CAPITULO XV
HECHOS HISTÓRICOS
Son varios los hechos
registradores en nuestro terruño a
través del tiempo, pero por su relevancia vale la pena insertar para
conocimiento de quienes los ignoran, los siguientes:
Merece hacer
mención en este contexto del tributo de gratitud que el gobierno del general e ingeniero Miguel Ydígoras Fuentes y
mediante acuerdo gubernativo de fecha diecisiete de junio de junio de 1960 ,
rindió a un grupo de jefes, clases y soldados del ejército de este municipio,
concediéndoles la placa de “Combatiente”, en reconocimiento del heroísmo,
lealtad y valor puestos de manifiesto en las acciones armadas contra la Patria
en los años de 1885, 1898, 1903 y 1906, ejemplo de bizarría y de sacrificio que
los hicieron acreedores a tan justa recompensa,
siendo ellos:
Mayor de infantería, Elías Saavedra Juárez
Subteniente de infantería Alejandro Morales J.
Subteniente de infantería Vicente Flores Marín
Subteniente de infantería Emilio Solís Chacón
Subteniente de infantería Reyes Oquelí M.
Sargento 1º de infantería Guillermo Godínez
Sargento 1º de infantería Pedro Campos
Sargento 1º de infantería Encarnación Girón R.
Sargento 1º de infantería Baudilio Hernández
Sargento 1º de infantería Everildo Marroquín
Sargento 2º de infantería Fidel Marroquín C.
Cabo de infantería, Hermenegildo Sagastume
Cabo de infantería, Félix Berríos Juárez
Soldado de infantería, Carmen Enrique Ramos
Soldado de infantería, Julián Salazar
Cabo de infantería, Arcadio Orellana
Soldado de infantería, Sotero Hernández P.
Soldado de infantería, José Felipe Portillo
Soldado de infantería, Carlos Oliva B.
Muchos de nuestros
soldados formaron parte del batallón
“Tineco” que, como las tropas de Chiquimula y Jalapa, tienen fama de
aguerridas en la república, como puede comprobarse con los hechos registrados
en contiendas pasadas con tropas enemigas.
Papel importante
desempeñó en las acciones armadas antes referidas, el capitán de infantería, JUAN MORALES CASTILLO,
quien por razones obvias no fue condecorado con la placa de “Combatiente”, pero
sus relevante méritos en la carrera militar, le brindaron una hoja de servicios
digna de orgullo y admiración, puesto que, en más de una ocasión, dio a conocer
su valentía en aras de la patria, unas veces, y otras ,en defensa de la
institución militar a la que pertenecía, incluso tomó parte activa en las batallas de la
cabecera departamental de El Progreso, cuando la UNION en el año de 1920.
Militar de altura
fue también, el capitán Juan Rodríguez, ya desaparecido, habiéndose destacado
en forma notable dentro de las filas del ejército. Todos estos patriotas
jicareños, son fallecidos, pero sus parientes más cercanos disfrutan de la satisfacción
y orgullo de esa condecoración por méritos militares y el deber cumplido.
HECHO HISTÓRICO. El Jícaro, pueblo que ama de verdad a su patria,
siempre ha demostrado civismo, cuando las circunstancias lo han demandado, como
ejemplo el caso suscitado en el año 1935, cuando no obstante encontrarnos
sometidos a una férrea dictaduras, como era la del gobierno del general Jorge
Ubico, el honorable Ayuntamiento integrado por los preclaros ciudadanos:
Alcalde 1º, Juan Ramón Bracamonte; alcalde 2º, José Martín Orellana; síndico,
Tránsito Orellana Lemus; regidores del primero al cuarto, Matías Oliva Morales,
Venancio Rodas Romero, Manuel Linares burgos y Bernardo Venegas Gutiérrez,
respectivamente, y secretario, Clemente Marroquín Ibarra, protestaron
enérgicamente por el plebiscito que tenían como propósito la reelección de
Ubico en la presidencia, previa reforma del artículo 66 de la Constitución de
aquel entonces; gesto que coloca a este rincón de la patria dentro del marco de
un pueblo civilizado y libre, toda vez que fue la única y valiente municipalidad que con el respaldo unánime del
conglomerado local procedió así, sujetándose a las represalias propias de una
tiranía. Incluyo a continuación lo
conducente del acta en referencia que trata sobre el particular:
“Acta No 17. Sala de sesiones municipales: El Jícaro, siete de abril de
mil novecientos treinta y cinco, reunida la Corporación con asistencia de sus
componentes a excepción del regidor 3º Manuel Linares B., que faltó con excusa,
con el objeto de celebrar sesión extraordinaria y siendo las nueve horas, se
procedió como sigue: 1. Leída el acta de la sesión anterior fue aprobada sin
ninguna modificación. 2. El alcalde municipal dio lectura a un mensaje recibido de la municipalidad de
El Progreso, cabecera de este departamento, en que transcribe los puntos 3 y 4
del acta levantada en sesión extraordinaria que celebro ayer dicha corporación
y los cuales se contraen a solicitar de la Asamblea nacional legislativa que
reforme el artículo 66 de la Constitución de la república, en el sentido de
lograr que el ilustre ciudadano general Jorge Ubico, continúe en el ejercicio
de la presidencia del Poder ejecutivo, en el próximo período constitucional, para que
pueda desarrollar en su totalidad su vasto programa de gobierno y pide que esta
municipalidad, acuerpe tal moción. 3.
Después de un ligero debate, se dispuso tomar el voto de cada uno de los
concejales y por unanimidad, la Corporación dispuso hacer constar que, LA
CONSTITUCIÓN ASÍ COMO ESTA ES MUY LINDA Y QUE POR CONSIGUIENTE OPINA QUE, ESTA
DE ACUERDO EN QUE SE REFORMEN LOS VEINTICINCO ARTICULOS QUE LA ASAMBLEA NAIONAL
TIENE EN PROYECTO REFORMAR, PERO NO ASÍ, EL ARTICULO 66 DE LA PROPIA
CONSTITUCIÓN. 4. Que la Jefatura
política departamental en telegrama de ayer nos comunicó, como respuesta a un
mensaje que le dirigió esta Corporación, lo siguiente: “Alcalde 1º municipal.
El Progreso, 6 de abril de 1935.
Recibido en El Jícaro a las 5 y
53 p. m. En sesión de hoy la
municipalidad de esta cabecera aprobó la moción presentada por el síndico 1º
municipal señor Gregorio Pensamiento, la cual transcribió por esta vía el
alcalde y si es del agrado de esa Corporación acuerparla. (f) Castro M.”. 5. se dispuso que la
secretaría compulse copias certificadas, una para la Asamblea nacional
legislativa y otra a la Jefatura política departamental para su conocimiento.
6. No habiendo más que tratar se suspende la presente, (fs.) Juan R. Bracamonte --- José Martín Orellana --- Tránsito Orellana --- Matías
Oliva M. --- Venancio Rodas Romero --- Bernardo Venegas. Certifico: C. Marroquín I.”
Este hecho histórico, ha sido conocido por la ciudadanía amante de la
lectura y de las causas nobles, a través de la publicación de mi libro Monografía de El Jícaro, lo que le
valió a nuestro pueblo, respecto a la oposición de la Municipalidad local, de
reformar la constitución para la reelección de Ubico, zendo reconocimiento
público, por el prestigiado periodista y escritor José Luis Cifuentes, con el
pseudónimo de “J. L. LECÉ”, en el
periódico Gráfico de fecha 18 de septiembre de 1964, página 16, con el título
de “Holocausto de una juventud soñadora”, con el siguiente preámbulo: “Al
Jícaro, municipio donde me hubiera gustado nacer y muy especialmente a los
miembros de la Municipalidad de 1935”, refiriéndose en dicho artículo, además
de nuestros munícipes, a otros preclaros ciudadanos guatemaltecos que
ofrendaron sus vidas por la libertad y
la democracia, a manos de la dictadura de Ubico, como lo fueron los
licenciados Efraín Aguilar Fuentes, Juventino Sánchez, Carlos Pacheco Marroquín,
José León Castillo (Cabañeco de pura cepa), Humberto Molina Santiago y otros.
Haciendo una crítica a la oposición municipal asumida, me atrevo a
opinar con justo derecho, que la asesoría del Secretario Marroquín Ibarra, un
convencido demócrata letrado, originario de Guastatoya, influyó en el ánimo de
los paisanos ediles, para tomar esa decisión, pero de todas maneras los
laureles son aún para nuestro terruño. Respecto de esa protesta, vale recordar,
que el famoso llamado “muñequito” del desaparecido periódico El Imparcial, con
el objeto de resaltar el valiente como heroico hecho, en su sección de chistes
gráficos, con una caricatura adhoc, indicaba: “solo los del El Jícaro”, sacaron la
jícara”, en referencia de haber sido el único municipio que protestó.
OTRO HECHO HISTORICO.
Cuando el ex presidente General José María Orellana, nativo de esta
tierra, envió a la Asamblea Nacional Legislativa el proyecto de ley que regulaba
la pena de muerte, un grupo de valientes jicareños encabezados por: Venancio
Morales, Randolfo Casasola León, Juan José Clavería, Samuel Venegas, coronel
Carlos Saavedra Trabaníno y los mayores Plácido y Elías Saavedra Juárez, Emilio
Carranza, Macario Jiménez, Domingo Castro, Juan Morales y otros, impulsados por
sus más profundos y nobles sentimientos humanitarios, por medio de sendos memoriales
enviados a la propia Asamblea y al paisano Presidente, presentaron su más
enérgica protesta por la promulgación de una norma que consideraban lesiva e inoperante, por no
ser correctiva del crimen, por un lado,
y por el otro, que al ser la justicia notoriamente desigual, es susceptible de caer en errores
irreparables de los jueces.
Esa posición acarreó los ya esperados problemas personales para los oponentes,
quienes fueron inmediatamente citados de la Jefatura política de Zacapa, para
someterlos a prisión, motivo que los hizo abandonar sus hogares para huir por
espacio de algunos días, siendo por orden presidencial posteriormente que
dejaron de perseguirlos.
Esta protesta no encontró eco en las esferas gubernativa y legislativa,
pero su actuación perdura como un recuerdo de hombres de bien que supieron
comprender lo bárbaro e ineficaz de esa ley. En ese tiempo el comandante local
de El Jícaro, era Plácido Saavedra, pero no le importó el puesto que
desempeñaba para expresar su desacuerdo con la pena capital, lo que dio origen
a que lo separaran del cargo.
Muchas personas opinan contrario a la pena de muerte, pero la mayoría
consideramos que, dada la situación de inseguridad que se vive actualmente en
el país, sí es un disuasivo del crimen,
por medio de procesos objetivos, con jueces capaces y honrados, pues los
criminales tiene de rodillas a la población y a la autoridad, por lo que estando
vigente en Guatemala ese castigo, es menester su aplicación, sacándola de ese
vacío que se ha dado con el famoso recurso de gracia, en el sentido de que si
es o no competencia del ejecutivo
concederlo o denegarlo, como lo era antes, como que nos están faltando
pantalones, ¿verdad?
Un acto de heroísmo y de valentía, que no puede pasar desapercibido
para los jicareños, del cual fue
protagonista Rafael Sanabria Guarra, muchacho sencillo, como suele ser la
mayoría de habitantes del área rural, según
se sabe de fuentes dignas de todo crédito, apenas a los 18 años y meses de edad,
fue reclutado a la fuerza como se hacía antes, como soldado raso para la zona
militar de Zacapa. Al poco tiempo, por
propios méritos, dada las efectivas enseñanzas de primaria que aprendió de su
maestra Jovita Oliva de Gutierrez, en su aldea natal, fue favorecido con una de
las tantas becas que regularmente otorga el Ministerio de la Defensa Nacional a
los soldados en servicio de los diferentes cuarteles del país, para cursar
estudios militares en la Escuela Politécnica, ingresando por ende, como alumno cadete en el mencionado
plantel, más o menos poro el año 70 del siglo anterior, impulsado naturalmente,
por el más grande anhelo y el de sus padres también, a efecto de alcanzar algún
día, su graduación como oficial castrense y seguir adelante hasta alcanzar el
grado más alto de esa carrera.
Sin embargo, la mala suerte se interpuso en su sano propósito, pues en
el ejercicio de sus prácticas
reglamentarias de explosivos y tiro, como cadete instructor, en el
fatídico momento del lanzamiento de una granada, como parte del entrenamiento,
por error humano, a uno de los alumnos que era entrenado, se le zafó de las manos con la espoleta o pin
ya quitado, y al no ser posible lanzarlo en la forma prevista, cayó el
artefacto al suelo, cerca del grupo de estudiantes y para evitar mayores daños
colectivos, el instructor Sanabria, se abalanzó
a cuerpo entero sobre la granada, cubriéndola con su pecho, la cual
explotó inmediatamente, falleciendo destrozado en el acto, pero evitó que el
daño se extendiera a sus demás compañeros que estaban próximos, y ese es precisamente
el hecho que se admira, que pudiendo haber salido en huida para defenderse,
creyó necesario salvar su honor haciendo suya la tragedia, para evitar daños
mayores, actitud que justamente le valió honores póstumos de su escuela.
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