto clave desde aquellos tiempos, de donde deriva  el nombre de El Rancho, aún cuando hay duda de que la existencia del mencionado “ranchón”, para los mismos fines, databa de la época colonial, anterior a la entrada del ferrocarril, para la distribución de la carga de los productos del golfo, al resto de la Nación.
EL TRANSPORTE. Mucho antes, el transporte de carga, del Golfo a la capital, se hacía por medio del rio Motagua, en canoas, hasta el puerto fluvial de Gualán y de este lugar, en mulas a su destino. Según rumores sostenidos por la tradición oral, en tiempos pasados, en una época del año, recién pasado los inviernos, cuando el río Motagua aún estaba crecido, el transporte fluvial por canoas impulsadas a puro remo, llegaba a la altura del entonces municipio de Santa María Magdalena, hoy floreciente aldea de San Agustín Acasaguastlán, donde se descargaba la mercadería, como en Gualán, rumbo a la capital. El citado municipio fue suprimido por acuerdo gubernativo de fecha l6 de noviembre de 1908, tomo 27 página 233 de la recopilación de leyes, por su débil estructura económica, que no le permitía mantener su administración como tal, pues  con la fundación de El Jícaro, un mes antes, ya no tenía razón de ser y, porque su única aldea,  el  Paso de los Jalapas, llamado en ese tiempo, El Paso Malena, pasó a pertenecer a El Jícaro. Parece increíble la llegada de canoas río arriba por medio de remos a estos lugares en aquella época, pero no, los hermanos Víctor y Narciso Flores,  las traían por esos mismos medios, yaz en tiempos modernos, remando desde el astillero, en Izabal,  para el servicio local en el Motagua, cuando no se fabricaban estos  aparatos por buenos carpinteros azueleros, en casa, como ahora.
COSTUMBRE ARRAIGADA. Segregado El Jícaro, de San Cristóbal Acasaguastlán, tuvo que pasar mucho tiempo, más o menos a mediados de siglo de su creación, para que una gran mayoría de residentes, se acostumbraran a  la nueva entidad, suspirando siempre ellos por aquel lugar, al cual cariñosamente llamaban “El Pueblo”,  su “meca querida”, a donde seguían yendo constantemente para tramitar, no legalmente, por supuesto, sus asuntos con las autoridades y, muy especialmente,  para asistir a su legendaria e histórica iglesia, a cumplir sus ritos religiosos, misas y procesiones bastante concurridas de la Semana Santa, que eran muy solemnes y  llenas de colorido; amén de aprovechar el tiempo  en esa localidad, para el resto de actividades tradicionales, tales como comprar tayuyos, pescado seco, quesadillas y marquesotes, en la plaza, incluso, algunos disfrutar de los juegos de azar en el atrio de su majestuosa iglesia de tipo colonial y, otros destrabados, desobedeciendo las reglas de la grey, de guardar esos días grandes para el culto católica, aprovechaban, en pecado, criticaban otros, para celebrar días de campo en ambas orillas del río Motagua y darse de paso, refrescantes chapuzones en sus limpias aguas, con el riesgo de convertirse en sirenas o en pescados,  según la creencia popular, así como para echarse los cutos, de repente, los adictos,  con bocas de pepescas anzueleadas y mojarras cueveadas.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                     
Los lugareños, principalmente de las comunidades rurales del oriente del municipio, al referirse a ”Guaishtan”, lo hacían orgullosos,  llamándole en voz alta, EL PUEBLO, naturalmente, porque esa era su clasificación administrativa dentro del Estado, pero más que todo, creo yo, por su grandeza religiosa en ese entonces y porque todavía no había iglesia en el nuestro, hasta que se construyó modestamente el oratorio de la hacienda El Tintero, en la década de los 20 del siglo anterior, a partir de cuyo acontecimiento, empezó a mermar, poco a poco, la afluencia de la gente local, hacia aquella antigua población, acostumbrándose  en definitiva, los fieles, con el tiempo, a asistir al recién construido templo jicareño, pues aunque privado y sin párroco, era accesible para la colectividad y con mucha población devota, capaz de consolidar y dar la fortaleza necesaria a la religión local, ya con personas expertas para conducir el culto y catequesis a sus miembros, así como lograr y mantener la hegemonía del nuevo municipio, como en efecto  aconteció. La gente cuando se les  preguntaba a ¿dónde vas fulano?. AL PUEBLO, contestaba  felices con toda razón.
UN COLABORADOR NATO. Justo es reconocer post mortem, que el cerebro y motor, tanto de las gestiones de creación del municipio, como de la extensión y legalización del título del sitio  las Anonas o  de Jesús a favor de la municipalidad local, fue el Coronel Arturo Ramírez Sosa, condueño de la hacienda “El Tintero”, a la sazón diputado a la Asamblea Nacional Legislativa, por el departamento de Zacapa, en ese tiempo, quien condujo personalmente las gestiones a través de sendos memoriales dirigidos a su amigo y partidario, el presidente Manuel Estrada Cabrera, documentos bien redactados con argumentos sólidos sobre el tema, escritos a mano con rasgos bellos de  letra script, firmados por el grueso de vecinos de la aldea, entre ellos: Elías Castillo y Daniel Orellana, cuyas copias de archivo tuve la oportunidad de tener a la vista, guardados como reliquia histórica en la caja fuerte de la Tesorería Municipal, ojalá perduren aún, porque sería una verdadera lástima su desaparición.
El Jícaro está formado de la siguiente manera:            


POBLADO URBANO.

Pueblo: EL JICARO
ALDEAS:
El Paso de los Jalapas/ Las Ovejas (antes era finca)/ El Espíritu Santo/ Los Bordos de Barillas/ Lo de China/ Agua Caliente/ El Pino.

Una de las calles  de El Jícaro, con arboleda en forma de arco. CASERÍOS:                                                   La Palma/ Piedra Ancha,/ Las     
Chachas/Las Anonas/ Ojo de Agua/ Santa Rosalía/ El Tambor/ Las Hoyas/ San Cristóbal/ El Zapote,/ El Jabillo y La Pila de                                  Moscoso.

FINCAS.
El Tintero/El Zapote/El Quinto/San Francisco/El Conacaste/ El Tambor/Azuza y muchas más.
PARAJES.
Conacaste/El Remolino/Encuentros/El Coyol/Zorrilla.

OFICINAS PÚBLICAS. Luego de haberse organizado el nuevo Ayuntamiento bajo la supervisión de la Jefatura Política Departamental, empezaron a funcionar las oficinas municipales, bajo la administración del Alcalde provisorio, Elías Castillo, incluso el Registro civil, para asentar los actos concernientes al estado civil de las personas y tocó la suerte de primera inscripción de nacimiento a Mercedes Trigueros Hernández, nacida en la aldea las Chachas el día 4 de septiembre de 1908, hija de Antonio Trigueros y María Hernández. El primer deceso asentado correspondió a Nieves Ramírez Cruz, fallecida el 14 de septiembre de 1908 a consecuencia de fluxión, siendo hija de Anselmo Ramírez y de Julia Cruz. El primer matrimonio se verificó el día 19 de diciembre de 1908 y esa suerte tocó a los cónyuges Tomás Mejía Roldán y Santos Marín. Las partidas del Registro civil correspondientes a  las personas antes indicadas, llevan el número 1 de libros números 1 respectivos.
Los Registros Civiles de la República fueron sustituidos por el Registro Nacional de las Personas, como entidad autónoma, para asentar los actos civiles de los habitantes, lo que constituye una verdadera lástima en razón de que sus libros son patrimonio de los municipios como legado histórico y no de la Nación y corren el riesgo de desaparecer.
COMUNIDAD RECIENTE. A los anteriores poblados, se agrega la creación del más reciente y floreciente caserío, denominado Nueva Santa Rosalía, trasladado de su antiguo asentamiento en el altiplano del municipio, contiguo a la del Pino, situada ahora en un pequeño valle perteneciente al sitio de Jesús en las proximidades de las aldeas Lo de China y Los Bordos, cuyo proyecto fue promovido  por la iniciativa privada local, dotándola de los servicios básicos y  modernas construcciones, así como la reestructuración física del también caserío Las Anonas, con la  ayuda económica de una ONG., denominada “El Plan International”. Ambos proyectos, fueron llevados a la práctica,  bajo la  autorización y supervisión  del alcalde Jesús Alberto Cardona Castillo y del vice-alcalde José Gutiérrez Juárez, quienes fueron parte importante de la creación de esta comunidad.  En las proximidades de ese caserío  en territorio del Sitio de Jesús, existió en tiempos pasados, tal vez de  la  colonia, un convento de monjas, pudiéndose identificar, hoy día, restos de los  cimientos de la construcción que lo albergaba, se supone, dependiente del curato de Acasaguastlán.


                    Barrio  La Quebrada, al fondo la montaña El Merendón                                                                                   

 Calle principal de la población.
BARRIOS DEL PUEBLO. La Cabecera municipal para su administración está dividida en los siguientes barrios:
EL CENTRO. Llamado así por ser la parte céntrica de la población;
ESTACIÓN. Por ubicarse en sus inmediaciones la estación del ferrocarril,  ahora en ruina;

LA QUEBRADA. Por encontrarse próximo a una quebrada denominada de “EL Orégano”, que desagua en el rio motagua, 
Frondoso árbol de tamarindo en el barrio Estación.  
antiguamente ocupado exclusivamente por trabajadores de El Tintero.



BUENOS AIRES. Como su nombre lo indica, se llama así por los agradables vientos que  en su área soplan, dada su altura, el cual le fue asignada por el recordado ex secretario Municipal José María Vásquez, originario de Jocotán, Chiquimula, quien para mayor satisfacción del deber cumplido, sembró la CEIBA, nuestro portentoso octogenario Árbol Nacional, que en el mismo se ubica, precisamente el día de su inauguración,  un día del árbol 22 de mayo de 1929, y que hoy, con sus 70 metros de altura, con ese follaje verdoso que le es propio, constituye una verdadera expresión de belleza, agregada su magnífica sombra, bajo la cual se cobijan y abrigan los parroquianos para descansar y meditar, dando paso a la tertulia cotidiana y, a la vez, un bonito paraje que sirve de pequeña plaza en tiempos de fiesta; testigo mudo de muchos acontecimientos del barrio, ocurridos al paso de los años, incluidos los solemnes actos de su iglesia católica y célebres competencias de basket y foot ball y del bullicio de los niños de  las escuelas, ahora, y  celoso guardián también, que, a pesar de la lluvia y el viento que golpean su ser y lo añoso de su existencia, se mantiene  robusta, útil ahí, en el suelo barroso que le da la vida, no así su compañero el guayacancito, amigo de los mirones del foot ball, plantado en sus cercanías, que también daba sombra, mano cruel su vida cortó para siempre.
 En el verano, la reina petandra alegra el ambiente y despierta la curiosidad de la chiquillada, con el fenómeno natural de dispersión de sus semillas, convertido en juego de competencia, para saber quién de los del grupo, con la gritería que les anima, captura, sopla y eleva más alto,  la delicada pelusa blanca de 

Ceiba en el barrio Buenos Aires, a la izquierda 
Pila circular todavía por los  años 50 del siglo pasado.   

las borras de algodón que expelen sus frutos, que como nieve es  transportadas por el viento a la distancia, llevando en los fragmentos desprendidos, la simiente que perpetuará su especie, al caer  y germinar en  tierra fértil, cuyo producto, léase  algodón, igual al de su  pequeño primo, el murrul, sirve para fabricar almohadas caseras.


 Casi bajo su amplio ramaje, se construyó, no sé si adecuadamente o no, por el peligro que pudiera el mismo representar, un pequeño bonito edificio, especie de kiosco, que sirve de tribuna para los actos públicos. Grato de recordar es la fiesta titular de este barrio que se celebraba del 1 al 4 de mayo 
Pequeño y moderno kiosco, contiguo a la ceiba   
e iglesia   Católica en el barrio Buenos Aires.  
de cada año, con motivo del día de la Santa Cruz,  
la cual era muy concurrida y alegre, autorizada dicha celebración, por Acuerdo Gubernativo de fecha 30 de mayo de 1931, pero con el tiempo                                 dicha      festividad dejó de funcionar.
COMPRA DE TERRENO. El terreno que ocupa ese barrio, fue adquirido con fondos del Estado,  durante el gobierno del general José María Orellana Pinto,  por compra efectuada a los propietarios de la finca el Tintero, para cederlo enseguida a título gratuito a la Comuna local, con la finalidad  de asentar en igual forma, en lotes sin costo alguno, a regular número de vecinos con familia, que carecían de vivienda, a manera de ensanchamiento de la población,  según acuerdo Gubernativo de fecha 10 de noviembre de 1925, tomo 44 pagina 39, de la recopilación de leyes, magnífico gesto del paisano presidente, pero también de la Municipalidad local.
En el citado barrio, existió contiguo a la ceiba y la iglesia, al poniente, un parque infantil dotado de toda clase de juegos mecánicos: columpios, resbaladero, paralelas, con sus respectivos sentaderos de concreto, etc., que alegraba y fortalecía la salud física de los niños del barrio, construido por la municipalidad de 1962, que yo presidí, derribado por disposición arbitraria del Alcalde interino Gaudencio Morales. Fue asiento también  ese barrio de las canchas de foot y basket-ball, trasladadas hace algunos años a al potrero “Las burras” de la hacienda El Tintero, para dar cabida a la construcción de varias escuelas, que ahí funcionan; lo mismo que una hermosa pila circular tipo fuente, cuya fuerza del agua la hacía subir a más de dos metros de altura, de donde los vecinos se proveían de ese preciado líquido para surtir sus necesidades, usando unas cañas improvisados de bambú y chimilile que conectaban a los chorros de salida, no solo por lo distante de estos, sino para evitar mojarse los usuarios con la dispersión del agua provocada por el viento, cuya obra de la primera agua potable del pueblo, engalanaba el área, en mala hora destruida sin justificación, por funcionario edil alguno, en menosprecio del vecindario y de los monumentos históricos, y era un sitio alegre de aglomeración de gente a buena mañana, en donde se sabían los chismes del día y se observaban, de repente, riñas callejeras por la disputa del agua.
En este lugar vivía una señora llamada Gabina, bastante bromista, que decía malas palabras, por ser así su manera de ser, pero no ofensivas, por el contrario,  bastante simpáticas que gustaban y hacían reír a la gente. La Doña era la encargada de hacer y vender el requesón del suero que sobraba de la fabricación de lácteos de la hacienda El Tintero, en cuya casa, a partir de las cuatro de la tarde, se congregaba regular número de vecinos y deportistas a degustar este delicioso bocadillo, con tortillas calientes salidas del comal, y tanto ella, como otra señora llamada Leonor, a quien llamaban  “Noy”, que moraban precisamente, atrás, pegado a los marcos del campo, quienes constantemente protestaban por los trallazos de las pelotas que caían sobre sus casas, en las prácticas o partidos de foot ball, cuya última buena dama, no me podía ver ni en pintura, y me trataba de “boca peishte”, pues cada vez que “sin querer, queriendo”, como dice el ”Chavo del ocho”, por mala suerte  dentro juego, dirigía un “shutazo” a la portería, que no atrapaba el portero iba a pegar directo a  la casita de doña “noy”,  porque enfrente estaba el marco, salía ella inmediatamente corriendo encolerizada con justa razón, para decirme cosas “bonitas” y hasta tirarme agua caliente, actitud que asumía también con otros jugadores, naturalmente.
VISTA BELLA.  Llamado así, por ser el lugar que ofrece la belleza panorámica de la población, de donde se divisan, además, en la distancia, en el horizonte de las montañas de Las Minas y del Merendón, lindos paisajes de colorido profundo, que reflejan la realidad del medio ambiente, surcado de nubes finas de distintos matices de color o fulgurantes celajes cobrizos, en los atardeceres.
VISTA BELLA ARRIBA. Barrio nuevo en vía de formación, sin nombre conocido, que he bautizado yo como Vista Bella Arriba, situado en las lomas del terreno de Chilo Morales, rumbo al Espíritu Santo, con una  hilera de bonitas casas.
BARRIO AGRARIO. Nombre algo curioso, que le fue asignado por haber sido ocupado por un grupo de campesinos durante el gobierno de Jacobo Árbenz Guzmán, que necesitaban albergue, por el año de 1952. Este terreno era propiedad privada del Licenciado Carlos Jiménez Peralta, quien a pesar de sentirse lesionado en  sus derechos e intereses, máxime tratándose de una herencia materna, desbordando su cualidad de Don de gente y su deseo de compartir con la gente pobre, porque también él creció en esa condición, no hizo ninguna reclamación legal al respeto, por el contrario, se alegró y le agradó el nombre simpático dado a esa comunidad.
LA ARENERA.  Establecido  en las últimas décadas, llamado así, porque  ahí había una arenera, que surtía de este material al vecindario para construcciones locales, fundado por iniciativa y dictamen favorable del Síndico Municipal de ese entonces, Fidel Egberto Casasola Saavedra, con aprobación del Concejo, ahora bastante poblado y con sus servicios esenciales, asentado en terreno privado que dejaron abandonado por años las hermanas Gumercindo, Silvia y Marcolfa Gutierrez.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          
EL ZAPOTE ARRIBA. Es un caserío que se empezó a formar a inmediaciones de la carretera Interdepartamental, entre las aldeas El Zapote y El Paso de los Jalapas, en el año 1961, cuyos primeros lotes fueron cedidos por la Municipalidad de ese entonces, aún con la oposición de los dueños de los terrenos 
Quiosco parque antiguo 12 de Octubre de la Localidad.  
privados colindantes, el problema ahora, son la cantidad de túmulos construidos en buena 
parte de esa carretera que obstaculizan el tráfico normal de vehículos.
En las proximidades de la carretera entre El Paso y Las Ovejas, se ubica la colonia “Mitch”, llamada así por albergar a mucha gentes que fueron afectados por la tormenta de ese nombre, ocurrida en el mes de octubre de 1998, mandada a construir por el Gobierno de la República.

Respecto de los caseríos y aldeas que se han formado últimamente, conviene que la Municipalidad, legalice conforme a la ley, esos poblados, emitiendo los respectivos acuerdos, que                           
deben ser publicados en el Diario Oficial para que tengan plena validez, informando de ello a las instituciones del Estado competentes, a efecto de que tales modificaciones se anoten como oficiales en los registros estadísticos, geográficos, de mapeo y otros de interés para los habitantes y del país.
LA CABECERA MUNICIPAL. Cuenta aun con sus siete callecitas, igual número de avenidas y varios callejones, antes  ornamentados de esbeltos cocoteros, palmeras, almendros, truenos, jocotes, morros, amates y acacias, por doquier,  en franca custodia de su tranquila madre tierra, que extendían su extraordinario ramaje al visitante, en cordial saludo de bienvenida y de hospitalidad, algunos regados de paso con el agua que rebalsaba de las pilas de las casas, que salía a las calles a flor del suelo y otros arbolitos especiales asistidos por sus propietarios.
Esos arbusto, ya dañados por la acción inexorable del tiempo, fueron sustituidos por otros, de singular belleza, especie de ficus, también llamado naranjillo, que pasado el terremoto que asolo el país en el año 1976, planto el maestro José Gilberto Orellana Rosal, de semillas traídas de Guastatoya, perfectamente adaptadas al clima, con sus alumnos de la escuela primaria local, que igual a los anteriores, dispuestos en valla están, formando arcos con una imagen espléndida,  al entrelazarse las ramas de unos y otros, a lo largo y ambos lados de sus bien trazadas callecitas, asfaltada la principal, otras adoquinadas o de pura tierra las otras aún, a manera siempre de buen recibimiento, con su bello follaje verdoso radiante y elegantes racimos colgantes, de frutillas amarillas, cuales perlas en zarcillos de oro incrustadas, para exhibir con su encanto a propios y extraños y prodigarles su exquisita sombra.
Refugio además, de multitud de pajaritos de diversas clases, y geckos, que en ellos se hospedan, en continuo concierto gratis, alegrando con el bullicio de sus melodiosos cantos, los contornos de las vecindades, sin que patojo alguno, honda en mano, se atreva, como antes, a ahuyentarlos o hacerles daño, por cuyo privilegio viven allí, nutriéndose de esas llamativas pelotitas, y como graciosa recompensa, cuando algunas gentes descansan al abrigo de dichos arbustos, costumbre bastante frecuente en el pueblo, de sacar sillas a la acerca, en busca de lo fresco para capear  un tanto el calor, esas avecillas traviesas, brincando de rama en rama, sin avisar que algo va, descargan de repente, una porción de aquello que no pueden ya retener en sus pequeños intestinos, o sea, una inofensiva cagadita, detectada la acción, al instante de sobarse alguien la cabellera o descubrirse el sombrero u observar con gestos de aceptación o desagrado, la vestimenta embadurnada, de la fichita blanca, dejada como recuerdo y, ellas como si nada, continúan el ritmo de su instinto.
EL PARQUE CENTRAL. Con su elegante kiosco, artísticamente decorado con los signos del pentagrama, primero, y su hermosa pérgola, después,  ambos, se utilizaron en su tiempo, como tribuna pública del pueblo y, además, sitio de deleite en las noches de  concierto, engalanado con sus arriates de vistosas flores que exhalaban la pureza de su exquisita aroma; de su esbelta casuarina, que erguía su pelambre verdosa como pretendiendo, con el ímpetu de sus finas ramas,  alcanzar el cielo. Igualmente, su ornamental y simbólico árbol de chico, que con sus hojas siempre verdes, vivito y coleando todavía esta, dando frutos maduros caídos, para quien  por suerte, los recoja primero por la mañana, en época de cosecha, así como sombra para todos, inclusive, guarida que fue, del anciano de las regalías, el simpático “Santa Claus”, que por años para los niños bajo su fresco follaje posó, iluminado con foquitos de colores en la esperada noche buena,  llamado por ello ,“Árbol de Navidad”. Actualmente, gracias al esfuerzo de Valeriano Pérez y su grupo, se realizan algunos conciertos de marimba, pero sinceramente, no como en épocas pasadas, que eran frecuentes y concurridos.
Su elegante pila circular, especie de fuente tipo español, construida en tiempo de los Intendentes, en la administración de Jorge Ubico, derribada inútilmente,  de cuya amplia copa Barroca, en flamante borbollón, brotaba el agua cantarina, acariciando con la brisa, gotas menudas esparcidas y suave murmullo, los multicolores componentes del jardín, en las auras tibias, surcado de marfileños confidentes para uso de los asistentes, eran atributos que realzaban antaño, el ornato del parque local.
Nuestro pequeño centro de distracción, tiene por nombre actualmente,  “Parque Centenario”, en honor de los cien años cumplidos de creación del municipio, varias veces remodelado, lastimosamente, ahora, sin  la exuberante vegetación de antes, elemento importante en una área recreativa, no solo por su belleza, sino por la oxigenación del medio, muy diferente de las armazones de concreto, de arquitectura foránea, con expresión insulsa que proyecta ahora, aunque moderna dicen algunos. Este recordado parquecito ha tenido tres nombres: 12 de octubre, en homenaje al día de la raza; Francisco Guerra Morales, en honor de este personaje ilustre, hijo del pueblo y, últimamente, Centenario, denominación última que no comparto, no por el nombre en sí, sino porque fue asignado antojadizamente, porque a alguien particularmente se le metió la idea, sin respaldo legal, a través de un acuerdo municipal razonado, a cambio, y porque se dio en  menoscabo, sin justificación, del nombre del paisano notable que ya ostentaba. A mi criterio, para resaltar y perpetuar el homenaje efectuado, centenario de creación, lo ideal hubiera sido hacer abstracción del parque, porque este no tiene aún cien años  de construido, pues   mucho antes ese espacio era un simple patio de escuela, y  honrar esa efemérides con algo más amplio, solido y significativo, EL JIICARO CENTENARIO, por ejemplo, utilizando ese nombre como lema en todos lo referente a El Jícaro, actos públicos, incluso, en la correspondencia oficial de la Municipalidad y de sus instituciones de apoyo. Porque si no se emitió acuerdo municipal al respecto y no se publicó en el Diario Oficial, por ser este de carácter general, ese nombre carece de validez legal, prevaleciendo el nombre anterior, pues es la Municipalidad la única facultada para el efecto.
CASAS ANTIGUAS. Lo autóctono y lo moderno, estaban al unísono en sus viviendas, dada la construcción, digamos relativamente moderna, de su nuevo edificio municipal, y de sus antiguas casitas blancas, en fila, a ambos lados de las calles, con cal criolla y sabia de tuno viejo convenientemente enlechadas, con amplio corredor hacia la calle, la o las hamacas al medio, colgadas de las vigas, para el descanso cotidiano, y altos tapiales de adobe construidos a su  alrededor, con su albardón de teja, tapizados de filosos chayes de diversos y vistosos colores, en la parte superior, como se acostumbraba, como medio de defensa para prevenir el ingreso de presuntos intrusos, sembrado como estaba el patio trasero, con los tradicionales árboles frutales, jardinería diversa, plantas medicinales y arbustos ornamentales de olores agradables, como el “maderas de oriente”, que  abundaban e inundaban el ambiente, que en muchos casos constituían pequeñas huertas, en donde se cosechaban yerbas, legumbres y  verduras para el sustento, regados con el agua de pozos artesianos en cada casa existentes, sin faltar los elevados cocoteros con sus gajos de frutos colgando, a los lados, más de un limonero y alguna que otra mata de chiltepe, todo lo cual daba prestancia a los frescos patios interiores de las casas, convertido en un verdadero vergel que  aprovechaban innumerables pajaritos, abejas y mariposas para chupar la miel de las flores; lagartijas, garrobos y el loro parlanchín en su jaula, hablando bobadas, los habían para compartir el espacio y pasar el rato, alegrando con su presencia, trinos y zumbidos, el ambiente rural de las viviendas.
Se recuerdan también, con cierta nostalgia, sus ranchitos de palma y de bajareque, resistentes a los terremotos, ventilados y sabrosos,  aperados con sus camas de varas, especialmente de chimilile, con su cocinita, poyo, molendero y hornilla de lodo, anexos, donde moraban nuestros labriegos, que al canto del primer gallo abandonaban la placentera hamaca, para ir al potrero al ordeño cotidiano o a sembrar la simiente para el mañana, como fuente de vida familiar, bañando cada surco con el sagrado sudor de su frente, como buenas maneras de la civilización e idiosincrasia de sus habitantes. Otra buena forma de edificar, nos hace recordar a antepasadas generaciones de época colonial, que poniendo de relieve su temperamento, se esforzaron para levantar un centro de vida y desarrollo colectivos en lo que hoy es nuestro pueblo, como lo hicieron también tribus primitivas  relevantes que se establecieron aquí mucho antes y en todo  el valle del Motagua, que más tarde nos dejarían como preciado legado, orgullo para los jicareños de hoy, inclusive, tesoros escondidos en montículos de varios asentamientos antiguos, que son objeto ahora de investigación. Este contraste, nos da la idea de la apacible vida y progreso constante de los moradores. Así se presentaba antes El Jícaro, pero tuvo repentino cambio en su estructura física, a raíz del terremoto de l976, tal vez  ahora, materialmente mejor que antes, arquitectónicamente hablando, pero a costa del dolor y sacrificio causado por esa tragedia. LEER MAS ADELANTE LA OCURRENCIA DE ESTE FENOMENO. 
ÁRBOLES DESAPARECIDOS. Algunos árboles importantes que le daban vida y elegancia al parque, incluyendo los de pinabete o casuarina, eucaliptos y un centenario amate, así como la pila  circular, especie de fuente, estilo español, muy hermosa por cierto, desaparecieron para dar paso a las remodelaciones acertadas o no, del parque actual. En esta área, al sur, mucho antes existió la 
Parque Central remodelado, hoy Centenario.                          Auxiliatura Municipal, cuando el Jícaro aún era aldea y después la escuela para varones e inadecuadamente pegaditas, las mal olientes a orines de los reos y los niños,   cárceles             públicas, por muchos años, porque no había otra forma de hacer pipi. El arbolito de chico que daba por talado, aun permanece  en su lugar, cumpliendo su función ecológica y de ornamento, pero ojo, no faltará alguien, que pretendiendo hacer algo “bueno”, lo mande a derribar hasta con el tiro de gracia, como ocurrió con los anteriores, así como el de amate con raíces anormales aéreas o bejucos naturales colgantes, de la parasitas de mata palo, en su copa, pero que le daban vista y belleza, de donde nos prendíamos, columpiábamos, y hacíamos piruetas, los alumnos de la escuela, árbol fronkdoso que estaba protegido por un redondel de cemento de dos escalones, bien ornamentado, a manera de  sentadero público para los paseantes, los que antaño existieron en dicho sitio de recreo.

CAMINATAS. Antiguamente, las caminatas se hacían a pié, a lomo de mulas o en carreta de bueyes  y a cada cierta distancia habían parajes, estancias o caseríos,  en donde los transeúntes acampaban para pernoctar y descansar, cuyo momento aprovechaban para pastar a sus caballerías, siendo así, que muchos viajeros al pasar por esta localidad, regularmente se guarecían en bien plantados árboles de jícaro, convertida entonces, en punto adecuado para pasar el rato, de hecho, bien conocido por los caminantes por la fama de su hospitalidad, del cual se deriva precisamente el nombre del municipio o para disfrutar de la sombra de añosos y frondosos tamarindos o de amates que los habían en abundancia, especialmente cuando se dirigían a la Basílica  y Santuario de Esquipulas, villa acertadamente hoy nombrada la Capital Centroamericana de la fe, en alegres romería; incluso, por aquí pasaban buscando el vado más conveniente del río Motagua para dirigirse al norte, los muleros que comandaba  el negro Macao en tiempos de la colonia, de la empresa de transporte de carga de esa índole, propiedad del español Juan de Palomeque, que venían de la capital hacia el golfo y viceversa, en la actividad del transporte de mercadería, que refiere en sus relatos el historiador José Milla, así como los viajeros de ultramar para dirigirse a la bahía de Amatique, que preferían esta área para atravesar el río, por los buenos  vados que ofrecía,  y  de esa cuenta, la importancia de El Jícaro, desde tiempos remotos, antes y después del régimen colonial.
ROMERIAS. Mucho tiempo después, antes de que se construyera la carretera del Atlántico, las romerías al Santuario de la Fe,  muy especialmente para el 15 de enero, de cada año, se efectuaban a pié, en su mayoría, gente pobre y a quienes siendo acomodados, les gustaba el ejercicio, el ambiente campestre o la aventura, y  en transporte motorizado, recientemente en boga, quien tenía posibilidades económicas o no podía hacerlo de aquella manera, utilizando en ambos casos,  la carretera  interdepartamental nuestra, que comunica con Zacapa; caravanas integradas  por peregrinos del centro, sur, y occidente  de la república, lo mismo que de las Verapaces y hasta del extranjero,  pasando por aquí, no solo por ser más corta la distancia, sino por lo directo del camino, utilizando o no, el  puente de El Rancho, sobre el río Motagua, situación que aunque alegre y de beneficio para el comercio local, pues aquí hacían escala los viajeros para dormir y comprar algunos alimentos, era bastante molesto para el vecindario, por el mucho polvo que se alzaba de los cientos de camionetas que pasaban y el peligro que representaba, especialmente para los escolares, el enorme movimiento vehicular.
DORMITORIO IMPROVISADO. En esos tiempos, como no existían hospedajes formales establecidos, era frecuente ver las tendaleras de peregrinos durmiendo en los corredores de las escuelas y del mercado de la localidad, sin ningún temor de que se les violentaran sus derechos humanos, porque había orden y tranquilidad, de donde se abastecían de artículos de consumo diario y frutas, para luego salir contentos al día siguiente de madrugada, entonando cánticos y rezos alusivos a su religión. También se hacían romerías utilizando el ferrocarril, hasta Zacapa, y de allí, en camioneta a la Santa Catedral, por supuesto, que en esos tiempos tenía mucho mayor arraigo la religión católica y por ello las bullangueras y multitudinarias peregrinaciones. Y de regreso, lo mismo, bien adornados los vehículos con gusano de pino pintado de vistosos colores y los feligreses de a pie alegres igualmente vistiendo elegantes charras llenas de recuerdos consistentes en trenzas de tusa a manera de empaque repletas de dulcitos en su interior y cajillas de conservas, así como unas frutas amarillas llamadas “chiches” que colgaban como adorno de los sombreros, y demás regalitos que llevaban a su destino, siempre cantando alabados y plegarias de buena venturanza, llevando consigo también los cohetes que reventarían a su llegada, dando gracias a Dios por su visita al señor de Esquipulas y de la  agradable peregrinación de regreso, sin novedad. Hoy se supone que es lo mismo, pero el recorrido se hace por la carretera del Atlántico, pero al darse cuenta que nuestra carretera interdepartamental está asfaltada hasta Zacapa, seguramente se recuperará ese tráfico tradicional de antaño, con economía de diez y siete kilómetros y con menos peligro.
SERVICIO DE CANOA. Esta pequeña empresa funcionó, hasta inmediatamente después de la inauguración del actual puente, para el transporte de pasajeros, y poder atender el flujo de personas que venían de las comunidades situadas del otro lado, a hacer sus compras a El Jícaro, que antaño era centro comercial de importante, claro está, por la presencia del ferrocarril, y de aquí, para allá dentro de ese mismo intercambio de cosas, pero más que todo, nosotros, a tomar camioneta a la ruta del Atlántico, con destino a la capital o lugares del nororiente. Este servicio inicialmente fue propiedad de la finca La Cajeta, teniendo como remeros a los señores Andrés Páiz y Meregildo Sagastume y, últimamente, propiedad de los hermanos Víctor y Narciso Flores, lo mismo que de Miguel, hijo del primero, teniéndose conocimiento de varios accidentes, al volcar las pequeñas barcas, que han costado la vida de algunas personas, por cruzarlas con el río crecido y el sobre peso, desapareciendo las canosas en la inmensidad de las aguas, pero repuestos de nuevo, para seguir prestando el servicio. El puente de referencia, desafortunadamente, fue destruido por las enormes crecientes del Motagua, derivadas de la tormenta Agatha que azotó el país en los últimos días de mayo de 2OlO y  mientras tanto, la travesía se hacía por medio de un sistema, inventado de urgencia por alguien curioso vecino, consistente en un cable aéreo atado de lo que quedó del puente, a un fuerte madero del otro lado del río, un cajón de transporte y una garrucha halados de ida y regreso, pero luego vino una canoa, mandada a hacer por un buen muchacho Zamora, hijo de Vilma Orellana y, actualmente, el cruce del río se hace por una rampa provisional enganchada a la armazón que quedó en parada, de dicho puente, que atinadamente mandó construir la Municipalidad.
TRANSPORTE DE CARGA: Éste se hacía en bestias y carretas de bueyes, para dentro y fuera del municipio, local digamos, cuyo trabajo era desempeñado por personas que criaban y cuidaban esos animales, pero también  se hacía a puro  lomo o espalda de seres humanos utilizando el mecapal, a manera de tlamene, para lo cual estaban disponibles, previo pago  de sus honorarios, por supuesto, 
Desaparecido servicio de canoa, hasta antes 
de la inauguración del puente.      
unas buenas personas de nombres Casildo Orozco y Pio, 
cuyo apellido no recuerdo, y Santos Pompón, quienes trasladaban a puro “tuto” los bultos                                  encomiendas que se les confiaban por pesadas que estos fueran y lejano el lugar de destino. Luego vino el ferrocarril y ahora, tiempos moderno,  ese sistema anticuado de carga   ha desaparecido, haciéndolo por medio de picops. Un señor llamado Gabino, a quien burlescamente le decían “el correo de guaishtan”, que apedreaba a los patojos que lo jodían, llevaba diariamente de la oficina local, a puro tuto, el correo nacional destinado para San Cristóbal Ac.   
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MAQUINARIA ANTIGUA. A la altura del puente actual, a unos cincuenta metros, al oeste, de este lado del río, existió una estructura mecánica, ahora, presumiblemente, soterradados o arrancados de tajo, rumbo al mar, por las fuertes crecientes del Motagua, conformada por una especie de polipasto mecánico, conectado con otra maquinaria situado del otro lado del río, debajo de una enorme ceiba que había allí, cabal en el callejón que en ese tiempo conducía a la aldea La Estancia, pasando por las viejas carretera hacia el nororiente, que servía para hacer cruzar el río, por medio de cables colgantes, de ida y regreso, los camiones cargados de madera procedentes de la finca La Cajeta, propiedad del ex Presidente Lázaro Chacón, para ser descargados en el patio de la estación del ferrocarril y su consiguiente embarque por esa vía, rumbo a la capital de la república, en una época de mucho trabajo para los lugareños, aparato que era operado por un experto gringo, llamado Mr. Frank, que se encariñó con el pueblo y que vivió por mucho tiempo en unas casita de bajareque propiedad de Armando Chew, contiguo a dicha estación, cuyo actividad hizo que los herederos de don Lázaro, construyeran aquí una elegante casa tipo español, destruida por el terremoto de 1976, ubicada, en lo que ahora, es casa de mi propiedad y de mi hermano Roberto. Entre el callejón de los herederos de Carlos López, el de mi hermano Roberto y la calle principal, en donde estaba la casita de Armando Chew, en la que vivió el gringo mencionado, este construyo contiguo una bonita casa de madera, de dos niveles, que la empresa de los ferrocarriles, con el respaldo de la dictadura de Ubico, mandó a derribar sin mayores trámites, alegando haberse edificado esta en terreno de su propiedad, sin embargo la casita vieja antigua se salvo, pero lo curioso del caso es que, en toda esa franja, anteriormente, ya estando el ferrocarril, habían ranchitos, incluso, la primera escuelita de la población. Allí mismo, existió por años, un frondoso árbol de tamarindo, quizás el más viejo de todos y un enorme trueno, que mando a botar precisamente Armando Chew para edificar la casa derribada mencionada.